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Montse y Charo y el «Expreso de media noche…» en Ecuador

Fuentes: Rebelión

Transcribo este mail recibido de dos amigas que conocimos el colectivo de solidaridad con Cuba de Denia en viaje a Caracas en Noviembre 2006. Dos cooperantes españolas de ONGs en El Salvador que, después de 5 años alfabetizando y ayudando a los desfavorecidos de ese país, decidieron un par de años sabáticos para viajar por […]

Transcribo este mail recibido de dos amigas que conocimos el colectivo de solidaridad con Cuba de Denia en viaje a Caracas en Noviembre 2006. Dos cooperantes españolas de ONGs en El Salvador que, después de 5 años alfabetizando y ayudando a los desfavorecidos de ese país, decidieron un par de años sabáticos para viajar por Latinoamérica y conocer más realidades de las que vienen en los telediarios. Sin quitar ni poner coma, ahí va su mail, un relato kafkiano, pero también una lúcida reflexión en primera persona sobre las miserias del estado y sus burocracias y serviles servidores, en su concreción práctica en cualquier país del mundo, en este caso en el Ecuador. Una demostración empírica de que la ruindad humana no tiene límites ni tampoco fronteras. Que alguien pase cinco días en un lóbrego y miserable calabozo por vender unas pulseras de artesanía para costearse la comida y el viaje resulta increíble, si no fuera porque es real como la vida misma; si además se trata de personas que han apostado vida y juventud para ayudar a sus semejantes, pues la cosa resulta lacerante. En España algunas veces también se actúa así contra los del top manta; se les encarcela en comisaría uno o dos días y luego se les procesa, condena y multa y, a veces, se le expulsa, como si sólo tuvieran derecho a ganarse la vida los de la SGAE y sus amigos. Como abogado, me vienen reflexiones sobre la ley, los delitos y las penas en este teatro del absurdo donde los sectores sociales dominantes dictan sus leyes abrasivas para someter a los dominados; como marxista hablaría de precio y valor, y de plusvalías y derecho positivo del expolio, pero como humano sólo se me ocurre decir: ¡Qué mierda!. Mejor obviar tanto análisis cansino y leer en su tinta las rompedoras reflexiones de Montse y Charo.

Desde aquí un beso fuerte para las dos, ejemplo de dignidad y calidad humana fascinante. 

El aparato represivo del estado, o sea el estado mismo, a través de sus perros disfrazados de policía, sigue haciendo uso de su violencia, esta vez, en forma de leyes, de las cuales, miles de personas alrededor del mundo son víctimas; esta vez nos tocó a nosotras.

El Komando MonCha, sigue en el empeño de escarbar en las realidades de los diferentes rincones por los que pasa, pero esta vez, sin buscarlo, nos han obligado a conocer lo que no deja de ser «la realidad».

Precisamente, para celebrar nuestros 23 meses de viaje, nos encontramos encerradas en un cuarto de 3 por 4, sin nada, solo okupado por nuestras pertenencias, una bolsa de basura repleta y un baño sin agua. Si miramos a través de los barrotes, solo se ve un muro, o de vez en cuando la cara de chucho de algún uniformado. Nos encontramos en los calabozos de la policía Judicial de Pastaza, en Puyo, en el oriente de Ecuador y ¿por qué? sólo por el hecho de intentar financiar nuestra comida y dormida vendiendo las artesanías que nosotras mismas elaboramos.

El domingo 20 de Abril, mientras estábamos sentadas tranquilamente mostrando nuestro trabajo, un carro de la policía de Migración se detuvo ante nosotras y nos pidió los pasaportes. Nosotras, tranquilamente se los mostramos, ante lo cual, sin más explicación nos dijeron que les acompañáramos a la comisaría, ya que habíamos incurrido en un cambio en la calidad de visa. Subimos al carro, pensando entonces que nos iban a dar solamente un aviso o una «regañina» por vender, pero no fue así. Una vez en las dependencias de migración, nos repitieron la ley que habíamos «infringido» según la cual, un turista no puede hacer ningún tipo de «actividad lucrativa» y que, en palabras del mismo policía, ¡sólo viene a gastar!. No tardó en decirnos que el pago de todo esto era la deportación. Ante estas palabras, nosotras contamos nuestra situación como viajeras, y la utilización de la artesanía como medio para seguir el camino, rebatiendo en todo momento su ley, pero no sirvió de nada. En ningún momento nos sentimos escuchadas y además, tuvimos que aguantar comentarios xenófobos como: – » No se quejen, en su país hacen lo mismo con los ecuatorianos», o – » hay compañeros que no se atreven a detener europeas, pero si a colombianos y a peruanos, nosotros no tenemos miedo».-, como si por este acto se fueran a ganar una medalla. Todas estas frases, y su actitud prepotente, en el fondo parecían ser pura sed de venganza, haciendo uso de otra ley, la del ojo por ojo y diente por diente (a nosotros nos joden, a ustedes las vamos a joder), reproduciendo así las mismas mierdas que se les hace a los miles de migrantes en España y en el resto del mundo.

Esta actitud, y no tan solo una puta ley fue la que nos llevó a estar cinco días bajo privación de libertad, haciéndonos sentir en cada momento, que ellos, los uniformados, los armados, los letrados, los buenos, tenían el poder y nosotras, las presas, las malas, habíamos cometido el delito más atroz del mundo. Cada día que pasamos ahí dentro, confirmamos aún más que todo es un montaje hecho desde arriba, manejado por unos cuantos con sus intereses, odios y recelos. Ahí dentro, el tiempo se dilataba y vivimos un poco de todo como: Compartir celda con tres menores, las cuales, por «su ley», no deberían estar allí; que nuestra audiencia fuera pasadas las 24 horas «reglamentarias» de prisión preventiva; aguantar una audiencia absurda en la cual la intendenta se levantó a atender una llamada justo en el preciso momento que hablaba nuestra abogada defensora, pidiéndole que siguiera, además de que todo el juicio fuera dictado a la secretaria (imagínense la velocidad); que la intendenta agotara las 48 horas, que por ley tenía, para darnos las resolución, lo que suponía 2 días más enjauladas; que nuestros carceleros nos pidieran que les regaláramos de recuerdo una pulserita o que se la vendiéramos (hecho por el cual estábamos ahí) y que ante nuestra negativa, uno de ellos, mostrándonos su arma, dijera:»- ¿Sabe lo que es esto?.. yo con esto hago maravillas -«; hablar con el consulado de España, el cual no se preocupó mucho por nuestro estado y tan solo nos pudo decir que si nos deportaban a España y no teníamos dinero ellos nos podían pagar el boleto con posterior devolución al ministerio de relaciones exteriores; aguantar los gases lacrimógenos que tiraron los policías en el patio porque un preso se resistía y por último, lidiar con el otro gran poder, la iglesia, aguantando sermones que decían que estábamos ahí porque «dios lo quiso así » o porque «estábamos pagando algo» o porque «no nos habíamos acordado de dios en todo el viaje» y que «dios era el único que nos podría sacar de ahí» y de postre, la única vez que salimos de la celda, a parte de para ir a la audiencia, fue para asistir a una misa OBLIGATORIA, después de ser cacheadas ante las miradas imbéciles de muchos policías.
Pero cabe decir, que no solo fueron cosas negativas, pues estos días nos permitieron vivir también las cosas más bonitas: lo primero, la relación contradictoria con los presos sin rostro de los calabozos vecinos. Al principio soportar comentarios y risitas machistas por el hecho de ser mujeres y en este caso extranjeras, pero al final, se fue construyendo una especie de complicidad por estar en las mismas, por estar ahí dentro. Nadie se quedaba sin comer pues siempre se repartía la comida, corrían cigarrillos, bromeábamos entre todos, y hasta nos compraban pulseritas. Tenemos bien presente, el respeto que todos demostraron, a través de sus miradas, gestos y palabras de ánimo, en el momento que salimos de ahí.

Lo segundo, el apoyo incondicional y el cariño de gente, que casi sin conocernos de nada estuvieron siempre con nosotras. Todos los días, a las horas de visita, había alguien al otro lado de la reja, con palabras alentadoras, informándonos de como estaba el tema, con comida o con una sonrisa, mostrándonos en todo momento que en esto no estábamos solas. Desde fuera, toda la gente, fue capaz de luchar contra lo que a nosotras nos impedían las rejas, la injusticia de que, en cualquier parte del mundo, el ganarse la vida, se convierta en un delito, o de, como en palabras de Margoth (uno de nuestros grandes apoyos), «luchar por la vida». Ellos fueron los que se movilizaron delante de la Intendencia pidiendo nuestra libertad, solicitaron el habeas corpus a la alcaldía, se reunieron con el gobernador, con el jefe de policía, consiguieron abogados, se contactaron con todos los medios de comunicación locales, generando opinión pública y, en fin, hicieron lo imposible, pero, como siempre, el poder cuando le conviene actúa rápido y con esta presión todo nuestro caso se aceleró.

La sentencia fue la deportación, o a España o a la última frontera por la que entramos, pero no tenían dinero para ello y pretendían que nosotras pagáramos nuestro pasaje. De repente, justo cuando nuestros nombres empiezan a sonar por la radios locales y los periodistas quieren hablar con la intendenta… zas! aparece el dinero y nos comunican que ese mismo día a las dos de la tarde nos llevan para el puente internacional de Macará, al sur del ecuador, frontera con Perú. Y así fuimos acompañadas, como si de nuestra sombra se tratara, por los mismos policías que nos detuvieron, hasta llegar finalmente a Perú.

Hoy, día primero de Mayo, un día de lucha y reivindicación, terminamos este escrito que iniciamos días atrás, y que sigue cargado de odio, rabia e indignación, la impotencia ya la dejamos en el calabozo. Sentimientos producidos por una serie de hechos que no dejan de retratar lo que pasa en el mundo. Un mundo dividido por fronteras estúpidas, que consiguen dividirnos cada vez más entre nosotros y que son capaces de hacer desaparecer LO QUE SOMOS, importando más DE DONDE SOMOS. Fronteras controladas por Estados, que no son más que títeres del poder económico, que expulsan a las personas de sus territorios, obligándolas a trasladarse a miles de kilómetros, a trabajar explotadas en un lugar nuevo y desconocido, con culturas y formas de vida muy diferentes y que bajo leyes impuestas por el mismo poder las hace ILEGALES por el mero hecho de intentar sobrevivir en un lugar donde no nacieron. Todo está tan bien pensado y es tanto el control que se ejerce, que nos están llevando a matarnos entre nosotros mismos, con actitudes xenófobas o racistas, consecuencia de toda esta manipulación que impide que las personas sean LIBRES.
Aunque nosotras hemos elegido lo que estamos haciendo, aunque nosotras no fuimos expulsadas de donde nacimos, aunque nosotras no estábamos en Ecuador por trabajo, nosotras también hemos sido víctimas de esa xenofobia creciente y de esas leyes impuestas e injustas que hacen que muchas personas vivan al margen, con miedo, detrás de unos barrotes, en cuartos de reclusión o que puedan perder la vida cruzando un desierto o un océano. Mientras eso sucede, el estado continúa llamando ley a su violencia y delito a la del individuo, pero nosotras no queremos quedarnos calladas y de brazos cruzados, pues en estos casos el silencio nos hace cómplices. Y es ahora, que tenemos mucha más fuerza para seguir luchando.

Les regalamos esta canción que muestra todo nuestro sentir

Venimos del norte

Venimos del sur
de tierra adentro
de allende el mar
y no creemos en fronteras
si un compañero está detrás
con sus dos manos abiertas
a una mañana liberado.
Y caminamos para poder ser
y queremos ser para caminar.

Venimos del norte
venimos del sur
de tierra adentro
de allende el mar
y no nos conduce ninguna bandera
que no se llame libertad,
la libertad de vida plena
que es libertad para mis compañeros.
Y queremos ser para caminar
y caminar para poder ser.

Venimos del norte
venimos del sur
de tierra adentro
de allende el mar
y no sabemos himnos triunfales
ni marcar el paso con el vencedor,
que si el combate es sangriento
nos avergonzaremos de la sangre vertida.
Y queremos ser para caminar
y caminar para poder ser.

Venimos del norte
venimos del sur
de tierra adentro
de allende el mar
serán inútiles las cadenas
de un poder siempre esclavizante
porque es la vida misma
la que nos obliga a dar cada paso.
Y caminamos para poder ser
y queremos ser para caminar.

Traducción al castellano de una canción de Lluis Llach (cantautor catalán)