Naturaleza y política son términos antitéticos, ya sea en las más ceñidas o amplias acepciones de la segunda que contiene una multiplicidad de subdivisiones, tales como la política económica, la educativa, ecológica, etc. De ambas, sólo la política es una construcción humana cuyo objetivo último es el dominio de la naturaleza y su adaptación a […]
Naturaleza y política son términos antitéticos, ya sea en las más ceñidas o amplias acepciones de la segunda que contiene una multiplicidad de subdivisiones, tales como la política económica, la educativa, ecológica, etc. De ambas, sólo la política es una construcción humana cuyo objetivo último es el dominio de la naturaleza y su adaptación a objetivos precisos que establece la política misma. Al combinarse ambos términos como sujeto y predicado, o sustantivo y adjetivo de una sentencia, se formula inevitablemente un oxímoron. Esta figura literaria que también es objeto de tratamiento en el campo de la lógica, induce inevitablemente al lector o receptor a otorgarle un sentido metafórico que hablando de política no puede ser sino ideológico y en este caso, en su peor y estrecho significado, encubridor e ilusorio. Aludir a una «política natural», o «candidatura natural» (ya que una candidatura es parte de la política) es la expresión ideológica más conservadora -y autoritaria- para legitimar un hecho consumado o forzar una futura consumación. Lamentablemente una proporción significativa -aunque afortunadamente no exclusiva- del debate político uruguayo, gira en torno a esta formulación lingüística. Sea por exaltación u oposición. También lamentablemente, el nombre propio involucrado en esta confrontación es el del ex Presidente Vázquez, cuyo silencio al respecto, considero que perjudica sin beneficio de inventario como contrapartida, como también perjudicó en su momento el ya famoso «pps» (profundo y prolongado silencio) expresión con la que nos dejó perplejos respecto al forzamiento de su posible candidatura inconstitucional para el período presidencial vigente que algunos impulsaron. ¿No será un «déjà vu», aunque ahora constitucionalmente válido?
He intentado subrayar en otras notas mis impresiones (asistemáticas, de recolección personal basada en mi limitada experiencia) sobre el vaciamiento paulatino de los comités de base, sobre la declinación de la proporción de militantes independientes y de acotamiento de los debates y elaboraciones colectivas, de desvinculación de dirigentes y dirigidos. En suma, el debilitamiento de lo que fue la más potente y admirable distinción entre el FA y la mayoría de las experiencias político-organizativas de los progresismos y las izquierdas del mundo, en una siempre compleja convergencia unitaria. Tal vez sólo igualada por el PT de Brasil, el que sospecho viene sufriendo similares procesos de desgaste y adaptación al modelo político burgués-electoralista. En modo alguno esta tendencia es absoluta, ni menos aún irreversible. Pero buena parte del dinamismo está situado hoy en los movimientos sociales que cuentan con una clara hegemonía frenteamplista, ya que son muchos los derechos y libertades por conquistar. Comenzando por el movimiento sindical, el feminista, el de derechos humanos, entre tantos otros que compensan parcialmente el debilitamiento en el plano político. También en las llamadas redes sociales a las que aludiré más adelante.
No me son indiferentes las personalidades aunque considero que el personalismo es el principal enemigo de toda posibilidad de construcción de formas políticas superadoras hacia sociedades algo más emancipadas. Ningún sujeto que pueda aludir aquí o que se sienta aludido es responsable de esta resultante, salvo por su indiferencia al personalismo como problema político central en una fuerza como el FA u otras con pretensiones renovadoras y a la vez pragmáticas para la transformación de la sociedad que es el fin último de izquierdas y progresismos, cada uno en su medida.
Quién pergeñó un modelo basado en el valor excluyente de la personalidad, en la libertad de decisión de los mandatarios, en la delegación fiduciaria de todo destino social es el régimen liberal burgués, vigente -y aparentemente incuestionado- no sólo en Uruguay sino en buena parte de los países del giro progresista, aunque no son despreciables algunos retoques, menores unos, algo más profundos otros. Tanto como las bases, los dirigentes son víctimas de esta arquitectura, aunque con resultados opuestos: unos expuestos y otros arrojados a la vera del camino en soledad. Si esa concepción arquitectónica hubiera sido sustituida por formas radicales de soberanía popular, este mismo debate carecería de sentido. Sería indiferente quién ejerciera tal o cual función, ya que sólo sería un ejecutor de un programa y de directivas precisas emanadas de sus bases y su fuerza política, también organizada desde abajo. Valdría para este supuesto caso la expresión de Sendic (formulada en otro contexto y para otras circunstancias) de que se podría postular una heladera.
Pero la realidad es otra. Dentro de esta tan inductiva apreciación personal, sólo he recogido apoyos (ya referí que hace ya un año y medio altos jerarcas me plantearon la inevitabilidad de la candidatura de Tabaré) a la opción «naturalista» entre los altos dirigentes. En los comités, donde casi no hay independientes sino militantes orgánicos de partidos, no encontré uno sólo que apoye esta opción. De las decenas y en ocasiones centenares de mails que recibo con comentarios en mi casilla entre los domingos y lunes (y que personalmente respondo) luego de publicar estas columnas, sólo uno es un firme defensor de esta alternativa naturalizada. El divorcio entre bases y dirigentes está adquiriendo un carácter ya abismal. En las redes sociales ocurre otro tanto. En facebook y twitter, de un modo más tangencial por la naturaleza de esas aplicaciones, pero sobre todo hay blogs que con mucha precisión y detenimiento se dedican a abrir un amplio debate y convocar a reuniones en busca de alternativas. Si puedo mencionar dos al pasar diré que «etcétera» de Emiliano Tuala y «Ciudadana» de Gabriela Balkey merecen ser leídos y reconocidos como síntomas de este malestar. No parecen dirigir nada ni querer asumir más que el rol participativo que el vaciamiento de los canales tradicionales le impiden.
No creo que sea tarea sencilla resolver los problemas de este tenor. Resultó un salto cualitativo muy importante la elección directa de la presidencia del FA y que además recaiga en una mujer (que como legisladora y dirigente fue una importante defensora de derechos). Pero encuentro en sus excelentes columnas, cuyos contenidos en general comparto, sólo confrontación con la derecha, defensa de las leyes y acciones gubernamentales, tareas todas que pueden perfectamente acometer los 67 legisladores que tenemos, las decenas de ministros, los cientos de directores, los intendentes, alcaldes y dirigentes en general, además de los cientos de intelectuales que publicamos en medios. ¿No sería más pertinente y útil concentrarse en los problemas internos, varios de los cuales intento esbozar aquí? ¿No sería más útil tener una página web que oriente y organice el trabajo en los comités que una virtual replicación de la página de presidencia? Como si fuera poco, el 27 de este mes se realizará el Tercer Encuentro Nacional de Comités de Base, apenas anunciado sin destaque alguno en el último lugar de la columna izquierda. Cliqueando allí se llega a una página vacía, sin una sola línea de texto, con un logo indicando la dirección y el horario de reunión que es la hora 00:00 (sic) aunque dice «difundí». ¿Difundí qué? (http://www.frenteamplio.org.uy/actividad/encuentro-nacional-de-comités-de-base). En la web de la comisión de programa, cuyo foro integro, casi no hay debate. Por último, algunas de las pocas alusiones a cuestiones internas como el derecho a la libertad de conciencia en la última elección o la apelación a no agraviar al compañero Tabaré, además de redundantes y obvias, son disuasorias del debate y de la firmeza en las posiciones frentistas. Ningún ciudadano renunciaría a la libertad de conciencia ni he leído o escuchado agravio alguno al ex presidente, sino sólo críticas políticas.
Pero así como hay voces que reclaman candidaturas múltiples, entre las que me incluyo, reconozco que los hay que valoran y fundamentan una candidatura unitaria en Vázquez. Todos ellos son compañeros y sólo traje a colación experiencias personales. Pero, en contrapartida, el FA no puede depender de que «Cifra» o cualquier otra consultora, le diga qué candidatura presentar, al menos sin convocar con ello a las exequias de esta larga y luchadora experiencia. Constanza Moreira pareció ser una alternativa, aparentemente desmentida. Todo el FA y el propio Tabaré deberá ir en busca de alguna heladera y entusiasmar a las bases para optar por alguna opción, única posibilidad legitimadora para evitar hacer de los uruguayos meros telespectadores. El juego de las escondidas, los «pps» o las ínfulas de panpartidismo y unidad nacional, inflarán sólo el narcisismo de algunos, con los aires que le restan a las estructuras, asfixiándose todos.
Ganar no es un fin en sí mismo sino sólo un medio. Medio para lograr objetivos que tienen que estar preestablecidos y decididos por quienes lo aseguran con sus votos, su militancia y propuestas basadas en necesidades populares. Caso contrario, prefiero la derrota digna para recomponer fuerzas y capacidad de organización mediante un balance de las causas del declive. Tuve oportunidad de escribir acerca de la mayor alegría que viví en mi vida con el último triunfo frenteamplista. Tengo aún las decenas de banderas del FA que compré para engalanar la camioneta, la imagen de mi compañera subida al techo del vehículo gritando los festejos y los tantos anónimos que fuimos subiendo a la cabina y nos acompañaron. Nunca abracé tanta gente desconocida como entonces. Y quiero revivirla, pero también quiero creer que efectivamente volvimos a ganar: conquistas sociales, libertades y nuevos horizontes y no abortos de leyes, ni pactos secretos.
Era un niño cuando el FA fue creado. Por entonces no sabía siquiera quién era Seregni. Pero dos años después, ya siendo púber me hice frenteamplista visceral visitando a los presos del Penal de Punta Carretas. Carezco de derechos ya que no soy siquiera residente. No incidiré en la interna ni en la elección presidencial y legislativa mediante voto alguno. Pero ciertas circunstancias me concedieron el más importante de los derechos que ejerzo, por ejemplo aquí.
El de opinión.
Emilio Cafassi. Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano. [email protected]
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