Hemisferio Izquierdo: En la actualidad, las valoraciones en torno a la situación económica del Uruguay oscilan entre una visión optimista que destaca que se han logrado controlar los efectos más negativos de la crisis internacional y el país ha mantenido niveles de crecimiento en un marco de estancamiento económico regional; y por otra parte una […]
Hemisferio Izquierdo: En la actualidad, las valoraciones en torno a la situación económica del Uruguay oscilan entre una visión optimista que destaca que se han logrado controlar los efectos más negativos de la crisis internacional y el país ha mantenido niveles de crecimiento en un marco de estancamiento económico regional; y por otra parte una valoración más negativa que señala que, en tanto no se ha transformado la matriz productiva, ni el tipo de inserción internacional de la economía uruguaya, ni se han alterado las relaciones de poder y propiedad de la estructura económica nacional, el Uruguay sigue reproduciendo desigualdades y continúa a la merced de las crisis recurrentes propias de la globalización capitalista. ¿Cuál es su diagnóstico de la situación económica del Uruguay actual?
Hugo Dufrechou: La pregunta expresa dos formas de ver la «situación económica», no solamente desde el optimismo y el pesimismo, sino desde un punto de vista concentrado en la coyuntura (los síntomas que expresa la realidad económica) y otro que se asienta en rasgos estructurales para explicar los fenómenos económicos más aparentes (atender los síntomas y las causas). Mi respuesta por tanto, intentará comprender estas dos visiones.
Por un lado, yo creo que el optimismo se debe a una mirada de ciertos aspectos de la economía en el último año (el crecimiento del Producto Interno Bruto del 1,5% a pesar de que la revisión a la baja del crecimiento del 2015 haya tirado hacia arriba el de 2016[1]; la baja de la inflación que actualmente se encuentra en los niveles más bajos de la década; y la baja del déficit fiscal llegando a ser del 3,8% del PIB). El comportamiento de estas variables, en parte se dio debido a la intencionalidad explícita de las políticas económicas del gobierno, que desde 2015 viene procesando un ajuste. En particular la reducción de la inflación puede tener que ver con la reducción del consumo interno, producto de una política salarial contractiva que se dio a partir de la sexta ronda de consejos de salarios, y la reducción del déficit, se relaciona a las medidas de ajuste fiscal que se aprobaron en la Rendición de Cuentas del año pasado. Si permanecemos con nuestro análisis en los síntomas, pero examinamos más variables, podemos poner la mirada del optimismo en cuestión. Por ejemplo ha aumentado el desempleo, se ha reducido el empleo, y ha aumentado el empleo de peor calidad (visto a través del subempleo). Se ha reducido el consumo privado, y ha reducido la inversión extranjera directa. Por otro lado desde 2014 se han mantenido constantes tanto el número de personas que viven en hogares pobres como los indicadores de desigualdad, es decir, a pesar del magro crecimiento económico, el combate a la pobreza y la desigualdad no está teniendo resultados positivos.
Si intentamos ver los fundamentos que explican los síntomas, deberíamos prestar atención (dadas las características de nuestra formación económica) en el frente externo, en particular las exportaciones de nuestros principales productos, y la inversión extranjera directa. Las medidas de ajuste que comenzaron en 2015, se hicieron debido a un enlentecimiento de la acumulación de capital, provocado mayormente por la baja del precio internacional de los principales productos exportables (que repercute en una baja de la rentabilidad extraordinaria que captan las actividades que los producen), problemas con nuestros principales socios comerciales (enlentecimiento del crecimiento en China, inestabilidad institucional en Argentina, Brasil y Venezuela) y la recuperación económica en los centros económicos (generando que el capital que antes venía al sur para valorizarse con la forma de inversión extranjera directa, vuelva a colocarse en el norte). Si atendemos a estas variables, ninguna se ha resuelto positivamente de forma que el modelo económico capitalista uruguayo pueda recuperar una senda virtuosa. Si a esto se le suma la incertidumbre que genera a nivel internacional los procesos como el de Trump en Estados Unidos, o qué sucederá en Europa con el Brexit, el panorama es más complejo. El Ministerio de Economía y Finanzas reconoce esto último (de hecho lo hace explícito en los lineamientos para la Rendición de Cuentas de 2016), y consecuentemente, continua planteando las medidas de ajuste.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, visto que no se han modificado (ni se planean modificar) ninguno de los pilares estructurales que sostienen el capitalismo uruguayo, es de esperar que se siga profundizando el ajuste que se viene arrastrando desde 2015. El crecimiento durante los últimos tres cuatrimestres de la deuda pública de casi U$S 3.000 millones, puede haber creado una amortiguación necesaria, para que el ajuste no haya tenido la virulencia que tuvo en otros países (como Argentina y Venezuela). Mantener la buena nota de las agencias calificadoras internacionales de riesgo, y mostrar avances en el abatimiento del déficit fiscal, pueden servir para ampliar la estrategia de endeudamiento por un tiempo más, sin embargo, esta estrategia tiene límites temporales. Si los motores que hacen crecer la economía no arrancan, será necesario profundizarse con mayor fuerza el ajuste. La promulgación del decreto anti-piquetes, el hecho de que policías abiertamente se infiltren en movilizaciones estudiantiles, los anuncios de la video vigilancia de las manifestaciones, el reforzamiento de las fuerzas represivas y unos lineamientos de la rendición de cuentas que anuncian que no se contemplarán en nada los reclamos sindicales, también creo que son síntomas de un ajuste que va en la línea del recrudecimiento, y como es usual tensará la lucha de clases.
HI: Desde los sectores más críticos, se señala que en un marco de depreciación de los productos primarios que el Uruguay exporta, y sin una alteración de la estructura de poder y propiedad de la economía interna, el escenario en el mediano plazo es el de un ajuste sobre los sectores trabajadores con consecuencias de desempleo y marginación. ¿Qué piensa de esta proyección? ¿Cuáles son los escenarios que cabe esperar en el corto y mediano plazo? ¿Qué lineamientos de política económica habría que llevar adelante para afrontarlos?
HD: Desde mi punto de vista, el modelo de acumulación capitalista uruguayo precisa un ajuste, y la correlación de fuerzas en la sociedad permite que sea la clase trabajadora quien lo soporte mayoritariamente. Con respecto a las medidas de política económica que se podrían adoptar, personalmente las descompongo en dos grupos. El primero, es aceptando que el modelo de acumulación capitalista actual, basado en la exportación de bienes primarios y en la captación y distribución entre sectores de la ganancia extraordinaria que el sector es capaz de generar (renta), no va a ser modificado en sus fundamentos, y que lo importante es distribuir en otro sentido el peso del ajuste económico para que la clase trabajadora no sea quien se vea perjudicada mayoritariamente. El segundo, es atacando los pilares fundamentales del modelo económico para poder salir de la lógica de la captación de renta extraordinaria, y poder generar otras capacidades en la economía que permitan tener otro relacionamiento de nuestra formación económica con el resto del mundo, así como que sea más justa con la distribución al interior de nuestra sociedad de las riquezas generadas.
Dentro del primer grupo de medidas, se podrían alterar las finanzas públicas, aumentando la carga tributaria al capital, rever las exoneraciones fiscales (como por ejemplo a las zonas francas y a la educación privada). También podría aumentarse el gravamen sobre la riqueza, en especial las herencias, dado que es un fenómeno que ayuda a perpetuar en el tiempo las desigualdades en la sociedad. Podría actualizarse los aforos rurales para que los propietarios paguen impuestos sobre lo que realmente valen sus campos. Como forma de redistribución del ingreso hacia servicios de calidad para la clase trabajadora podría aumentarse el gasto público social en educación y salud. Para contener la inflación podrían regularse ciertos precios que son medulares en la canasta de consumo de la población, como lo son los alquileres (atacando a su vez la especulación inmobiliaria). Podrían modificarse los manuales contables de las finanzas públicas para que la inversión no cuente como gasto para el déficit fiscal, y de esa manera dar mayor libertad de ampliar la inversión pública ayudando a fortalecer las empresas del Estado, así como aumentando el empleo.
El segundo conjunto de medidas implica cambios tanto en las fuerzas productivas (por ejemplo cambio en la matriz productiva) como en las relaciones de producción (especialmente las relaciones de propiedad). Esto se debe a la existencia de un actor social en particular (la burguesía local) que históricamente ha actuado en función de la captación de renta, lo que implica una falta objetiva de interés para superar el tipo de inserción económica internacional, así como la transformación de los fundamentos de nuestro sistema económico. Un primer paso podría ser que el Estado capture directamente la renta del suelo que hoy captan los terratenientes, esto implica la expropiación de grandes parcelas y el control estatal o la creación de unidades cooperativas de producción. En las economías rentísticas de base agraria como la nuestra, la tensión entre posibles destinos de la renta capturada por el Estado es muy grande. Por un lado, la deuda social que tienen nuestras sociedades, hace imperiosa la utilización de recursos para mejorar las condiciones de vida inmediatas del pueblo. Sin embargo, es necesaria para la transformación profunda de la sociedad, que esa renta sea usada para financiar el cambio de la matriz productiva, de lo contrario las políticas redistribuidoras serán insuficientes. Hay que modificar qué cosas se producen, intentar modificar nuestra estructura productiva hacia mercancías que tengan mayor valor agregado, que tenga mejores herramientas para transformarse adaptándose a nuevas situaciones, y que sus precios no tengan la volatilidad que han tenido históricamente las materias primas. Para ello, debería ampliarse y desplegarse un sistema nacional de investigación donde la interacción entre los investigadores y el aparato productivo sea más fluida, y que en la estructura productiva se favorezca un «nacionalismo tecnológico», donde se priorice el uso de recursos nacionales para resolver problemas, y que mediante los procesos de resolución de tales problemas pueda desarrollare la innovación y el cambio técnico. Esto debe tener como objetivo mejorar la productividad del trabajo a nivel general para poder competir internacionalmente, pero también mejorar los procesos productivos, mejorar la seguridad y la salud en el trabajo, así como reducir el impacto de la producción en el medio ambiente.
Todas estos lineamientos, deberían ser debatidos y estudiados teniendo en cuenta el impacto directo e indirecto que podrían generar en nuestro pueblo. De ninguna manera, podrían entenderse como un programa taxativo de medidas, sino como un montón de ideas fuerza que ayuden a discutir hacia dónde se podría ir. Tanto la estructura impositiva, como el sistema nacional de innovación, así como la estructura de producción y propiedad de la economía uruguaya, descansan en relaciones de poder. Para poder conseguir cualquiera de las medidas, es necesario un proceso de movilización y concientización de la clase trabajadora y nuestro pueblo, de forma que se le pueda hacer frente a esas relaciones de poder y revertirlas. A fin de cuentas, una propuesta de política económica sólo será tinta en un papel, si no hay un grupo social que lidere procesos de convergencia y movilización en torno a ella y pueda impulsar su realización. Para que la economía uruguaya no siga reproduciendo desigualdades y continúe a la merced de las crisis recurrentes propias de la globalización capitalista, es necesario que este grupo social sea la clase trabajadora, y que despliegue las mejores armas con las que cuenta, la permanente organización, la solidaridad y la movilización.
Notas
[1] Para ver con más detalle esto, se recomienda el artículo de Jorge Notaro «La magia de los números» publicado el 7-4-17 en Brecha. http://brecha.com.uy/la-magia-los-numeros/
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