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Nuevo presidente y viejas excusas en Sri Lanka

Fuentes: Rebelión

El pasado 17 de noviembre, Mahinda Rajapakse, se proclamó vencedor de las elecciones presidenciales en Sri Lanka, convirtiéndose en el nuevo hombre fuerte del país. A pesar de que la diferencia con su principal adversario, Ranil Wickremesinghe, ha sido muy pequeña, el haber superado el cincuenta por ciento de los votos le ha supuesto su […]

El pasado 17 de noviembre, Mahinda Rajapakse, se proclamó vencedor de las elecciones presidenciales en Sri Lanka, convirtiéndose en el nuevo hombre fuerte del país. A pesar de que la diferencia con su principal adversario, Ranil Wickremesinghe, ha sido muy pequeña, el haber superado el cincuenta por ciento de los votos le ha supuesto su nombramiento directo como presidente cingalés.

La campaña electoral ha estado sumido en un poco común clima de serenidad, con pocos incidentes y con un número de muertos muy pequeño en comparación con anteriores confrontaciones. A finales del 2001 tuve la oportunidad de visitar Sri Lanka en plena campaña electoral para elegir el parlamento, y la violencia de la campaña se saldó con más de un centenar de muertos y cientos de enfrentamientos entre los seguidores de distintas fuerzas cingalesas.

Sin embargo, la actual confrontación electoral ha girado en torno a tres puntos clave, los aspectos económicos, el proceso de paz y la reconstrucción tras el desastre del tsunami. Este ultimo apartado está directamente unido a los dos primeros. Paralelamente a todo ello nos vamos a encontrar con un tercer protagonista, el pueblo tamil, que siguiendo las directrices de su principal fuerza, los Tigres de Liberación de Tamil Eelam (LTTE), se han abstenido de participar en «unas elecciones que no van con el pueblo tamil».

Fragmentación social

Si bien los dos candidatos están enmarcados en lo que se puede definir como «nacionalismo cingalés», las diferencias en aspectos económicos y la política de alianzas que han desarrollado en la carrera electoral muestran claramente que el país sigue estando fragmentado política y socialmente.

Los programas económicos de ambos candidatos difería en ejes fundamentales, al tiempo que esos apoyos de otros partidos también va a condicionar las mismas. El nuevo presidente, Rajapakse, apuesta por una economía «equilibrada», frente a las apuestas de una economía abierta o de mercado que propugnaba su rival. Las presiones que el nuevo presidente recibe de sus aliados en el Janatha Vimukthi Peramuna (JVP), un antiguo partido marxista que en la actualidad ha derivado hacia posiciones de ultra chovinismo cingalés, pueden orientar la política económica hacia tendencias contrarias a la privatización de empresas y liberalización de los mercados.

Algo parecido le puede ocurrir con otro de sus socios, el partido religioso ultraconservador Jathika Hela Urumaya (JHU), cuyos parlamentarios son todos monjes budistas, y el EPDP, una pequeña organización tamil enemiga acérrima del LTTE.

El apoyo empresarial se ha decantado por el derrotado Wickremesinghe, partidario de una política acorde con los intereses de esa clase social. Los representantes musulmanes y los llamados «tamiles indios» también se han decantado por este. La radiografía electoral del país, conforme a esos datos, nos muestra que las zonas rurales, con amplia implantación cingalesa y budista han apoyado mayoritariamente a Rajapakse. Mientras que áreas mixtas étnicamente se han volcado con Wickremesinghe. También la capital y las zonas urbanas del país, donde la comunidad musulmana tiene representación en el mundo empresarial, han apostado por el derrotado Wickremesinghe.

El nuevo presidente no ha tardado en mover sus fichas, y el nombramiento de Ratnasiri Wickremanayake como primer ministro ha levantado los temores en amplios sectores implicados con el desarrollo del proceso de paz en la isla. Si bien la figura del primer ministro está relativamente devaluada ante los poderes presidenciales, el nombramiento de este halcón opuesto a cualquier salida negociada en el conflicto con los tamiles, al tiempo que rechaza la mediación noruega, puede significar un salto atrás muy grave en el complejo camino andado hasta la fecha.

Boicot Tamil

Mientras que los políticos cingaleses siguen inmersos en la puesta en marcha del engranaje institucional del país, mostrando en opinión de algunos analistas locales dos caras de una misma moneda, los representantes tamiles del LTTE ya han advertido al nuevo presidente de Sri Lanka que no están dispuestos a aceptar ningún ataque ni ninguna medida que deteriore la frágil e imperfecta situación de alto el fuego que se mantiene desde hace más de tres años.

Ya durante la campaña electoral el LTTE y los parlamentarios de la Alianza Nacional Tamil (TNA), con 18 miembros en el parlamento estatal de Colombo, habían pedido a la población tamil que se abstuviese de participar en unas elecciones que no guardan directa relación con la defensa de los intereses del Tamil Eelam. Las organizaciones tamiles argumentaban que la política de ambos candidatos cingaleses no era la que podía representar los deseos del pueblo tamil. De esta manera mostraban también su indiferencia por uno u otro candidato a la presidencia de «un país ajeno a los deseos de autodeterminación de nuestro pueblo», al tiempo que señalaban que los partidos cingaleses no tenían ningún problema para utilizar el tema de la paz como vía para obtener un mayor número de votos.

A pesar de que algunos observadores apostaban a que un apoyo de los tamiles por Wickremesinghe podía servir mejor a sus intereses, lo cierto es que los dirigentes tamiles dejaron clara su postura ante los dos principales candidatos. Si bien es cierto que con Wickremesinghe se podría hablar de una vía autonómica para Tamil Eelam, éste dejó bien claro en todo momento la indisolubilidad de Sri Lanka. Apostando «por unir al país dividido». Por su parte, el actual presidente ya ha manifestado sus reticencias al proceso iniciado en el 2002, así como su rechazo a aceptar al LTTE como único representante del pueblo tamil.

La respuesta de los hombre y mujeres de Tamil Eelam ha sido cuasi unitaria. La participación en las zonas dominadas por el LTTE ha registrado los resultados más bajos de todas las campañas electorales de la reciente historia del país. Lo que muestra claramente cuales son los deseos del pueblo tamil.

De momento no parece que se vayan a producir importantes cambios en el escenario económico o político del país, no al menos a corto plazo. El proceso de paz y el alto el fuego seguirá manteniéndose en un difícil equilibrio, en el que no faltarán acciones armadas en casos puntuales como ha venido aconteciendo en los últimos tres años. Los representantes noruegos han alertado del peligro que puede presentarse si desde Colombo se pretende echar marcha atrás en el proceso, y ya han mostrado su disposición a viajar a la isla y mediar entre las partes para profundizar en el acuerdo del 2002.

Es evidente que esta situación nos confiere un escenario con fuerzas asimétricas, y sobre todo con un discurso engañoso en ocasiones por parte del estado nación. Al igual que en otras partes los dirigentes cingaleses apelan al mal llamado «problema tamil» para echar balones fuera, cuando un repaso exhaustivo de la realidad de Sri Lanka permite enfocar la situación de otra manera, y tal vez sea el «problema cingalés» el que perdura en esos lares, como ocurre también en otras realidades.

Ante el derecho a ejercer la autodeterminación, los gobiernos centrales apelan a la indisoluble unidad de sus estados, en Sri Lanka es evidente. Además las organizaciones de distinto signo político y teóricamente enfrentados ideológicamente confluyen en una lectura similar en estas situaciones, hasta organizaciones de izquierda se sumas a esa defensa. Y mientras tanto los pueblos como Tamil Eelam se muestran cada día más cohesionados en torno a sus demandas, buscando articular su propia sociedad en torno a unas instituciones propias también. Frente a esta imparable realidad son cada vez más las sociedades que defendiendo un claro modelo centralista siguen ocultando las verdaderas desestructuraciones que se dan en el seno de su estado, y alzando la bandera de «la unidad contra el separatismo» ocultan otros problemas que afectan a sus poblaciones.

GAIN