Recomiendo:
0

Multipolaridad y «guerra contra las drogas» en Los Andes

Fuentes: Agencia Prensa Rural

Recientemente ha sido anunciado el Plan Colombia II, que mantiene el gasto y la intervención militar imperial en nuestro país. Paralelamente la administración estadounidense anunciaba la reducción de las «ayudas» para combatir el narcotráfico en el resto de países andinos. Si la reelección de Uribe en Colombia representó la consolidación de una política exterior intervencionista […]

Recientemente ha sido anunciado el Plan Colombia II, que mantiene el gasto y la intervención militar imperial en nuestro país. Paralelamente la administración estadounidense anunciaba la reducción de las «ayudas» para combatir el narcotráfico en el resto de países andinos.

Si la reelección de Uribe en Colombia representó la consolidación de una política exterior intervencionista de los Estados Unidos en la región, los cambios progresistas en Venezuela, Bolivia y posteriormente en Ecuador representan un alinderamiento antiimperialista regional que no estaba dentro de los pronósticos de mal tiempo en Washington.

Y si a las posturas radicales en política exterior de estos tres países andinos sumamos el viraje hacia la socialdemocracia de la mayoría de los países latinoamericanos, entonces observamos un panorama nada alentador para el Departamento de Estado y para el Pentágono.

El llamado viraje a la izquierda en Latinoamérica y las resistencias contra la invasión en el Líbano e Iraq nos recuerdan, sólo para citar unos casos, el sentimiento antiimperialista que primaba en el mundo durante las décadas de los 60 y 70. A estas alturas del partido está claro quién es quién, como en la famosa película de vaqueros «El bueno, el malo y el feo».

Para completar se abren nuevos desafíos. Putin, un ex director de la KGB, que parecía haber consolidado un estado mafioso en Rusia, recientemente nos ha hecho recordar la guerra fria. Fue durante la conferencia de política de seguridad de Munich, al decir que «los Estados Unidos son un país que se ha salido de sus fronteras nacionales en todos los sentidos, lo cual es muy peligroso», y al criticar «el uso casi ilimitado de la fuerza en las relaciones internacionales por parte de los EU. Nadie se siente ya seguro porque nadie puede protegerse detrás del derecho internacional, lo que hacen los EU es fomentar una carrera hacia el armamento nuclear».

La dependencia energética del capitalismo, la disputa feroz por las fuentes de materias primas, los mercados y la mano de obra barata, así como el empantanamiento del imperio en las guerras en las que participa parece presionar la multipolaridad de las relaciones internacionales. Es como si se hubiera desmadrado la globalización. Emergen y reaparecen protagonistas que están dispuestos a desafiar el orden establecido: China, Irán, Rusia, Venezuela.

En la región andina los Estados Unidos siguen manteniendo el desgastado discurso de la guerra contra las drogas como bandera de su política exterior de intervención. Han armado al estado colombiano para que juegue el papel de Israel en Oriente próximo: provocar, desestabilizar y posiblemente atacar. La política exterior colombiana busca generar tensiones en las fronteras. Lo demuestran las crisis diplomáticas con Venezuela primero y con Ecuador después.

Las fumigaciones indiscriminadas con glifosato en las fronteras son la manera de provocar. Dependiendo del patrón de conducta de Correa (que desde ya ha dicho que no renovará el acuerdo que permite la base militar de los Estados Unidos en Manta), no demorarían las acusaciones de apoyo supuesto al narcotráfico y un inminente primer incidente militar en la fontera.

Estados Unidos decidió disminuir el financiamiento para combatir el narcotráfico en los desobedientes países andinos. Sólo en Bolivia, Ecuador y Venezuela la financiación se reduce de 558 millones de euros a 340 en el 2008. Esto quiere decir que Venezuela (que acaba de anunciar que comprará la producción de coca a Bolivia) no recibirá ni un céntimo y que Bolivia y Ecuador menos de la mitad de lo que recibían. Perú mucho menos aún.

En otras palabras, lo que se descubre es que la supuesta guerra contra las drogas tiene caras y conveniencias. Si el presidente de tu país es progresista pues el problema del narcotráfico aparentemente no es tan grave o veremos cómo lo podremos utilizar en su contra.

Los últimos hechos lo que nos demuestran es que el problema no es que la guerra contra las drogas se esté perdiendo, sino que la guerra contra las drogas es un verdadero sofisma de distracción, que sirve para todo menos para luchar contra el narcotráfico. Para la muestra un botón: la mafia narcoparamilitar empotrada en el estado colombiano se ha visto beneficiada con una «ley de justicia y paz» que le garantiza la impunidad y el mantenimiento de los beneficios económicos del narcotráfico y demás actividades delictivas estimados por una ONG en 8.147 millones de dólares.

No se cómo sacarían esa cuenta, pero el negocio no se detiene ahí. Curiosamente, los Estados Unidos apoyan mucho más en esta supuesta lucha contra las drogas a un establecimiento mafioso que exporta más o menos 640 toneladas de cocaína al año. En su mayoría exportadas desde puertos marítimos y aeropuertos colombianos.

El sofisma sin embargo sirve para vender glifosato de la multinacional Monsanto, para vender armas de la industria militar estadounidense, para reprimir a campesinos cocaleros (en Colombia hay 86 mil hectáreas de coca según la ONU y el Departamento de Estado de los Estados Unidos), para introducir cada año cinco mil millones de dólares del narcotráfico a la economía del capital, para desarrollar la guerra contrainsurgente en Colombia y finalmente para tender una cortina de humo sobre el conflicto político, social y armado que vive el país desde hace más de cuatro décadas.

¿Quién nos narcotizó y quién nos desnarcotizará? Quien nos desnarcotice, ¡buen desnarcotizador será!