El principal dirigente del 26 de Marzo reiteró sus discrepancias con los contenidos de la campaña y el viraje hacia el centro del EP-FA. Pero sostuvo que su grupo no hará oposición a un gobierno de izquierda, sino que aspira a «empujar» desde el Parlamento para que se cumplan los compromisos asumidos con la gente. […]
El principal dirigente del 26 de Marzo reiteró sus discrepancias con los contenidos de la campaña y el viraje hacia el centro del EP-FA. Pero sostuvo que su grupo no hará oposición a un gobierno de izquierda, sino que aspira a «empujar» desde el Parlamento para que se cumplan los compromisos asumidos con la gente.
-¿Existen diferencias entre lo que se podía esperar del FA en 1984 y en 2004?
-Las hay por dos motivos sustanciales. El primero es que el país tuvo un retroceso impresionante desde el punto de vista económico y social. Hoy la situación es muchísimo más grave que la de años atrás. En este período de gobierno tuvimos un brutal crecimiento de la pobreza, más la desarticulación de políticas que en su momento ayudaron a contener la crisis para los sectores más humildes de la población. De alguna manera ese hecho condiciona al próximo gobierno, porque hay que empezar de mucho más atrás. Pero también cambió la izquierda. Hay una desestructuración muy importante de las organizaciones políticas, un descenso importante de la militancia. Muchas organizaciones de la izquierda se fueron convirtiendo más en partidos de opinión que de gente organizada, y la izquierda apela más al marketing que a la actividad política. Eso ha llevado a que las decisiones, los planes, ya no tengan el nivel de participación que tenían en otros tiempos. El hecho nuevo es que las decisiones de los organismos se cambian después por un pequeño grupo de dirigentes.
En el plano social, no es lo mismo esta central de trabajadores que la que teníamos tiempo atrás. No lo es por su escasa convocatoria, y las organizaciones estudiantiles prácticamente desaparecieron. Del otro lado hay representaciones sectoriales que pesan, porque han mantenido sus niveles de presión sobre el sector político. Hablo de las gremiales empresariales, de los banqueros, de los organismos internacionales, que tienen un peso muy fuerte y condicionan las decisiones que se van tomando.
-Entonces la situación objetiva es peor, aunque la subjetiva ha involucionado.
-Creo que la izquierda no ha sido capaz de aprovechar las condiciones objetivas que se generaron, por ejemplo, en 2002. Ese año la crisis financiera (que la estudié por dentro pues estuve en la comisión investigadora) significó un cambio estructural muy fuerte en Uruguay. Hubo una brutal transferencia de patrimonio de los sectores medios de la sociedad hacia un pequeño grupo de familias que se enriqueció, porque no a todo el mundo le fue mal en la crisis. Creo que al país le fue muy mal, pues de 2002 a la fecha se duplicó la pobreza y el número de indigentes. Al gobierno, en cambio, le fue bien, no fracasó, porque el modelo de Jorge Batlle es el de un pequeño grupo con mucho dinero y capital, capaz de apoderarse del crecimiento económico. El país está creciendo pero queda concentrado ese crecimiento en un pequeño grupo y a la gente le va muy mal. Batlle no fracasó, esto es el neoliberalismo.
-Sin embargo hay una recuperación económica en curso. ¿Cuál debería ser la postura de la izquierda ante la misma?
-Reconozco que hay una reactivación. Pero justamente, el cambio estructural de 2002 determina que ese crecimiento quede concentrado en un pequeño grupo económico. Un ejemplo claro son las cinco trasnacionales forestales que tienen 700 mil hectáreas de tierra y están exportando entre 60 y 70 millones de dólares en rolos, pero los salarios que pagan son de 2.000 y 2.500 pesos y, a su vez, están subsidiadas y exoneradas de impuestos.
Lo que está fallando son los mecanismos de distribución. Los grupos que encabezan el crecimiento no generan el empleo que deben generar, no pagan los salarios que deberían pagar y, a su vez, el esquema tributario que hay en el país no los obliga a contribuir al Estado para que éste se ocupe de la distribución.
-¿Cómo condicen esas carencias que usted indica con las señales de que se mantendrán las afap, la política macroeconómica, y se extenderán las exoneraciones patronales?
-Me sorprenden algunos anuncios. Nosotros salimos del congreso de diciembre último -donde en algunos temas quedamos en minoría y en otros acompañamos las decisiones mayoritarias- con un programa de gobierno coherente. Si nosotros no vamos a un cambio importante del sistema tributario, Uruguay no va a poder encontrar los recursos necesarios para aplicar determinadas políticas. Pienso que tendremos que decirle a los organismos internacionales que esperen, que Uruguay necesita un tiempo para levantar la economía, mejorar los salarios, las jubilaciones y para que el Estado pueda recaudar.
-¿Qué visión tiene de los organismos como el fmi que, según la dirección del EP-FA, no son reacios a la aplicación del programa progresista?
-Esos organismos presionan, asustan, condicionan, ahora mismo están amenazando con que si triunfa la reforma del agua no vamos a tener los préstamos para el saneamiento. Esto se relaciona con la disposición que tengamos a transitar el camino de soberanía, de autonomía, de austeridad, que implica el rompimiento con esa dependencia. También con la búsqueda de financiamientos alternativos, que en el mundo los hay. El Banco de Fomento de Brasil tiene más financiamiento en la región que el Banco Mundial.
-¿No hay en esos anuncios que usted cuestiona, así como en la designación de Danilo Astori para Economía, la necesidad de evitar cualquier intento de desestabilización por parte de agentes financieros internacionales?
-Francamente tengo mucha confianza en Tabaré Vázquez y pienso que él tiene la idea de buscar mecanismos que permitan una transición ordenada. También buscará los medios para plantear las negociaciones sobre otros ejes.
No tengo confianza en Danilo Astori. Creo que interpreto el pensamiento de muchos de mis compañeros del FA, y no sólo del 26 de Marzo.
-Esa lógica del nombramiento de Astori y de los anuncios tranquilizadores, ¿no modificó el contenido de la fuerza política?
-El EP-FA es una coalición de centroizquierda. Un hecho que ha sido reconocido por el propio Rodolfo Nin, quien ha planteado que hubo un corrimiento del discurso hacia el centro. Pienso que no sólo ha sido un corrimiento del discurso sino que seguidamente se fueron asumiendo determinados compromisos que, para mí, son muy preocupantes. Entre ellos la propia designación de Danilo.
Muchos compañeros, cuando nosotros expresamos nuestra discrepancia, nos dijeron que no nos preocupáramos pues era una designación por tres meses. Pienso que no es así e incluso, más allá de las discrepancias que tengo con Danilo, me parece que ninguno de nuestros compañeros se merece eso.
Nos preocupa que se haya echado para atrás la resolución del congreso sobre las afap, que se haya comprometido postergar dos años el trámite sobre las sociedades anónimas en el agro, que Uragua pueda seguir haciendo sus negocios. Nos preocupa que hayamos retrocedido en las posiciones sobre el secreto bancario, porque si no transformamos las reglas de juego del sistema financiero nunca vamos a ponerlo al servicio de la producción y la sociedad.
Últimamente vemos que se habla mucho de las políticas sociales, pero poco de los cambios estructurales que tenemos planteados. Para conseguir que los hijos del país se puedan alimentar en el seno de la familia y no en los merenderos del barrio, tenemos que ir hacia cambios estructurales. Hay que frenar el proceso de extranjerización de la tierra, poner el sistema financiero al servicio de la producción, levantar la industria, mejorar los salarios, levantar las jubilaciones, reestructurar el Estado y el sistema tributario, levantar la educación.
Este triunfo del 31 de octubre, para el que estamos todos trabajando, sentimos que es la culminación de un proceso de muchísimos años de lucha de muchas generaciones de uruguayos. La idea no era para que llegáramos por cinco años al gobierno; se trataba de iniciar un proceso de transformaciones de más largo aliento. Para que eso sea posible hay que hacer las cosas lo suficientemente bien para que la gente nos vuelva a elegir dentro de cinco años.
-¿Puede pensarse que su sector hará oposición a un gobierno progresista?
-No, lo que sí nosotros vamos a mantener es una posición muy clara, exigiendo que los compromisos que se asumieron con la gente se cumplan. Hemos planteado una consigna para esta etapa, la de «gobernar con el pueblo». Eso significa que llevemos el gobierno a los más altos niveles de participación de la gente. Por ejemplo, en la fijación del presupuesto quinquenal pensamos que debe darse, al igual que hizo Tabaré en la gestión municipal, el espacio para que la ciudadanía participe.
Me quedo con la anécdota que vivió Tabaré en Bella Unión. Allí entregó el micrófono y la gente le preguntó si iba a respaldar la industria azucarera y les respondió que sí. Los trabajadores le pidieron otra vez el micrófono y le dijeron que supiera que si no cumplía con ese compromiso, volverían a marchar sobre Montevideo contra un gobierno del FA.
No vamos a pararnos en la vereda de enfrente. Por eso queremos estar en el Parlamento para respaldar al gobierno y exigir que se cumplan los compromisos asumidos con la gente.
-¿Son posibles los acuerdos con los partidos tradicionales?
-Creo que hay un espacio. Ojalá podamos sacar a los sectores de los cajones donde están. A veces en las conversaciones personales hay más coincidencias de las que aparecen en los medios.
-¿No hay enemigos en la política?
-Sí los hay y muy importantes en el sistema político. Yo le atribuyo una responsabilidad fundamental a Julio María Sanguinetti, que es el jefe de la derecha en Uruguay. Aquí no hay otro que haya marcado con tanta claridad la conducción de la derecha. El propio condicionamiento que hubo a la salida de la dictadura tuvo en él un articulador.
Eso no quita la posibilidad de establecer algunas políticas de Estado en asuntos importantes, como en comercio exterior y energía. Pienso que debemos trabajar para esos acuerdos. Cierto que hay intereses distintos, aun dentro de la propia izquierda, y esos acuerdos demandarán esfuerzos muy importantes, porque algunos se ubican en la vereda de enfrente de las grandes mayorías.
8 de Octubre de 2004