La política es el arte de impedir que la gente se entrometa en las cuestiones que les atañen. Paul Valéry
Con una frecuencia que me resulta cada vez mayor, aparecen en “la prensa” tenida por seria grandes ditirambos al Uruguay, a su democraticidad, a su gobernanza, a su responsabilidad social, ambiental, política…
Conociendo, y ni siquiera profundamente al país, viviendo en él, pronto se capta que estas demasiadas periódicas exaltaciones de las excelencias del paisito responden a algo muy deliberado aunque no se sepa bien qué.
Que no es, ciertamente, descripción de la realidad.
Dificulta el diagnóstico a tanto elogio, cierta flaqueza de nuestra capacidad crítica. ¿A qué se debe semejante flaqueza en un país que dio muestras de tanta potencia intelectual como para haber dado formidables creadores, que no voy a enumerar para no olvidar a algunos, pero que hizo tan característico al Uruguay de fines del siglo XIX y buena parte del XX?
A mediados del s XX, con una crisis que ya no nos abandodó, luego de esfumadas “las vacas gordas” de la década del ’50, se fue configurando una corriente cada vez más pesante de “izquierda”, que deslumbrada por y apoyándose en la Revolución Cubana fue ganando peso hasta alcanzar el gobierno nacional en 2005, pero aquella conciencia crítica, que nucleó a la inmensa mayoría, no a todos, dentro de la intelectualidad uruguaya y sus elencos culturales, fue cumpliendo variaciones del llamado en Argentina “Teorema de Baglini” (un senador radical de ese país), según el cual “a medida que un grupo se acerca al poder, va debilitando sus posiciones críticas” o, si se quiere, “que cuanto más cerca del gobierno está, más conservador se vuelve un grupo político”.
Y si el pensamiento crítico del Frente Amplio ya dejaba mucho que desear durante su proceso de formación, el abandono de la capacidad crítica cumplió con creces el mentado teorema.
Y con este panorama, el Uruguay fue empobreciendo desde hace años su “masa de pensamiento crítico”, ahora radicada a lo sumo en gente o grupos altamente politizados pero escasos de militancia e inserción, como decrecimientistas, ecologistas radicales, anarquistas, desengañados del Frente Amplio (caso Gustavo Salle), o entre quienes mantengan referencia a Guillermo Chifflet (1924-2018), cofundador del FA, pero con conciencia política propia, y algunos, a mi modo de ver militantes o críticos de la sociedad uruguaya, activos en nudos programáticos como la lucha contra la producción de alimentos con tóxicos, el enfrentamiento a la instalación de megaminería o celuloseras que recrean el país en función de intereses transnacionales, o en la brega por un referendo contra la privatización del agua o, últimamente, enfrentando la política de miedo de la OMS para tratar el Covid 19…
La enumeración de esas resistencias puede hacernos creer que la globalización galopante tiene dificultades para adueñarse del país; nada sería más equivocado; las resistencias existen, ciertamente, pero los avances del gran capital transnacionalizado se llevan a cabo con mano bastante segura; es decir la entrega del país, de sus tierras o aguas, y de su soberanía, se hace con relativa impunidad.
La impudicia de un diario argentino, oficioso de la Embajada de EE.UU., califica al Uruguay como el sexto país del mundo por su grado de libertad y como el segundo mejor en el continente americano en “calidad de vida y oportunidad de los jóvenes uruguayos”.[1]
Sabemos que la exaltación de libertad del primer ejemplo se refiere a la libertad de los grandes privilegiados, pero una visión ingenua puede no ver nada negativo en el cuidado de esa libertad; el segundo ejemplo es un poco más indecente por cuanto la juventud uruguaya tiene que enfrentar no sólo las privaciones de la pobreza creciente y el angostamiento progresivo de los ingresos sino además la tasa de suicidio más alta del continente y de las más altas del mundo. Contra semejante trasfondo, alardear de oportunidades para jóvenes resulta otra vez impúdico.
Y nos obliga a inquirir por los autores de tamañas afirmaciones.
Los autores; –la firma es de Rosendo Fraga, la carga mediática de infobae– han extraído tales números de Freedom House, una oenegé que tiene su historia. Inmejorable. FH se dedica a medir el grado de acceso de la población a derechos políticos; allí ubicó FH al Uruguay con solo 5 estados en el mundo entero con un índice mejor.
Fraga ha recurrido a diversas instituciones, todas de EE.UU., para corroborar ese envidiable lugar de Uruguay en las tablas mundiales. Nos muestra que el Chandler Institute of Government, muy “prestigioso”, ubica a Uruguay segundo en las Américas, después de Chile en gobernanza. Es decir, en la capacidad de gobierno para que todo siga “tranqui”, para que los inversores trasnacionales manejen sus negocios sin sobresaltos. ¿Qué más aplaude Fraga? “Espectacular impulso del sector de los servicios financieros”.
Pero, ¿algunos de estos índices favorecen a la población local? Eso ni se menciona. Ni se observa. Se va a “lo que importa”. A las finanzas mundializadas.
La fuente que ha manejado Fraga para sus elogios generalizados no es, ciertamente, neutra. Freedom House fue fundada en 1941 para incentivar el apoyo del ingreso de EE.UU. a la 2GM. En la posguerra, con el señorío mundial de EE.UU., que por un momento se creyó único y permanente, FH empezó a operar como polea del poder en la sombra en una creciente red de instituciones y organizaciones dedicadas al mismo fin sin formularlo nunca explícitamente: estuvo así en la fundación de la radio Free Europe y ya en los ’80 en la de la NED (National Endowment for Democracy [Fundación Nacional para la Democracia], donde “nacional” refiere a EE.UU.) y ha financiado muchas “democracias”, como con los cientos de miles de dólares regados en Ucrania tras el colapso soviético, para instaurar allí un régimen aceptable (para EE.UU., no para la gente). Luego del descalabro vietnamita, también participó en el manejo discrecional de las maltrechas democracias centroamericanas, regadas por asesores estadounidenses con los que asesinaron a centenares de miles de habitantes, particularmente mayas en Guatemala.[2]
FH ha sido muy activo dentro de EE.UU. criticando duramente a legisladores antimonopolistas defendiendo así “a grandes empresas de medios.” [3]
Resume Shan Jie el juicio que a China le merece: “Freedom House, una organización no gubernamental que juzga el nivel de libertad en países alrededor de todo el mundo es, en los hechos, una herramienta del gobierno de EE.UU. para interferir en los asuntos de otros gobiernos.” [4]
Si algo faltaba para medir la caradurez en la “objetividad” de FH: no se le conocen críticas a violaciones de derechos humanos dentro de EE.UU.
Uruguay recibe plácemes de diversos organismos, casi todos de la esfera de poder estadounidense, pero no son gratis.
Hace unos años, el Financial Times, el vocero principal de la City londinense, hizo “su” encuesta y “comprobó” que el entonces ministro de Economía uruguayo, Danilo Astori, era el mejor ministro del ramo del mundo. Es decir, etimológicamente, el mejor servidor del ramo en el mundo. ¿Y a qué se refería el FT para tamaño calificativo? En Uruguay, en la cofradía de don Danilo hubo una pequeña confusión: se pensó que ese título se depositaba en el país ad majorem gloriam. Pero el FT agradecía a Danilo Astori la benevolencia con que en Uruguay se trataba al capital trasnacional, al capital de cualquier parte del mundo… Uruguay era el modelo a seguir entre las economías periféricas y dependientes, rebautizadas, más eufemísticamente como “emergentes”.
Uruguay tiene desde mucho tiempo atrás una relación no conflictiva con el capital extranjero. Debemos recordar la actitud que por diccionario cabe calificar de cipaya, del batllismo, ante el capital estadounidense y su penetración y asentamiento en el país. Que se hizo pretextando un marcado anticolonialismo británico (como siglos atrás se llegara a desplazar lo que quedaba de influencia española mediante la colaboración con el nuevo colonialismo de entonces, el británico…)
Uruguay supo acompasarse a las zonas francas que el capital transnacional empezó a expandir particularmente a partir de la segunda mitad del s XX. Pero en ese tiempo inicial, el desarrollo de esos ‘islotes de desarrollo capitalista apátrida’ se aplicó a territorios que interesaban más al capital crecientemente mundializado, como regiones con excelencias mineras o mano de obra cuasiesclava (así se produce el destrozo del Sudeste asiático, las Filipinas, buena parte de África, América Central, Ecuador). En Uruguay, entonces, apenas se erigieron zonas francas para el tráfico de vehículos o los ingredientes concentrados de Coca-Cola. Pero poco a poco fueron ingresando más y más rubros en régimen de zona franca y hoy, la producción íntegra de celulosa que se realiza en suelo uruguayo, por ejemplo, se tramita toda mediante zonas francas. Producción que, por tanto, no aporta casi nada al país, privado de su exportación y los impuestos consiguientes (aunque no de los deterioros ambientales y sociales que la producción transnacional descarga localmente).
Contrasta el laudatorio informe de FH sobre Uruguay con lo que el FMI expresara, por ejemplo, en un informe suyo sobre lavado de dinero e incluso financiación del terrorismo. En su informe de diciembre de 2006 establecía que: “Uruguay es un centro financiero offshore y un riesgo para el lavado de dinero y la financiación de terrorismo, particularmente a partir de operaciones de no residentes y trasnacionales. Tiene […] un significativo componente offshore que abastece mercados latinoamericanos, incluyendo Argentina y Brasil. [y] una importante concentración de clientes no residentes y una economía altamente dolarizada.”
[…] ″Jerarcas policiales y judiciales uruguayos evalúan que organizaciones criminales colombianas, mexicanas y rusas están operando en Uruguay. Hay una sostenida preocupación sobre el crimen organizado trasnacional desde Brasil.”
[…] ″Uruguay también permite la incorporación relativamente sencilla de bancos offshore”, que se conocen localmente como “instituciones financieras externas”, o IFE. Su capital mínimo es de 500 mil dólares. […] exceptuado de cualquier impuesto a cualquiera de sus actividades, líneas de negocio, ingresos o bienes. “Es interesante que no requieran un agente bancario registrado localmente.” Así resume Andrés Alsina la política de “manos abiertas” del Uruguay frente al capital financiero, que más que golondrina habría que llamar de rapiña.[5]
Y el puerto de Montevideo goza del triste título de ser el segundo puerto con más trasiego de pesca ilegal del mundo entero.[6]
Esta triste aseveración surge de la aplicación de la “doctrina María Julia Alsogaray”, una funcionara de la “era Menem” en Argentina que postulaba la confianza plena en las declaraciones juradas de los consorcios transnacionales.[7]
A esto hay que agregar que la empresa belga Katoen Natie acaba de recibir la prórroga de su concesión en el puerto por 60 años más –hasta 2081– a sola firma presidencial, pese a que el mismísimo Tribunal de lo Contencioso Administrativo había dictaminado en contra de la prioridad de esta empresa en el puerto.
Pero el domino del capital financiero va mucho más allá de que nos gobierne y/o exprima extramuros o dentro de nuestras fronteras.
Lo acontecido en los primeros años de gobierno del Frente Amplio con algunos titulares de las finanzas nonsanctas nos muestra que ese gobierno extranacional en las sombras se atreve incluso a desplegarse a la luz, con las debidas asistencias políticas. El caso de Rolando Rozenblum lo ilustra.
Remitimos a los artículos de Sergio Secinaro [8] y a las esclarecedoras notas de Mónica Robaina (desde Brecha). Muy sintéticamente, un par de empresarios uruguayos, activos en Curitiba, Brasil, fueron enjuiciados por la justicia de ese país como grandes evasores fiscales y por delito de estafas reiteradas fueron llevados a la cárcel. Bajo la acusación de robo al fisco de 80 millones de dólares (en ese momento, 2006).
Allí, al mejor estilo Alec Guiness como perdulario que trasmuta mediante soborno una pena de muerte en una liberación, los Rozenblum evaden la prisión acusados de haber sobornado a los guardias. Isidoro, el padre, con un infarto masivo, no vivirá mucho para contarlo, pero Rolando, el hijo, retorna al Uruguay con los millones de dólares en resguardo, y de inmediato procede a hacer inversiones, promesas o contactos en su sitio de residencia, Punta del Este. Entra rápido al círculo áulico del gobernador local, Enrique Antía y brega, ¡oh paradojas!, por implantar una red de cámaras antidelito en las calles, ofreciendo el know how de una empresa israelí que le cobrará al gobierno fernandino (no, claro, al proponente) unos 20 millones de dólares por instalar un millar de tales cámaras. Nuestro hombre se constituye en pivot del CIPEMU, Comunidad Israelita de Punta del Este, Maldonado, Uruguay, y, a mediados de la segunda década del siglo XXI, en fundador del International College, de Punta del Este.
Rozenblum es el arquetipo, sólo que no de las virtudes sino de los defectos, de los contactos, las “gauchadas”, los sobornos, y de la ligereza con que una sociedad frívola y corrompida admite como virtuoso un verdadero círculo vicioso.[9]
Los Financial Times, los International College, los Freedom House cantan loas al Uruguay. Para mejor asentar sus privilegios.
Pero la realidad es terca y nos dice otra cosa, prácticamente su opuesto: el país se endeuda, y muchos habitantes se endeudan, los desalojos forzosos aumentan. La contaminación, cada vez más generalizada; el agua es un trágico exponente de esa situación, de ese deterioro.
La carestía es inclemente y creciente, los costos de los servicios (agua, luz) cargan a los habitantes, y con descaro exoneran a las empresas; aumenta la desocupación o la ocupación que no permite un autosustento digno, aumenta la tugurización y la población en asentamientos “informales”, aumenta la emigración, baja la tasa de natalidad, sigue la expulsión de los pobres del campo y el desmembramiento de lo rural. Ahora se proyecta hasta eliminar el ya casi fantasmal Instituto de Colonización.
Y el aumento de los suicidios nos revela, como escuché en alguna radio, “enormes falencias comunitarias”.
La situación real del Uruguay es problemática. Por cierto que tiene muchas luces, que aquí ni mencionamos, al lado de las muchas sombras que apenas hemos espigado.
Pero lo que llama la
atención es la insistencia desde usinas estadounidenses en pintar al paisito
como modelo. Y surge brutal la pregunta del título… y una más: ¿por qué?
[1] Rosendo Fraga, “La nación presidida por Luis Lacalle Pou fue calificada como la sexta más libre del mundo por octavo año consecutivo”, https://www.infobae.com/america/opinion/
2021/08/14/uruguay-un-pais-donde-pasan-cosas/.
[2] El escándalo de los asesinatos masivos en la década de los ’80 en América Central fue tal que el Congreso de EE.UU. se vio necesitado a retirar sus interventores militares y policiales en varios de esos países (El Salvador, Guatemala, Honduras y hasta de la Nicaragua flamante neosandinista); los mandos estadounidenses delegaron en oficiales argentinos de la dictadura de entonces y en oficiales israelíes, de la democracia de entonces, la prosecución de semejante asesoramiento en represión y tortura (Noam Chomsky, La quinta libertad).
[3] Global Times, 28 oct. 2020, Freedom House. https://www.globaltimes.cn/page202010120497.sthlm.
[4] https://www.globaltimes.cn/content/1204976.page212110120497.sthlm.
[5] “Uruguay, la Suiza de América”, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=211619. Difundido inicialmente desde Brecha, Montevideo.
[6] https://revistapuerto.com.ar/2019/01/nadie-controla-la-pesca-en-el-atlantico-sur, Mar del Plata, ene 2019.
[7] De ese modo, Argentina llegó a recibir en los ’90 contenedores con restos inclasificables e irreciclables, se dijo que hasta con mierda, declarados como de papel.
[8] http://cronicasdeleste.com.uy/Noticias/ex-recluso-y-profugo-de-carcel-brasil-es-el-catalizador-de-las-camaras-de-la-idm.html
[9] La constelación del CIPEMU no se limita a lo social o económico; interviene políticamente, como verdadero lobby ideológico: dispuso que el intendente Antía negara los locales de reunión a la asociación de docentes de historia del Uruguay para su congreso, hace pocos años, alegando antisemitismo en filas docentes; un calificativo falso pero efectivo.