Discutir la globalización es poner el acento en como insertarse en la actual división internacional del trabajo y por cuáles asociaciones deben optar los países, incluso para disputar el contenido de una globalización alternativa a la que diseña actualmente el poder económico transnacional. De ese modo, Argentina y la región se debaten entre variadas negociaciones […]
Discutir la globalización es poner el acento en como insertarse en la actual división internacional del trabajo y por cuáles asociaciones deben optar los países, incluso para disputar el contenido de una globalización alternativa a la que diseña actualmente el poder económico transnacional.
De ese modo, Argentina y la región se debaten entre variadas negociaciones comerciales y de estrechamiento de vínculos económicos, políticos y culturales. Algunas de esas negociaciones profundizan la inserción subordinada y en otros casos habilitan una perspectiva diferenciada que potencian otras posibilidades en las relaciones sociales a escala global.
Por un lado están sus negociaciones con el «primer mundo», caracterizadas por las asimetrías de poder global entre EEUU y sus socios en el ALCA, del mismo modo que la Unión Europea (UE) con relación a Latinoamérica y El Caribe. En este marco debemos incluir la subordinación de nuestros países a los organismos dominados por los países centrales y que empujan y condicionan la liberalización de la economía mundial, tal como la OMC, el FMI o el Banco Mundial. Son las usinas ideológicas y políticas comandadas desde el G7 para inducir políticas de ajuste estructural derivadas de la administración de la crisis del endeudamiento externo.
Desde otro andarivel se transita la sinuosa senda de la integración regional y más allá. Primero en un MERCOSUR que ya cuenta con cuatro países como socios plenos, los fundadores: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; cuatro países en carácter de asociados: Bolivia, Chile, Perú y Venezuela y un país en calidad de observador: México. ¿Este último representará la pata del norte en el sur, o expresará una vocación por restablecer una estrategia compartida al sur del Río Bravo?
También debe registrarse regionalmente la potencia del vínculo bilateral que empieza a construirse entre Argentina y Venezuela, evidente en la cooperación venezolana vía exportación de fuel oil para atender las necesidades derivadas de la crisis energética local y más aún con la posibilidad de reactivación de la industria de los astilleros en la reparación y producción de barcos para Venezuela. Es un proceso con capacidad de incidir en el crecimiento de la economía, las exportaciones y el empleo, con clara orientación diferenciada en las relaciones internacionales con acento en el mutuo beneficio entre países.
El reciente viaje presidencial a China y las perspectivas abiertas deben inscribirse en este otro andarivel de la inserción internacional del país.
Diferente liberalización entre Brasil y Argentina
Pero también y desde una mirada regional puede verificarse el decidido accionar de la diplomacia internacional de Brasil, articulando bloques de negociación en las rondas globales de la OMC, donde a instancia de Itamaraty se formó el Grupo de los 20, que a veces se achica y en otras ocasiones tracciona nuevos adherentes. Es desde la iniciativa brasileña que se empezó a hablar de la estrategia BRIC, por Brasil, Rusia, India y China, con la pretensión de articular poder diferenciado de los centros imperialistas que dominan el orden mundial actual.
Es necesario reconocer que si el MERCOSUR negocia con EEUU y la UE en torno a la protección o apertura, se debe a la subsistencia de áreas protegidas en Brasil y que Argentina liberalizó en los 90´. Desde el primer mundo reclaman entre otras, la apertura de inversiones y servicios financieros y de comunicaciones, todas áreas que la Argentina otorgó graciosamente al capital transnacional. Por ello, el mercado a ganar es Brasil, al mismo tiempo que los protocolos a firmar en el 2005 sellarán la regresiva apertura de la economía argentina.
No quiere decir ello, que lo que Brasil hace esté bien, solo nos anima llamar de atención sobre cuales son los condicionantes de la política en cada país y en la región.
En Argentina se parte de una colosal liberalización que incluyó la privatización de las empresas estatales, al punto que el Estado, para disputar la renta petrolera tiene que acudir a la política fiscal (retenciones), aún asumiendo que ello es una situación distorsiva y por lo tanto transitoria, tal como reconocen las autoridades del país al suscribir el acuerdo con el FMI en setiembre de 2003. Mientras que Brasil, producto de su particular desarrollo político y económico sostiene aún políticas de relativa autonomía a las que demanda el poder global de las transnacionales.
Un interrogante válido es cuál punto de partida prevalecerá para fortalecer la convergencia de políticas económicas en la zona que define el MERCOSUR. ¿La región avanza a consolidar la situación de menor apertura brasileña, o hacia la liberalización que registra la Argentina?
Iniciativa política popular
La respuesta no es patrimonio exclusivo de las políticas de los gobiernos. Es clave la iniciativa de la sociedad, especialmente de los movimientos populares que se han hecho visibles en la denuncia del orden global existente y al instalar la consigna «otro mundo es posible», extensible a la posibilidad de «otra América» u «otra integración».
Se trata de un movimiento que articula movimientos para la construcción de otra realidad global y local, con barreras difusas sobre el origen y destino de sus reivindicaciones y acciones. La pueblada de diciembre de 2001, por ejemplo, fue motivada por causas y conflictos internos y sin embargo, a nivel mundial no se dudó en calificarla de lucha contra el neoliberalismo, como concepción hegemónica de construcción de las relaciones sociales en este tiempo histórico de la humanidad. En otro sentido, la consulta popular contra el ALCA desarrollada en Brasil durante setiembre del 2002 y que cosechó 11 millones de voluntades, si bien levantaba una reivindicación global, incidió claramente en la campaña electoral local que llevó a la presidencia de ese país a Lula. Fue un fenómeno político social aún cuando la conducción del PT no fuera parte impulsora de la iniciativa.
No es un tema menor el señalamiento, pues no solo se juega el tipo de inserción mundial de la región, sino también una reestructuración de beneficiarios del MERCOSUR, tanto en su diseño integrador, como hacia el interior de los países.
Es que en los 10 años que median entre 1993 y 2002 se destacan la consolidación de un poder de monopolios en cada país y en materia de las exportaciones hacia dentro del bloque, se destacan tres sectores monopólicos en ambos socios mayores del MERCOSUR. Se trata del sector petrolero, automotriz y agro.
Los números desde la Argentina señalan que en ese periodo, las exportaciones hacia Brasil se concentraron entre un 40 y un 50% para dichos sectores de la economía, que como sabemos, están dominados por capitales externos y locales altamente concentrados. Además de incidir escasamente en la resolución del problema del empleo.
Curiosamente, las desavenencias entre Brasil y Argentina se generan por conflictos de mercado entre empresas que a un lado y otro asumen un papel monopólico. Es que el comercio internacional está dominado por las corporaciones transnacionales a las que se asocia el poder económico de origen local. Es la misma alianza estratégica la que ejerce posición dominante en los mercados internos de nuestros países, con lo que las propias medidas proteccionistas que se aplican, estructurales para la industria del automotor, o transitorias como las restricciones discutidas sobre electrodomésticos, también favorecen a los capitales más concentrados. Protección o apertura con beneficio sesgado hacia el poder local o global.
La integración no puede interpretarse desde el interés económico de las clases dominantes, sino desde las aspiraciones sociales más extendidas e incluso más allá de la economía.
Julio C. Gambina es Director de Idelcoop. Sub Gerente General del IMFC