Salud trabajadores, de quienes todo depende y a quienes todos les resulta esquivo. Este 1° de mayo es muy distinto a la vez que muy parecido al año pasado, tan plagado de contradicciones como la coyuntura nacional en la que nos encontramos. Sobre la realidad que hable la lucha de clases Por un lado tenemos […]
Salud trabajadores, de quienes todo depende y a quienes todos les resulta esquivo. Este 1° de mayo es muy distinto a la vez que muy parecido al año pasado, tan plagado de contradicciones como la coyuntura nacional en la que nos encontramos.
Sobre la realidad que hable la lucha de clases
Por un lado tenemos una reactivación económica en curso, con un 12% de crecimiento del producto bruto con respecto al año 2002, por otro y con relación al mismo periodo, una sangría del 25 % del poder adquisitivo de los protagonistas de la reactivación: los trabajadores.
Por un lado tenemos miles de personas en condiciones habitacionales ultra deficitarias, por otro un decreto del nuevo gobierno que recorta en un 45% los recursos destinados a la construcción de viviendas. Por un lado tenemos un país agro exportador, con un volumen de venta de alimentos por cientos de millones de dólares, por otro el 57% de los niños del país nacen y viven en hogares por debajo de la línea de la pobreza y que según la UNESCO, un 17% de los niños entre 1 y 2 años padecen estados de desnutrición.
Por un lado tenemos que 120.000 personas abandonaron el campo en el 2004, por otro que el valor de la tierra aumentó un 78% en el mismo año. Por un lado tenemos que el 50% de la población se atiende en el M.S.P., por otro que el M.S.P. «funciona» con el 50% del presupuesto que manejaba hace cinco años. Y como si fuera poco, tenemos el honor -según el gobierno- de pagar una ilegitima deuda externa que, entre el 2005 y el 2006, se lleva más de 4000 millones de dólares (555 veces el presupuesto de la Universidad de la República). Subordinándose así, el esfuerzo de los trabajadores a la ganancia y el control de los organismos de crédito multinacional.
Para los de abajo, la realidad no son indicadores económicos, pero hasta los números le dan la razón, a lo que vemos y vivimos todos los días en nuestras casas, en nuestros barrios, a la vuelta de casi todas las esquinas de todo el país. Hay una realidad económica y social muy parecida a la de los años anteriores. Una realidad de despojo y perpetuación del desasosiego social y económico para los oprimidos, una realidad que es la expresión irrefutable de la vigencia de la lucha de clases y del carácter antisocial del Sistema Capitalista.
A río revuelto…posiciones claras.
Pero hay también y como parte de esta realidad, una situación absolutamente distinta, la llegada de la izquierda institucionalista al gobierno nacional. Esa «pequeña colina» que tanta claudicación le ha costado ha la cúpula dirigente de esa izquierda.
Hay un nuevo oficialismo en el gobierno del Estado y también una vieja derecha, reaccionaria y antipueblo, parapetada detrás de los grandes resortes de poder. Una derecha presta a la manipulación oportunista para dar rienda suelta a sus arrebatos fascistas. Una derecha que para nosotros no es adversaria, sino que es y será enemiga abierta y declarada, a la que habremos de seguir combatiendo infatigablemente.
A diferencia del nuevo oficialismo, nosotros no le tendemos puentes a la derecha, no apoyamos el pacto el club naval, no avalamos la impunidad, no hacemos alianza con lo Manini Rios o los Alcorta, no pedimos venias al FMI, no planteamos defender «el honor» de las fuerzas armadas asesinas de nuestro pueblo. A río revuelto posiciones claras. La izquierda institucionalista llega al gobierno y lo hace en el marco de una gran expectativa popular, porque no se aguanta más la devastación de la crisis y urge un cambio.
No nos cabe ser insolentes ante la alegría del pueblo. Es un estado emocional muy parecido al que surge cuando se ve caer una injusticia insoportable. Un pueblo cansado, harto de una forma de vida y la soberbia oligárquica de «los ganadores de siempre» no puede sino alegrarse a tambor batiente de la derrota electoral de la vieja derecha. Por eso ante nuestro pueblo la humildad del brazo arremangado. Pero una cosa es el pan rallado y otra my distinta el aserrín. Si este gobierno es de izquierda lo será por las medidas que adopte y no por lo largo de su lengua. Hay un pueblo sometido a la miseria, objeto de la degradación permanente de sus condiciones de vida y hay un gobierno con holgada mayoría parlamentaria. Por lo tanto lo que esta izquierda institucionalista haga o no será producto de su autodeterminación. Así están planteadas las cosas.
Podríamos hablar hasta el cansancio de la inviabilidad histórica del proyecto frenteamplista desde el punto de vista de los intereses y derechos de los trabajadores, pero las contradicciones tienen sus propias piernas. La dinamización de la lucha de clases irá hablando y en ese marco se estará dilucidando que sólo una perspectiva anticapitalista, libertaria y socialista podrá dar cause a la cancelación de las causas de una forma de vida alienante y oprimida. Por nuestra parte, no vamos a hacer política de brazos caídos esperando pasivamente la marcha de la historia y mucho menos contemporizar con este gobierno. Simplemente optamos por hacer política de brazo arremangado y no de grito atropellado.
Vamos a operar organizadamente y con todos nuestras fuerzas en todos los rincones de nuestro pueblo, combatiendo la segura y larvada embestida de la vieja derecha, así como la domesticación e institucionalización del movimiento popular por parte del nuevo oficialismo.
Lucharemos a brazo partido por defender y generar las condiciones para el ejercicio de la independencia política del pueblo socialmente organizado, dinamizando contradicciones y el despliegue autónomo y ascendente de la lucha de los oprimidos, acumulando fuerzas hacia el socialismo libertario. La llegada de la izquierda institucionalista al gobierno, implica resignificar tácticamente, desde el punto de vista de la izquierda de intención revolucionaria, los problemas a enfrentar, los desafíos a asumir y las oportunidades para acumular. En ese marco convocamos a todas y todos los compañeros de la izquierda clasista a organizarse, a militar más y mejor, a aferrarse a la utopía y a luchar en la realidad…siempre junto a los de abajo.
La aparente «calma política» que caracteriza ciertos momentos en la historia de la lucha de clases no nos confunde, ni nos desespera. En tanto continué vigente la dinámica de la explotación económica y la opresión política del Estado, seguirá pendiente la resolución auténtica del conflicto de clase. En esto no hay falsos atajos. La emancipación de los trabajadores no será sino el producto histórico de la organización del poder popular y el insurreccionalismo revolucionario.
Hablarán las convicciones, movilizarán las pasiones, trabajarán los brazos y así serán los hechos los que abrirán nuevamente ante el pueblo, la legitimidad del horizonte revolucionario.