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Preguntas sin respuesta en el miedo a la amenaza del terrorismo yemení

Fuentes: World Socialist Web Site

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

En lo que se ha convertido en una característica regular de la vida pública estadounidense (especialmente en vísperas de las principales elecciones) entrecortados informes de una nueva ameanza terrorista tomaron las pantallas durante el pasado viernes [29 de octubre de 2010]. Resulta imposible determinar cuánto son hechos y cuánto es ficción en las afirmaciones cada vez más extendidas que se están haciendo en relación a dos paquetes procedentes de Yemen que supuestamente contenían fuertes explosivos y que estaban destinados a dos sinagogas de Chicago.

Pero el propio hecho de que se tomara la decisión, sin lugar a dudas a muy alto nivel, de ofrecer semejante cobertura mediática generalizada de la supuesta conspiración (antes de que se informara de ningún detalle concreto y se hiciera todo en base a afirmaciones carentes de fundamento hechas en su mayor parte por altos cargos anónimos) es suficiente razón para adoptar una actitud altamente escéptica.

Resulta apropiado el eslogan de una popular serie de una televisión estadounidese sobre un grupo antiterrorista estadounidense («Ni siquiera la conspiración es una teoría»). Siguen sin estar claros los propósitos ocultos tras la actual campaña del gobierno y de los medios, pero hay una cosa segura: no se debería otorgar confianza a ninguna de las informaciones que se están ofreciendo.

Inmediatamente se declaró que los paquetes sospechosos, uno envíado a través de UPS e interceptado en un aeropuerto británico y otro un paquete FedEx interceptado en un aeropuerto de Dubai, formaban parte de una importante conspiración urdida por al-Qaida con base en Yemen, en la península Arábiga.

A última hora de la tarde del viernes el presidente Obama apareció en la Casa Blanca para procamar que la amenaza terrorista era una «amenaza creíble». Lo siguieron su portavoz de prensa Robert Gibbs y su principal asesor sobre terrorismo, John Brennan, que se jactaron de la rápida respuesta del gobierno y prometieron futuras acciones no definidas para contrarrestar la supuesta amenaza desde Yemen y otros países.

Aparte del carácter no corroborado de las afirmaciones, varias contradicciones y anomalías siguen siendo un misterio. El viernes [la cadena] MSNBC ridiculizaba las bombas que, al parecer, habían sido elaboradas con cartuchos de tóner, calificándolas de rudimentarias y propias de aficionados. CNN informaba de que no se habían encontrado explosivos de ningún tipo en los paquetes. Pero el sábado el gobierno y los medios estadounidenses describían las bombas como altamente sofisticadas, obra de profesionales.

El domingo el New York Times empezaba su informe de una manera que no presagiaba nada bueno : «Las poderosas bombas ocultas dentro de paquetes de cargo y destinadas a Estados Unidos estaban elaboradas expertamente y eran inusulamente sofisticadas, afirmaron altos cargos estadounidenses el sábado, otra prueba de que la filial de al-Qaida en Yemen sigue mejorando su capacidad para atacar en territorio estadounidense».

La prensa está citando uniformemente a altos cargos estadounidenses que afirman que quien ha elaborado la bomba es Ibrahim Hassan al-Asiri, quien ha sido identificado como el principal objetivo de las represalias estadounidenses, esto es, de asesinato. Sin embargo, en su relato el Times informa (evidentemente, sin darse cuenta de la contradicción) de que este «experto» fabricante de la bomba había construido los «rudimentarios» artefactos que habían sido utilizados por el terrorista que no tuvo éxito con su bomba el día de Navidad del año pasado en Detroit y por un suicida yemení que trató de asesinar sin éxito al jefe de la inteligencia saudí, Mohammed bin Nayef, a princios de 2009.

El domingo Brennan afirmó que estaba de acuerdo con el primer ministro británico en que se pretendía que el paquete de bombas estallara en el aire y no en las mencionadas sinagogas de Chicago. Sin embargo, nunguno de los dos ha explicado por qué supuestos expertos terroristas iban a marcar sus propias bombas, destinadas a hacer estallar aviones, ¡enviándolas desde Yemen a grupos judíos en Estados Unidos!

A continuación está la sorprendente casualidad de que la amenaza terrorista estallara justo dos días después de que el Financial Times publicara un artículo en la portada titulado «El presidente de British Airways ataca a Estados Unidos acerca de la seguridad de los aeropuertos» [«Chairman of BA Attacks US on Airport Security»]. El artículo citaba al presidente de British Airways, Martin Broughton, denunciando furiosamente las «completamente redundantes» exigencias estadounidenses de controles en los aeropuertos y urgiendo a las autoridades británicas a dejar de «rendir pleitesía» a los estadounidenses.

Sin duda con las palabras de Broughton en mente, altos cargos estadounidenses ya están sugiriendo que la actual amenaza se utilizará para continuar con las medidas de seguridad, e incluso aumentarlas, impuestas por Estados Unidos a compañías [aéreas] extranjeras.

Es imposible saber con seguridad si existe base alguna para las afirmaciones oficiales o, en caso de que haya una pizca de verdad, dónde acaban los hechos y empiezan la exageración y las mentiras. Pero como siempre en tales casos, resulta adecuado preguntarse a quién beneficia todo esto.

Aparte de las compañías aéreas estadounidenses ansiosas por imponer exigencias aún más onerosas a los competidores extranjeros, existen varias partes que tienen mucho que ganar con fomentar el temor del público en general y la animosidad contra Yemen en particular.

Según se ha informado, fueron los saudíes, en la persona del jefe de inteligencia Nayef, quienes el jueves avisaron a Washington de los paquetes de explosivos procedentes de Yemen. El territorio saudí, gobernado por un jeque, considera a Yemen, con un gobierno débil y una rebelion chí en sus rogiones del norte froterizas con Arabia Saudí, una amenaza mortal para la estabilidad de su régimen. Como informaba el Times: «Los saudíes consideran a la rama de al-Qaida en Yemen su mayor amenaza de seguridad y la inteligencia saudí ha establecido tanto una red de vigilancia electrónica como espías para penetrar en la organización».

Por consiguiente, sería bastante posible para los espías saudíes organizar la amenaza del terror para empujar a Washington a establecer sus operaciones encubiertas en Yemen, un país con un gran interés estratégico para Estados Unidos porque está situado entre el mar Rojo y el mar de Omán, y limita con vitales rutas de transporte marítimo de petróleo.

Por lo que se refiere a Estados Unidos, la repentina emergencia de unas supuestas amenazas terroristas se ha convertido en un medio habitual de desorientar al pueblo estadounidense y de mantener el control social. Al anunciar esta amenaza la víspera de unas elecciones, Obama está siguiendo la misma estrategia que Bush. La Casa Blanca de éste utilizó las amenazas terroristas en un intento de manipular a la opinión pública la víspera de las elecciones de 2002, 2004 y 2006.

Este año hay más que nunca necesidad de distraer la atención del público en unas condiciones de empeoramiento de la crisis económica y de creciente frustración e ira contra toda la clase política. Además, hay objetivos internos y externos específicos que coinciden con la creación de una atmósfera de miedo e inseguridad.

En el exterior existe la necesidad de aumentar aún más las matanzas en Iraq y Afganistán ante la creciente oposición a las guerras y de expandir la agresión a otros países. Bajo el gobierno Obama Estados Unidos ya ha intensificado sus operaciones encubiertas en Yemen, pero se ha visto obligado a suspender sus ataques con misiles sobre personas sospechosas de ser insurgentes desde mayo, cuando uno de sus misiles asesinó al vice gobernador provincial, lo que llevó al presidente yemení Ali Abdullah Saleh a pedir que cesaran los ataques.

Estados Unidos ha estado presionando al régimen yemení para que le permitiera reanudar los ataques. Como indicaba el New York Times el domingo, «altos cargos estadounidenses han estado considerando mandar aviones drone armados a Yemen para reproducir la campaña de Pakistán, pero casi con seguridad este paso requeriría la aprobación del voluble presidente Saleh».

En casa se utilizan las amenazas terroristas para justificar un aumento de los poderes policiales del Estado y ataques más profundos a los derechos democráticos. Uno de los aspectos más siniestros del gobierno actual y de la campaña mediática es el señalamiento, sin la menor prueba, de un ciudadano estadounidense, Anwar al-Awlaki, como supuesto cerebro de la conspiración.

En su artículo del domingo el Times informaba erróneamente de que «altos cargos estadounidenses afirmaron que están aumentando las pruebas de que los máximos dirigentes de al-Qaida en la península Arábiga, incluyendo al clérigo radical nacido en Estados Unidos Anwar al-Awlaki, estaban detrás de intento de atentado». El Times volvía sobre ello citando a agentes de inteligencia estadounidenses que afirmaban que la conspiración «podría haber sido bendecida por las más altas instancias de la filial de al-Qaida en Yemen, incluyendo a Awlaki».

El periódico señalba que los altos cargos estadounidenses «no presentaron pruebas concluyentes de la implicación de Awlaki» y a continuación seguía informando: «Este año la CIA calificó a Awlaki (un ciudadano estadounidense) de alta prioridad para la campaña de la agencia de asesinatos selectivos».

Por consiguiente, uno de los usos que se le está dando a la actual amenaza terrorista es justificar el asesinato de un ciudadano estadounidense por su propio gobierno. El gobierno Obama está tratando actualmente de anular un caso presentado por American Civil Liberties Union [Unión de Libertades Civiles Estadounidense] que desafía su afirmación de que el presidente tiene poder legal para ordenar el asesinato de cualquier persona, incluyendo a un ciudadano estadounidense, a quien él declare que es un terrorista.

Por su parte, el Times, el principal órgano de la clase dirigente liberal estadoundense, publicó un editorial el 10 de octubre apoyando la postura de la Casa Blanca (véase: «The New York Times defends assassinations»).

Fuente: http://www.wsws.org/articles/2010/nov2010/terr-n01.shtml

rCR