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Un My Lai por mes

Fuentes: The Nation

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

A mediados de los años sesenta, el Delta del Mekong, con sus verdes arrozales y aldeas bordeando canales, era el tazón de arroz de Vietnam del Sur y residencia de casi 6 millones de vietnamitas. También fue uno de los baluartes revolucionarios más importantes durante la Guerra de Vietnam. A pesar de su importancia militar, responsables del Departamento de Estado estaban «profundamente inquietos» ante la posible introducción de muchos soldados de EE.UU. en el área densamente poblada, temiendo que sería imposible limitar la matanza de civiles.

Sin embargo, a fines de 1968, cuando las negociaciones de paz en París comenzaron en serio, los funcionarios de EE.UU. lanzaron una «acometida por tierra» para pacificar inmensos sectores del Delta y colocar a la población bajo el control del gobierno sudvietnamita en Saigón. Para lograrlo, desde diciembre de 1968 hasta mayo de 1969, la Novena División de Infantería realizó una operación en gran escala, con apoyo de recursos no pertenecientes a la división que iban desde helicópteros artillados a bombarderos B-52. La ofensiva, conocida como Operación «Speedy Express», reivindicó un recuento de enemigos muertos de 10.899 al coste de sólo 267 vidas estadounidenses. Aunque se sabía que los guerrilleros estaban bien armados, la división capturó sólo 748 armas.

A fines de 1969, Seymour Hersh reveló la historia de la masacre de My Lai ocurrida en 1968, durante la cual soldados de EE.UU. masacraron a más de 500 civiles en la Provincia Quang Ngai, al extremo norte del Delta. Algunos meses después, en mayo de 1970, un «grunt» [acrónimo para soldado sin entrenamiento especial enviado al frente, N. del T.] que participó en «Speedy Express» envió una carta confidencial a William Westmoreland, en aquel entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, diciendo que las atrocidades de la Novena División equivalían a «un My Lai por mes durante un año.» En sus memorias de 1976 «A Soldier Reports,» Westmoreland insistió en que: «El Ejército investigó cada caso [de posibles crímenes de guerra] no importa quién hizo la afirmación,» y afirmó que «ninguno de los crímenes se aproximó ni remotamente a la magnitud y al horror de My Lai.» Sin embargo él actuó personalmente para acallar una investigación de las atrocidades en gran escala descritas en la carta del soldado.

Descubrí esa carta y dos más, cada una sin firma o firmada sólo «Sargento Inquieto,» en los Archivos Nacionales en 2002, en una colección de archivos sobre el caso de Sargento que había sido desclasificado, pero olvidado, iniciando lo que se convirtió en una investigación de un año de duración. Los antecedentes muestran que sus afirmaciones – sobre helicópteros artillados que ametrallaban a no-combatientes, de ataques aéreos contra aldeas, de campesinos abatidos a tiros en sus campos mientras los comandantes presionaban inexorablemente para altos recuentos de víctimas mortales – fueron una fuente de preocupación a alto nivel. Un estudio de la carta por un experto del Pentágono estableció que sus afirmaciones eran extremadamente plausibles, y funcionarios militares identificaron provisoriamente al autor como George Lewis, condecorado con el «Corazón Púrpura», quien sirvió en la Novena División en el Delta desde junio de 1968 hasta mayo de 1970. Sin embargo no existe información alguna de que investigadores hayan tomado contacto alguna vez con él. Ahora, a través de mi propia investigación – utilizando material de cuatro importantes colecciones de papeles de archivo y personales, incluyendo cartas confidenciales, relatos de informaciones secretas del Pentágono, entrevistas no publicadas con sobrevivientes de Vietnam y funcionarios militares, realizadas en los años setenta por periodistas de Newsweek, así como entrevistas nuevas con oficiales y personal alistado de la Novena División – he podido corroborar las horrendas afirmaciones de Sargento. La investigación muestra un inquietante cuadro de matanza de civiles en una escala que por cierto hace parecer pequeña la de My Lai, y un encubrimiento a los niveles más altos del Ejército. Las matanzas no ocurrieron por accidente o aberración. Fueron, en cambio, el resultado de políticas de mando que convirtieron amplios sectores del Delta del Mekong en «zonas de libre fuego» en un implacable esfuerzo por lograr un elevado recuento de víctimas mortales. Aunque la carnicería en el Delta no comenzó ni terminó con «Speedy Express», la operación provee una dura nueva instantánea de la desalmada matanza que caracterizó las acciones de EE.UU. durante la Guerra de Vietnam.

El sargento inquieto

Una sospecha de que algo terrible había tenido lugar en el Delta del Mekong apareció en una fuente extremadamente improbable – un Informe de Interrogatorio para Oficiales de Alta Categoría de septiembre de 1969 que antes era confidencial, de ningún otro que el comandante de la Novena División, entonces el general Julian Ewell, que llegó a ser conocido entre los militares como «el Carnicero del Delta» por su obsesión total con el recuento de víctimas mortales. En el informe, copias del cual fueron enviadas a la oficina de Westmoreland y a otros altos responsables, Ewell señaló francamente que aunque la Novena División colocaba el acento sobre «el uso discriminado y selectivo del poder de fuego,» en algunas áreas del Delta «donde dicho énfasis no fue aplicado o no era factible, el campo se parecía a los campos de batalla de Verdún,» el sitio de una batalla tristemente célebre por lo sangrienta de la Primera Guerra Mundial.

En diciembre de ese año, un documento producido por el Frente de Liberación Nacional [de Vietnam] precisó el cuadro. Informó que entre el 1 de diciembre de 1968 y el 1 de abril de 1969, primordialmente en las provincias Kien Hoa y Dinh Tuong del Delta, la «9ª División lanzó un «ataque expreso» y «destruyó muchas áreas, masacrando a 3.000 personas, sobre todo ancianos, mujeres y niños, y arrasando miles de casas, cientos de hectáreas de campos y huertos.» Pero es casi seguro que, al igual que la mayoría de los informes del FLN sobre atrocidades contra civiles, éste fue descartado como propaganda por funcionarios de EE.UU. Un informe de ese mismo mes de United Press International en el que asesores de EE.UU. acusaron a la división de haber aumentado el Recuento de víctimas mortales matando a civiles con helicópteros artillados y artillería, también fue ampliamente ignorado.

Luego, en mayo de 1970, la carta de diez páginas de Sargento Inquieto llegó a la oficina de Westmoreland, diciendo que tenía «información sobre cosas tan malas como My Lai» y describiendo, en detalle, el coste humano de la Operación «Speedy Express».

En esa primera carta, el sargento no escribió sobre un puñado de masacres sino que de políticas oficiales de mando que habían llevado al asesinato de miles de inocentes.

    «Señor, la 9ª División no hizo nada para impedir los asesinatos, y al impulsar con tanta energía el recuento de víctimas mortales, nos «dijeron» que matáramos muchos vietnamitas más que en My Lai, y sólo sabíamos que unos pocos por cientos de ellos eran enemigos…

    «En caso que usted no piense que quiero decir que muchos vietnamitas fueron muertos de esa manera, le puedo dar una cierta idea de cuántos lo fueron. Un batallón mataba tal vez 15 o 20 por día. Con 4 batallones en la Brigada eso sería fácilmente entre 40 a 50 por día, o entre 1.200 y 1.500 por mes. (¡Un batallón reivindicó casi 1.000 recuentos de víctimas en un mes!) Si sólo tengo razón en un 10%, y créame que es mucho más, le estoy hablando de unos 120 a 150 asesinatos, o sea un My Lay por mes durante un año…

    «Los francotiradores llegaban a entre 5 y 10 por día, y creo que todos los 4 batallones tenían equipos de francotiradores. Eso representa 20 por día o por lo menos 600 por mes. De nuevo, si tengo razón en un 10% [solo] los francotiradores representaron un My Lai cada dos meses.»

En esta carta, y en dos más enviadas durante el año siguiente a otros altos generales, el sargento informó que la artillería, los ataques aéreos, y los helicópteros artillados habían causado estragos en áreas pobladas. Bastaban, dijo, unos pocos disparos desde una aldea o desde una arboleda cercana y los soldados «siempre pedían artillería o helicópteros o ataques aéreos.» «Muchas veces,» escribió, «eran pedidos aunque no nos dispararan. Y cuando llegábamos a la aldea había mujeres y niños llorando y a veces heridos o muertos.» Los ataques eran disculpados, decía, porque eran considerabas «zonas de libre fuego.»

El sargento escribió que la política de la unidad era disparar no sólo contra guerrilleros (a los que los soldados de EE.UU. llamaban Vietcong o VC) sino a cualquiera que corriera. Ése fue el «asesino número uno» de civiles desarmados, escribió, explicando que los helicópteros «sobrevolaban a un sujeto en los campos hasta que se atemorizaba y corría y entonces lo aniquilaban» y los francotiradores de la 9ª División abatían a tiros a campesinos a larga distancia para aumentar el recuento de víctimas mortales. Informó que era común que se detuviera a civiles desarmados y se les obligara a caminar frente a una unidad para activar trampas-bomba del enemigo. «Ninguno [de] nosotros quería que lo volaran,» escribió, «pero no era correcto utilizar civiles para hacer estallar las minas.» También explicó la baja ratio de armas:

    «compárelos [los recuentos de víctimas] con la cantidad de armas que obtuvimos. No los escondites, o las armas que encontramos después de un gran enfrentamiento con los más duros, sino a un VC muerto con un arma. El general simplemente tenía que saber de las muertes equivocadas por las armas. Si informamos de armas, teníamos que entregarlas, así que decíamos que las armas fueron destruidas por balas o lanzadas a un canal o arrozal. En la estación seca, antes de los monzones, había sitios en los que muchos canales y todos los arrozales estaban secos. El general tiene que haber sabido que era inventado.»

Según el Sargento Inquieto, esos asesinatos fueron todos realizados por un motivo: «el general a cargo y todos los comandantes, que nos presionaban permanentemente para que tuviéramos un alto recuento de víctimas mortales.» Señaló que: «Nadie dio alguna vez órdenes directas de ‘disparar a civiles,’ que yo sepa, pero los resultados no mostraron ninguna diferencia con si… lo hubieran ordenado. Los vietnamitas estaban muertos, víctimas de la presión por el recuento de víctimas mortales y a nadie le importaba lo suficiente como para detenerlo.»

El carnicero del Delta y el Papaíto del Arrozal

Durante el período de Ewell como comandante de la Novena División, desde febrero de 1968 hasta abril de 1969, sus unidades lograron ratios de muertes notablemente elevadas. Mientras el promedio histórico de EE.UU. era de diez a uno, se dice que los soldados de Ewell lograron setenta y seis a uno en marzo de 1969. La obsesión de Ewell con el recuento de víctimas mortales fue compartida con entusiasmo por su adjunto, el entonces coronel Ira»Jim» Hunt, quien sirvió de comandante de brigada en la Novena División como jefe de estado mayor de Ewell.

«Hunt, que fue durante un tiempo nuestro Comandante de Brigada y luego fue general adjunto… solía vociferar y maldecir por radio y hablar de los malditos «gooks», y decir a los helicópteros artillados que dispararan a los hiputas, que era una zona de libre fuego,» escribió el Sargento Inquieto. Hunt, dijo, «no se preocupaba por los vietnamitas ni por nosotros, sólo quería el máximo de todo, incluyendo el recuento de víctimas mortales»; «Hunt siempre maldecía y gritaba por radio desde su C and See [helicóptero de Comando y Control] a los soldados o a los helicópteros artillados que dispararan a algunos vietnamitas que veía corriendo aunque no sabía si tenían un arma o si eran mujeres o qué.»

El sargento escribió que el observador avanzado de artillería (FO) «decía al comandante de mi compañía que no podía disparar a la aldea porque estaba en la lámina superpuesta de población.» El comandante del batallón «se enfurecía y maldecía por radio al comandante de mi compañía y… declaraba un contacto [con el enemigo] para que el FO disparara como sea. Yo estaba ahí, y no estábamos en contacto pero el comandante de mi compañía y el FO hacían lo posible por conseguir que el COL [coronel] echara marcha atrás.» Continuó: «Ni siquiera escuchaba cuando el FO quería esperar hasta que oscureciera y utilizar granadas de WP [fósforo blanco] que estallaban en el aire para ajustar… para no aniquilar chozas.» En su lugar, dijo el coronel «tenía que ser HE (alto explosivo) directamente en las casas.»

En una entrevista que realicé en 2006 con Deborah Nelson, que era periodista en Los Angeles Times, Ira Hunt afirmó que la Novena División no disparó artillería cerca de aldeas. También negó todo conocimiento de las afirmaciones de Sargento Inquieto y argumentó contra la noción de que un énfasis del mando en el recuento de víctimas mortales haya conducido al asesinato masivo de civiles. «Nadie va a decir que civiles inocentes no sean muertos en tiempos de guerra, pero tratamos de limitarlo a un mínimo absoluto,» dijo. «Las muertes civiles son anatema, e hicimos lo posible por proteger a civiles. Considero increíble que haya gente que salga y mate a civiles inocentes sólo para aumentar un recuento de víctimas mortales.» Pero entrevistas con varios participantes en «Speedy Express», junto con testimonios públicos e informes publicados, confirman sólidamente las afirmaciones en las cartas de Sargento.

El comandante del batallón de Sargento Inquieto, al que se refieren las cartas, fue el difunto David Hackworth, quien tomó el mando de la Infantería 4/39 de la Novena División en enero de 1969, En sus memorias de 2002: «Steel My Soldiers’ Hearts,» se hizo eco de las afirmaciones de Sargento sobre la presión abrumadora para producir elevados recuentos de víctimas. «Numerosos civiles vietnamitas inocentes fueron masacrados por el impulso de Ewell-Hunt por tener el recuento de víctimas mortales más elevado del país,» escribió. También señaló que cuando Hunt presentaba una recomendación para una mención, citando una ratio elevada de muertes, excluía el hecho incómodo de que «la 9ª División tenía la ratio más baja de armas capturadas al enemigo en Vietnam.»

Durante «Speedy Express», el mayor William Taylor Jr. también vio a Hunt in acción, y en una entrevista en septiembre se hizo eco de la evaluación de Sargento Inquieto. Taylor, actualmente coronel en retiro y asesor sénior en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, recordó haber volado sobre arrozales con Hunt: «Dijo algo al piloto, y repentinamente el artillero en la puerta comenzó a disparar una ametralladora de calibre .50 por la puerta, y dije: ‘¿Qué diablos es eso?’ Él dijo: ¿Ves a esos piyamas negros ahí en los arrozales? Son Vietcong. Acabamos a matar a dos.'» Inmediatamente después, Hunt habló de nuevo con el piloto. «Estaba haciendo un recuento de víctimas mortales,» dijo Taylor. «Informando de un recuento de víctimas mortales.» Más tarde preguntó a Hunt cómo podía identificar a Vietcong desde el helicóptero, sin ver armas o recibir fuego desde tierra. «Dijo: ‘Porque llevan piyamas negros.’ Dije: ‘Bueno, señor, pensé que los trabajadores en los campos llevan piyamas negros.’ Dijo: ‘No, no aquí. Los piyamas negros son Vietcong.'»

Como Hackworth, Taylor recordó un énfasis predominante en los recuentos de víctimas. Era «la medida más importante de éxito, y venía del ejemplo personal del comandante de la Novena División, general Julian Ewell,» dijo. «Lo vi directamente. El recuento de víctimas mortales lo era todo.»

En agosto hablé con Gary Nordstrom, enfermero en combate de la Compañía C, Infantería 2/39 de la Novena División, durante «Speedy Express», quien describió cómo el énfasis en el recuento de víctimas mortales llegaba al terreno. «Para todos los soldados rasos, ésa era la mentalidad,» recordó. «Conseguid el recuento de víctimas mortales. Conseguid el recuento de víctimas mortales. Prevalecía por doquier. Pienso que era la mentalidad del cuerpo de oficiales de arriba abajo.» En múltiples casos, su unidad disparó contra vietnamitas sin otro motivo que porque iban corriendo. «Por lo menos en una ocasión,» dijo, «fui y confirmé que estaban muertos.»

En los últimos meses, hablé con dos oficiales de la Novena División que se pelearon con Ewell por políticas de la división. El teniente general en retiro, Robert Gard, quien comandó los cinco batallones de artillería de la división durante su período de servicio 1968-69, me habló del fuerte énfasis de Ewell en el recuento de muertos y dijo que nunca supo de restricción alguna respecto a los disparos en o cerca de aldeas. «No cabe duda alguna de que nuestras operaciones resultaron en víctimas civiles,» me dijo en julio. Gard recordó haber discutido con Ewell una vez sobre tiros de artillería contra una aldea después de recibir fuego de morteros desde ella. «Le dije que no, pensaba que era imprudente hacerlo,» dijo en una entrevista en 2006 conmigo y Nelson.» Tuvimos un enfrentamiento por el tema.» Gard también sirvió con Hunt, a quien sucedió como jefe de estado mayor de la división. Al preguntarle si también Hunt, presionaba por mayores recuentos de víctimas, Gard respondió: «A lo grande». «Jim Hunt se apodaba «Papaíto del Arrozal,» recordó Gard, refiriéndose a la señal de radio de Hunt. «Perdía las riendas.»

El mayor Edwin Deagle sirvió en la división de julio de 1968 hasta junio de 1969, primero como ayudante de Ewell y Hunt y luego como oficial ejecutivo (XO) de la Infantería 2/60 de la división durante «Speedy Express». En septiembre me habló sobre «la tremenda presión que Ewell aplicaba a todas las operaciones de unidades de combate, incluyendo la artillería, que tendría a crear circunstancias bajo las cuales aumentaba la cantidad de víctimas civiles.» Inquieto específicamente de que la presión sobre las unidades de artillería había erosionado la mayoría de las salvaguardas sobre los disparos cerca de aldeas, enfrentó a su comandante. «Terminaremos por matar a muchos civiles,» dijo a Ewell.

Deagle recordó además un incidente después de hacerse cargo como XO cuando estaba escuchando en la radio como una de sus unidades cayó en una emboscada y perdió al comandante de la compañía, dejando a cargo a un oficial subalterno. Confuso e incapaz de ganar la partida a las fuerzas enemigas, el teniente pidió un ataque de helicópteros con instrucciones poco precisas. «Lanzaron una tremenda cantidad de cohetes de 2,75 mm a la localidad,» recordó Deagle, «y eso mató a un total de unos 145 familiares o civiles vietnamitas.»

Deagle emprendió amplios análisis estadísticos de la división y estableció que 2/60, uno de diez batallones de infantería, daba razón de un 40% desproporcionado de las armas capturadas. Sin embargo, incluso en su batallón atípico, prevalecía una mentalidad de recuento de víctimas mortales, según el enfermero en combate Wayne Smith, quien llegó en los últimos días de «Speedy Express» y terminó por servir con el 2/60. «Todo tenía que ver con el recuento de víctimas mortales,» recordó en junio. Cuando tenía que ver con zonas de libre fuego, «Todo el que estaba era víctima fácil,» dijo Smith. «Así eran las cosas. A veces pueden haber tenido armas. Otras no. Pero si estaban en un área, seguro que tratábamos de matarlos.»

Otro estadounidense que presenció la carnicería fue John Paul Vann, teniente general en retiro del Ejército que llegó a ser jefe de los esfuerzos de pacificación de EE.UU. en el Delta del Mekong en febrero de 1969. Voló en algunas de las operaciones nocturnas de helicópteros de la Novena División. Según notas de una entrevista no publicada con el corresponsal del New York Times en la Guerra de Vietnam, Neil Sheehan, en 1975, el adjunto de Vann, coronel David Farnham, dijo que Vann estableció que los soldados utilizaban artefactos de visión nocturna para atacar a cualquiera y a toda persona, casas y búfalos de agua que discernían. No se hacía ningún intento para determinar si se trataba de civiles o enemigos, y como resultado se mató o hirió a una gran cantidad de no combatientes.

Louis Janowski, quien sirvió como consejero en el Delta durante «Speedy Express», vio muchas cosas similares y se mostró mordaz en un informe interno de fin de su período de servicio en 1970. En el informe, calificó a otras operaciones de helicóptero en el Delta, conocidas como programa Phantom, de una forma de «terrorismo no selectivo.» «He volado misiones de Phantom III y he volado en operaciones de evacuación médica en helicópteros a suficiente gente mayor y niños como para creer firmemente que el porcentaje de Viet Cong muertos por recursos de apoyo corresponde aproximadamente al porcentaje de Viet Cong en la población,», lo que indica un modelo de muertos totalmente indiscriminado. «Es decir, si un 8% de la población de un área es Vietcong, aproximadamente un 8% de la gente que matábamos eran Viet Cong.»

Un consejero en otra provincia del Delta, Jeffrey Record, también presenció la carnicería infligida a civiles por el programa Phantom durante «Speedy Express». En un artículo de 1971 en Washington Monthly, Record recordó que vio como helicópteros artillados bombardeaban una manada de búfalos de agua y a seis o siete niños que los cuidaban. Segundos después, el tranquilo arrozal había sido «transformado en un légamo sanguinolento lleno de trozos de carne,» escribió Record. «Los niños muertos y los búfalos de agua fueron agregados al recuento de víctimas mortales oficial de Viet Cong.»

El encubrimiento

En abril de 1969 Ewell ascendió a jefe de la II Field Force, Vietnam, que entonces era el mayor comando de combate de EE.UU. en el mundo. Ese mismo mes, en un artículo de AP, Ira Hunt defendió el recuento de víctimas mortales contra los que lo calificaban de «terrible medida de rendimiento.» El artículo también citaba a un alto oficial que negó que se matara deliberadamente a no combatientes, mientras aceptaba que muertes de no combatientes resultaran de operaciones de la Novena División. «¿Hemos matado a civiles inocentes?» preguntó retóricamente durante una entrevista. ‘Diablos, sí’ respondió, ‘pero lo mismo hacen los sudvietnamitas.'»

En la primavera de 1970, cuando Ewell se preparaba para abandonar Vietnam para servir como máximo consejero militar de EE.UU. en las conversaciones de paz de París, R. Kenley Webster, asesor jurídico interino del Ejército, leyó la carta de Sargento Inquieto a pedido del Secretario del Ejército Stanley Resor. Según un memorando que Webster escribió en esos días, que estaba entre los documentos que descubrí en los Archivos Nacionales, lo «impresionó su acometividad» y «sinceridad» y ordenó un informe interno anónimo de un respetado veterano de Vietnam. Ese informe confirmó las afirmaciones de Sargento Inquieto:

    «Es de conocimiento común que la carrera de un oficial puede ser hecha o destruida en Vietnam… Bajo tales circunstancias – y especialmente si incentivos como «salidas de los cuarteles», adjudicaciones de R&R [descanso y relajación], y condecoraciones están ligadas a las cifras de recuentos de víctimas – la presión de matar indiscriminadamente, o por lo menos dar parte de cada víctima vietnamita como si fuera una baja del enemigo, parecería ser prácticamente irresistible.»

En junio de 1970 Webster envió un memorando, con el estudio, a Resor, recomendando que consultara con

Westmoreland y Creighton Abrams, en aquel entonces máximo comandante en Vietnam, sobre el asunto. Según documentos del Ejército, Resor y Abrams discutieron las afirmaciones, pero no se inició una investigación.

Noticias de las atrocidades en el Delta ya se filtraban al público. Ese invierno, veteranos de «Speedy Express» hablaron sobre la matanza de civiles en la Investigación Nacional de Veteranos en Washington, y en la Investigación del Soldado de Invierno en Detroit. En abril de 1971, en audiencias dirigidas por el representante

Ronald Dellums, graduados de West Point veteranos de Vietnam testificaron sobre la «manía del recuento de víctimas mortales» de Ewell. Ese mismo mes, apareció el artículo de Record en Washington Monthly.

Dentro de días, Robert Komer, ex adjunto de Westmoreland y jefe de los esfuerzos de pacificación en Vietnam, escribió a Vann solicitando su evaluación del artículo y señalando que: «¡Todo suena demasiado verosímil!» A comienzos de mayo de 1971, Vann respondió a Komer, entonces consultor con la RAND Corporation, que «EE.UU. se encuentra en terreno muy frágil respecto de si las misiones aéreas Phantom u otras de «caza y mata,» y literalmente asesores iracundos, militares y civiles han documentado cientos de horribles ejemplos.»

Por aquel entonces, Ira Hunt había vuelto de Vietnam y, en un extraño vuelco del destino, dirigía la investigación del Ejército del coronel Oran Henderson, el comandante de brigada cuya unidad realizó la masacre de My Lai. Aunque Hunt recomendó sólo un castigo suave, no-judicial según el Artículo 15 – Henderson fue juzgado por un consejo de guerra. El 24 de mayo, Henderson soltó una bomba, diciendo que el asesinato masivo no era una aberración. «Cada unidad de tamaño de brigada tiene su My Lai oculto en algún sitio,» dijo. El único motivo por el que no eran conocidos era que «cada unidad no tiene un Ridenhour.» De hecho, la brigada de Hunt tenía un denunciante como Ron Ridenhour, pero en lugar de enviar cartas a docenas de destacados funcionarios del gobierno y de las fuerzas armadas, el Sargento Inquieto mantuvo por desgracia sus quejas dentro del Ejército – temiendo, escribió, que si las publicaba el Ejército se metería «en más líos.»

La falta de exposición al público posibilitó que los militares disimularan las afirmaciones. En agosto de 1971, mucho más de un año después de la primera carta de Sargento a Westmoreland, un memorando del Ejército señaló que por fin la División de Investigación Criminal intentaba identificar y ubicar al autor de la carta – no para investigar sus afirmaciones sino para evitar que sus quejas llegaran al señor Dellums.» En septiembre, la oficina de Westmoreland ordenó al CID que identificara al Sargento Inquieto y «le asegurara que el Ejército estaba comenzando a investigar sus afirmaciones»; dentro de días, el CID informó que la división lo había «identificado provisoriamente» y que buscaría una entrevista. Pero el mismo día de ese informe del CID, un asistente de Westmoreland escribió un memorando declarando que el general había solicitado el consejo de

Thaddeus Beal, subsecretario del Ejército y abogado civil, quien recomendó que ya que las cartas de Sargento Inquieto eran anónimas, el Ejército podía legítimamente desecharlas. En el memorando, el asistente resumió los pensamientos de Westmoreland diciendo: «Hemos hecho todo lo que podíamos hacer en este caso,» y «de nuevo reiteró que no estaba tan seguro de que debiéramos enviar algo al exterior en este asunto de afirmaciones generales de crímenes de guerra.» Poco después, en una reunión a fines de septiembre entre funcionarios del CID y alto personal del Ejército, la investigación que apenas había comenzado fue oficialmente liquidada.

Enterrando la historia

En 1971, algo atrajo la atención de Alex Shimkin, corresponsal a tiempo parcial de Newsweek, fluente en vietnamita, mientras estudiaba minuciosamente documentos emitidos por el Comando de Ayuda Militar de EE.UU., Vietnam, o MACV, que coordinaba todas las actividades militares de EE.UU. en Vietnam del Sur: la ratio extremadamente desequilibrada de enemigos muertos a armas capturadas durante «Speedy Express». A instancias de Kevin Buckley, jefe del buró de Newsweek en Saigón, y sin conocimiento de las afirmaciones de Sargento Inquieto, Shimkin inició un exhaustivo análisis de los documentos del MACV que incluían fechas, lugares y estadísticas detalladas. De ahí, él y Buckley comenzaron a ahondar.

Entrevistaron funcionarios civiles y militares de EE.UU. a todos los niveles, rebuscaron a través de registros de hospitales civiles y viajaron a áreas del Delta más afectadas por «Speedy Express» para hablar con sobrevivientes vietnamitas. Lo que averiguaron – en gran parte documentado en entrevistas y notas no publicadas que obtuve recientemente de Buckley – se hacía eco exactamente de lo que el Sargento Inquieto confió a Westmoreland y a otros altos generales. Todas sus fuentes les aseguraron que no había falta de armas del enemigo que justificaran la burda disparidad entre muertes y armas. La única explicación de la ratio, descubrieron, era que muchos de los muertos eran civiles. Inmensas cantidades de ataques aéreos habían diezmado el campo. Fulminantes andanadas de artillería y morteros fueron realizadas continuamente. Muchas, si no la mayoría, de las muertes fueron registradas en la bitácora de helicópteros y ocurrieron de noche.

«El horror fue peor que My Lai,» dijo a Buckley un funcionario estadounidense familiarizado con las operaciones de la Novena División de Infantería en el Delta. «Pero en el caso de la Novena, las víctimas civiles llegaban poco a poco y se extendían durante largos períodos. Y en su mayoría fueron infligidas desde el aire y de noche. También, fueron avaladas por la insistencia del comando en elevados recuentos de víctimas.» Otro cuantificó el asunto, señalando que hasta 5.000 de los muertos durante la operación eran civiles.

Relatos de sobrevivientes vietnamitas en Kien Hoa y Dinh Tuong repitieron los escenarios descritos por el Sargento Inquieto. Buckley y Shimkin hablaron con un grupo de ancianos de una aldea que sabían de treinta civiles que fueron asesinados cuando tropas de EE.UU. los utilizaron como detectores humanos de minas. Un anciano vietnamita de Kien Hoa les dijo: «Los estadounidenses destruyeron cada casa con artillería, ataques aéreos o quemándolas con encendedores para cigarrillos. Unas 100 personas fueron muertas por bombardeos.» Otro hombre, el señor Hien, recordó: «Los helicópteros ametrallaron el área incluso a plena luz del día porque la gente que trabajaba en sus campos y jardines se asustó al aproximarse los helicópteros y comenzaron a escaparse corriendo.»

Otro anciano de Kien Hoa, el señor Ba, recordó: «Cuando llegaron los estadounidenses a comienzos de 1969 hubo fuego de artillería contra la aldea todas las noches y varios ataques de B-52 que excavaron la tierra.» Los registros del MACV no sólo mostraron bombardeos en el área exacta de la aldea; el informe fue confirmado por entrevistas con un enfermero Vietcong local que más tarde se sumó a las fuerzas sudvietnamitas aliadas con EE.UU. Les dijo que «cientos de granadas de artillería cayeron en la aldea, causando numerosas víctimas.» Siguió diciendo: «Trabajé para un doctor del Frente [Nacional de Liberación] y el operó a menudo cuarenta o más personas por día. Su hospital trató a por lo menos mil personas de cuatro aldeas a inicios de 1969.»

Buckley y Shimkin encontraron registros que mostraban que durante «Speedy Express», un 78% de los 1.882 civiles heridos por la guerra tratados en el hospital provincial Ben Tre en Kien Hoa – que servía sólo a una pequeñísima área del vasto Delta – estaban heridos por fuego de EE.UU. E incluso esa gran cantidad fue probablemente una subestimación de la cantidad de víctimas. «Mucha gente que fue herida murió camino a los hospitales,» dijo un funcionario de EE.UU. «Muchos otros fueron atendidos en casa, o en hospitales dirigidos por el VC, o en pequeños dispensarios operados por el [Ejército sudvietnamita]. La gente que llegó a Ben Tre tuvo suerte.»

En noviembre de 1971. Buckley envió una carta al MACV en la que se hizo eco de las afirmaciones de Sargento Inquieto sobre matanzas masivas durante «Speedy Express». Citando la asimétrica ratio de muertes y armas, Buckley escribió: «La investigación en el área por Newsweek indica que una considerable proporción de los muertos eran civiles no combatientes.» El 2 de diciembre MACV confirmó la ratio y muchos de los detalles de Buckley: «Un elevado porcentaje de víctimas fue infligido de noche»; Un alto porcentaje de las víctimas fue infligido por las unidades [de helicópteros] de la Caballería Aérea y de la Aviación del Ejército»; pero con advertencias e insistencia de que MACV no pudo substanciar la «afirmación de que una proporción considerable de las víctimas fueron civiles no combatientes.» En su lugar, MACV sostuvo que muchos de los muertos eran guerrilleros desarmados. Como reacción a la solicitud de Buckley de entrevistar al comandante de MACV Creighton Abrams, MACV declaró que Abrams, quien había sido informado sobre las afirmaciones de Sargento Inquieto el año antes, no tenía «información adicional.» La mayoría de las preguntas de seguimiento de Buckley, enviadas en diciembre, no recibieron respuesta.

Pero según la entrevista de Neil Sheehan con el coronel Farnham, quien sirvió como adjunto de Vann, para entonces el tercer estadounidense por su poder sirviendo en Vietnam, se había difundido la información sobre la próxima aparición del artículo de Newsweek. A fines de 1971 o inicios de 1972, Vann se reunió en Washington con Westmoreland y el Vicejefe de Estado Mayor del Ejército Bruce Palmer Jr. Antes de la reunión, Vann informó a Farnham sobre el próximo artículo de Newsweek y dijo que estaba eludiendo a Buckley a fin de evitar preguntas sobre «Speedy Express». En la reunión, a la que asistió Farnham, Vann dijo a Westmoreland y Palmer que la Novena División de Ewell había matado desenfrenadamente a civiles en el Delta del Mekong a fin de aumentar el recuento de víctimas mortales y así favorecer la carrera del general, destacado las misiones nocturnas de helicópteros artillados como la peor de las tácticas de la división. Según Farnham, Vann dijo que «Speedy Express» fue, en efecto, «muchos My lais» – remedando de cerca el lenguaje de Sargento Inquieto. Farnham dijo que Westmoreland puso en escena una «actuación magistral», afirmando repetidamente que nunca había oído semejantes afirmaciones. Cuando Vann mencionó la próxima revelación de Buckley, Westmoreland instruyó a su ayudante y a Farnham para que abandonaran la habitación porque él, Palmer y Vann, tenían que discutir «un tema muy delicado.»

Finalmente, la investigación de casi 5.000 palabras de Buckley y Shimkin, incluyendo un recuadro convincente de testimonios de testigos presenciales de sobrevivientes vietnamitas, fue vetada por los editores superiores de Newsweek, que expresaron su preocupación de que un artículo semejante constituiría un ataque «innecesario» contra el gobierno de Nixon [vea «The Vietnam Exposé That Wasn’t,» en thenation.com, que discute la investigación de atrocidades de Buckley y Shimkin, incluyendo la de un equipo de los SEAL [fuerzas especiales] de la Armada dirigido por el futuro senador Bob Kerrey]. Buckley argumentó en un cable que el artículo era más que una revelación de atrocidades. «Es decir,» escribió Buckley a fines de enero de 1972, «que todos los días la [Novena] División mataba no-combatientes con un poder de fuego totalmente indiscriminado. La aplicación del poder de fuego se basaba en que cualquiera que corriera era enemigo y por cierto, que cualquiera que vivía en el área podía ser matado.» Un artículo trunco de 1.800 palabras fue finalmente publicado en junio de 1972, pero muchos hechos cruciales, entrevistas de testigos, incluso la mención del nombre de Julian Ewell, quedaron en el piso de la sala editorial. En su forma eviscerada, el artículo provocó sólo un interés mínimo.

Días antes de que apareciera la historia, Vann murió en un accidente de helicóptero en Vietnam y, unas pocas semanas después, Shimkin fue muerto cuando cruzó por error las líneas norvietnamitas. También murió la historia de «Speedy Express».

Ewell se retiró del Ejército en 1973 como teniente general, pero fue invitado por el jefe de estado mayor del Ejército para que trabajara con Ira Hunt en el detalle de sus métodos para desarrollar «futuros conceptos operativos.» Hasta ahora, Ewell y Hunt tuvieron la palabra final sobre la Operación «Speedy Express», en su libro «Sharpening the Combat Edge» [Afilando el lado cortante del combate] de Estudios de Vietnam del Ejército de 1974. Aunque el nombre de la operación falta en el texto, alabaron tanto los resultados como las técnicas brutales condenadas por Sargento Inquieto, incluyendo las operaciones nocturnas de helicópteros y el uso agresivo de francotiradores. En las últimas páginas del libro, hicieron una referencia sesgada a las afirmaciones que hicieron erupción en 1970 para ser invalidadas por Westmoreland. «La 9ª División de Infantería y la II Field Force, Vietnam han sido criticadas con la justificación de que ‘su obsesión por el recuento de víctimas mortales’ era básicamente erróneo o condujo a prácticas a prácticas indeseables,» escribieron, antes de repudiar rápidamente esas afirmaciones. «La conclusión básica de que estuvieron ‘obsesionados por el recuento de víctimas mortales’ no es verdad,» escribieron, afirmando en cambio que sus métodos terminaron por «‘desbrutalizar’ la guerra.»

Ewell vive ahora en Virginia. Durante una visita que hice a su casa en 2006 junto con Deborah Nelson, la esposa de Ewell nos dijo que ya no otorga entrevistas. Ira Hunt se retiró del servicio activo en 1978 como general. También vive en Virginia.

George Lewis, el hombre identificado provisoriamente por el Ejército como Sargento Inquieto, procedía de

Sharpsburg, Kentucky. Recibió el «Corazón Púrpura» así como Medallas de Mención de Honor del Ejército con una «V» por valor por su servicio en Vietnam y fue dado de baja formalmente en 1974. Lewis murió en 2004, a los 56 años, antes de que pudiera ubicarlo.

Hasta hoy, civiles vietnamitas en el Delta del Mekong recuerdan los horrores de la Operación «Speedy Express» y los innumerables civiles muertos para aumentar el Recuento de víctimas mortales. Registros del Ejército indican que ningún soldado de la Novena División de Infantería, y menos aún sus comandantes, han sido alguna vez juzgados en consejo de guerra por matar a civiles durante la operación.

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Nick Turse es editor asociado y director de investigación de Tomdispatch.com. Ha escrito para Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, Adbusters, the Nation, y regularmente para Tomdispatch.com. Su primer libro: «The Complex: How the Military Invades Our Everyday Lives,» una exploración del nuevo complejo militar-corporativo en EE.UU., fue recientemente publicado por Metropolitan Books. Su sitio en la red es: Nick Turse.com

Este artículo aparece en la edición del 1 de diciembre de 2008 de The Nation.

Apoyo para la investigación de este artículo fue suministrado por el Investigative Fund de The Nation Institute. Ayuda para la investigación fue suministrada por George Schulz del Center for Investigative Reporting, Sousan Hammad y Sophie Ragsdale.

http://www.thenation.com/doc/20081201/turse