El 21 de febrero de 1934 fue asesinado en Nicaragua Augusto C. Sandino, considerado el primer combatiente antiimperialista de América y precursor del proceso emancipador de nuestro continente De Sandino se pueden decir muchas cosas. Si queremos tomarlo como el invicto combatiente de Las Segovias, podremos asegurar que fue el primero en hacer morder el […]
El 21 de febrero de 1934 fue asesinado en Nicaragua Augusto C. Sandino, considerado el primer combatiente antiimperialista de América y precursor del proceso emancipador de nuestro continente
De Sandino se pueden decir muchas cosas. Si queremos tomarlo como el invicto combatiente de Las Segovias, podremos asegurar que fue el primero en hacer morder el polvo de la derrota a los invasores yanquis que ocuparon el suelo de su patria. El fue quien perfiló una frase que hizo historia y recorrió continentes y países: «la soberanía de la patria no se discute, se defiende con las armas en la mano»
Podríamos también recordar que fue uno de los tres hombres que pensó más claramente en la unidad continental como herramienta de combate. Antes que Sandino, fue José Martí, el que acuñó la expresión de «Nuestra América», para evocar los inmensos territorios situados desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia. Y luego fue Mariategui quien diseñó las tareas de nuestros pueblos para abrir cauce a un nuevo escenario: la Revolución Socialista.
Los aportes de estas valiosas figuras sorprendieron a nuestro continente cuando le perfilaron una tarea que hoy asoma como el reto indispensable para nuestros pueblos: la defensa de la Soberanía de nuestros Estados, siempre amenazada.
Sandino vivió en una etapa aciaga de la historia, cuando regía particularmente en Centroamérica, la política norteamericana del Gran Garrote, debido a la que los inquilinos de la Casa Blanca disponían ocupar países, arrasar Estados y apoderarse de recursos y riquezas más allá de sus fronteras. Eran los años del «patio trasero» o «el granero», que algunos buscan reeditar en nuestro tiempo.
Sandino hizo frente a ese Poder. En la lucha, cayó abatido, hace 86; pero no fue asesinado por la mano directa del Imperio sino por sus sicarios, por aquellos que vendieron su alma al opresor y se pusieron a su orden para proteger y amparar una política de saqueo y de pillaje.
El hecho conlleva una lección que hoy podemos observar en el escenario de nuestro tiempo: cuando se trata de sacar las castañas del fuego para preservar los afanes imperiales, no faltan quienes acomodan su juego a los designios de Washington y buscan generar caos y violencia. Venezuela es un ejemplo.
La oligarquía latinoamericana, los grandes medios de comunicación, los Partidos a su servicio y los politiqueros de oficio que resguardan sus intereses; se valen de todos los recursos para engañar a los pueblos. Recurren a artificios inimaginables: publican fotos de crueldades ocurridas en otros tiempos y países, y nos dicen impúdicamente que se trata de hechos ocurridos ayer nomás en Caracas o en Maracaibo; o entregan escenas de pornográficas violaciones a menores correspondientes al comercio sexual en los Estados Unidos, asegurando que fueron fotos obtenidas de Cámaras de Tortura instaladas en puestos policiales venezolanos. No olvidemos nunca: ¡ese es el fascismo en acción! Contra él, tenemos el deber de estar todos.
En el extremo de la desvergüenza, estas gentes hacen causa común con los que alientan el crimen y la barbarie en las grandes avenidas caraqueñas. El grito ese de «Haga Patria, Mate a un Chavista»; es el mismo grito que se oía en las grandes alamedas de Santiago en agosto de 1973, en días previos al Golpe asesino de Augusto Pinochet, con una sutil variante: «Haga Patria, Mate a un Comunista», nos decían entonces. Y sí, mataron entonces a Salvador Allende, a Víctor Jara, a Pablo Neruda, y a miles más, a lo mejor del acerado pueblo de Chile. Hoy quieren sepultar al pueblo de Venezuela. Pero, sobre todo, escarmentar a todos los pueblos de América Latina. Enseñarles que con el Imperio no se puede, que es inútil cualquier rebeldía.
Con Sandino, se alzaron otros valerosos luchadores de América. Farabundo Martí, en el Salvador ahogado en sangre y dolor; Luis Carlos Prestes, en el gigantesco Brasil iluminado; Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, en la Cuba donde nacía el sol y la esperanza. Y en su ejemplo renace Nuestra América, con el sueño de Bolívar en las manos.
Hoy se habla, y se escribe mucho acerca del Bicentenario de la Independencia de América del yugo español. Esa lucha nos trajo millones de mensajes. Reivindiquemos uno, que para nosotros tiene vigencia plena: la lucha que tenemos por delante, no compete a los habitantes de uno, u otro país; es la lucha de todos, contra el Imperio.
Hoy Sandino es realidad viviente. Nicaragua es el país más seguro de la región, con menos índices de violencia ciudadana, según los estándares internacionales; el país de la recuperación más pronta. Para que eso sea posible fue preciso, en su momento, librar una guerra. Ella abrió una esperanza que cuaja en los ojos encandilados de un pueblo de levanta su esperanza.
En los años de Sandino, podríamos decir parafraseando a nuestro admirado Comandante Tomás Borge, el amanecer era una tentación. Hoy, brilla un nuevo sol «que habrá de iluminar toda la tierra que nos legaron los mártires y héroes con caudalosos ríos de leche y miel».
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