
Mientras el mundo celebra la transición energética, Marruecos consolida su liderazgo en hidrógeno verde aprovechando la ocupación ilegal del Sáhara Occidental. Proyectos millonarios, apoyo de potencias internacionales y un modelo de explotación que excluye al pueblo saharaui muestran que la energía del futuro puede reproducir los viejos patrones de colonialismo en pleno siglo XXI.