No hay peor intento que el que no se realiza. Lo tan obvio, así expresado, cuando se lleva a la dimensión social, económica, política, de una sociedad dada en un tiempo histórico, regional y de contexto mundial; pasa a requerir de un análisis previsor y científico, donde la creatividad y los sueños deben estar presentes, […]
No hay peor intento que el que no se realiza. Lo tan obvio, así expresado, cuando se lleva a la dimensión social, económica, política, de una sociedad dada en un tiempo histórico, regional y de contexto mundial; pasa a requerir de un análisis previsor y científico, donde la creatividad y los sueños deben estar presentes, pero donde la improvisación y el pragmatismo avasallante y de fraseología convincente, debe dejar paso a equipos interdisciplinarios que trabajen en las diferentes áreas donde el conocimiento, las técnicas, la tecnología, las ciencias, deben aterrizar correctamente dentro de la sociedad y sus diferentes ámbitos de convivencia social, para apoderarse colectivamente de un necesario «decurso histórico y un discurso político común», que la conduzca a un proyecto de vida y convivencia, sostenible, cultural y civilizatorio.
Hablando «mal y pronto», en Uruguay hemos acopiado «programas y estructuras organizadas» como para llevar adelante de la mejor manera los cambios que la sociedad necesita, pero padecemos de un mal endémico que es que cada tanto «ponemos en la conducción de la sociedad» a sofistas, demagogos, pragmáticos, payadores, que dan por tierra con el «decurso, discurso y referentes programáticos construidos» por proverbiales hombres y mujeres, organizaciones e instituciones de la nación uruguaya.
Tenemos una clase trabajadora que ha forjado su unidad, consustanciada con otros sectores populares de la sociedad en el marco de un Congreso del Pueblo, que además de parir un Programa de Soluciones de cuño socialista, fue una avanzada para la forja de la unidad de la izquierda en un Frente Amplio, hoy en su segundo ejercicio de gobierno. Este papel rector de la clase trabajadora en la búsqueda de un «nuevo tipo de sociedad» le ha permitido a la misma la formación de un núcleo social con los claustros universitarios en sus tres niveles, con los pequeños y medianos productores de la ciudad y el campo, con las capas medias de profesionales, con los intelectuales «orgánicos a un proyecto popular» que se mueven tanto en el campo de las artes, la cultura y las ciencias, deviniendo lo mismo en una fortaleza social, organizativa e ideológica, en mucho tiempo no expresada en lo político y electoral, y en los actuales tiempos debido a «desviaciones de derecha de la izquierda», no sabiamente referenciada por la misma. Formas de lucha del movimiento obrero y popular, tácticas, estrategias, condujeron a una acumulación de fuerzas que permitieron posicionar en el marco de la democracia burguesa, al Frente Amplio en gestión de gobierno, pero este gran logro, soñado por revolucionarios desde la últimas décadas del siglo XIX, no generaría transformaciones de contenido revolucionario, por lo contrario instaló el discurso de la no factibilidad de las mismas, y gobernó con el pragmatismo y la soberbia de los manuales del neoliberalismo capitalista, encumbrando la adoración al gran capital y los mercados como los dioses mitológicos de la época.
La realidad de la RODELU hoy día
Más de dos décadas de los llamados gobiernos progresistas en América Latina, en plena crisis global del capitalismo internacional en su fase financiera imperialista de dominación, en Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina, Uruguay y con fuerzas emergentes en varios países de las Américas transitando por situaciones de cercanía a los gobiernos (Paraguay, Honduras) siendo desplazadas de los mismos por la fuerza de las derechas y del imperialismo norteamericano y por sus propias debilidades internas de cuño político-ideológico, otras con fuertes movimientos obreros, campesinos, populares, pero con malas resoluciones y formas de respuesta política de sus «izquierdas o frentes populares» ganados por la conducción tramposa de sus pequeño o burguesía nacionales que le distorsionan el camino revolucionario popular y los llevan a la transacción con los poderes económicos, sociales y políticos del sistema capitalista transnacional (léase Chile, Méjico, El Salvador, Nicaragua, Panamá…).
Hubo tiempos en los que con la misma tinta ensangrentada de similares movimientos populares, se escribían parecidas historias de la búsqueda de un «poder popular» que débiles gobiernos «nacional populares» truncaban su recorrido por temor a las clases populares para ir con ellas a más, o por no traicionar sus orígenes de clase capitalista.
De distintos países del mundo, con enclave en diversos continentes, hoy se mira a América Latina y sus ensayos de gobiernos progresistas como una probable solución de copia de modelo para resolver males propios. Me atrevería a afirmar que lo «hallado por estos lares» es solo una nueva forma de «administrar los viejos y nuevos males del sistema capitalista en la región» con nuevos protagonistas en la gestión de gobiernos. Los «fusibles quemados» del sistema capitalista en la región eran sus partidos «tradicionales» que en el juego perverso del poder engañoso para los pueblos, realizaban la práctica del «osciloscopio», hoy capitalismo liberal y mañana capitalismo conservador (lo importante siempre es «conservar el sistema capitalista» en cualesquiera de sus versiones) y a la hora del «capitalismo con rostro humano», en esto deberíamos haber aprendido de la historia de post – guerra de Europa, le toca administrar a la izquierda o seudo-izquierda, dependiendo del gatopardismo que se practique.
En el Uruguay de los setenta del siglo XIX, ya estaban configurados ambos partidos tradicionales, el blanco nacionalista defendiendo los intereses de una burguesía agro-ganadera de estancia cimarrona y el colorado industrial, mercantil y bancarizado defendiendo los intereses de una burguesía más en entonación con los intereses del sistema capitalista internacional. Era fácil predecir en los 150 años subsiguientes quién mandaría los destinos del Uruguay. Tres gobiernos blancos y múltiples colorados. Pero como entre bueyes no hay cornadas, hoy los mismos no sostienen sustanciales diferencias. Y como el fascismo es en el capitalismo la continuidad de la política por otros medios, tampoco tuvieron sustanciales diferencias con la dictadura cívico-militar que asoló el Uruguay de 1973 a 1985. Y por lo mismo mediante ley parlamentaria con mayoría de blancos y colorados se amparó a ladrones y criminales de la dictadura fascista, y lo importante era poner a salvo a los «defensores del sistema capitalista, en cualquier tiempo y lugar».
Hoy el Frente Amplio y sus parlamentarios y gobernantes del poder ejecutivo, no han hecho prosperar ninguna ley que dé por tierra con la impunidad de los criminales de la dictadura tal cual lo mandatan resoluciones de su Congreso, dejando abierta una herida a más de 160 familias uruguayas que tienen familiares desaparecidos por la dictadura, y a miles que sufrieron tortura, prisión por años en inenarrables condiciones no se les procura prosperar una reparación en forma que cumpla con normas internacionales. Por otra parte a cientos de miles que fueron al exilio y que hoy se les niega, por indolencia e ineficacia de la izquierda en función de gobierno y por complicidad de los tradicionalistas con la dictadura, el derecho de ejercer su voto ciudadano. Lo peor de esto es que el oficialismo frenteamplista le miente a los colectividades de uruguayos residentes en el exterior acerca de que la culpa de que no puedan votar por vía epistolar, es de los partidos tradicionales, siendo que poco y nada han hecho para que esto sea posible.
Todas perlas de partidos y gobiernos de distinta señas y orígenes que preservan el poder de los mismos grupos económicos y sociales. Necio sería no reconocer que algunos cambios ha habido en la sociedad uruguaya con los gobiernos del FA. Pero ninguno de los mismos más allá de los gobiernos del Pepe Batlle o de Luis Batlle Berres, inclusive haría falta implementar más cambios para llegar a los cambios del último citado y son parte de lo que plantean hoy algunos grupos políticos dentro del FA, y algunos economistas de izquierda, no los neoliberales del MEF del FA. O sea que para avanzar desde una perspectiva de izquierda, aun nos hace falta retroceder a los avances que a mediados del siglo XX, la burguesía liberal batllista implementaba para beneficio de los sectores populares, sin dejar de ver que estos sectores los exigían con lucha organizada desde las calles.
Giro a la derecha, giro a la izquierda
Si hoy día, tal cual lo exigían o por lo cual luchaban, los mártires de Chicago, un ciudadano de cualquier parte del mundo, a través de 8 horas de trabajo, puede obtener 8 horas de recreación y 8 de descanso, el mismo aplaudirá al gobierno de izquierda o derecha que se las ofrezca, sin altruismos de ningún tipo. Ocho horas de trabajo con adecuada remuneración, en la meca del capitalismo europeo con 26 millones de desocupados, quién la mira mal ¿? Y si esas horas con esa remuneración generan una recreación en un club social o cultural de cualquier gusto, con o sin familia, estudios de variados géneros que eleven la autoestima personal y social del trabajador a la vez que los niveles de capacidad que el mismo aporta a la sociedad en la que vive, trabajador asociado a otros, colonia de vacaciones, viviendas colectivas, seguros de salud, de vida… jubilaciones acordes con el trabajo de una vida de aportes y con el derecho de una tercera edad a ser vivida dignamente…
Estos lugares por donde hemos pasado, no tendrían que ser reivindicados como hoy lo son en cualquier parte del mundo, del capitalismo desarrollado, subdesarrollado, del socialismo resignado, entregado, liquidado, parece solo que tendrían que volver a ser citados como derechos enajenables de la condición humana…
La cuestión, en nada inocente, es negar cualquier categoría que haga referencia a los «verdaderos sabios y creadores de teoría de la revolución anticapitalista», porque la gran pregunta en el mundo actual tendría que ser… ¿de dónde vienen articulados los males que asolan a la humanidad toda?…¿no será que devienen del triunfo de la revolución neoconservadora, capitalista y globalizante de las últimas décadas?
Hay una necesidad que recorre a los pueblos del mundo, es la de una recuperación de «valores articuladores de una Revolución Anticapitalista», la misma se alza en contra de los «valores restauradores de la Revolución Neoliberal Capitalista», en Uruguay la llamamos «giro a la izquierda», y acá como en el mundo esta necesidad obedece que el espectro de izquierda orientado por los partidos socialistas y comunistas está sufriendo serias desviaciones político-ideológicas de «derecha», además de que en la gestión del Estado Capitalista son sus dirigentes cooptados para el servicio del capital y los mercados. De más esta decir que hombres y mujeres de la izquierda que se convierten en mandatarios desde cualquier nivel de gobierno, son presas rápidamente del «mareo de altura» que su nueva situación económica y social les produce, y también de la «soberbia» que el solo «poder político» genera, cuando lucimos la austeridad esencialmente sofista.
Dentro del FA la senadora Constanza Moreira levanta la propuesta, apoyada por varios grupos políticos, del «giro a la izquierda», frente a lo cual el vice-presidente Danilo Astori, Zar de las finanzas uruguayas, y el candidato a presidente Tabaré Vázquez, manifiestan sorpresa porque dicen que el FA o «ya es una fuerza de izquierda, o de centro izquierda»; después en sus campañas políticas uno ve que la «palabra Izquierda» está ausente o sustituida por progresismo. Ni que hablar de Revolución Socialista, ¡está usted loco, mi amigo! a ello renunciamos hace mucho tiempo.
Como refería un escritor argentino: «médico, comisario y juez de pueblo. Grandes hijos de puta, que a la hora de cenar, lo hacen con el dueño de vidas y haciendas del pueblo». Por suerte aun quedan excepciones. Con ellas y muchos más seguimos desbrozando el camino.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.