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Fragmento del libro Daud vs Djalut (David contra Goliat), Moscú 2010

Prolegómenos del conflicto en Europa

Fuentes:

Traducido del ruso para Rebelión por Arturo Marián Llanos

Las guerras más importantes que sacudieron el mundo a lo largo de la historia escrita y documentada, -a excepción de la conquista mongola de Eurasia-, se desarrollaron en Europa o partieron del territorio europeo. Durante los últimos veinte y tres siglos -desde que Alejandro Magno puso fin a las ambiciones de la potencia aqueménida- Europa se ha convertido en la zona exclusiva de la agresión y derramamiento de sangre. Cuando ya prácticamente todo el mundo fue conquistado y repartido comenzó la fase más sangrienta de la historia europea. Fue cuando las potencias europeas, concentradas sobre un territorio relativamente pequeño, se convirtieron en los escorpiones encerrados en un tarro y con descomunal odio se lanzaron a destruir unas a otras.

Semejante situación no podía pasar sin que alguien decidiera sacar de ella provecho propio. Y la aprovecharon los Estados Unidos de Norteamérica, que antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial eran algo así como Australia actual: un país marginal, poco influyente, situado lejos de los centros mundiales de la toma de decisiones (¡allende el océano!), y además endeudado (5 mil millones de dólares de deuda estatal a los países europeos para el año 1914). Al terminar la guerra, los EE.UU. se habían convertido en una gran potencia, país acreedor, al que Europa debía 14 mil millones de dólares, y cuyo presidente de entonces, Woodrow Wilson, quien recuerda bastante al actual Bush con su estrecho moralismo baptista, indicaba a todos y cada uno al estilo del caricaturesco tío Sam, cómo debían vivir de acuerdo con los mandamientos del Señor.

Europa, claro está, no hizo ni caso, y mandó a los americanos con sus mandamientos al cuerno. Como resultado la segunda guerra, diez veces más sangrienta que la anterior. De resultas de esta matanza interna entre los europeos el tío Sam se convirtió en el cíclope, a quien el océano le llegaba hasta las rodillas, y quien cubrió con el puño blindado de la ocupación no solamente al Reich vencido, sino también a los países aliados: Francia, Gran Bretaña, Holanda, Bélgica… ¡Toda la Europa occidental! En Alemania, por supuesto, fue donde peor se pasó: la «denazificación» se convirtió en el genocidio físico y moral del pueblo alemán. En los campos americanos para los prisioneros murieron de epidemias, hambre y condiciones de vida insoportables cerca de un millón y medio de hombres jóvenes alemanes. Las jóvenes alemanas fueron convertidas en las prostitutas para los soldados americanos GI, y en las escuelas hasta el año 1960 fue prohibido mencionar a Goethe, Schiller o a Fichte como los precursores ideológicos del nacional-socialismo.

«Vae victis!» El humor romano también traía por la calle de la amargura a los países aliados, que acogieron al ejército norteamericano. El sistema de cartillas de racionamiento, que en Gran Bretaña y Francia duró lo mismo que en la URSS, el mercado negro, prostitución, alcohol y criminalidad… Los soldados norteamericanos trajeron a la Europa de posguerra increíble suciedad y bajeza, pobreza y corrupción, mostrando el resultado más triste de la suicida lucha europea.

De hecho, la Segunda Guerra Mundial fue la guerra de los EE.UU. contra Europa. Europa, entendida como un principio, como el centro mundial de fuerza, como civilización. América se convirtió sobre esta base en la superpotencia número uno, su «plan Marshall» consistió en la conversión de la herencia histórica de la primera Roma en un espacio económico, en una fábrica, donde se producen en serie productos baratos y de calidad para el mercado americano y se arreglan los tanques y los cazabombarderos americanos. (Más tarde lo mismo se hizo con Japón.) Claro que aquello fue posible únicamente gracias a la ayuda de la URSS. Washington y Moscú aplastaban el continente a medias. José Stalin se mantenía fiel a las promesas dadas en Teherán y Yalta. Cuando su tocayo, el joven croata de la ex -Komintern, que encabezó Yugoslavia, propuso ayudar a los comunistas griegos, que luchaban a muerte contra la ocupación británica, escuchó por respuesta una amonestación, con el característico acento georgiano: «Hemos prometido a Churchill, que Grecia va a quedar en la esfera de influencia británica».

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Sucedió de manera natural que las partes ocupadas de Europa odiaran, correspondientemente, cada una a su ocupante. Europa occidental se fue espontáneamente formando como el espacio social del antiamericanismo, Europa Oriental como territorio del antisovietismo. Aunque este último era algo más intensivo: Estados Unidos nunca organizaron en su zona actuaciones tan espectaculares como el aplastamiento de la rebelión de Berlín de 1951, de Budapest de 1956, de la «Primavera de Praga» de 1968 o de la «Solidaridad» polaca en 1980.

Por otra parte, el estado soviético invirtió no pocos medios en el desarrollo de la «sociedad civil» en Europa Occidental, y esta «sociedad civil» naturalmente tuvo un contenido antiatlantista. Las masivas protestas contra la instalación de los misiles «Pershing» en el territorio europeo fueron tan solo un pequeño detalle. Y los interminables médicos sin fronteras y madres por la paz, que aparecieron justamente entonces, siguen formando al día de hoy la cúspide democrática del alterglobalismo.

Después del derrumbe del sistema socialista, con el que terminó el período frío de la confrontación entre el Viejo y Nuevo mundos, se formaron dos Europas, de las que los tecnólogos políticos de la Unión Europea en seguida se pusieron a modelar una sola.

Europa Occidental de hoy es una formación político-económica con el producto nacional bruto superior al americano, con un nivel parecido de altas tecnologías y que posee armamento nuclear propio. Dentro de esta Europa poco a poco madura la comprensión del hecho de que no fueron la Alemania «enloquecida» y la «peste parda del siglo XX» detenidas en su momento, sino que, por primera vez en su historia, toda Europa fue derrotada y puesta de rodillas por las fuerzas extraeuropeas. América y Unión Soviética consiguieron hacer con la orgullosa civilización de las huestes más organizadas del mundo, aquello que Cártago no pudo hacer con Roma, ni Persia con Hélade.

Es esa comprensión, convertida en el estímulo interior, la que empuja a la parte europea-occidental de la humanidad a levantarse de las rodillas y, a partir de una hoja en blanco, volver a restablecer su dominio sobre el mundo – su objetivo principal, el que desde siempre ha constituido el significado de la historia europea.

En su situación actual Europa Occidental tiene dos clases políticas, dos grupos, que influyen en la toma de decisiones. Estos dos grupos están enfrentados y tienen intereses políticos contrapuestos. El primer grupo está formado por los políticos electos, figuras representativas de la democracia parlamentaria. Esta clase política en su conjunto constituye la «quinta columna» del americanismo, representa el lobby de Washington, que luchará como sea para mantener la sumisión de Europa a los EE.UU. bajo la apariencia de alianza y estrecha colaboración.

Habría que ampliar algo más esta tesis. Existe un mito generalizado de que Europa en su conjunto (¡y, en primer lugar, Gran Bretaña!) es la patria de la democracia. Claro que se suele empezar mencionando a Hélade con sus polis, el Senado romano y la «vox populi», luego magna carta y el parlamento, y otras cosas absurdas, que no tiene nada que ver con el asunto…

Hasta el año 1920 Europa fue una civilización monárquico-feudal, de castas. Los cambios sociales, producidos por la Gran guerra y la provocadora atracción ejercida por el bolchevismo soviético, fueron llamados por Ortega y Gasset «la rebelión de las masas». Pero la auténtica inclusión de las masas en la transformación político-social del continente se hizo gracias a la intromisión directa de los norteamericanos, que iba desde la falsificación de los resultados del referéndum italiano acerca del destino de la monarquía en Italia, hasta la conversión por la fuerza de los mayores negocios familiares de Europa en sociedades de accionistas. (Por cierto, la creación de las Corporaciones Multinacionales fue una sutil respuesta del Viejo Mundo al desmontaje norteamericano de la vieja burguesía elitista de Europa.)

Por supuesto, la exportación de la democracia al terreno europeo supuso para los americanos no solamente la realización de su ansiada misión religiosa, sino también el arma para destruir a la civilización europea, su conversión en el espacio económico adaptado a las necesidades globales del nuevo imperio mundial, el de la «resplandeciente ciudad de la colina». En 1945 ocurrió igual que en Iraq en 2003: se puso en marcha la conciencia esquizofrénica, que ve la democracia impuesta mediante una violencia sin límite como un valor religioso supremo y al mismo tiempo como instrumento para destruir la soberanía espiritual del enemigo.

Es fundamental comprender que los políticos europeos que acceden al poder mediante las elecciones democráticas a todos los niveles, -desde el nacional hasta el municipal-, son el producto de la situación creada en la parte occidental del continente europeo después de su ocupación y transformación por los tecnólogos políticos americanos. Europa popular, que vota siguiendo el modelo actual, es una creación de Washington. Con la unificación europea, con el retorno del proyecto de la integración de la civilización europea, la clase de los políticos pierde literalmente el terreno de debajo de sus pies.

El papel contrario está desempeñado por la burocracia europea, más exactamente por su segmento empeñado en construir las instituciones burocráticas internacionales al servicio de la Unión Europea. Esta burocracia elitista pretende emanciparse por completo de los políticos electos, rotatorios, de los órganos de autogobierno locales y, en última instancia, de las soberanías nacionales. Como ideal, el Parlamento Europeo y sus interminables comisiones, fondos, instituciones, centros de planificación etc. no deben estar sometidos a ningún control. El camino está marcado por el imperio eurocomunitario, que tiene atado el mundo entero con las redes de las corporaciones multinacionales y organizaciones no gubernamentales, dirigidas por el Club elitista (formado por la alta curia sacerdotal mundial y las casas reales agrupadas bajo el liderazgo de la Corona Británica -el «partido anglófilo» en todo el mundo a los largo de los ss. XVII-XIX- N. del T.), para el que la burocracia internacional europea es amiga y aliada natural. (Encargados de negocios y escribas en las cancillerías de los señores.)

De modo que por sus intereses políticos la burocracia europea occidental es antiamericana, lo que la convierte como clase en enemiga de los políticos profesionales, quienes, por cierto, y debido a la propia lógica electoral conservan cierto carácter personalista, que a partir de 1945 se ha convertido en todo el mundo en el blanco de los ataques de los defensores de lo «políticamente correcto».

A diario somos testigos del enfrentamiento entre estas dos clases en el escenario político europeo en forma de campañas anticorrupción y escándalos, que unas veces inician los políticos contra los burócratas y otras veces los burócratas contra los políticos y sus partidos.

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La situación creada en la zona de enfrentamiento entre la OTAN y el Pacto de Varsovia después de 1991 recuerda por algunos de sus rasgos la situación política creada después de la Primera Guerra Mundial. Entonces al lado de la coalición de las grandes potencias, que lucharon contra la Alianza Tripartita (Alemania, Austro-Hungría y el Imperio Otomano), surgió otra pequeña alianza de los estados nacionales recién creados en base a los restos de Austro-Hungría y el Imperio Otomano. Por analogía con la coalición de las potencias vencedoras («gran» Entente) esta nueva formación fue denominada «pequeña» Entente. A ella se unió Polonia y tres estados bálticos, que surgieron gracias a que el antiguo Imperio Ruso se salió de la alianza vencedora debido a la revolución antimilitarista bolchevique. La nueva Rusia Soviética se convirtió así en la enemiga de la coalición por la que Nicolás II sacrificó en el frente oriental a seis millones de sus súbditos. Como consecuencia el «Moscú rojo» apoyó al país perdedor, Alemania, avasallada por el inhumano Tratado de Versalles.

Se crearon dos Ententes. La «Pequeña» se convirtió en el cordón sanitario, para aislar a la Rusia Soviética, y hasta los mediados de los años 30 fue dirigida por Inglaterra, Francia y, en menor medida, los EE.UU.

Precisamente durante este período se formó la conciencia político-civilizatoria y la autoconciencia de todos estos países, que se extienden entre el mar Adriático y el Báltico. El rasgo característico de estas sociedades fue su tradicional marginación, dependencia de las potencias extranjeras – turca, austríaca o rusa, según los casos, complejo de inferioridad con respecto a los centros de la civilización europea, a los cuales se adscribían, hostilidad exagerada con respecto al «Este», con el que identificaban el retraso, el yugo burocrático-policial y el rechazo de los valores liberal-burgueses, que en Praga o Bucarest se vivían mucho más apasionadamente que en el propio París.

Estos rasgos de la psicología política de la Europa del Este determinan su fisionomía primaria, su, podríamos decir, credo inconsciente.

A mediados de los años 30 en la «pequeña» Entente comienza a expanderse la influencia germana y, en menor medida, italiana. Incluso en Polonia tradicionalmente germanófoba el ranking del régimen nacional-socialista era muy alto.

Este hecho estaba relacionado con la rápida lumpenización de las sociedades europeo-orientales, el crecimiento compensatorio del populismo étnico y, probablemente, con la memoria histórica del dominio militar-espiritual de los teutones. En cualquier caso, prácticamente toda la «pequeña» Entente fue incluida en la órbita de Berlín. ¿Qué había ocurrido con Europa Oriental a lo largo de la sangrienta, durísima batalla que atravesó estos países del Este al Oeste, acabó con el mundo germánico, que, sin duda, fue para ella el mundo de los señores, y la llegada de las unidades de NKVD y la burocracia soviética que sustituyeron a las tropas de las SS? Ocurrió un peligrosísimo cambio en la psicología colectiva de los europeos orientales, gracias al cual ellos se convirtieron en una bomba de relojería – ¡que espera al nuevo amo que la podrá utilizar en la Tercera Guerra Mundial!

Ante los ojos de los checos, eslovacos, polacos, rumanos, etc. fue destruida la «leyenda solar» del amo germano. Los suabos y los silesios fueron expulsados de sus tierras a puntapiés, los polacos no se quedaban atrás en cuanto a las humillaciones que causaba el ejército soviético a los refugiados alemanes. Lo mismo ocurría en Eslovenia, Rumanía, en las innumerables carreteras europeas, testigas de la humillación y el ocaso del germanismo.

Para los europeos orientales durante el decenio de su presencia inmediata (1935-1944) Alemania se había convertido en el símbolo de la Gran Europa. La entrada en el bloque soviético enterró de la manera más radical todo el carisma, el atractivo del europeísmo ante los ojos de las sociedades neosocialistas. Tuvo lugar el cambio traumático de dueño: del respetado, aunque temido, al odiado, que había pisoteado las frágiles florecillas del ansia burguesa de la «pequeña entente». La bota de SMERSH (NKVD – N. del T.) pisó el cuello del romanticismo de sencillos y honrados tenderos y de los camareros que soñaban con abrir el negocio propio. Con el derrumbe de la orgullosa ilusión de su pertenencia a la civilización europea el antiguo «cordón sanitario» perdió el último residuo de alguna identificación colectiva y su lugar fue ocupado por el resentimiento marginal.

La sociedad de Europa del Este -de lo cual da testimonio, por cierto, toda su superestructura artístico-cultural: literatura, cine etc.- se ha convertido en una sociedad de lumpen mucho más peligroso que el lumpen soviético. El último posee el característico para nuestra gente cinismo brutal y nihilismo agresivo en cuanto a la posibilidad misma de orientarse hacia ningunos valores. La sociedad europea oriental camufla su resplandeciente vacío interior con la fingida beatitud y religiosamente cree que los valores humanos existen. Claro está que no son europeos… ¡Europa pasó volando de largo como un globo hinchado sobre París! Para el pequeñoburgués europeo-oriental la patria de los valores universales se encuentra allende el océano.

Pero, nos interesa, más bien, estudiar el enfrentamiento cada vez más nítido entre la Europa Occidental, que sigue formando parte de la OTAN, y el antiguo Pacto de Varsovia, convertido hoy en el «caballo de Troya» americano dentro del continente europeo. El bloque de Varsovia más las repúblicas del Báltico arde en deseos de entrar en la OTAN. A primera vista, no hay ninguna contradicción con la situación general de Europa y la tendencia de la Unión Europea de incluir estos países en la Unión.

Pero tan solo es así en apariencia. Después del cese de la confrontación de los dos bloques y la desaparición del Pacto de Varsovia OTAN se ha convertido exclusivamente en el instrumento de la ocupación americana en Europa, de la continuidad del liderazgo militar de Washington sin ninguna justificación geopolítica, que existía antes en forma de la amenaza de Moscú.

La entrada hoy de Polonia y Chequia en la OTAN significa su adhesión al hecho del dominio extranjero sobre Europa, el ponerse en manos de los americanos.

La iniciativa «al encuentro» con estos países por parte de la Comunidad Europea tiene el carácter contrario: la burocracia comunitaria quiere penetrar políticamente en el territorio del este.

Hay que tener en cuenta, que lo mismo que en los países de la Comunidad de Estados Independientes, la heredera política de la etapa postsocialista es la nomenklatura, creada por Moscú. En su esencia eran nomenklaturas disidentes, únicamente controladas por el control directo del KGB. El mayor sueño de cualquier burócrata del país socialista hermano era servir a los norteamericanos. Hoy por fin han podido cumplir ese sueño. Solo que ha surgido un problema: la burocracia «del otro lado» -como ya hemos dicho- defiende intereses corporativos antiamericanos. La integración de la Europa del Este en la Unión Europea amenaza con desmontar toda la infraestructura corporativa, creada durante el período del dominio soviético.

¿Por qué es tan importante para el miembro de la nomenklatura de Bratislava o de Budapest? Porque el antiguo cinturón de los satélites de la URSS de nuevo se convierte en el «cordón sanitario» de la pequeña entente, pero esta vez para salvaguardar los intereses de los EE.UU. Este cordón separa el gas y el petróleo de Rusia del consumidor en Europa Occidental. En tiempos de paz representa para el burócrata del este el pedazo de pan con una buena capa de mantequilla. En el período de crisis Europa del Este se convierte en la soga energética atada al cuello de la Unión Europea, por si esta se atreve a levantarse de las rodillas y dar el paso para su autodeterminación.

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La confrontación de Europa Occidental y la Oriental se transformará en un conflicto armado en el caso de la pérdida de la soberanía política de Moscú. Por muy precario que sea el contenido real de esta soberanía, la conservación formal de Rusia como «persona jurídica» en el mapa geográfico impide de momento a que muchas tendencias latentes se manifiesten en cuanto se diga en voz alta que ¡»el rey está desnudo!»

En el momento, cuando los Estados Unidos, siguiendo la inevitable lógica geopolítica, se vean obligados a culminar su victoria sobre Rusia, iniciada con la derrota de la URSS en la fase de la guerra fría, necesitarán la colaboración militar de los europeos orientales, dirigida contra la antigua «gran» Entente.

¿Por qué los estrategas americanos lo van a necesitar? En primer lugar, porque la supresión de Rusia como «persona jurídica», que controla la extracción de petróleo y gas y asegura su suministro a Europa Occidental, pondrá a esta última en una situación crítica. En esta situación la Unión Europea intervendría política e incluso militarmente en los asuntos rusos o para apoyar el régimen a punto de desplomarse o, para, lo que sería para los EE.UU. aun más peligroso, llevar al poder en Moscú a aquellos políticos ahora marginados, que garantizarían a los europeos occidentales la seguridad energética.

¡Para impedir precisamente el apoyo de la Unión Europea a la soberanía y la unidad política de Rusia, Washington va a necesitar la acción de la «pequeña» Entente contra Europa!

No hay que olvidar que en corazón mismo de Europa siguen acuarteladas las tropas americanas. Un buen contingente de los GI sigue en las orillas del Rhin. Hay americanos en Gran Bretaña y en los países de Benilux, así como en Italia… Estas fuerzas se van a utilizar para la detención o la eliminación de los funcionarios del gobierno, para impedir las medidas de defensa ante la agresión de la «pequeña» Entente. De hecho va a ser una pervertida parodia del guión preparado para el ataque preventivo de la URSS con el que los americanos «aterrorizaron» durante cuarenta años al público europeo. Este guión, que en los tiempos de Jrushev y de Brézhnev no dejó de ser puro «fantasy», se va a convertir en una palpable realidad en el caso de la desaparición definitiva de la potencia eurasiática. Siguiendo la lógica norteamericana se trata de la tercera y última guerra de los EE.UU. contra Europa, que sigue el esquema de las dos anteriores: aprovecharse de la crisis interna de la civilización europea.

Dentro de este panorama destaca la situación estratégica de Francia. Gracias al nacionalismo conservador del presidente De Gaulle, apoyado en sus relaciones secretas con Stalin y Jrushev, Francia echó de su tierra a los «aliados» americanos y las estructuras militares de la OTAN, saliendo de este bloque. El cuartel general de la OTAN se tuvo que trasladar de París a Bruselas.

Aprovechando además su estatuto del miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, que tenía como país vencedor, así como ayuda secreta de la URSS, Francia inició su propio programa para crear las armas nucleares. Como consecuencia, hoy Francia es el único país europeo que posee por analogía con otras potencias nucleares su propia tríada nuclear: submarinos nucleares armados con misiles, misiles balísticos instalados bajo tierra y cazabombarderos armados con misiles, con capacidad para llevar cabezas nucleares.

Gran Bretaña posee submarinos nucleares, pero están armados con los «trident» americanos, suministrados al aliado europeo desde el otro lado del Atlántico. Aunque los ingleses montan sus propias cabezas nucleares, no hay garantías de que estos misiles vuelen en una dirección distinta a la establecida en los acuerdos estratégicos americano-británicos. (Recordemos las vergonzosas trayectorias de los misiles rusos lanzados desde los submarinos en las maniobras del Mar del Norte en presencia del presidente Putin). En cuanto al componente aéreo, Gran Bretaña dejó de usar los bombarderos estratégicos «Vulcan» al poco de terminar el conflicto con Argentina por las islas Malvinas. Los ingleses además nunca han tenido los misiles terrestres.

La ventaja del poderío nuclear francés ante el británico está en que todos los componentes están hechos por los franceses bajo el control francés, en el territorio francés (como antaño se acostumbraba hacer en la URSS).

Lo más interesante es la doctrina estratégica francesa. Se basa en la defensa a la redonda del «hexaedro» (así denominan los franceses en el argot político a su propio territorio nacional). «Defensa a la redonda» quiere decir que Francia está dispuesta a asestar el golpe nuclear en la dirección de donde proceda la amenaza a su soberanía. A diferencia de otros países europeos, que siguen tolerando que la bota americana les pise, Francia todavía con De Gaulle se salió del régimen ideológico de la confrontación entre dos campos y proclamó su disposición de luchar, incluso en el caso de que el enemigo no fuera la Unión Soviética, sino ¡da miedo decirlo! – los Estados Unidos…

En los tiempos de la guerra fría aquello parecía una pose exótica, reflejo de la pretensión francesa de ser una gran potencia, que no se encuadraba en el orden mundial bipolar. Pero ahora queda claro que el concepto de la «defensa a la redonda» es más que coherente.

Hay otro detalle que demuestra lo sorprendentemente precavidos que fueron los franceses. En su día no estaba claro para qué querían los franceses tener misiles de base subterránea de alcance medio. Con ellos no se podían alcanzar objetivos en el territorio soviético – su radio de acción es de dos mil y medio kilómetros. Todavía menos iban a servir contra los americanos dentro del contexto de la «defensa a la redonda».

Y justamente ahora, queda claro que las dos divisiones de las fuerzas nucleares estratégicas, situadas en los dieciocho pozos de la meseta de Albión, pueden venir pero que muy bien ante los problemas que puedan surgir para la Unión Europea por el este. El único paraguas que puede esconder a Europa durante la tormenta universal, que preparan los neoconservadores de la Casa Blanca, son las fuerzas nucleares francesas.

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Pasemos ahora a la parte más delicada. Debido a las perturbaciones históricas bien conocidas, cuyo nombre en clave es «Selva de Belovézhskaia» (en 1991 en este parque natural se reunieron los dirigentes de las tres «repúblicas eslavas» de la URSS: Rusia, Ucrania y Bielorusia. Unilateralmente, sin consultar con los dirigentes de otras repúblicas -la URSS estaba compuesta por quince, decidieron disolver la URSS y crear en su lugar la Comunidad de los Estados Independientes. Según se ha sabido más tarde, el presidente de Rusia, Borís Eltsin, estaba tan borracho, que el documento final se lo tuvieron que deslizar por debajo de la puerta de sus apartamentos- N. del T.), ahora tenemos dos Europas Orientales en vez de una, como ocurría en los tiempos clásicos. La primera, como es sabido, surgió de los fragmentos del Imperio Austro-Húngaro, Rusia zarista e Imperio Otomano. La segunda obviamente representa los productos de la descomposición de la URSS.

Dentro del contexto del conflicto europeo, que tiene que ver con el enfrentamiento ruso-americano, nos interesa concretamente el caso de Ucrania, Bielorusia, países Bálticos y Georgia. Desde el punto de vista de la planificación estratégica americana, ya que los países del Pacto de Varsovia se tendrán que enfrentar a sus vecinos de Occidente, (para lo que, en realidad, les estuvo entrenado Moscú durante los últimos cuarenta años), las ex-repúblicas de la URSS, se convierten, de manera natural, en el puño que se utilizará contra Rusia.

Está claro, que los Estados Unidos, incluso después de conseguir la desintegración de Rusia y la desaparición del Kremlin como centro de poder, tendrán que intervenir de alguna manera en los procesos que se desarrollen en el territorio posruso, así como no cabe duda de que el Pentágono no querrá utilizar para ello sus fuerzas terrestres. Cuando estalle el conflicto con sus antiguos aliados de la OTAN y sus antiguos enemigos del Pacto de Varsovia estén ocupados en el Oeste, los americanos únicamente dispondrán de las repúblicas de la Comunidad de los Estados Independientes. Las repúblicas bálticas probablemente se encargarán de las operaciones locales, para controlar la parte noroeste de Rusia; Georgia actuará en interés de los EE.UU. en el Cáucaso (hace un par de semanas Geidar Dzhemal, gracias a una entrevista con la televisión georgiana desbarató el golpe de estado que la CIA preparaba en el territorio georgiano para derrocar al presidente de Azeibardzhán, Hilary Clinton ya tenía preparado el informe al respecto para hacerlo público después de los hechos – N. del T. a 15 de enero de 2012). De modo que serán Ucrania y Bielorusia quienes aseguren la presencia militar y política de Washington en Rusia Central.

Bielorusia posee suficiente potencial bélico. Ha conservado un efectivo Complejo Militar Industrial y principales armas. Minsk, posiblemente, ha logrado quedarse con algo del arsenal nuclear soviético. Tampoco parece haber problemas en el caso de la movilización en cuanto a la disposición del pueblo bieloruso para apoyar «operaciones de paz» en el territorio de su hermano mayor.

En Ucrania la situación es algo más complicada. El pueblo ucraniano no reaccionará de manera unánime ante esta nueva configuración geopolítica. Algunos verán en ello, como se suele decir, la «justicia poética», para otros el estímulo podría ser la resolución del problema de Crimea y la perspectiva de control sobre el mar Negro. Siguiendo la lógica de la creciente intervención de los EE.UU. en los asuntos del Viejo Mundo su antiguo aliado Turquía deja de formar parte de los satélites americanos aunque solo sea, porque el principal operador en la región de Asia menor -meseta de Irán, pasa a ser Kurdistán unificado- formación ilegal rodeada por el odio de sus vecinos, con treinta millones de población kurda conflictiva y apoyo militar ilimitado de Washington.

En este caso Ankara se convierte en el argumento de la Unión Europea contra los europeos orientales y la misma Ucrania. Evidente motivo de lucha, el destino de Crimea y la región del mar Negro.

En este contexto la misión de Ucrania en el este no parece tener alternativas. Tal vez por eso vuelve a formularse la idea de que Kíev como «madre de las ciudades rusas» debe sustituir a Moscú como punto de reunificación de todo el espacio postsoviético.

Escenarios para el desarrollo de la Tercera Guerra mundial

El comienzo del siglo XXI marca el momento de cambio hacia un nuevo orden de civilización. El así llamado «orden mundial» nuevo o viejo es un término más limitado, aplicado al orden civilizatorio en sus manifestaciones particulares (distribución geopolítica de los jugadores en el mapa mundial, el estado de derecho internacional, etc.)

El «orden de civilización» nace de la correlación fundamental entre los factores subjetivo y objetivo a escala humana global, o más exactamente, es la relación de las formas dominantes de conciencia con respecto a la sociedad y el medio que se dan en este momento concreto. El «orden de civilización» de hoy – es el paso a la afirmación definitiva de la «economía intelectual» cuya base es la sociedad de la información global. Lo que lleva a la desaparición de las oposiciones evidentes, y en perspectiva a la identificación total entre los aspectos subjetivo y objetivo de la civilización: entre lo virtual y lo real, entre el signo y el objeto designado, entre lo «que designa» y lo «designado». En la sociedad de la información la proyección de los procesos reales, que se desarrollan en el mundo, definitivamente se reduce a la dirección de los principales principios comunes de la conciencia humana, desaparece la diferencia entre el medio natural y el antropogénico, el descubrimiento de una ley física definitivamente se convierte en tan solo el problema de su formulación.

Esta transición representa el cambio más radical jamás producido en cuanto a los puntos de referencia del significado en toda la historia humana. Obviamente, este cambio produce la correspondiente crisis en la vertical de la estructura de la civilización, así como la crisis en los planos horizontales.

El corte vertical de la crisis actual representa el drama social de la sociedad global. A partir de 1945 la sociedad planetaria se va librando de las complicaciones estructurales del pasado, los llamados aspectos tradicionales, que tienen que ver con la influencia del factor antropológico sobre la estructura social. En primer lugar, desaparecen los estamentos tradicionales con sus propias modalidades de conciencia, se destruyen los intereses grupales de clase y de clan y se forman intereses de grupo, basados en las relaciones casuales, conyuncturales.

En el aspecto horizontal la crisis se expresa, en primer lugar, en la eliminación del exceso de sujetos políticos, que actuaban como jugadores independientes. El paso a la nueva civilización planetaria prevé el esquema bipolar de organización tanto desde el punto de vista de la organización social, como desde el punto de vista geopolítico: los gobernantes y los gobernados en un único sistema humano global.

El obstáculo más serio en este camino hoy por hoy son los EE.UU. Debido a las circunstancias históricas este país tiene el «paquete de bloqueo» en los avales de los que dispone el sistema mundial en cuanto a sus recursos militares, políticos y económico-financieros. Además, este país tradicionalmente está gobernado por la clase política, que había surgido como contraélite con respecto a la élite que tradicionalmente ha gobernado el Viejo Mundo. Los EE.UU. a la postre gozan del aislamiento geográfico único, que gracias al monopolio en el espacio aéreo y cósmico, una poderosa Fuerza Naval y la red de bases en todo el planeta, pueden utilizar como ventaja unilateral en su enfrentamiento con el resto del mundo.

En esencia el conflicto actual «EE.UU. – resto del mundo» se reduce a que sobre el fondo de la formación del imperio global, en el que predomina la conciencia del tipo de la información (signo), los EE.UU. siguen siendo una potencia imperialista nacional del tipo antiguo, en el que predomina la conciencia relativamente tradicional, basada en el símbolo y la analogía.

Aquella parte de la élite de los EE.UU. que piensa en términos imperialistas, considera que la primera década de este siglo es el mejor momento y la última oportunidad para cambiar la dinámica de la evolución sistemática de la sociedad planetaria a su favor e imponer a la administración nacional electa de Washington al resto del mundo como su único árbitro.

I. Prioridades en los desafíos que amenazan a la hegemonía de los EE.UU., según los estrategas americanos

La base de las tecnologías geopolíticas americanas – sus estrategias, consiste en la reelaboración y uso de su propia experiencia histórica, así como la de las potencias imperialistas de los períodos históricos anteriores. En este último caso se trata de la práctica de la exportación de su soberanía nacional a territorios ajenos. Los imperios coloniales del pasado lo conseguían mediante la unión directa a la corona de los territorios recién descubiertos o reconquistados al enemigo con su población, donde se establecían las correspondientes prácticas legislativas y administrativas. Los Estados Unidos aplican esta experiencia en forma de aprobación de leyes nacionales americanas, que «permiten» a la administración de Washington inmiscuirse en los asuntos internos de los países extranjeros, abrir causas legales para los delitos cometidos en otros territorios, entrometerse en los sistemas fiscales extranjeros, llevando a cabo investigaciones de irregularidades económicas, no sometidas a la jurisdicción americana, secuestrar a los súbditos extranjeros en otros países para ser juzgados y condenados en el territorio de los EE.UU. Los pasos más radicales en esta dirección fueron la legitimización del derecho de los EE.UU. para el exterminio físico de líderes extranjeros, así como la creación de la red internacional secreta de cárceles para personas, consideradas como enemigas de América.

Además los EE.UU. aprovechan activamente su propia experiencia de participación en las dos guerras mundiales, que consiste en utilizar en lo posible a terceros, limitándose al papel de árbitro y proveedor de recursos técnico-materiales y financieros de las partes en conflicto, para entablar las acciones militares directas únicamente en la última etapa. Cuando se hace imposible evitar la participación directa en las acciones bélicas, los Estados Unidos tienden a crear y encabezar amplias coaliciones para legitimar sus acciones de-facto incluso en ausencia de las sanciones formales de los organismos internacionales existentes.

Por último, el objetivo principal de las estrategias americanas consiste en descubrir los posibles centros de fuerza alternativos a América y elaborar las tácticas para su neutralización.

Siguiendo este planteamiento, los americanos han construido la jerarquía de los desafíos prioritarios que amenazan o a corto plazo podrían amenazar la situación unipolar mundial del nacional-imperialismo americano.

1. EUROPA. A lo largo de toda la historia de los EE.UU. Europa, liderada por Gran Bretaña,

ha representado el principal desafío como civilización a Washington. En 1945 los EE.UU. lograron neutralizar la amenaza europea, ocupando prácticamente toda la parte occidental del continente y reduciendo su papel geopolítico al estatuto de una sucursal administrativa y económica de los EE.UU. Sin embargo, la desaparición de la escena política de la URSS, la principal justificación de la presencia militar americana en Europa, el desarrollo económico y tecnológico que colocó a la Comunidad Europea a la misma altura que América, y por último, la aparición una nueva generación de políticos eurocentristas han puesto en peligro la conservación del dominio americano en esta parte del mundo. Así que el objetivo prioritario norteamericano consiste en la desestabilización y neutralización del continente europeo, que amenaza con convertirse en el núcleo del sistema global que se está formando a nivel planetario.

2. RUSIA. A pesar de la derrota de la URSS en la guerra fría y la imposición de hecho del control estadounidense en todas las esferas estratégicas de la actividad de la Federación Rusa, la dirección política de los EE.UU. está convencida que el proceso del desmontaje de la antigua superpotencia dista mucho de haber sido terminado. Rusia conserva potencial nuclear, capaz de causar a América daños inaceptables, su propia existencia física en una extensión tan enorme desde el mar Báltico hasta el océano Pacífico constituye un obstáculo para el proyecto americano de crear múltiples focos de conflicto para desestabilizar todo el territorio de Eurasia. El fenómeno político-social de Rusia es en gran medida impredecible y no puede ser controlado del todo debido a sus dimensiones y complejidad, con los intereses eurasiáticos y complejas conexiones de por medio. Así que desde el punto de vista de Washington el camino para desatar la Tercera Guerra Mundial inevitablemente pasa por la supresión de la soberanía rusa.

3. CHINA. Desde la segunda mitad del siglo XIX este país se había convertido en objeto de presión colonial por parte de Gran Bretaña, potencias europeas y el Imperio Ruso, lo que automáticamente lo empujó en la órbita de influencia estadounidense. La Revolución china de 1911, Kuomintang, y más tarde el conflicto con la URSS convertieron a China en el factor oculto del juego americano en la parte oriental de Eurasia. Sin embargo, las dimensiones mismas del país, el acceso creciente a las últimas tecnologías, la monopolización en el marco de la economía china de la producción mundial de mercancías constituyen un desafío para los Estados Unidos a medio plazo. De modo que los EE.UU. ya están planeando una serie de crisis externas e internas destinadas a acabar con la integridad territorial y la soberanía de China después de que esta cumpla el papel que se le ha asignado en la fase inicial de la Tercera Guerra Mundial.

4. INDIA. La más grande «democracia asiática», que gracias a la secreta ayuda de Gran Bretaña accedió al armamento nuclear, que supera a China, su principal competidora en varias ramas decisivas del desarrollo tecnológico y que, además, controla el espacio marítimo entre los océanos Atlántico y Pacífico. India se encuentra en la órbita de influencia política de las élites británica y europea, y en perspectiva se va a convertir en un importante recurso para el sistema global. Este hecho convierte la existencia de la «gran India» en peligroso e inaceptable dentro del contexto de la planificación estratégica americana. Pentágono contempla a la India como uno de los instrumentos de la neutralización de China en el transcurso del conflicto mutuamente destructivo que piensa provocar.

5. MUNDO ISLAMICO. Son aproximadamente sesenta países que forman la Conferencia Islámica, en los que los musulmanes son la mayoría o gran parte de la población. Los denominados países «islámicos» se caracterizan por su corrupción y falta de efectividad de sus administraciones nacionales, la debilidad de sus infraestructuras, economías orientadas a la extracción de materias primas, ausencia de alguna base tecnológica independiente, lo que convierte a estos países en su conjunto en el «flanco débil» del Viejo Mundo, en cuyo territorio es fácil organizar y desatar sangrientos conflictos de graves consecuencias, que alcanzan a otras regiones del mundo. El peligro principal para los EE.UU. dentro del mundo Islámico representa justamente el factor humano – es la cuarta parte de la población de la Tierra, unida por una plataforma ético-legal y político-religiosa común, que mejor resiste ante el «lavado de cerebro». Según los cálculos de los estrategas americanos en determinadas circunstancias esta comunidad político-religiosa podría generar millones de jóvenes apasionados de tipo guerrero al año, capaces de nutrir a la guerrilla mundial. Para neutralizar este potencial los americanos piensan desatar el mayor número posible de enfrentamientos internos de tipo sectario-religioso y étnico-lingüístico.

6. AMÉRICA DEL SUR. Desde los tiempos de la «doctrina Monroe» esta región fue definida como el «patio trasero» de los EE.UU. donde, apoyándose en la red de las «repúblicas bananeras» que surgieron una vez que se fueron los españoles y los portugueses, Washington puede hacer su política de robo incontrolado, basado en el monetarismo y la explotación de las materias primas. El principal problema aquí es el enfrentamiento irreconciliable (que hunde sus raíces en la vieja Europa) de los principios anglosajón y latino, agravado en esta región por el poderoso factor indígena unido al latino. El espacio humano de América del Sur, en última instancia, se formó en torno al impulso ético antinorteamericano, que está en el origen de la ideología bolivariana en todas sus manifestaciones. Este espectro va desde los narcocárteles colombianos hasta la teología de liberación en Brasil. Paradójicamente los estrategas americanos aún menos que en ninguna otra parte lograron elaborar una solución efectiva para neutralizar el espacio «gringófobo» al sur del Río Grande, de lo que da testimonio la intensidad del movimiento de oposición en el más próximo y controlado por Washington México, lo mismo que la conversión del creciente protestantismo en América Latina en otro factor nuevo de antiamericanismo, pese a todos los cálculos de los tecnólogos políticos americanos que lo introdujeron en su momento.

7. JAPON. Desde el punto de vista americano y, a pesar de su importancia económica, es la que menos peligro constituye para el poderío americano, gracias al control político-militar directo que ejercen los EE.UU. sobre su régimen político, así como sobre su territorio. De hecho, el nivel de este control no ha cambiado sustancialmente desde los tiempos del general Mac-Arthur. Sin embargo en 1945 los EE.UU. debido a la presión de su aliado británico se vieron obligados a conservar la casa imperial japonesa (en un principio se preveía juzgar y ejecutar al emperador como criminal de guerra y convertir el país en una república). Después de la revolución Meiji la monarquía japonesa se integró en el club mundial de las superélites, el principal diseñador del sistema global; de modo que a nivel simbólico Japón sigue siendo enemigo del proyecto americano, lo que se expresa en la falta de un «acuerdo de paz» entre Tokio y Washington.

Los estrategas norteamericanos cuentan con emplear la tradicional oposición entre las civilizaciones de Japón y China dentro del esquema del cerco externo al estado chino, al que, posiblemente, sea unida la India, algunos estados de Asia Sud-Oriental y las formaciones estatales postrusas en el territorio de Siberia y Extremo Oriente.

II. Escenarios para desatar los conflictos regionales con el fin de neutralizar posibles desafíos a la hegemonía americana

Proyecto americano de la gran guerra europea

Lo específico de la situación en Europa actual es su profundo dualismo administrativo, que se debe a la combinación en un mismo territorio de dos proyectos excluyentes, cada uno de los cuales tiene sus grupos de iniciativa y presión política, corporaciones burocráticas y fundamentos de derecho. Se trata del viejo proyecto del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y del nuevo proyecto de la Unión Europea. El primero es la forma de afianzar la ocupación americana de Europa para convertirla en un apéndice político-militar de los EE.UU. Las fuerzas armadas de la OTAN son además unidades operativas del ejército de los EE.UU.

El segundo proyecto -la Unión Europea- es diametralmente opuesto al primero. Es la organización de Europa sin los EE.UU. con una divisa regional independiente del dólar, que puede convertirse en la alternativa al dólar como divisa mundial. La aparición de la Unión Europea aumenta radicalmente el papel y el estatus de Gran Bretaña, que se convierte en la mediadora entre los EE.UU. y Europa, siendo por un lado continuación de Washington (como parte del mundo anglosajón) y, por otro, de Europa (como miembro de La Unión Europea). Gran Bretaña, además ha conservado su propia divisa, que sirve como tal en la Commonwealth, lo que la convierte en la beneficiaria tanto en el caso del hundimiento del dólar, como en el caso de la crisis del euro. Desde el punto de vista de los EE.UU. la situación se complica debido a que Francia resulta ser la única potencia nuclear de la Unión Europea, sobre cuya espada atómica el Pentágono no tiene ningún control. Misiles «Trident», instalados en los submarinos nucleares británicos, están fabricados en los EE.UU., mientras que Londres no quiso seguir teniendo aviación estratégica. A diferencia del Reino Unido, París posee la tríada completa: misiles balísticos disparados desde submarinos y desde pozos subterráneos, más los misiles y las bombas a bordo de los bombarderos estratégicos «Mirage-4». Todos los elementos de la tríada están fabricados por el Complejo Militar Industrial francés. Lo cual convierte a la Unión Europea, uno de cuyos miembros esenciales es Francia, en un imperio nuclear tecnológicamente autónomo, similar a Rusia y muy superior hoy por hoy a China.

Después de la descomposición de la Unión Soviética y de la organización del Pacto de Varsovia América se ha convertido en la heredera política de la URSS en el papel de guía de los antiguos satélites soviéticos en Europa del Este. Lo cual se hizo posible gracias a las poderosas quintas columnas, creadas en estos países a lo largo de los años de presencia soviética. Todos los elementos de resistencia al socialismo, madurados en los países bajo el control de Moscú, se convirtieron en los agentes de los servicios secretos de los EE.UU.

Lo que ha permitido convertir a los antiguos aliados de Moscú en el «caballo de Troya» de América dentro de la Unión Europea. Por motivos políticos la vieja Europa Occidental no podía bloquear la entrada de los nuevos miembros en la UE, pero muy pronto quedó claro que estos países, que históricamente pertenecieron a la llamada «pequeña Entente» (cordón sanitario montado contra la joven Rusia Soviética), aunque conservaron e incluso fortalecieron su posición antirusa, perdieron completamente el principio de solidaridad europea, declarando abiertamente su lealtad a Washington en todas las circunstancias.

En la última etapa los Estados Unidos han fabricado con estos países una alianza militar informal, sin tapujos dirigida contra Europa Occidental (Lo que se vio con la máxima claridad en el desacuerdo entre Varsovia y Praga, por un lado, y las capitales tradicionales de la Unión Europea, por otro, cuando se discutió el asunto de la distribución de los elementos del Escudo Antimisiles americano).

Además hay que tener en cuenta las consecuencias de la desintegración de la URSS en la estructuración de la Europa actual. Como resultado de la derrota de Moscú en la guerra fría en el espacio europeo oriental aparecieron seis nuevos estados europeos: Ucrania, Moldavia, Bielorusia, Lituania, Letonia, Estonia. Estos estados, tal y como demostraron los últimos acontecimientos, y la actuación de Bielorusia sobre todo – tienen gran potencial práctico dirigido contra Rusia.

De modo que en el territorio de la «gran Europa» se han formado de hecho tres bloques, que persiguen objetivos geopolíticos distintos y que obedecen a lógicas geopolíticas excluyentes: «vieja» Europa Occidental, «nueva» Europa Central y la «contemporánea» Europa Oriental. Bastante material de entrada, para hacer estallar la paz en la sufrida tierra europea.

Posible guión para desatar la guerra es el siguiente. Se les encarga a los antiguos países de la CEI, que forman la alianza «naranja» contra Moscú, que pongan dificultades en el suministro ruso de gas y petróleo hacia Europa. Para este momento los Estados Unidos controlan las vías de suministro marítimo mediante los petroleros. En Europa Occidental comienza una fuerte crisis económica. Dado que Francia cubre el 80% de sus necesidades energéticas por la red AS, la crisis golpea en primer lugar a Alemania, hasta el 30% de las empresas alemanas cierran, millones de personas quedan sin trabajo, con inusitado contraste se perfila el conflicto entre la población alemana autóctona y la numerosa diáspora turca. Al poder en Berlín acceden los nacionalistas de derechas, que crean el gobierno de salvación nacional. El eje franco-alemán queda destruido, Unión Europea comprometida, lo que lleva al derrumbe del euro. En estas condiciones la «pequeña Entente-2» – Polonia, Chequia, Hungría, Rumanía – de facto declaran la guerra a Alemania, alentados y ayudados militarmente por Washington. La situación hace que rápidamente estalle el conflicto en Europa, con lo que resultará que el sistema del Escudo Antimisiles americano en Chequia y Polonia se dirige no solo contra Rusia, pero aún con mayor probabilidad contra el complejo nuclear francés.

Como los EE.UU. piensan solucionar los «problemas de Rusia»

En opinión de los estrategas americanos, la principal característica de la Federación Rusa, es su mala gobernabilidad acompañada de una enorme extensión territorial. En otras palabras, los Estados Unidos ven en Rusia un obstáculo precisamente porque los diecisiete millones de kilómetros cuadrados, que se extienden del este al oeste de Eurasia Norte, están unidos bajo una misma soberanía estatal. Lo mismo que la «bomba atómica» de Irán, la «mala gobernabilidad» de Rusia es una manera de decir que la administración americana no está metida en este país, por lo que no puede solucionar el problema de una manera pacífica.

El problema de Rusia consiste en que – independientemente de la política o la orientación ideológica de la dirección del kremlin – es un bloque (obstáculo) para desatar una serie de conflictos potenciales, que la existencia de Rusia impide. Más particularmente, se trata de una gran operación china en Siberia y Extremo Oriente; la integración de Asia Central como dictadura militar, capaz de enfrentarse a Paquistán e Irán; son, por fin, posibles acciones militares de Ancara en la región del mar Negro etc. Los planificadores americanos necesitan desatar todos estos conflictos como parte del plan de desestabilización, que abre el camino al dominio real del mundo, pero no pueden hacerlo, mientras la presencia física de la Federación Rusa hipnotiza a los potenciales iniciadores del conflicto.

De modo que para desatar la gran guerra los EE.UU. necesitan liquidar a Rusia. En este camino la cúpula neoconservadora americana pretende, en la medida de lo posible, evitar la confrontación militar directa entre Moscú y Washington. Para ello van a utilizar la experiencia política, adquirida durante la perestroika y la desintegración de la URSS combinada con la táctica de rodear a la Federación Rusa con la cascada de «revoluciones naranjas» y el chantaje de las élites políticas rusas, incluyendo ofertas hechas directamente a sus representantes concretos. Elemento clave para desmantelar la primera línea de defensa de la Federación Rusa será la destrucción del régimen político de Irán. La derrota de Irán en seguida facilitará el objetivo de cambiar el espacio socio-político en las repúblicas del sur de la CEI, así como muy probablemente, entre los sujetos de la Federación Rusa con un porcentaje amplio de la población musulmana. La operación aéreo-espacial de los EE.UU. contra Irán según los cálculos americanos debe llevar a la catástrofe humanitaria (hambre, epidemias, millones de refugiados, delincuencia incontrolada), cuyo volumen y consecuencias desbordarán a las administraciones de los países vecinos, incluida Rusia. La derrota de Irán – potencia clave de la región – será el prólogo para la desestabilización de Asia Central, el Cáucaso Norte y los territorios propiamente rusos. Después de que esto ocurra el jugador principal de la partida rusa pasa a ser el grupo de las antiguas repúblicas de la URSS, que en actualidad componen la ya mencionada («tercera») Europa Oriental: Ucrania, Bielorusia, Moldavia, países Bálticos. A diferencia de los países del antiguo Pacto de Varsovia, que dirigirán su esfuerzo bélico contra los vecinos occidentales, «tercera» Europa será el instrumento de acción contra Rusia. Los disturbios provocados en el sur de Rusia por la catástrofe humanitaria en Irán serán acompañados por la agravación radical de las relaciones con el mencionado grupo de repúblicas de la para entonces ya extinta CEI.

Con este panorama de fondo la administración norteamericana contacta directamente con las figuras clave en diferentes regiones de Rusia, así como altos mandos del ejército y mandos de las fuerzas de seguridad del estado. (La misma táctica se utilizó en 2003 para desmantelar el régimen de Sadam.) A los gobernadores se les propondrá abandonar la obediencia a Moscú, acompañada de la promesa de apoyo militar y político de los EE.UU. y promesa de hacer carrera política personal como futuro líder del estado independiente en el que se convertirá el sujeto de la federación entregado a este gobernador concreto. Los estrategas americanos no dudan de la efectividad de esta táctica con el trasfondo de la implacable derrota de Irán y la agudización de la situación política externa en todo el perímetro de las fronteras rusas.

Con que un par de gobernadores caigan en la provocación americana, será suficiente para desatar una grave crisis interna, colapsar la vertical de mando y provocar el caos total. Con este panorama el siguiente paso será la entrada de las tropas de Ucrania, Bielorusia y el Báltico en el territorio de Rusia. Estados Unidos naturalmente intentarán evitar su participación directa en las operaciones terrestres y el control policial de los territorios rusos. El reparto de Rusia se hará de tal manera que al este de los Urales se pueda crear un potente foco de resistencia a la inevitable invasión china en Siberia. La preparación del conflicto chino-siberiano será la primera e inmediata consecuencia de la desaparición de la soberanía de Moscú y el comienzo de la desintegración de la gran Eurasia en grupos de estados regionales enfrentados en guerra unos contra otros.