Las discusiones que puedo seguir en las redes como FIAN, y otras más a las que estoy suscrito, muchas veces me provocan grandes inquietudes sobre las opciones que tiene el pueblo hondureño de seguir una ruta verdaderamente revolucionaria.¿ Para que sirven los intelectuales en una sociedad? ¿Quien adjudica el «título» de intelectual a determinada persona? […]
Las discusiones que puedo seguir en las redes como FIAN, y otras más a las que estoy suscrito, muchas veces me provocan grandes inquietudes sobre las opciones que tiene el pueblo hondureño de seguir una ruta verdaderamente revolucionaria.¿ Para que sirven los intelectuales en una sociedad? ¿Quien adjudica el «título» de intelectual a determinada persona? Más importante, ¿qué tan importante es ese calificativo?
Cuando leo (ahora con menos frecuencia) a Juan Ramón Martínez, quien se autoproclama intelectual que pertenece a un club especial, dotado por la providencia con el don de pensar; seguramente con el propósito de justificar las atrocidades de aquéllos que le pagan, entiendo por qué el desarrollo social en Honduras es tan limitado.
Leer a Ramón Villeda Bermúdez requiere de mucha determinación, pues sus temas son confusos y es muy amigo de la distorsión narrativa de la historia. Seguramente escribe también para preservar los privilegios estatales que toda su familia trae de nacimiento, cual familia real. Poco ilustrativo es leer a Segisfredo Infante, sesgado y anotado en la escuela tradicional colectora de hechos históricos. No hay un hilo de desarrollo científico en sus posiciones.
Jorge Yllescas y Raúl Pineda, ambos escriben con el estomago y sin dignidad. Yllescas nunca fue un hombre de gran conocimiento político o sociológico; y se dedicó más al «análisis» político una vez que no estuvo en el gobierno de Manuel Zelaya. Raúl Pineda, nacionalista, no tiene un publico muy exigente y cualquier afirmación que haga no importa pues solo se utiliza para llenar espacios.
Gente joven como Graco Pérez, hijo de Renan Pérez, y Miguel Calíx, poseen mucho más talento pero han caído bajo la egida de piratas de la verdad como Wong Arévalo y Jorge Canahuati. Estos jóvenes, estoy convencido, son más decentes, y creo que podrán en algún momento no lejano entender la dimensión de su error y rectificar el camino.
Finalmente nos condenan a artículos de una serie de señoras de todas las edades que escriben por hobby y eso queda evidenciado en la calidad de sus trabajos. Caso más notable de esto es el de Lizzy Flores que seguramente se aventura a escribir porque su padre le da la oportunidad.
Todos ellos, más otros que no recuerdo con exactitud, son vistos como los gurús de la verdad, los faros que iluminan la opinión publica nacional. Hacen turnos para conseguir premios todos los años y se disputan los espacios en los medios de la oligarquía. Para todos ellos la misión es «martillar» en la cabeza de los hondureños las «bondades» del sistema en que vivimos y nos hacen todo el daño posible, por «las mentiras que dicen y las verdades que callan» (esta frase es de Eduardo Galeano).
Ahora viene la pregunta obligada sobre la dimensión de nuestros propios pensadores populares. ¿Qué misión cumplen?; ¿qué contacto tiene con el pueblo?; ¿qué nivel de contacto tiene con la dirigencia?; ¿qué tan importante es para ellos ser reconocidos como «intelectuales»?
A diferencia de los golpistas, nuestros escritores hacen su trabajo por convicciones; por un amor genuino al pueblo marginado por más de cinco siglos; el trabajo de nuestro pensadores no tiene precio pero si valor; no tiene prejuicios pero si enormes juicios; no son arrebatos sino análisis científicos o expresiones genuinas del arte popular, que en nuestro país, es el único arte.
Pero es necesario que entremos todos en un proceso de autocritica, y de integración revolucionaria, más allá de toda reserva. Aquel que piensa debe tener un compromiso político para con su pueblo; esta destinado a generar las condiciones superestructurales de la lucha popular, por lo que, en consecuencia, debe poseer una posición muy clara y definida frente al pueblo y frente a los dirigentes.
Durante varios decenios la división de los grupos que plantean un objetivo común, la liberación del pueblo, ha sido generada por una clara falta de cohesión ideológica nacional. Sorprende cómo muchos jóvenes hoy repiten los mismos argumentos que separaban a los jóvenes de la izquierda en los setentas y los ochenta. Increíblemente muchos hoy discuten desde posiciones que ellos mismos definen como «maoístas», «trotskistas», «estalinistas», «gordos», «flacos», etc.
¿Por qué no hemos avanzado hacia un punto en el que todos defendemos una posición «hondureñista»; «morazanista» que nos identifique en una sola lucha? ¿Cuantas vidas tendrá que ofrendar el pueblo hondureño hasta que podamos generar ideas y puntos de vista coincidentes para señalar el camino?
Lamentablemente, todavía leo en FIAN como los grupos de pensadores están distanciados de otras personas que pretenden coadyuvar a la creación de una línea de pensamiento que nos oriente hacia la ansiada unidad, elemento fundamental para alcanzar la victoria popular. Todavía están clasificados entre la gente que «sí sabe escribir» y los demás. ¿Qué hace falta para que nos concentremos en lo que importa?
¿Qué tan necesario es ser reconocido como intelectual, para aportar lo que hace falta para formular nuestra propia teoría?
No es mi intención demeritar el trabajo y la trayectoria de todos los que han ganado a pulso su lugar en la intelectualidad hondureña. No es mi propósito calificar o descalificar a alguien como intelectual o no. Simplemente deseo llamar la atención a la necesidad de elevar las discusiones en estos foros a otro nivel; a discutir conceptos, ideas, proyectos, planteamientos.
Hoy es necesario que todos estemos dirigiendo nuestros esfuerzos a construir la base de sustentación ideológica de nuestra lucha. Sé que hay esfuerzos importantes ya en desarrollo para fomentar este tipo de trabajo. Lo sé de pensadores que escriben aquí. Mi admiración y respeto para ellos; para los demás mi respeto y una invitación a que se unan a este trabajo.
Veo particularmente importante la iniciativa de la «Escuela de Formación Política» del grupo los Necios. Pienso que es fundamental multiplicar exponencialmente esa iniciativa. Eso tiene que ser ya. Además, no debe ser una iniciativa fraccionada; debe ser un esfuerzo unitario sin precedentes, para que nuestros jóvenes crezcan dentro de un nuevo comienzo. Hay que trabajar por ese hombre nuevo del que habló el Ché; no verlo como utopía; hay que hacer el esfuerzo.
Debe ser el hombre nuevo cuya más grande aspiración sea servir a su pueblo; ser solidario con su prójimo. Hay que construir el camino que elimine los intereses individuales y grupales y los reemplace por verdaderos conceptos revolucionarios.
Hoy la resistencia necesita también un replanteamiento de su estrategia, aquí se requiere la participación de más gente. Hoy debemos encontrar la inteligencia política necesaria para inclinar la balanza de los acontecimientos en nuestro favor. Esto requiere de todos. Las ideas que se producen deben llegar a su destino. Hoy no podemos dejar de lado algo por creerlo estúpido; pero es callarlo y arrepentirnos luego.
Vaya para todos ustedes esta reflexión, que busca, fundamentalmente, abrir el intercambio intensivo de ideas, sin descanso, sin tregua, pues el verdadero enemigo no descansa nunca.
Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.