Durante tres días, más de 350 intelectuales del norte y del sur, reunidos en el Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, debatieron en diez mesas temáticas las tareas necesarias para defender a la humanidad hoy día: acabar con los horrores del capitalismo financiero; reconocer el derecho de los pueblos a […]
Durante tres días, más de 350 intelectuales del norte y del sur, reunidos en el Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, debatieron en diez mesas temáticas las tareas necesarias para defender a la humanidad hoy día: acabar con los horrores del capitalismo financiero; reconocer el derecho de los pueblos a decidir su destino; resistir la imposición del pensamiento único; impulsar la economía emancipadora; difundir el conocimiento para todos; reivindicar el principio de la soberanía popular; evitar que el monopolio de la información se convierta en monopolio del poder político y defender la memoria.
Este encuentro partió de la constatación de que la humanidad atraviesa por momentos críticos que amenazan su existencia, producto del impacto devastador de las acciones imperialistas, signadas por la ambición desmedida y la irresponsabilidad. Para lograrlo, recurren a la desestabilización, la transculturización (a través de la manipulación de los sistemas educativos y los patrones de consumo) y la conspiración mediática.
Del norte vinieron desde Estados Unidos y de Europa; del sur llegaron de América latina, del África y de Asia, unos buscando tranquilizar sus conciencias, otros con su eterno eurocentrismo a cuestas; algunos optimistas, otros derrotados. Eduardo Galeano, si bien no estuvo en la reunión, envió su aporte: «la cultura de la dignidad es la respuesta a la cultura del miedo que hoy por hoy manda en el mundo». Dos premios Nobel brindaron su aporte: José Saramago y Adolfo Pérez Esquivel.
Danny Glover, Ernesto Cardenal, Ben Bella, Pablo Martínez Casanova, Lisandro Otero, Atilio Borón, Teothonio dos Santos, James Petras, Ignacio Ramonet, Alfonso Sastre, discutían en las mesas con economistas, escritores, sociólogos, políticos sociales y artistas. Algunos llegaron para debatir temas de fondo, otros a conocer la realidad venezolana in situ (el tour revolucionario que le llaman) y otros más, tratando de vender algún proyecto y participar de la bonanza de El Dorado.
El presidente Hugo Chávez participó activamente en dos mesas de trabajo, entre sábado y domingo, y respondió las inquietudes de decenas de participantes. Además de trazar orientaciones sobre su llamado a lanzar una ofensiva en defensa de la humanidad, Hizo un recuento de algunas acciones recientes de su gobierno en materia de inclusión social e instó a dar poder a los pobres para transformar la sociedad.
Asimismo, Chávez se comprometió a aportar los recursos para iniciar la «red de redes» de organizaciones e instituciones sociales alrededor del mundo para ir construyendo modelos de desarrollo que enfrenten el proyecto de dominación impulsado por Washington y entes como la Organización Mundial de Comercio y el Fondo Monetario Internacional..
Chávez instó a estudiar los principios del socialismo, e insistió en que no puede concebirse soluciones nacionales a los problemas globales. «Otro mundo no es sólo posible sino imprescindible, llamamos a luchar por él. En defensa de la humanidad reafirmamos nuestra certidumbre de que los pueblos dirán la última palabra», señaló.
Apenas 24 horas después, al inaugurar el II Congreso Bolivariano de los Pueblos, Chávez instó a «inventar y construir la nueva América latinocaribeña», partiendo de una integración plena desde la base de los pueblos que permita obtener una unión para la libertad y la igualdad, y no «una unificación para el neocoloniaje y la neodependecia».
Ante periodistas, el catedrático estadounidense James Petras comparó a Chávez con Franklin Delano Roosevelt: «existe un paralelismo, no estoy diciendo que coincidan en todos los aspectos, pero comparten una forma de denunciar a la oligarquía sin transformar las relaciones de propiedad (…) Promueve cambios sociales sin cambiar las estructuras capitalistas. No creo que Chávez tenga intenciones de cambiar las relaciones entre el capitalismo y el Estado, incluyendo el capital extranjero. Pero creo que debemos reconocer los límites que definen estas políticas», dijo.
Una de las sorpresas fue la intervención en la plenaria de Ramsey Clark, fiscal general en Estados Unidos durante las administraciones de Kennedy y Johnson, cuando sostuvo que «la amenaza más seria para la humanidad y el bienestar del mundo es hoy el inmenso poder de Estados Unidos para destruir el planeta con la gran cantidad de armas nucleares que ha acumulado (…) Se trata de un poderío militar superior al que posee el resto de las naciones juntas».
Un flaco, alto y desgarbado Clark, quien habló «desde el vientre de la bestia», aseguró que el mundo sería mucho mejor si el pueblo de Estados Unidos tuviera mejor criterio a la hora de escoger a sus líderes. Recordando a Martin Luther King, señaló que el principal proveedor de violencia en el mundo es «mi país». Añadió que King nunca imaginó cómo iba a aumentar la violencia en su país en los años siguientes a su muerte.
El ex fiscal hizo un largo recuento de las agresiones emprendidas por el gobierno de Bush contra otras naciones y sus propios ciudadanos. Afirmó que las naciones tienen el derecho a sentirse libres de la amenaza de invasión de Estados Unidos.
Con lujo de detalles, señaló cómo las decisiones de la ONU no son respetadas por Washington, que quiso evitar la constitución de la Corte Penal Internacional, y como no pudo se niega a aceptar su jurisdicción.
Con gran dramatismo habló de la situación en que viven los presos en Guantánamo y denunció que la ofensiva guerrista de Bush ha provocado que se cometan crímenes de lesa humanidad, con el uso de bombas inteligentes y de uranio enriquecido. Ha provocado, además, que se «celebre la tortura», afirmó el ex fiscal.
Clark habló de la invasión y devastación de Irak, y de la terrible y emblemática destrucción de la ciudad de Fallujah, lamentó profundamente la intervención en Haití, después de 200 años de que abolió la esclavitud, para remplazar un gobierno electo por uno títere. En su opinión, la diferencia entre lo sucedido en Haití en 2004 y lo acontecido en Venezuela en 2002 -año del golpe de Estado contra Hugo Chávez- «es que en 2002 no funcionó lo que Estados Unidos quería que funcionara».
Algo más que un llamamiento
Sobre las propuestas contenidas en el Llamamiento de Caracas, coincidiendo en la necesidad de construir una barrera de resistencia frente a la dominación mundial que hoy se pretende imponer, los intelectuales propusieron pasar a la ofensiva con acciones concretas, como la de crear una red de redes de información-acción; artística, cultural, de solidaridad, coordinación y movilización, que vincule a los intelectuales y artistas en las luchas populares y los articule en un movimiento internacional en defensa de la humanidad.
En la declaración final se señala como fundamental contrarrestar la propaganda de los centros hegemónicos por todas las vías, y difundir los proyectos de desarrollo populares para que puedan convertirse en referentes para la construcción de las utopías que impulsan la historia.
Sobre el expansionismo económico del imperialismo se indicó que parte del proyecto de dominación es el cobro de una deuda externa ilegítima, así como imponer proyectos como el ALCA.
Sobre las invasiones y guerras de conquista del imperialismo, se destacó que la carta de Naciones Unidas no es respetada y que las nociones de guerra preventiva proclamadas por EE.UU. se alzan amenazantes contra todo país que no se incline ante ellos. Gran parte de estas agresiones tienen el objetivo de apropiarse de los recursos de los pueblos.
El encuentro condenó el terrorismo y el terrorismo de Estado imperialista, pero también se opuso a la utilización política de la guerra contra el terrorismo: «Rechazamos que se llame terrorismo a la luchas de resistencia de los pueblos y guerra contra el terrorismo a las acciones de los opresores», se señaló.
Los medios no quedaron fuera del análisis y el encuentro destacó que la concentración de la propiedad de los medios masivos de comunicación convierte la libertad de información en una falacia. El poder mediático, al servicio del proyecto hegemónico, distorsiona la verdad y fomenta la discriminación, señala el documento.
El encuentro resaltó que la realidad venezolana demostró que la movilización popular puede defender grandes transformaciones, insistió en la necesidad de movilizar la solidaridad con Venezuela, Cuba y todas las causas populares del mundo, y condenó las guerras contra los pueblos de Afganistán, Irak y Palestina.
Las gallinas de Galeano
El «uruguayo universal» fue recordado por Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, en el taller realizado el sábado con el presidente Hugo Chávez. El argentino contó una anécdota de Eduardo Galeano, durante un viaje por Italia: un cocinero hace una pequeña asamblea en la cocina. Ahí estaban la gallina, los patos, los chanchitos. Y el cocinero les dice entonces: «Los he convocado para hacerles una pregunta: ¿con qué salsa quieren ser cocinados?».
Los pobres animalitos quedaron estupefactos. Hasta que la gallina le responde: «Yo no quiero ser cocinada».
«No, no -le respondió el cocinero-, eso está fuera de toda discusión. Ustedes lo único que pueden escoger es la salsa con la que quieren ser cocinados».
Y Pérez Esquivel sostuvo que lo que puede evitar que nos cocinen a todos es la resistencia para construir otro mundo posible, para edificar un proyecto de vida contra la muerte, para construir nuevos espacios de libertad. Recordó, asimismo, la recomendación del consejo de ancianos de una nación africana: «si no sabes adónde vas, regresa para saber de dónde vienes.» Y la dejó picando: «¿sabemos nosotros a dónde vamos? ¿Sabemos cuáles son nuestras raíces?»
* Aram Aharonian es periodista, director del mensual latinoamericano Question y de la agencia Alia2.