La liberalización de la agricultura que hace caer los precios, el aumento del coste de la vida, la falta de ayudas, la introducción de semillas transgénicas de Monsanto… son algunas de las causas del endeudamiento de los pequeños campesinos hindúes. Los suicidios masivos, antes localizados en el sur de la India, se han extendido al […]
La liberalización de la agricultura que hace caer los precios, el aumento del coste de la vida, la falta de ayudas, la introducción de semillas transgénicas de Monsanto… son algunas de las causas del endeudamiento de los pequeños campesinos hindúes. Los suicidios masivos, antes localizados en el sur de la India, se han extendido al centro y el norte del país. 13 altos funcionarios fueron multados por inducir a los campesinos a plantar transgénicos.
El 12 y 13 de marzo, la Organización Mundial del Comercio (OMC) celebró en Nueva Delhi un seminario para «salvar la ronda de Doha». A los ministros y empresarios allí reunidos se les sumaron miles de activistas, que no creen que dentro del marco de la OMC se pueda salvar nada. «Este encuentro ha ignorado por completo a todos los grupos de agricultores del país», denunciaba uno de los 200 detenidos. A cambio de una reducción de sus subsidios agrícolas, la UE y EE UU presionan para que la India abra más aún su mercado.
En las negociaciones de Acceso a los Mercados para Productos no Agrícolas con los países en desarrollo, el delegado de EE UU dijo en abril de 2005 que debía haber «sangre en el suelo» de todas las partes. El Ministerio de Agricultura indio estima que entre 1993 y 2003 se suicidaron 100.000 campesinos, y entre 2003 y octubre de 2006 se registraron unos 16.000 casos por año. Esto hace un total, entre 1993 y 2006, de alrededor de 150.000 suicidios. Hasta hace unos años los casos se concentraban en el Sur, en los Estados de Andhra Pradesh, Karnataka y Kerala.
Pero ahora también ha crecido el número de suicidios entre los agricultores de Punjab, al norte y que antes era conocido como el granero de la India, de Uttar Pradesh (también al norte y donde se cultiva caña de azúcar) y de Maharastra, que se encuentra en el centro y donde se cultiva algodón. Dentro del Estado de Maharastra, la situación es particularmente grave en Vidarbha, una región de unos 20 millones de habitantes que recibió ayudas gubernamentales hasta 2005. Durante el año siguiente a la retirada de las subvenciones se registraron 1.450 suicidios, según acepta el Gobierno de Maharastra. En los primeros meses de 2007 la media está siendo de entre tres y cuatro muertes diarias.
Un patrón similar
Aunque también se dan casos de mujeres, los suicidios suelen responder a un patrón similar: un pequeño agricultor, varón, de unos 25 años, que ha cambiado sus cultivos tradicionales por un único cultivo para la exportación, por ejemplo, el algodón transgénico. Tanto el vendedor como las autoridades indias le aseguraron que sería más resistente a las plagas. Sin embargo, este cultivo necesita una gran cantidad de agua y de pesticidas, para plagas nuevas que el anterior no tenía. Al principio, los bancos le concedían préstamos para estos insumos, ahora ya no, y la única opción son los prestamistas particulares, que le cobran entre un 36% y un 100% de intereses. Si la cosecha va mal o los precios en el mercado internacional fluctúan, la deuda (unas 100.000 rupias, unos 1.750 euros) se hace impagable y el agricultor decide utilizar el pesticida para suicidarse.
En 1997, Paul Nicholson fue como delegado de Vía Campesina a visitar las zonas en las que se producían estas muertes. Desde su visita, la situación se ha agravado. En declaraciones a DIAGONAL, Nicholson afirma que «estos suicidios son consecuencia directa de un modelo de agricultura intensiva que hizo estragos también en los ’80 y ’90 en Centroamérica, pero que tiene repercusiones en todo el mundo, también en el norte. Muchos accidentes laborales y envenenamientos en Inglaterra o Francia esconden suicidios».
En el caso indio, el modelo intensivo y agroexportador vino de la mano de la liberalización económica que se llevó a cabo desde 1991. Antes de esa fecha, la India mantenía una política comercial proteccionista que buscaba la autosuficiencia, pero a finales de los ’80 el déficit era muy elevado y el país recurrió a los préstamos del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En el ’91 se liberalizan las manufacturas y en el ’94 la agricultura, siguiendo el consejo del FMI, el BM y más tarde la DFID (agencia de cooperación y ayuda británica) y la OMC, desde su creación en 1995. La receta para alcanzar los objetivos exigidos fue ‘plan de ajuste estructural’ y sus ingredientes principales fueron los clásicos: la devaluación de la rupia en un 25%, el cambio de cultivo tradicional a un cultivo intensivo para la exportación, recortes en el sector público para frenar el déficit fiscal y la liberalización del sistema bancario.
Según un informe de la ONG británica Christian Aid publicado en 2005, estas recomendaciones se tradujeron en un cóctel peligroso para los casi 650 millones de indios que viven en las zonas rurales. La Comisión para el Bienestar de los Campesinos creada por el Gobierno de Andhra Pradesh coincide en el análisis: «El Estado de Andhra Pradesh se había convertido en un laboratorio para toda fórmula extrema de experimento neoliberal», afirmaba el director de la Comisión. Los resultados que ambas organizaciones identifican son los siguientes: cambio de semillas tradicionales a semillas transgénicas (producidas por Monsanto), subida acelerada de los costes y de la cantidad de insumos, degradación del suelo causada por los pesticidas, importación de productos subsidiados de los países ricos (sobre todo trigo, arroz y algodón de EE UU y Australia), fuertes caídas del precio de los productos agrícolas, riesgo de no alcanzar la seguridad alimentaria y falta de líneas de crédito formal, lo que lleva al endeudamiento.
«A estos factores a los que se enfrenta el campesino indio, se le añade la dificultad que supone vivir en una sociedad de castas», según explica a DIAGONAL Rubén Campos, profesor y experto en la India. «La influencia de esta estructura social, si bien en las ciudades se ha atemperado bastante, sigue teniendo muchísima influencia en el ámbito rural, donde las clases más altas ejercen de terratenientes o prestamistas». El Instituto Nacional de Desarrollo Rural indio estima que la mayoría de los campesinos que se suicidan han sufrido intimidaciones por parte de los prestamistas y que un 48,6% está endeudado. «Es muy cuestionable que el crecimiento macroeconómico que ha motivado esa liberalización de la economía se haya empleado en un proceso de redistribución de riqueza y de fortalecimiento del sector público», afirma Campos, quien ve dos actitudes distintas en la India rural. «La primera sería la sensación de incapacidad para cambiar la situación, que en su extremo lleva al suicidio, y la segunda la de la movilización social. Desde la independencia, algunos grupos de las castas más bajas, los dalits o intocables, se han revelado contra esa jerarquía, contra los prestamistas y los terratenientes».
Movimiento de resistencia
En el ámbito institucional, ese descontento hizo perder las últimas elecciones, de 2004, al Partido Nacionalista Hindú, el Bharatiya Janata Party, gran defensor de la política liberal, ante el otro partido mayoritario, el Partido del Congreso Indio, que se presentaba con una coalición de izquierdas. Ese mismo año también cayó el Gobierno de Andhra Pradesh, por motivos similares. En cuanto a las resistencias ciudadanas, Campos destaca dos líneas: «Por un lado están los naxalitas, que son un movimiento de inspiración maoísta, que emplea tácticas guerrilleras y ha asesinado a terratenientes, y por otro lado encontramos la línea trazada por Gandhi, de no violencia, que han heredado otros movimientos sociales».
Para Paul Nichoson, «lo que es indiscutible es la movilización social campesina, que se está organizando principalmente en dos ejes: el primero es la lucha contra las importaciones y los precios bajos en el contexto de las negociaciones de liberalización y el segundo es la cuestión de los transgénicos y las patentes, en el contexto de un Gobierno que se lanza a tumba abierta en las negociaciones con Estados Unidos para liberalizar los mercados. El ejemplo de India es uno de los más claros de la inviabilidad de los transgénicos para reducir el hambre en los países en desarrollo». La reconocida activista Vandana Shiva considera que los suicidios están directamente relacionados con las semillas de algodón transgénicas que vende la empresa estadounidense Monsanto. «Del tipo de semilla depende la cantidad de agua, de fertilizantes, de electricidad y de pesticidas que se necesita. La agricultura ecológica acabaría con el círculo vicioso de deuda y aseguraría la autosuficiencia. Reclamar la soberanía en las semillas es vital para reducir la deuda rural».
En febrero de este año, el ministro de Economía, Palaniappan Chidambaran, anunciaba un incremento en los subsidios para fertilizantes y riego. Sin embargo, Shiva hace hincapié en que «la práctica de la agricultura ecológica demuestra que el cultivo orgánico y diverso incrementa la productividad y reduce el uso de pesticidas y fertilizantes».
Para las organizaciones campesinas indias es una cuestión de soberanía alimentaria, que no se resuelve con subir los subsidios para fertilizantes y pesticidas, como se ha demostrado el 23 de marzo, día de acción por el derecho a la tierra. Hasta que no haya un cambio de dirección nacional o internacional, para los agricultores más pobres el pesticida seguirá teniendo otro uso.
LOS SUICIDIOS LLEGAN A LOS TRIBUNALES
Navdanya, la organización que coordina Vandana Shiva, presentó en agosto de 2006 una demanda por interés público ante el Tribunal Supremo indio por la importación de trigo australiano que superaba los límites de pesticidas admitidos. Pero no era la primera demanda relacionada con la seguridad alimentaria que un tribunal admitía a trámite por interés público. En diciembre de 2004, las asociaciones All India Biodynamic y Organic Farming presentaron ante el Tribunal Supremo de Bombay -capital de Maharashtra- una demanda por el caso de los suicidios en Vidarbha. En su veredicto de mayo de 2006 el tribunal dejaba claro que no podía intervenir en el terreno del Ejecutivo. Pero daba una serie de recomendaciones, como una cuantificación exacta de los casos y la creación de comités en cada distrito para estudiar los suicidios y gestionar las ayudas a los familiares. En junio de 2006, una delegación del Tribunal Supremo de Bombay en Nagpur (Vidarbha) multó al secretario general del Gobierno de Maharastra, junto con otros 12 altos funcionarios, por haber inducido a los campesinos a plantar algodón transgénico, lo que acarreó la muerte de 540 agricultores.
El coste de la vida
Otra de las causas de los suicidios, según señalan los informes, es el aumento del costo de la vida, que redunda en un mayor endeudamiento de los campesinos. En agosto de 2000 más de 20.000 personas fueron detenidas y tres murieron en unas protestas contra el aumento del precio de la electricidad, dentro de un paquete de reformas del Gobierno. La visita del entonces presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, fue interrumpida por manifestaciones de campesinos.