El pacto firmado entre Irán y las potencias mundiales para detener el programa nuclear iraní ha sido la culminación de una serie de negaciones secretas entre Washington y Teherán, iniciadas en pasado mes de marzo cuando Mahmud Ahmadineyad aún era el presidente del país. Por parte de EEUU, es un paso más en la aplicación […]
El pacto firmado entre Irán y las potencias mundiales para detener el programa nuclear iraní ha sido la culminación de una serie de negaciones secretas entre Washington y Teherán, iniciadas en pasado mes de marzo cuando Mahmud Ahmadineyad aún era el presidente del país.
Por parte de EEUU, es un paso más en la aplicación de la «Doctrina Obama: el Regreso a Asia», que manda concentrar sus fuerzas en contener a China en la región de Asia-Pacífico, reduciendo por el contrario el papel del país y sus fuerzas armadas en Oriente Próximo. En el momento de la firma del acuerdo, los aviones militares de EEUU sobrevolaban el mar de China Oriental.
Este hecho histórico es el resultado de la convergencia de dos hechos fundamentales: EEUU ya no puede lanzar ataques militares como antes (Siria es un ejemplo) e Irán tampoco puede seguir con su programa nuclear debido al peso ya insoportable de las sanciones que han estrangulando la economía del país.
Según el acuerdo, Irán acepta:
1. Paralizar el funcionamiento total o parcialmente de sus instalaciones nucleares, no construir nuevas plantas, bajar del 20% a menos del 5% el nivel del enriquecer el uranio (impidiendo que se convierta en el rival asiático de Francia, Bélgica y Holanda, los tres mayores productores mundiales de isótopos médicos); reducir hasta el 5% las reservas de uranio enriquecido, autorizar amplias inspecciones a todas sus plantas nucleares e incluso presentar la lista del sueldo de los operarios.
2. Dejar de interferir en los asuntos de otros Estados y pedir la eliminación de países miembros de la ONU (Que se lo pidan quienes cuentan con miles de soldados armados en Irak y Afganistán y han destruido países enteros, tiene tela).
A cambio:
Irán no recibirá nuevas sanciones sobre las exportaciones petroquímicas; se levantará el embargo sobre el oro y los metales preciosos, y el sector automóvil (para que Renualt francés, que vendió 100 mil coches a Irán en 2012, siga haciéndolo); y podrá disponer de un fondo de ayuda a los estudiantes iraníes en el extranjero (a beneficio de los bancos); será desbloqueada la mísera cantidad de 7000 millones de dólares, de los 100 mil millones de los activos iranés congelados; podrá recibir el dinero de la venta escaza cantidad de petróleo que le dejan vender, comprar medicamentos, alimentos, reparar los aviones, aunque no recibirá los recambios para su aerolíneas. Eso sí, no se levantarán las sanciones ni sobre el petróleo iraní – por lo que Irán seguirá perdiendo 4000 millones de dólares al mes-, ni sobre su sector financiera, impidiendo sus transacciones monetarias con el mundo.
Si Irán cumple el pacto de forma íntegra, se tardará dos o tres años en que el Consejo de Seguridad decida si va a levantar o reducir las sanciones.
Con el acuerdo, gana el presidente Rohani. Y también Irán, aunque con un costo muy elevado. Muestran que no buscaban la maldita bomba y mejoran su imagen y su relación en el mundo. También gana la República Islámica, exhibiendo un sorprendente pragmatismo y habilidad: por la venia de Dios, el «Gran Satán» deja de serlo. Sin más.
Días antes y con el fin de asestar un golpe moral a las autoridades de la República Islámica, Reuters difundió un informe detallado sobre el imperio de negocios del ayatolá Ali Jamenei -el jefe del Estado y la última instancia del poder en Irán-, por el valor de 95 mil millones de dólares.
Por otro lado y a pesar de la bajada en la producción del petróleo de los 2.500.000 barriles al día a 750.000, la subida de su precio convertía al gobierno de Ahmadineyad en el más rico de la historia de Irán. Aun así, que haya una galopante inflación del 50% y un desempleo del 40% entre los jóvenes, evidencian que el embargo no es el único responsable de esta situación. La herencia recibida por el presidente Rohani hace que incluso el levantamiento parcial o total de las sanciones intensifique la lucha entre distintas facciones del poder que actúan en el mercado descontrolado iraní, dominado por el «Bazar», la burguesía comercial tradicional iraní, y los jefes militares por un mayor control sobre el comercio exterior y e interior, así como sobre el 11,4% de las reservas del petróleo mundial, siendo también la segunda en posesión de gas.
Esta situación podrá llevar a la élite islamista-militar, y al ayatolá Jamenei, a romper el acuerdo. Si Rohani es consecuente con los que proclama, deberá apoyarse en millones de iraníes que le respaldan y así neutralizar el sabotaje de los sectores que por salvaguardar sus astronómicos beneficios son capaces de empujar el país a una guerra apocalíptica.
La letra pequeña del acuerdo
Un día después del acuerdo, los adversarios de Rohani le acusaron de capitulación y de haber engañado al país. John Kerry negaba -para tranquilizar a los israelíes- que el pacto haya reconocido el derecho de Irán a enriquecer el uranio.
Aún sin conseguir este derecho, las autoridades de Irán, por los siguientes motivos, no tenían otro remedio que acatar este u otro texto: la ciberguerra contra sus plantas nucleares, el asesinato de varios de sus científicos por el Mossad en propio territorio iraní, el fracaso de las Primaveras Árabes en Egipto, Libia, Bahréin, Yemen y Siria, que ha fortalecido a Israel, y sobre todo el impacto de las sanciones internacionales sobre los sectores más desfavorecidos de la población. Hay más temor a masivas protestas populares que a un ataque militar. Y allí se equivocan si piensan que un levantamiento parcial o total de las sanciones, sin unas estrategias económicas y políticas democratizadoras, serán suficientes para imponer la paz social.
La pelota está en el tejado de Obama
El compromiso con Irán le permitirá a Obama dejar de perder efectivos, dinero y prestigio en los conflictos de sus aliados regionales, como Israel y Arabia Saudí, que luchan con Irán por la hegemonía regional. El presidente de EEUU ve insostenible el statu quo de esta región: el aumento de la población joven y formada requiere reformas democráticas aunque sean formales. Oxidados por el inmovilismo, ninguno de sus dos aliados han respetado su estrategia de pacificar la zona y juntos han atizado el fuego de los conflictos en Palestina, Bahréin, Irak, Siria, Egipto, y sobre todo sabotean sus planes con Irán, queriendo arrastrarle a un conflicto sin final feliz.
Este acuerdo, más allá de las teatrales paranoias de Riad y Tel Avive, les beneficia ya que evita un Irán nuclear y también una posible guerra. Además, la OTAN tiene rodeado a este país con una decena de bases militares y decenas de miles de soldados, amenazándole constantemente. Lo que dichos países temen, realmente, es perder su peso en la agenda de EEUU y sus mercados en la zona.
Obama puede ponerse medallas por detener el programa de Irán sin disparar una sola bala. También arrodilló a Siria con solo amenazas verbales. La derrota de Cameron en el parlamento británico, la negativa de Merkel a mezclarse en una guerra con los rusos en Siria, el fracaso del lobby prosirailí AIPAC en empujarle hacia el derrocamiento de Bashar Al Asad y el apoyo de la opinión pública de su país a su postura fueron bazas que ha utilizado también en el caso de Irán. Obama, además, era consciente de que más sanciones contra el país persa no iban a ser efectivas: hubieran creado grietas en el Concejo de Seguridad (ahora unánime contra Teherán), y empujado a Irán a un radicalismo sin retorno.
El enfado de los republicanos es justamente por el temor a que el triunfo de Obama signifique el triunfo de los demócratas en las próximas elecciones al Congreso, aunque también puede suceder todo lo contrario, que el núcleo duro de la República islámica confabule con los republicanos para tumbar a los demócratas, como sucedió en las elecciones presidenciales del 1980 (ver La diplomacia de terciopelo de Irán).
Pero, en su batalla, Obama cuenta con el respaldo inestimable de las compañías de su país y también las europeas. Ven cómo la política de aislar a Irán, le ha acercado a China y Rusia, ha debilitado al dólar en la región, ha excluido a las empresas occidentales del apetitoso mercado persa y su sociedad bien educados y con ganas de participar en la economía global. Royal Dutch Shell, Statoil, Total y Eni ya preparan sus maletas para abrir el camino también de las petroleras americanas.
Israel contra el mundo
Las fuerzas ultraderechistas de Netanyahu, que soñaban con ver a un Irán hundido en la guerra y muerte, siguen con su retórica de atacar Irán. Faltan a la verdad al decir que el acuerdo mantiene intacta la mayor parte de la infraestructura nuclear iraní y llama «tono y ciego» a las potencias mundiales firmantes del acuerdo, a sabiendas de que cientos de ojos naturales y artificiales estarán clavados vigilando a la República islámica.
Israel es consciente de que Irán ha perdido la influencia sobre Hamas (ahora con Arabia Saudi y Qatar), y sobre una Siria destruida y desarmada. El tiro de gracia a Irán han sido las durísimas sanciones económicas que le han llevado a firmar este acuerdo.
No entienden que EEUU, ni con Bush, se sentía con capacidad de atacar a un gigante como Irán. El nerviosismo de Netanyahu en realidad se debe a que en sus propias filas hay quien defiende el acuerdo: el lobby J-Street lo defiende y el presidente Simon Peres habla de la posibilidad de una solución diplomática en los conflictos con Irán (¿o es un reparto de papeles?).
Ahora Israel, en alianza «natural» con Arabia Saudí, redoblará sus esfuerzos para sabotear el acuerdo. Les preocupa que el vacío que deja EEUU en la región sea rellenado por Irán. Riad amenaza a Obama con fabricar una bomba nuclear con la ayuda de Pakistán, otro aliado díscolo del Occidente. Sin exagerar la amenaza iraní que en 2012 fue motivo de la venta de armas por el valor de 10.000 millones de dólares, los americanos han caído en su propia trampa.
La reacción de Rusia y China
A pesar de que ambas potencia son firmantes del acuerdo y se benefician de la estabilidad de la región y el aislamiento de los islamistas radicales, ven con preocupación el giro en la política exterior de Irán hacia Occidente. El equipo de Rohani que no para de criticar a las empresas chinas, insinúa tratos preferentes a las compañías europeas en el marco de un amplio acuerdo diplomático-económico.
A Rusia, le inquieta la perspectiva de un Irán proveedor de gas a Europa a través de Irak, Siria y Mediterráneo. El regreso de éste país a los mercados de hidrocarburo, también hará bajar los precios. De hecho, el precio del crudo de Brent cayó un 1,6%, llegando a 109,3 dólares por barril.
En cuanto a China, país con el que Irán tiene relaciones comerciales desde el siglo II a.C., el volumen comercial en 2012 llegó a los 3.300 millones de dólares. Los chinos trabajan en Irán en el campo de la electricidad, sector automóvil (Chery Automobile, ya ha abierto su planta de producción en Irán), construcción de fábricas, puertos, aeropuertos, el transporte- incluido el Metro en seis ciudades iraníes, el petróleo, el gas (ver: Irán, en manos de China, http://blogs.publico.es/puntoyseguido/40/iran-en-manos-de-china/). La dependencia de China a la importación de energía, hoy del 60%, no para de crecer e Irán, Rusia y Asia Central ocupan un lugar primordial en la petro-diplomacia de Beijing, que está llevando a cabo el proyecto Nekka, una tubería que transportaría el gas iraní hasta el Mar Caspio y Kazajstán a China.
El festín del mercado iraní, convierte a éste Estado en una gran potencia económica-política y el corazón de la ruta de mercancías de la región.
Es más, Irán y Taiwán son dos piezas clave en el equilibrio de fuerzas entre EEU y China.
Pronóstico reservado
Aunque los iraníes se preparan para dar la bienvenida al «Mister Marshall», los americanos tardarán en aterrizar en Teherán.
Irán paraliza su programa Pacifico, cuyo coste ha sido 170 mil millones de dólares, sin conseguir nada a cambio, bueno sí, impedir la imposición de similares castigos que mataron a millón y medio de los iraquíes, antes de ser invadidos y su país convertido en escombro. Si Irán cumple el acuerdo, podrá volver a la situación en la que estaba en la década del 2000 antes de la nueva ronda de las sanciones
¿Pensaba la República islámica que un Israel que bombardeó las plantas nucleares de Irak y de Siria con total impunidad iba a permitirle contar con una tecnología avanzada nuclear? Miopía, sin duda, aunque poner fin a la política de «calentar la casa, quemando sus vigas y puertas», será una noticia bien venida. «Evitar más pérdidas es ganancia», se dice en persa.
El acuerdo de Ginebra es un triunfo de las fuerzas de paz y aunque muestra las dos varas de medir en un mundo donde impera la ley del más fuerte entre y dentro de los países, también manifiesta la posibilidad de gestionar los intereses complejos y conflictivos de las partes negociadoras, sin clavar las espadas desenfundadas.
Este puede ser el inicio del fin de la enemistad institucionalizada entre Irán y EEUU y marcará un nuevo reparto de las zonas de influencia entre las potencias mundiales y regionales.
Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/1167/iran-eeuu-luces-y-sombras-de-un-acuerdo-historico/