No es la primera vez que los habitantes de Puerto Príncipe ven marines de Estados Unidos desplegados en las calles. Alguna vez fue para cambiar presidentes, ahora, con supuestos objetivos «humanitarios», pero una cosa es clara: la presencia de los marines en Haití -como ayer- no será gratuita. Y es más política que humanitaria. Hasta […]
No es la primera vez que los habitantes de Puerto Príncipe ven marines de Estados Unidos desplegados en las calles. Alguna vez fue para cambiar presidentes, ahora, con supuestos objetivos «humanitarios», pero una cosa es clara: la presencia de los marines en Haití -como ayer- no será gratuita. Y es más política que humanitaria.
Hasta el martes, se los veía sólo en el aeropuerto. El miércoles, comenzaron a marchar por algunas calles y desalojaron a los periodistas que montaron sus cuarteles en el aeropuerto. El jueves, operaron helicópteros de combate en el mismo jardín de la derruida casa de gobierno. En la misma foto todo: la debilidad de las instituciones haitianas y la fortaleza del guerrero llegado de afuera.
Colgado en las rejas del Palacio, Jeremy observaba los grandes helicópteros como si fuera una función de cine. «Parece una serie de televisión y yo ya no tengo una», explica. Muchos, como él, ven a los marines como una atracción. Esa presencia no les preocupa, tienen problemas más urgentes. Comer, conseguir agua, ubicar a los familiares con paradero desconocido, bregar porque algún grupo internacional llegue a ubicar a sus seres queridos bajo los escombros.
Otros sí, se indignan, repiten que les gustaría que los Estados Unidos ayude con comida y alimentos y médicos y no con tropas. El general Daniel Allyn, jefe de las Fuerzas de Estados Unidos en Haití comentó: «Trabajamos con el Gobierno de Haití. Tenemos códigos militares, pero es una misión humanitaria». «Códigos militares» se traduce en: fusiles livianos y pesados, vehículos artillados y despliegue militar creciente. Lento, pero creciente.
Los marines controlan el hospital lindante con la casa de Gobierno, allí no permitieron el ingreso de familiares de pacientes y de un equipo de prensa de Venezolana de Televisión. Controlan también, discretamente, todo el perímetro del Palacio Presidencial y han limpiado totalmente una calle trasera del Palacio repleta hasta el jueves de escombros para comenzar a instalar tropas en el centro de la ciudad sin que tengan que ir y volver al aeropuerto, donde tienen montada su gran base de operaciones.
Es verdad que, también, los helicópteros sirven para trasladar ayuda y médicos. Los oficina de prensa de los marines en el aeropuerto se empeñan en mostrarlo todo el tiempo a la prensa e incluso ofrecen volar con ellos. Están controlando tres puntos de distribución de alimentos en las afueras de Puerto Príncipe donde la entrega se hace con relativa calma.
El general Allyn declaró ayer que la situación general es de calma y que los saqueos y enfrentamientos de pobladores con la prensa local son «esporádicos». En realidad, esa fue la situación siempre, desde los días posteriores al terremoto principal. La desorientación y conmoción inicial, el caminar entre muertos de los sobrevivientes se convirtió luego en una calma amarga que -sin embargo- la prensa internacional se empeñó en presentar como «descontrol y caos».
Claro, había que justificar el envío de más marines. Ahora que ya están, vuelve la «calma» que -lo verificamos aquí- nunca se había perdido.
¿Los marines se mueven con libertad en Puerto Príncipe? Sí, con total libertad. ¿Llegaron para quedarse? Es más dificil decirlo. Por ahora, aunque no la reemplazan han ganado terreno ante la Misión de las Naciones Unidas en Haití. ¿Terminarán reemplazándola? Serán la fuerza de seguridad de la preocupada, asustada y mínima burguesía haitiana? Es difícil predecir, y no es el momento. Terminando este reporte vuelve a temblar. Como anoche, y como ayer, dos veces. Cada temblor es más miedo en la población que, ya atendida al menos mínimamente en algunas necesidades básicas, sólo espera.
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