Vivimos un momento de una apasionante proliferación de debates: debate sobre defensa nacional, debate educativo, reforma tributaria, reforma del Estado, reforma de la Constitución. Uno de los riesgos es, justamente, que se sumen demasiados problemas y que cuestiones que son de gran importancia para el futuro del país terminen discutiéndose de manera superficial o incompleta. […]
Vivimos un momento de una apasionante proliferación de debates: debate sobre defensa nacional, debate educativo, reforma tributaria, reforma del Estado, reforma de la Constitución.
Uno de los riesgos es, justamente, que se sumen demasiados problemas y que cuestiones que son de gran importancia para el futuro del país terminen discutiéndose de manera superficial o incompleta.
1- Aunque hoy no me voy a ocupar sino tangencialmente del tema, la posibilidad de firmar un acuerdo o tratado de libre comercio con los EE.UU. es, sin duda lo más apremiante, dado los plazos anunciados por el gobierno. Sobre el abordaje del tema hay hechos nuevos y positivos: por un lado se amplía el número de quienes participan en la discusión, ingresan voces que es necesario atender: teníamos los valiosos aportes de la Red de Economistas de Izquierda. Ahora se han suman Alberto Couriel, José Manuel Quijano y Gerardo Caetano quienes expresan, desde distintas disciplinas y ámbitos de actuación, una ampliación verdadera del debate pronunciándose claramente en un sentido de oposición a lo sostenido por el M. de Economía.
A su vez, la semana pasada tuvo lugar en la Federación ANCAP, la creación de la Comisión en defensa de la soberanía, integrada por FUCVAM, FEUU, ONAJPU y el PIT-CNT y distintas organizaciones políticas. A través de la Comisión, otros protagonistas piden la palabra. Por ahí pasa el desafío decisivo que tenemos los frenteamplistas.
La Comisión creada recoge la experiencia de otras movilizaciones cívicas que formaron parte de la resistencia popular a las arremetidas de la ofensiva neoliberal y en defensa del patrimonio durante los gobiernos blancos y colorados.
2- La proliferación de debates promovidos por el gobierno será un hecho muy positivo en la medida que se atiendan con cuidado criterios de transparencia sin los cuales será difícil que los intercambios tengan un desenlace de avance sobre lo actual.
En primer lugar es necesario brindar públicamente todos los elementos de juicio disponibles. El campo de lo secreto en función de ‘razones de Estado’ deberá ser el mínimo. No se podría entender que información sensible que manejan técnicos y funcionarios de otros partidos políticos no sean trasladados a las estructuras de conducción del Frente Amplio, como ocurrió hace unos días y dimos cuenta en estas páginas.
En segundo lugar, habría que situar con transparencia cuáles son los escollos que enfrentan el gobierno en cada terreno y, sobre eso, dar la información existente.
Por ejemplo, en la cuestión de la defensa nacional y las fuerzas armadas tiene una gran complejidad: aspectos técnicos, administrativos, profesionales, etc. Pero lo que importa para un debate abierto es la zona de temas en que el ejercicio de la autoridad democrática del gobierno se enfrenta con dificultades. Las demás cuestiones se deben ordenar a partir de la necesidad de democratización del pensamiento y la selección de los mandos superiores sobre la base del acatamiento irrestricto de las FF.AA. a las normas establecidas por la Constitución, terminando con cualquier tipo de autonomización de las FF.AA.
3- De todos los debates hay uno que conlleva una poderosa innovación: la enseñanza de la historia reciente. Si la canalización de esta propuesta se realiza adecuadamente por parte de la Televisión Nacional y retiene el interés del público, la discusión está llamada a tener una estimulante repercusión y esto en uno de los ámbitos en que el interés por el conocimiento es más deseable que se desarrolle como son las jóvenes generaciones.
La decisión del CODICEN ha desatado algunas inquietudes que todavía no han logrado tomar un cauce razonable. Algunos planteos de un senador nacionalista reclamando la destitución del profesor Carlos Demasi, palanqueados y apoyados desde la prensa conservadora, han alcanzado cimas del ridículo difíciles de superar.
El frenesí por linchar al docente cegó hasta tal punto las entendederas de los propios colaboradores del Senador que una página en solfa del matutino ladiaria fue colocada en la página WEBB del legislador como si se tratara de una iniciativa firme. Tardaron casi una semana en percibir que estaban difundiendo una página humorística que dejaba en ridículo a su conductor.
El negacionismo criollo
4 -Por su parte, el ex presidente Sanguinetti ha sostenido que sobre los sucesos del pasado reciente no es posible construir un relato histórico científico dado el peso de los componentes subjetivos en la labor de los historiadores.
El peso de lo subjetivo no solo gravita para el relato de la historia reciente. También para los períodos más remotos. Por ejemplo, la defensa irrestricta de la acción política de Fructuoso Rivera, en la que comulga Sanguinetti y el coloradismo, contiene de hecho una buena dosis de motivaciones no científicas emparentadas con el unitarismo porteño y las presiones sobre la región de los viejos imperios europeos.
A la vez, la versión sanguinettista de los hechos del pasado reciente se asienta en una justificación irrestricta de la represión, policial y luego militar, de todos los movimientos populares de resistencia desde el sindicalismo, los partidos de izquierda y los movimientos insurgentes. Coincidiendo, palabra más palabra menos, con los textos de los Comandantes publicados durante la dictadura, Sanguinetti es el constructor y reproductor de un discurso histórico puesto al servicio de políticas represivas que dañaron y obstaculizaron el ejercicio de las libertades y los derechos civiles y políticos de las mayorías. Su discurso fue funcional a una transformación profunda del Estado destinada a hacer viable modelos económicos contrarios a los intereses de los trabajadores.
5- Entre las protestas más estridentes y desmelenadas aparece un editorial del 3/9 del diario El País. Es un texto breve pero tan tilingo y tan inundado de arrogancia que se convierte en un prototipo.
El editorialista de El País se agravia porque Demasi sostiene que «la represión sobre los movimientos sindicales y estudiantiles en la década de los sesenta es anterior a la emergencia de la guerrilla como fenómeno político».
Es bien cierto que, desde la mirada interior, casi intimista, del diario El País ¿qué otra cosa se puede hacer sino negar?
Negar la represión a los gremios, la firma de la Primera Carta de Intención ante el FMI, el crecimiento del malestar social, la protesta, las bandas de extrema derecha y las amenazas autoritarias.
Negar la influencia del golpe de Estado de abril de 1964 en Brasil, promovido desde los EE.UU. contra el gobierno de Joao Goulart. Negar las amenazas de los militares golpistas en Uruguay.
Y como una negación lleva a la otra, negar la existencia de una central obrera, la CNT, que ese año decide declarar la huelga general y ocupar los lugares de trabajo en caso de golpe de Estado.
Basándose en la documentación sesgada que contiene la colección de El País, no hay ninguna razón para reconocer verdades inocultables como ser que el peligro de golpe fue denunciado en 1964 y que se previeron acciones (la huelga general) que luego se realizaron. Como, por lo demás, El País también ignoró la huelga general de junio-julio de 1973 y se plegó de inmediato a defender a la dictadura, la visión que representa y hoy defiende, siendo coherente, no es precisamente un modelo de discurso histórico científico. Es más bien el ejemplo vívido de una larga falsificación, de un relato histórico que no se sostiene ante el más mínimo cotejo con la realidad, con los testimonios y los documentos. Una historia hecha al servicio del mandamás de turno. Y del lado de los EE.UU. siempre.
Para estos discursos negacionistas no corren tiempos propicios. Ha cambiado el gobierno. Después de decenios de impunidad, la verdad histórica y también la verdad de la justicia penal se abren camino, mal que le pese a todos los sostenedores de la historia oficial de la dictadura.
Un amplio auditorio de gente joven quiere saber de qué se trata. Quiere saber del pasado para afirmarse como ciudadanos en el presente. Las redes del pensamiento autoritario no los atrapan. Todo discurso de justificación de la dictadura ya fue. De ahí lo fermental y democrático del desafío emprendido.