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Observaciones al sub

Fuentes: La Jornada

Empecemos por lo positivo: Marcos llama a la movilización (pacífica) contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador y distingue claramente entre ese deber elemental de todo demócrata y el apoyo a las posiciones y el programa político de la víctima de esa agresión seudojurídica, que correctamente califica de ilegal e ilegítima. Además, rompe el […]

Empecemos por lo positivo: Marcos llama a la movilización (pacífica) contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador y distingue claramente entre ese deber elemental de todo demócrata y el apoyo a las posiciones y el programa político de la víctima de esa agresión seudojurídica, que correctamente califica de ilegal e ilegítima. Además, rompe el silencio pernicioso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, (que no se había pronunciado ni sobre el diálogo nacional por otro proyecto de país que, sin embargo, es apoyado por importantes sindicatos, organizaciones campesinas, una parte progresista del mundo católico y muchos estudiantes e intelectuales, ni tampoco sobre el sentido, para los trabajadores guerrerenses, de su victoria electoral utilizando las siglas del Partido de la Revolución Democrática (PRD), ni ha hecho comentario alguno en el campo internacional). Si antes encontraba tiempo para escribir una mala novelita sensiblera, ahora, afortunadamente, reflexiona sobre lo que sucede en el país y, por consiguiente, también afecta a los campesinos-indígenas de Chiapas, a quienes hasta ahora se trataba como si estuvieran en otro planeta.

Es importante que las diferencias con López Obrador -que son de fondo- no impidan a Marcos (que se supone habla sobre esto en nombre del EZLN) asumir una posición clara contra los atentados a la ley y a la democracia, y declarar que el desafuero cerraría la vía de la llegada al gobierno por vía electoral, constituyendo así un verdadero golpe de Estado que retrotraería al país a 1910. Es igualmente correcto criticar a quienes optan por la teoría del «mal menor» (o del «candidato menos malo») y confunden el rechazo indignado del desafuero con el apoyo al candidato a ser desaforado, en vez de buscar lo que conviene a los trabajadores y al país, y de partir de las reivindicaciones y movilizaciones populares, obreras y campesinas, para tratar de encontrar un programa y una organización de frente independiente tanto de los planteamientos del gobierno como de las maniobras de los aparatos partidarios. El «voto útil» ya demostró su carácter inútil y reaccionario con la elección del actual Presidente de los grandes capitales.

Desgraciadamente, no toda la carta rompe con el sectarismo. Si Cuauhtémoc Cárdenas estuviese, como escribe Marcos, verdaderamente «bendecido por Fox y por el salinismo» (que en realidad tratan de contraponerlo a López Obrador), y éste no fuese más que un candidato «rodeado por lo peor del salinismo-priísmo», ¿por qué la feroz campaña de los medios y el intento de desafuero, precisamente inspirados por el foxismo, el salinismo, el priísmo? Es legítimo rechazar el carácter burgués y las posiciones de tal o cual candidato del PRD, pero no sirve para nada confundir diciendo que todos son burgueses, que son todos iguales, sin analizar las diferencias que existen entre los diferentes sectores y candidatos burgueses, y las posibles grietas que eso abre en el establishment, favoreciendo a quienes no quieren un cambio de personas sino un cambio social.

Tampoco es legítimo despreciar el sentido del apoyo popular a la lucha contra el desafuero o el sentido dado por los guerrerenses a su voto por el PRD, en vez de tratar de desentrañar qué quiere la gente cuando se nuclea en torno a candidatos o siglas a los que trata de utilizar para cambiar las relaciones de fuerza políticas y entre las clases, sin darles por eso un cheque en blanco. Es justo combatir las ilusiones populares, pero no es sensato desconocer en qué se basan y cuál podría ser su dinámica. Si no se quiere tener una actitud de elite sectaria, hay que estar junto con los que luchan por la justicia y por un país independiente, en el que quienes trabajan puedan vivir con dignidad. Al mismo tiempo, es necesario diferenciarse de las ilusiones y errores de quienes están en el mismo campo (y no son, por consiguiente, adversarios) para ayudarles a comprender que lo que se necesita es un cambio de sistema, no de personal gobernante, y difundir entre ellos las ideas-fuerza que les permitan organizarse en forma independiente y avanzar desde una política nacional y democrática hasta una salida anticapitalista.

Ahora bien, la carta de Marcos, fuera de la propuesta de movilización contra el desafuero, no contiene una sola idea-fuerza ni se dirige a nadie en concreto (ni a los sindicatos en lucha, ni a los sectores campesinos en movilización, ni a los estudiantes en búsqueda de una alternativa); sólo reivindica a imprecisados grupos revolucionarios minoritarios, dando la impresión de buscar un acuerdo de siglas o un frente sólo con ellos. Por supuesto, nadie se puede oponer a reconocer que el número de integrantes de un grupo no tiene una importancia decisiva (los que dirigieron la Revolución rusa cabían en dos taxis en 1915), pero habría que definir, sobre todo, qué piensan los grupos que se proclaman revolucionarios y cuáles son sus métodos y su tipo de organización interna. Las vanguardias autoproclamadas ni son vanguardia ni, por fuerza, tienen un papel fundamental en los cambios sociales decisivos. Estos son siempre obra de la maduración de los obreros y campesinos comunes, de cuyo nivel de conciencia hay que partir para ayudarlos en su experiencia. Y en ellos, y no en sus líderes transitorios, hay que concentrar la atención y la acción.

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Subcomandante Marcos (03-03-2005)