1. ¿Quién prepara las guerras? Tras las masacres de Hiroshima y Nagasaki, el general Groves, director militar del proyecto Manhattan, dijo: «La guerra es un acto de fuerza» y para ella «no hay límite alguno», afirmando que la muerte por radiación era «una manera muy placentera de morir». Después de la II Guerra Mundial, EEUU […]
1. ¿Quién prepara las guerras? Tras las masacres de Hiroshima y Nagasaki, el general Groves, director militar del proyecto Manhattan, dijo: «La guerra es un acto de fuerza» y para ella «no hay límite alguno», afirmando que la muerte por radiación era «una manera muy placentera de morir». Después de la II Guerra Mundial, EEUU siguió desarrollando un sistema militar planetario hegemónico donde un complejo político-económico-militar financia públicamente un conglomerado de empresas con intereses corporativos y políticos entrelazados. Un ejemplo es la empresa Blackwater (ahora Xe), cuyos soldados escapan al control estatal. En 2009, el gasto militar de EEUU (casi la mitad del mundo) fue de 534.000 millones de dólares, sin incluir guerras como Irak (más de tres billones de dólares). Los países europeos lideran el ránking mundial de 2010 de países exportadores de armas, en el que España ocupa el sexto lugar.
2. ¿Cuántos y quiénes mueren? En el siglo XX, murieron por las guerras 181 millones de personas. En el genocidio de Irak murió más de un millón de personas, sin contar los soldados estadounidenses y de otros países, fuerzas de seguridad, periodistas y cooperantes. Hoy, cuatro de cada cinco muertos son civiles, la mayoría de clases populares. Entre los 400.000 soldados estadounidenses fallecidos en la II Guerra Mundial, Corea, Vietnam e Irak las víctimas fueron sobre todo pobres. Además, las muertes se subestiman. Por ejemplo, los estadounidenses creen que en Vietnam murieron 50.000 estadounidenses y 100.000 vietnamitas en lugar de entre los 4 y 5,5 millones que realmente murieron.
3. ¿Cómo engañar a la población? El político estadounidense Hiram Johnson apuntó que la verdad era la primera víctima de la guerra; y Orwell señaló que el lenguaje político se diseña para que las mentiras suenen como verdades. Göring, segundo de Hitler, reconoció que, como la gente no quiere la guerra, se debe ocultar y manipular: «Todo lo que tienes que hacer es decirles que están siendo atacados y denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo». En la guerra de Vietnam, el presidente y el Pentágono mintieron sobre el incidente del golfo de Tonkin para convencer al pueblo de ir a la guerra. Las filtraciones de Wikileaks y los estudios han enseñado como se emitieron centenares de declaraciones falsas sobre las armas de destrucción masiva en Irak o los vínculos iraquíes con al-Qaida.
4. ¿Cuál es su impacto global? El impacto de las guerras en la salud pública es inabarcable. Además de muertos y heridos, pensemos en el impacto sobre la salud física y mental en las víctimas de la tortura y en las mujeres y niñas que sufren violencia sexual, los millones de refugiados y desplazados y los mutilados por millones de minas. Pensemos en la huida de técnicos, médicos, educadores y profesionales, los efectos sanitarios agudos y crónicos por contaminantes del aire, tierra y agua de armas químicas, biológicas y nucleares, la destrucción ecológica del paisaje, la biodiversidad y la alteración de ecosistemas por las múltiples actividades militares.
5. ¿Qué podríamos hacer sin guerras ni ejércitos? Los costes de la guerra restringen los recursos sociales y de salud. Cada arma, cada buque, cada estación militar, cada soldado, roba recursos imprescindibles para reducir la pobreza, el desempleo, el analfabetismo, la desigualdad. El coste del gasto militar mundial de un hora equivale a la iniciativa de dos décadas de erradicar la viruela; el coste de medio día, permite pagar la inmunización completa de todos los niños del mundo por enfermedades infecciosas; el coste de tres semanas permitiría pagar la atención primaria de salud para los niños de los países pobres, el suministro de agua potable y la inmunización.
6. ¿Un mundo sin guerras? Muchos autores y políticos han planteado que la violencia y la guerra son «irremediables». McNamara, arquitecto de la guerra del Vietnam, dijo que no erradicaremos las guerras, «no vamos a cambiar la naturaleza humana». Al recibir el Nobel de la Paz, Obama afirmó no tener duda de que la maldad existía y que decir que la fuerza podía ser necesaria era «reconocer la historia, las imperfecciones del hombre y los límites de la razón», en una velada justificación de la escalada militar en Afganistán. Muchos otros creen que la guerra es un fenómeno asociado con conflictos sociales evitables. El antropólogo Douglas Fry ha documentado decenas de sociedades con niveles de agresión mínimos, apuntando que la guerra no es inevitable. Su prevención requiere analizar los conflictos e intereses geopolíticos, el negocio militar de las clases y países dominantes y las mentiras reproducidas en los medios, pero también educar en valores y actitudes antibélicos y pacifistas, y desarrollar movimientos como los encabezados por Gandhi y Martin Luther King.
En la víspera de Navidad de 1914 en la I Guerra Mundial, algunos soldados del frente occidental empezaron a cantar Noche de Paz, que enseguida se propagó por las trincheras. No hubo disparos. Los soldados dejaron sus armas para ir a tierra de nadie y confraternizar. La no declarada tregua hizo que, por unas horas, estallara la paz. La guerra puede evitarse. La paz se puede construir. También está en nuestra naturaleza.
Joan Benach y Carles Muntaner es Profesores de Salud Pública en la Universitat Pompeu Fabra y la Universidad de Toronto. Miembros del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud (Greds-Emconet, UPF).
Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/2868/sobre-la-guerra-y-la-salud-publica/
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