Una frágil alianza entre sectores campesinos, trabajadores y un dudoso empresariado local, abastecedor del mercado interno, intenta el desarrollo de un capitalismo nacional y se disputa el control del país con un actor clave en la estructura de poder paraguaya, el sector primario-exportador, propietario de la inmensa cantidad de las tierras y las principales cadenas […]
Una frágil alianza entre sectores campesinos, trabajadores y un dudoso empresariado local, abastecedor del mercado interno, intenta el desarrollo de un capitalismo nacional y se disputa el control del país con un actor clave en la estructura de poder paraguaya, el sector primario-exportador, propietario de la inmensa cantidad de las tierras y las principales cadenas de exportación. Esta disputa es fuente de conflictividad social y complica el proceso de acumulación. La resolución del conflicto vendrá de la mano de una ruptura del orden democrático, cuando en 1954, Alfredo Stroessner, un joven General del Partido Colorado, dará un Golpe de Estado y comenzará una feroz dictadura que durará 35 años y representará la «estabilización conservadora» del Paraguay.
En 2008, una frágil alianza entre sectores campesinos, trabajadores y un dudoso empresariado local, llega al poder e intenta ( otra vez ) el desarrollo de un capitalismo propio, de una economía nacional. En el marco de esta nueva tentativa, vuelven a aflorar las contradicciones: los recursos para apostar al desarrollo tendrán que salir de donde se está concentrando el excedente: los sectores primario-exportadores que están de bonanza con los altos precios internacionales de las materias primas; al mismo tiempo, el movimiento campesino, principal movimiento social, reclama la reforma agraria. Excedente económico y propiedad de la tierra son fuente de conflicto. En junio de 2012, en menos de tres días y dos noches, el parlamento paraguayo destituye a Lugo de la presidencia y el bloque social progresista está nuevamente afuera.
El eslabón más débil
De todos los gobiernos progresistas que a lo largo de la década pasada han alcanzado el gobierno en América Latina, el paraguayo era probablemente el más precario y vulnerable. Lugo asume la presidencia a caballo de una alianza (Alianza Patriótica para el Cambio) donde su fuerza política, el Frente Guasú1, es ampliamente minoritaria y por tanto carece de base parlamentaria propia. El Estado paraguayo, la herramienta necesaria para la conducción del proceso de cambios, es particularmente débil. Un indicador de esto es su recaudación tributaria de aproximadamente un 12% del PBI, lo que hace que, por ejemplo, dicho Estado tenga un potencial de gasto por habitante de la cuarta parte que el del Estado uruguayo2.
Los grandes monopolios mediáticos desde el primer momento asumieron un papel opositor y se dedicaron construir una narrativa donde Lugo era prácticamente un puente hacia el caos. La Televisión Pública, probablemente la única herramienta que el gobierno podría haber utilizado para hacer frente al aparato mediático privado y su matriz de opinión desestabilizadora, tenía apenas 7 meses de vida y ni siquiera trasmitía en horario completo sino un promedio de 7 horas diarias.
La cuestión agraria: el desempate
Para entender el golpe en Paraguay hay que mirar hacía la cuestión agraria. 40% de la población vive en zonas rurales. El 80% de las tierras están en manos del 2% de los propietarios y a 2010 se estimaban en 552.000 las familias campesinas con menos de 20 hectáreas o sin tierra.3 El movimiento social organizado más fuerte del Paraguay, el movimiento campesino, tiene como principal bandera la reforma agraria, y las ocupaciones de tierras «mal habidas»4 o de latifundios improductivos, son prácticas comunes. Para colmo, este conflicto por la tierra derivó en la gestación de una guerrilla que opera en departamentos del norte del país, el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), que en la práctica ha resultado en un eficaz argumento para justificar la represión del movimiento campesino y atacar a Lugo, quien es acusado por la derecha de ser cómplice de este grupo guerrillero.
La contracara del campesinado es el agronegocio. En un país donde la soja representa el 40% de las exportaciones y la carne el 20%, el núcleo de propietarios del sector agro-exportador representa el principal poder fáctico. Un margen de ganancias que estimado para las 6 principales exportadoras de soja representaba un 30%5 de las ventas, resulta un atractivo poderoso para la continuidad de la expansión del agronegocio tanto en términos territoriales como en su modalidad de explotación de la tierra (semillas transgénicas, agrotóxicos).
El movimiento campesino y su agenda reivindicativa, sumado a un gobierno progresista de base popular como el de Lugo, comenzaron a ser cada vez más un estorbo para el proceso de expansión del capitalismo en el agro paraguayo. Para la continuidad del propio proceso de acumulación capitalista por los carriles que se venía procesando, esto es, sobre la base de una plataforma agro-exportadora, era necesario desarticular el bloque progresista que se había hecho del manejo del Estado en las últimas elecciones. Probablemente la asunción de Lugo habría «empatado» las cosas a nivel agrario, ni habría reforma agraria para el campesinado ni se dejaría rienda suelta al avasallamiento del agronegocio sobre el territorio y los recursos del Paraguay. Un punto medio que a la postre resultó fatal. El golpe de junio de 2012 fue el desempate a favor de los sectores agro-exportadores. La cancha quedó abierta para el proceso de descampesinización y el despliegue del agronegocio sobre el territorio paraguayo.
No hay eventos locales sino situaciones globales
El proceso de restauración conservadora en marcha en Paraguay tiene implicancias regionales. El cambio de signo político en el gobierno paraguayo debilitará al bloque progresista sudamericano en relación al recientemente creado bloque de derechas «Alianza Pacífico». Por otro lado, podemos estar ante el inicio de un proceso de «colombianización» de la nación guaraní. No son pocas las voces que denuncian el embrión de una base militar estadounidense en la zona del Chaco y ya podemos escuchar el fogoneo militarista de los propios cuadros del gobierno golpista con excusas tan ridículas como la existencia de una amenaza boliviana.
Con el golpe del 54, Paraguay sería la primera ficha en caer de un ciclo que continuaría con el golpe en Brasil en el 64, Chile y Uruguay en el 73 y Argentina en el 76. A mediados del siglo pasado, Paraguay inauguró el ciclo de «estabilización conservadora» de la región centro-sur de Sudamérica procesado mediante golpes de Estado, que sentaría las condiciones políticas para el tránsito de la región por el neoliberalismo durante las décadas del 70, 80 y 90. Las crisis neoliberales de finales del siglo XX abrieron nuevamente la perspectiva de salidas progresistas con los nuevos gobiernos de izquierda. Sin embargo, al parecer, la cadena volvió a romperse por el eslabón más débil.
Rodrigo Alonso es estudiante de la carrera de Economía, Integración y Desarrollo en la Universidade Federal da Integração Latinoamericana.
Notas:
1 Frente Grande en guaraní.
2 El PBI paraguayo es aproximadamente la mitad que el de Uruguay, donde además la carga tributaria es de aproximadamente un 25% del PBI. Si a esto le agregamos que la población de Paraguay es el doble que la uruguaya, tenemos que el dinero que maneja el Estado paraguayo por habitante es aproximadamente la cuarta parte del que maneja el Estado uruguayo.
3 Martens, J; Tomás, P; Quintín, R; (2010). Reforma Agraria es Desarrollo Nacional. Disponible en (http://www.baseis.org.py/base/adjuntos/libro%20propuesta%20RA.pdf).
4 «Mal habidas» se consideran a aquellas tierras que la dictadura de Stroessner y el Partido Colorado repartió ilegalmente entre sus colaboradores políticos. Se calcula que son aproximadamente 8 millones de hectáreas de un total de 40 millones que tiene Paraguay.
5 Ver http://www.abc.com.py/edicion-impresa/suplementos/economico/razones-para-la-aplicacion-de–impuesto-a-la-agroexportacion-120072.html
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