No hay que buscar explicaciones muy complejas para entender el porqué de la estrategia electoral colorada: hacia el terrorismo por la desesperación. Según un promedio de las cifras de las distintas encuestadoras, de un estimado de 2.114.000 votantes el EP-FA obtendrá el 31 de octubre, 1.099.000 votos (52 por ciento). El Espacio 609 que lidera […]
No hay que buscar explicaciones muy complejas para entender el porqué de la estrategia electoral colorada: hacia el terrorismo por la desesperación.
Según un promedio de las cifras de las distintas encuestadoras, de un estimado de 2.114.000 votantes el EP-FA obtendrá el 31 de octubre, 1.099.000 votos (52 por ciento). El Espacio 609 que lidera José Mujica monopolizará 406 mil (37 por ciento de la interna), lo que representa más del doble de los 190 mil (9 por ciento) que obtendrá todo el Partido Colorado en su conjunto; el Foro Batllista, que lidera Julio María Sanguinetti, obtendrá 85 mil (45 por ciento de la interna). Es realmente desesperante que la izquierda saque cinco veces más votos que la derecha disfrazada de centro, y que el tupamaro Mujica saque cinco veces más votos que el ex presidente Sanguinetti.
En esta ecuación hay un millón de uruguayos desagradecidos, cortos de entendedera. «¡Atenti al lupo! , advierte el diputado Washington Abdala: «Donde se nos pegue un viaje el doctor Vázquez y Nin pase un fin de semana en Buenos Aires, tenemos al senador Mujica presidente de la República», agregó (En perspectiva, de CX 14, martes 12). Como esos predicadores de tevé, Abdala modula la voz: suave y aterciopelada cuando habla de dios («Por favor, vuelvan; acá está el viejo partido liberal de la sensatez, de la racionalidad, parado en la cancha») y la transforma en truenos y fuego cuando habla del diablo («A muchos que puedan haber simpatizado con sectores moderados del Frente les estamos diciendo: Cuidado, porque una cosa es el FA moderado, ese pequeño sector moderado, y otra es la aventura, porque la mayoría del ep va a ser -lo digo con firmeza- ¡tupamara!, ¿eh?»).
Después de las imágenes sobre piqueteros y las mohosas referencias al marxismo, el concepto «tupamaro» se instaló con fuerza en el intento de generar un miedo electoral capaz de reconquistar un 5 por ciento del electorado, unos 105 mil votos, necesarios para impedir el triunfo de Tabaré Vázquez el domingo 31 y asegurar una segunda vuelta en noviembre. Para lograr tal hazaña la estrategia colorada -a la que se suman algunos dirigentes blancos- incorpora tres planos: el plano del terrorismo verbal, el plano de la provocación y el plano de la conspiración.
En el plano de la propaganda, el «partido de la tolerancia» reitera hasta la saciedad algunas palabras: muerte, asesinato, secuestros. El «soldado» Abdala acusa al MPP de «matar la libertad de comunicación» a propósito de un collage del Foro sobre el documental alemán Tupamaros. El ministro de Industrias José Villar le contesta a Mujica, a quien califica de «nazi»: «Mientras yo estudiaba y trabajaba, vos planificabas matar y secuestrar gente». El candidato colorado Guillermo Stirling habla de los muertos y de la sangre que producen los movimientos piqueteros, un fenómeno que se instalaría en nuestro país si gana Vázquez, y se dispone a conducir el país con «firmeza y actuación». El asesor presidencial Carlos Ramela escribe sobre el peligro de que los uruguayos perdamos «nuestro estilo de vida»; y el dirigente blanco Juan Andrés Ramírez confiesa que «si gana Vázquez, que es un marxista, temo por las libertades, porque las libertades no se usurpan sólo con un golpe de sable». En el mismo sentido, Sanguinetti interpreta que si el FA no logra la mayoría parlamentaria disolvería el Parlamento; para ello da por válida la improbable ecuación de que Vázquez sea presidente y los blancos y colorados controlen las cámaras.
La amnesia gana a los articuladores del terror: Villar selecciona muertos y olvida los cientos de asesinados y desaparecidos por la dictadura; Sanguinetti olvida cómo patrocinó al escuadrón de la muerte siendo ministro de Bordaberry; Ramírez olvida que el candidato a vice de su partido, Sergio Abreu, permitió un golpe de Estado técnico cuando el presidente Luis Alberto Lacalle «dobló el pescuezo» ante el general Juan Modesto Rebollo, en 1993. A 16 días de las elecciones no hay espacio para la sutileza. Se corta grueso y se apuesta a difundir el miedo, un trabajo en el que Sanguinetti viene descollando en las dos últimas décadas.
LA PROVOCACIÓN. El acto de machacar con la imagen de la sangre que gotea de los colmillos de los tupamaros no parece que fuera a dar los resultados esperados -y menos revertir los 320 mil votos que separan a Sanguinetti de Mujica-. El miedo debe sustentarse en hechos. Los balazos que se incrustaron en las paredes de dos locales socialistas, en Villa Dolores y en Piedras Blancas, son reales. Las cachiporras que esgrimían los patoteros del diputado forista Acosta y Lara en Durazno, cuando arremetieron contra una brigada de pegatineros del 26 de Marzo, eran reales. El médico forense de la dictadura que blandía una cachiporra contra un pegatinero caído en el suelo no es una entelequia. Algunos de los patoteros salieron trasquilados porque uno de los pegatineros, defendiéndose, pegó un brochazo que hizo saltar dientes. Entonces intervino Sanguinetti, providencialmente de visita en Durazno: hizo por lo menos tres llamadas telefónicas al juez departamental que terminó procesando, con prisión, al pegatinero frenteamplista y en lugar de investigar la denuncia de agresión de la patota, pidió una licencia de 30 días.
El riesgo de perder el privilegio del poder incita a repetir algunas maniobras: la balacera policial que se desencadenó en 1994 contra los manifestantes que se congregaban en las inmediaciones del Filtro se originó en una orden impartida desde Mesa Central de Jefatura, y de la que nadie se hizo responsable. Casualmente en otras vísperas electorales, el viernes 8, Mesa Central de Jefatura recibió una denuncia de que en las inmediaciones del Palacio Legislativo había una refriega entre brigadas blancas y socialistas; la denuncia afirmaba que los socialistas estaban armados con pistolas 9 milímetros y revólveres 357. Por lo menos ocho patrulleros y varias motocicletas de Granaderos cortaron el tránsito en Avenida Agraciada y Avenida de las Leyes y, arma en mano, se abalanzaron sobre un grupo de socialistas que custodiaban la pegatina de una de las paredes del lugar. Un agente de policía, chofer de uno de los patrulleros, visiblemente nervioso incrustó su revólver en el pecho de uno de los jóvenes, mientras otros policías cacheaban a todos los socialistas. Unos 20 pegatineros presuntamente blancos observaban el procedimiento. La maniobra se frustró por las terminantes órdenes de los responsables de la Departamental Socialista de no entrar en ninguna provocación, provocación montada por un elegante señor que había llegado a la zona en una cuatro por cuatro y había dado indicaciones a los ocupantes de dos camionetas ubicadas en el estacionamiento del anexo del Legislativo. Hasta ahora se desconoce quién formuló la denuncia en Mesa Central sobre una refriega con armas con la que se intentó provocar a efectos de que la Policía reprimiera.
LA CONSPIRACIÓN. Hay una lógica de causa-efecto entre la propaganda que atribuye una violencia genética a la izquierda y los actos violentos reales donde la izquierda pueda quedar involucrada. El senador tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro había alertado semanas atrás que «será derramado en este último mes y medio un voluminoso montón de basura en forma rápida y sucesiva como para no dar tiempo a responder». El ministro del Interior Daniel Borrelli, preocupado por la escalada de incidentes en la campaña electoral, deberá extremar medidas en otra dirección, porque en el episodio del Palacio Legislativo quienes esgrimían armas y estuvieron a punto de usarlas (hubo una sensata intervención de un oficial) fueron policías nerviosos. Hasta donde se sabe, ni la Policía ni las Fuerzas Armadas, institucionalmente, están involucradas en una maniobra para generar hechos violentos. Pero sí se sabe que instigados por operadores colorados, hay oficiales de la Policía y generales en retiro que están sondeando sobre la posibilidad de un pronunciamiento de los mandos para el caso de que se produzca una explosión de violencia.
A mediados de setiembre el senador Mujica había denunciado la realización de una reunión «larga, de dos o tres días, en el este del país, de algunos personajes de extrema derecha. Me consta que algún organismo de seguridad tiene que saber». Los informes de inteligencia se refieren a los contactos que han mantenido algunos de esos representantes de la «mano de obra desocupada» en Buenos Aires con elementos que conspiran contra el presidente Kirchner, información que la inteligencia policial uruguaya habría recibido directamente de la central de inteligencia argentina.
En el esquema, la provocación corre a cargo de esos «profesionales» de la extrema derecha, bien infiltrándose en algún acto, bien azuzando para un choque entre participantes de distintas concentraciones. Pero se requiere, a efectos de consolidar la atmósfera de terror, algún tipo de alerta institucional de las Fuerzas Armadas, tal como pretenden los sondeos de los operadores políticos.
Pero la maniobra no prospera: a pesar de la influencia forista entre los altos mandos, los militares rechazan de plano involucrarse en tal aventura.