En un artículo titulado «En respuesta a Agustín Cano»1, Alma Bolón, en rigor, no responde la tesis central del artículo que motiva su reacción. Ni siquiera la comenta. En vez de hacerlo, prefiere las insinuaciones infundadas, alternadas con descalificaciones menos sutiles de lo habitual en la autora, que hacen de su artículo una oportunidad perdida […]
En un artículo titulado «En respuesta a Agustín Cano»1, Alma Bolón, en rigor, no responde la tesis central del artículo que motiva su reacción. Ni siquiera la comenta. En vez de hacerlo, prefiere las insinuaciones infundadas, alternadas con descalificaciones menos sutiles de lo habitual en la autora, que hacen de su artículo una oportunidad perdida para el debate de ideas.
Bolón me atribuye un triple propósito: denunciar los mecanismos de control y represión del Ministerio del Interior, mientras «defiendo» la candidatura de Constanza Moreira, y de paso aprovecho para «linchar» a la Plenaria Memoria y Justicia. Las razones y mecanismos por los cuales Alma Bolón llega a atribuirme tales intenciones escapan a mis posibilidades de entendimiento, ya que no pueden deducirse de mi artículo. Salvo, claro está, que el sólo hecho de citar a Moreira me convirtiera en defensor de su candidatura, y eso además, en forma retroactiva, ya que, como es evidente, el artículo fue escrito antes de que se conociera dicha pre-candidatura. O sea que, no sólo quien cita a Moreira se convierte en su propulsor, sino que además el mecanismo de asociación se aplica con retroactividad. Absurdo.
A su vez, Bolón considera incompatible (prefiere decir «extravagante») vincular en un análisis a Badiou con Moreira, Rico y Orwell. Sin embargo, para fundamentar tal incompatibilidad, Bolón desplaza el propio eje de análisis del artículo. De este modo, lo que es un análisis sobre el miedo como mecanismo de control, y sobre el proceso por el cual el gobierno progresista se fue incorporando al consenso conservador en torno al «problema de la seguridad» (proceso que la cita a Constanza Moreira ayuda a ilustrar), en la respuesta de Bolón termina siendo una discusión sobre la vía electoral. Por lo demás, el pensamiento de Badiou sobre la cuestión electoral es explicitado en toda su radicalidad en el artículo, por lo que no son de recibo las acusaciones de elegir un Badiou «muy particular».
Es que, en definitiva, quien denuncia mi «santificación» de Badiou, no rebate el uso que hago de las ideas del filósofo para analizar el problema que pretendo analizar, sino la compañía intelectual a la que lo someto, asumiendo entonces Bolón la sacerdotal tarea de limpiarlo de las tan espurias y pecaminosas compañía s de «figuras claramente identificadas en Uruguay con la lucha electoral» . Es un planteo que roza lo sectario, pero supondremos de buena fe que Bolón no proscribe a Constanza Moreira o Álvaro Rico, sino que cuestiona la coherencia de su articulación analítica con Badiou, y que lo hace a partir de suponer que yo intento favorecer una «candidatura alternativa».
Llegado a este punto, lo que corresponde es volver a situar el planteo central de mi artículo. Lo que sostengo, ahora sintéticamente, es que el aparato represivo de nuestro país toma a la Plenaria como foco, ensañándose con dicha organización al mismo tiempo que la produce como enemigo interno, instalándola en el lugar de la víctima propiciatoria a través de determinadas operaciones, descritas en el artículo. Sostengo a su vez que esta operación, trascendiendo a la Plenaria, tiene como objetivo final el control de todas las voces disidentes, tanto las existentes como las por existir, a través del miedo, la despolitización, la deslegitimación, la criminalización, y cuando fuera necesaria, la represión (lo cual se evidenció nuevamente con el pedido de procesamiento de determinados militantes seleccionados por un fiscal del Estado). O sea que, lejos de pretender «linchar» a la Plenaria, como sostiene Bolón, mi artículo en todo caso denuncia la construcción del linchamiento.
La caracterización que hago de la Plenaria ocupa un lugar secundario en mi artículo, formando parte de la explicación de porqué entiendo que es dicha organización, y no otra, la que resulta seleccionada por el aparato represivo para producirla en el lugar del enemigo interno. Realizo dicha caracterización con franqueza. Podrá Bolón discrepar con ella; pero a partir de allí, para inferir lo que infiere, hace falta el más duro pensamiento dicotómico.
Por último, Alma Bolón parece confundir el uso que hago de la expresión «la Plenaria y sus aliados los anarquistas». Es claro que recurro a dicha expresión como un recurso de ironización del discurso paranoico del poder, al cual busco ridiculizar con el fin de despojarlo de la supuesta amenaza en la que basa su autojustificación, y poder visualizarlo en su real dimensión represiva. Si bien entiendo que eso está bastante claro en el artículo, se hace también necesario aclararlo aquí.
Es mi aspiración que, de continuar esta polémica, sea sobre la base de los planteos realizados y los argumentos esgrimidos, preocupados por pensar el proceso de sustitución de la política por el miedo y la construcción de un Estado policial en nuestro país.
Agustín Cano es Licenciado en Psicología por la Universidad de la República, Uruguay. Forma parte del equipo periodístico del programa radial «Arquero Peligro».
Nota:
1 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=174280
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