Al hablar ante la Asamblea Nacional el pasado domingo, el presidente Leonel Fernández invita a la población a subir «al tren de la alegría, el cual deberá conducirnos a la estación del desarrollo y la modernidad». ¡Vaya forma de terminar un discurso en el que se ha presentado como exitoso el esquema que prioriza las […]
Al hablar ante la Asamblea Nacional el pasado domingo, el presidente Leonel Fernández invita a la población a subir «al tren de la alegría, el cual deberá conducirnos a la estación del desarrollo y la modernidad». ¡Vaya forma de terminar un discurso en el que se ha presentado como exitoso el esquema que prioriza las zonas francas y se propone su sustitución por otro de la misma naturaleza! ¿Dónde colocar una invitación a la alegría formulada por un presidente que cuando presenta las memorias de su gestión no reconoce que la Policía Nacional sigue siendo un ente de violencia? El tren de la alegría no puede ser el Metro por construir. Sólo la justicia, el acceso a los bienes y servicios y la equidad en la distribución del ingreso y la riqueza pueden conducir a un grupo humano hacia la alegría.
La primera parte del discurso de Leonel Fernández es dedicada a justificar la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. En su discurso de toma de posesión llamó a la población a aceptar el sacrificio y seis meses después intenta decir que el sacrificio no ha sido en vano. ¡Como si la situación de los dueños del gran capital fuera igual que la de las grandes mayorías nacionales!
Intenta justificar la desigualdad presente y la heredada. Por eso, aunque reconoce que se ha agotado el esquema basado en zonas francas, turismo, remesas y comunicaciones, dice que con su aplicación «la República Dominicana logró convertirse en uno de los arquetipos a imitar en América Latina».
Omite el hecho de que el país se convirtió en modelo de la aplicación de políticas de ajuste luego de que en abril del año 1984 el gobierno lanzara los militares a las calles con la orden de disparar a matar a quienes protagonizaran movilizaciones y de disparar también en los lugares donde hubiera muchas personas, porque había que acallar el descontento creado en la población con el alza abrupta de los precios de los productos de mayor consumo como resultado de la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
En abril de 1984 fue un gobierno del Partido Revolucionario Dominicano encabezado por Salvador Jorge Blanco que convirtió a fuego y sangre el país en modelo de aplicación de los ajustes, pero Leonel Fernández calla esa parte de la historia porque comparte con todos los sustentadores del sistema el compromiso de presentarlo como modelo. ¡Qué vergüenza!
La fragilidad del esquema de zonas francas, turismo, remesas y telecomunicaciones fue puesta en evidencia por estudiosos de la economía y por los sectores más sanos de la sociedad desde finales de la década de 1970. Estaba agotado, y vino a constituirse en otra forma de vivir la pobreza y multiplicar la injusticia.
Lo que Leonel Fernández propone ahora no es, en términos estrictos, su sustitución, sino su paso a otra etapa, lo cual ya se ha iniciado. Continuará el protagonismo del capital transnacional, la concentración del ingreso y la riqueza y la acumulación a partir del mantenimiento de niveles bajos de salario. ¿Se montarán en el tren de la alegría las mayorías obligadas a vender su fuerza de trabajo en estas condiciones?
Resultado del mismo compromiso, Fernández pasó por alto el hecho de que la Policía sigue siendo un ente de violencia. Continúan las ejecuciones extrajudiciales, esos desacreditados intercambios de disparos. Cientos de personas siguen muriendo a manos de patrullas policiales y no se controla con ello la delincuencia, que se incuba en la podredumbre de arriba y en la injusticia y la exclusión impuestas abajo.
El presidente Leonel Fernández, al final de su gestión anterior nombró en la jefatura de la Policía al mayor general, hoy retirado, Pedro de Jesús Candelier, y premió la multiplicación de las ejecuciones extrajudiciales. ¿Cuál puede ser su promesa?
El gatillo alegre continúa. Pocos días después de que se hiciera todo un espectáculo explicando a los agentes cómo realizar detenciones, una patrulla mató a un ingeniero y a una estudiante sólo porque el vehículo en que viajaban era parecido al de unos perseguidos a quienes, obviamente, nadie pensó en leerles sus derechos.
¿Cuál es, pues, el tren de la alegría? ¿El Metro para cuya construcción ya fue nombrado un secretario de Estado? No, ése o cualquier megaproyecto que pueda concebirse en su lugar, está destinado a agrupar a quienes se comprometan a apoyar las aspiraciones del actual presidente… Siguen jugando al engaño. Como si ignoraran que se trata de un juego peligroso…