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Países pequeños quieren fiscalizar al G-20

Fuentes: IPS

Cuando el Grupo de los 20 asumió en 2008 la vanguardia de la lucha contra la crisis financiera mundial, surgió el temor de que ese ámbito de potencias industriales y economías emergentes tomara tarde o temprano el papel de la ONU. Ahora, algunos miembros pequeños y medianos de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) […]

Cuando el Grupo de los 20 asumió en 2008 la vanguardia de la lucha contra la crisis financiera mundial, surgió el temor de que ese ámbito de potencias industriales y economías emergentes tomara tarde o temprano el papel de la ONU.

Ahora, algunos miembros pequeños y medianos de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) que no quieren quedar fuera de las decisiones, están empezando a hablar fuerte.

Una coalición informal de 23 miembros, que se hace llamar Global Governance Group o 3G, se puso como objetivo evitar que la legitimidad del foro mundial acabe secuestrada por el Grupo de los 20 (G-20).

«La ONU es el único organismo mundial con participación universal y legitimidad incuestionable», afirma el 3G en una carta enviada al secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon.

Los debates del G-20 deberían reconocer y reflejar esta realidad, pero además asegurarse de que sus acciones y decisiones complementen y fortalezcan a la ONU, agrega la carta.

Dentro del G-20 se encuentra un grupo variopinto de naciones. Están los países más poderosos, que son también miembros de la elite del G-8: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia.

Luego figuran Australia, México, Turquía y Corea del Sur, categorizados como naciones industriales. Les siguen Arabia Saudita, Argentina, Brasil, China, India, Indonesia y Sudáfrica, países en desarrollo, a los que se suma el bloque de la Unión Europea, de 27 miembros.

El 3G reclama asimismo que se formalice la participación del secretario general de la ONU en las reuniones preparatorias y cumbres del G-20.

Este año, el G-20 tiene cumbres planificadas en la ciudad canadiense de Toronto, el 26 y el 27 de junio, y en Seúl, los días 11 y 12 de noviembre.

La carta también pide «flexibilidad suficiente del G-20 para incluir a algunos otros actores en discusiones sobre problemas específicos».

Las últimas dos cumbres del G-20 contaron con la participación de organizaciones regionales, como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), la Unión Africana, el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (Nepad).

Para el 3G, esos organismos regionales no sólo deben tomar parte plena del G-20 y sus procesos, sino que deben hacerlo de un modo formal.

En el nuevo 3G revistan Bahamas, Bahrein, Barbados, Botswana, Brunei, Chile, Costa Rica, Emiratos Árabes Unidos, Filipinas, Guatemala, Jamaica, Liechtenstein, Malasia, Mónaco, Nueva Zelanda, Panamá, Qatar, Ruanda, San Marino, Senegal, Singapur, Suiza y Uruguay.

«La ONU tiene sus propias fortalezas», dijo a IPS el embajador de Singapur, Vanu Gopala Menon, uno de los mentores del 3G, ante la pregunta de si el G-20 desplazará finalmente al foro mundial.

Además de su legitimidad y participación universal, tiene una Carta y la capacidad de tomar decisiones vinculantes para la comunidad internacional, dijo.

Y, gracias a sus muchas agencias que actúan en el terreno, goza de alcance global, añadió.

«El G-20, sus acciones y decisiones deberían complementar y fortalecer a las Naciones Unidas», insistió Menon.

Pero otros temores fueron expresados a IPS por un diplomático africano que pidió anonimato.

Las naciones del G-20 que son también miembros del Grupo de los 77 países en desarrollo –Arabia Saudita, Argentina, Brasil, China, India, Indonesia y Sudáfrica– podrían asumir posturas cambiantes: defender la causa del mundo pobre o proteger sus propios intereses económicos a la par del mundo industrial, expuso la fuente.

«Vale la pena controlar cómo los países en desarrollo del G-20 hacen sus apuestas en lo que originalmente fue un club de los hombres ricos», dijo.

Casi de manera anticipatoria, señaló, por lo menos un jefe de gobierno de un gran país en desarrollo no asistió el año pasado a las sesiones de la Asamblea General de la ONU para estar presente en la cumbre del G-20 que se celebraba en Estados Unidos, pese a que las dos reuniones fueron sucesivas.

«La reunión del G-20 fue probablemente más importante que las sesiones de las Naciones Unidas», reconoció. «Puede ser un anuncio de lo que está por venir».

Ante la pregunta sobre la razón para crear el 3G, Menon dijo a IPS que desde noviembre de 2008 el G-20 ha asumido una función catalizadora de medidas mundiales para responder a la crisis económica y financiera.

Si bien ese papel permitió adoptar acciones decisivas y nuevas que lograron evitar que la crisis se convirtiera en depresión, subsisten muchas dudas, dijo.

Por ejemplo, cómo se van a tomar en el futuro las decisiones sobre cuestiones económicas globales, qué representará el proceso del G-20 para la ONU y cómo las medidas que éste tome afectarán al resto de los países del foro mundial.

Ante estas cuestiones, apareció el 3G, sostuvo Menon.

«Pensamos que para que las deliberaciones del G-20 se traduzcan en acciones efectivas a escala mundial deben ser más consultivas, inclusivas y transparentes», añadió.

Eso requiere el desarrollo de mecanismos eficaces para comprometer y consultar a todos los países miembros de la ONU, indicó el diplomático.

En contraste, el 3G no está concebido como un grupo exclusivo, aseveró. «Estamos abiertos a los países que coincidan con nuestras ideas comunes», dijo.

Esas ideas están expresadas en el texto «Strengthening the Framework for G-20 Engagement of Non-Members» (Fortaleciendo el marco para el compromiso de los no miembros del G-20) que circuló la semana pasada como un documento de las Naciones Unidas.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=94961