La ciencia se ha desarrollado sobre la base de adquirir conocimiento para mejorar las condiciones de vida del hombre, pero se debe repensar todo debido al fracaso del actual modo de producción: maximizar las ganancias en el mínimo tiempo posible, sin considerar los intereses de las diversas culturas y especies y, menos todavía, las necesidades […]
La ciencia se ha desarrollado sobre la base de adquirir conocimiento para mejorar las condiciones de vida del hombre, pero se debe repensar todo debido al fracaso del actual modo de producción: maximizar las ganancias en el mínimo tiempo posible, sin considerar los intereses de las diversas culturas y especies y, menos todavía, las necesidades de las generaciones venideras. Este sistema no sirve, porque, al mismo tiempo que se acumulan las riquezas en muy pocas manos, la inmensa mayoría de la humanidad sobrevive en condiciones precarias y la naturaleza se extingue. Se trata de un sistema basado exclusivamente en el lucro, en el que triunfa el que se apropia de los recursos naturales a como de lugar, lo que es suicida y conduce al colapso global, pues se explota ilimitadamente un planeta evidentemente limitado.
Se debe adoptar otro modelo si se quiere evitar que la actual civilización colapse. ¿Pero cómo lograrlo si las explicaciones y las recetas que los especialista formulan carecen de objetividad, pues se enmarcan dentro del esquema clásico de ciclos de depresión seguidos de etapas de abundancia? Esta visión les impide caer en cuenta de que la Tierra se encuentra al borde de su capacidad de sustentación y ya da señales de no soportar más su pesada carga; pero ellos, enceguecidos por el dogma, no ven que el mundo se derrumba y que se requiere formular un nuevo paradigma que salve a la especie y al planeta. Se debe comprender que el desarrollo basado en el crecimiento material es insostenible, ya que consume los recursos de la naturaleza por encima de su capacidad de reposición. Ha llegado la hora de redefinir el lucro, el bien común, el beneficio individual y todo aquello que nos ha traído al borde de la hecatombe. Se hace indispensable formular un nuevo estilo de vida basado en la austeridad. Este nuevo paradigma, que conlleva el respeto a la naturaleza y a la biodiversidad, haría factible mejorar la calidad de vida, sin derrochar nada, y se expresa sencillamente: la Razón Evolutiva del Universo nos ha dado inteligencia para que lo conservemos y actuemos sin temor en esta importante empresa. Este paradigma debe dar la luz que permita distinguir el bien del mal, para controlar el poder que puede destruir al hombre y la naturaleza.
El Dr. Fatih Birol, ex Director de la Agencia Internacional de Energía sostiene que «Muchos gobiernos parecen ignorar que el petróleo, del que la civilización moderna depende, se está agotando mucho más rápido de lo que se había previsto y que la producción mundial va a llegar a su cenit en unos 10 años… Algún día nos quedaremos sin petróleo y tenemos que dejar el petróleo antes de que el petróleo nos deje a nosotros. Nos tenemos que preparar para ese día, cuanto antes empecemos, mejor, porque todo nuestro sistema económico y social se basa en el petróleo».
Todo avanza hacia el fatal desenlace: la destrucción del planeta con la humanidad entera sobre él. El sistema capitalista se autodestruye debido a su accionar depredador que niega las leyes de la lógica y el sentido común. La crisis es global: económica, política, social y medio ambiental. Se trata de un colapso sistémico, de la destrucción y el suicidio colectivo por culpa de un sector de la humanidad que ha ignorado la Ley que rige y sustenta la vida.
Según Marx, el capitalismo está basado en la apropiación de la plusvalía que se fundamenta a su vez en el axioma: comprar barato, vender caro y generar rentabilidad a partir del trabajo no remunerado que el trabajador asalariado crea por encima del valor de su fuerza de trabajo, aunque para ello se condene a la miseria a la inmensa mayoría de los seres humanos que viven en el planeta. Esta dinámica histórica ha produciendo las condiciones para el calentamiento global y la extinción de los recursos naturales no renovables, a lo que se debe añadir el hambre, la exclusión social y el desempleo que se extienden cual pandemia por todo el mundo. En esta dialéctica macabra no se refleja la voluntad de Dios sino la de las transnacionales.
El capitalismo es irracional porque en él sólo se planifica una rentabilidad que concentra la riqueza en muy pocas manos, al mismo tiempo que no se preserva ni se proteger la Tierra de este accionar depredador y destructivo. La catástrofe ambiental está relacionada con la búsqueda de una alta rentabilidad para las multinacionales que controlan los recursos naturales y los sistemas productivos. Por eso es incorrecto hablar del cambio climático, del impacto ambiental, de la emisión de contaminantes que destruyen el planeta, sin relacionar estos fenómenos con el sistema capitalista que los produce. Quien omite esta concatenación es cómplice, pues no se puede hablar de la víctima, el planeta y la mayoría de la humanidad, sin identificar a los culpables, las empresas capitalistas que depredan y destruyen sin misericordia el medio ambiente. La irracionalidad del capitalismo extermina la naturaleza sin importarle los intereses de toda la sociedad ni la preservación de la vida y de la biodiversidad.
Antònio Guterres, Secretario General de la ONU, admite que el cambio climático se mueve más rápido de lo que lo hacemos nosotros; vemos horribles violaciones de los derechos humanos «las desigualdades están creciendo… y el nacionalismo y la xenofobia» están en lo más alto. «Podemos resolver conflictos, vencer el odio y defender valores compartidos. Podemos hacerlo juntos… La unidad es el camino «.
Desgraciadamente, la inmensa mayoría de los dirigentes del mundo no entiende la actual crisis, o no la quieren entender, creen que es transitoria y que si se da apoyo a la banca el crecimiento económico será nuevamente positivo y todo volverá a su antiguo cause. Pero esto no es así, el sistema productivo actual sólo funciona si los recursos energéticos abundan y son baratos, si disminuyen y se tornan caros, que es lo que está sucediendo, esto se torna imposible porque para que en un país desarrollado se produzca 80 toneladas de alimento se debe emplear 120 toneladas de combustible fósil. Por esta razón se requiere de una economía que sea capaz de satisfacer las necesidades básicas del hombre sin dilapidar los recursos no renovables, en otras palabras, eliminar el derroche y racionalizar el consumo, algo imposible de lograr mientras los científicos respondan a los intereses de las transnacionales y no de los pueblos explotados .
Jamás se debe creer a ciegas en la bondad intrínseca de la ciencia porque, por ser manejada por el hombre, está sujeta a ser manipulada. Prueba de ello son las armas de destrucción masiva, por las que pende de un hilo el destino del planeta; los cálculos matemáticos basados en artimañas, culpables de la crisis actual; la sobreexplotación de los recursos naturales, que no deja nada a las futuras generaciones, todo obra de científicos inmorales.
En sus inicios, la ciencia se desarrolló sobre la base de adquirir conocimiento s para mejorar el mundo, es hora de retomar este viejo y sabio paradigma.
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