Carta abierta de ADUR-Extensión [1]
¿Cuales son los valores, méritos y merecimientos que una persona debe reunir para ser merecedora de la máxima distinción universitaria de Dr. Honoris Causa? ¿Basta con ser un destacado científico, profesor, artista, poeta o escritor? ¿Son disociables los méritos académicos o científicos de una persona de la totalidad de su condición moral e intelectual? ¿Son separables en una misma persona su obra científica o literaria de su actuación en los otros planos de la vida social? ¿Qué reconoce el título de Dr. Honoris Causa: al fragmento genial de una persona disociada o al ser íntegro en su condición y su actuación ética, moral e intelectual? Pensamos que estas preguntas debieron orientar la discusión en el caso de la decisión universitaria de distinguir con el título d e Doctor Honoris Causa al escritor y activista político Mario Vargas Llosa.
La etimología de honoris causa remite a razón o causa de honor, algo que en la mejor tradición humanista universitaria refiere a una condición honorable más allá del mérito académico. Considerar al conjunto de la personalidad implica en el caso de Vargas Llosa considerar tanto al escritor como al activista político, ya que ejerce tales ocupaciones con la misma dedicación que la literatura. Pensamos que la intensa actividad política del escritor al servicio de la propaganda neoliberal así como su esmero editorial en la justificación de la invasión a Irak, constituyen hechos relevantes como para no merecer el máximo premio honorífico de nuestra Universidad.
Al considerar a Vargas Llosa en el plano de su militancia política puede observarse hasta que punto el novelista deja su lugar al propagandista. Atendiendo a sus panfletos en la materia, podríamos decir incluso que lo que hay de genial en el novelista se hace burdo en el propagandista. En efecto, desde su conversión a las doctrinas del Consenso de Washington en la década del ochenta, Vargas Llosa ha sido un férreo impulsor de las reformas neoliberales en el continente2. Y lo ha sido con igual intensidad tanto en la década de los noventa como en el presente, cuando el fracaso del neoliberalismo se hizo evidente y sus efectos son visibles en las sociedades latinoamericanas, en estos dificultosos momentos de reconstrucción en el plano de lo social, lo económico y lo cultural, con particulares implicaciones en la reconstrucción de la esfera de lo público. Resulta particularmente revelador releer hoy, a la luz de la situación actual de las economías europeas, su columna en «El País» de Madrid del 2 de diciembre de 1990: «Hace 12 años estaban todavía muy arraigadas las creencias de que la justicia social exigía un Estado grande, que una economía intervenida podía ser próspera, que el paternalismo y las dádivas eran buenos remedios contra la pobreza y que la soberanía debía ser defendida también en lo económico con políticas nacionalistas. Lo cierto es que hoy queda muy poco en pie en Europa de esa filosofía populista. Y aun en el resto del mundo cada vez parece más una verdad de Perogrullo decir que la libertad política y la libertad económica son una sola y que sin esta última es muy difícil, cuando no imposible, la creación sostenida de la riqueza. Y, también, que cuanto más libre sea el funcionamiento del mercado y más vasta su acción estará mejor defendido el interés general, armonizados más sensiblemente los intereses individuales y sectoriales con los del conjunto de la colectividad» 3 . Dos décadas después de estos ilusionados augurios del Vargas Llosa predicador, Perogrullo parece haber sido desmentido, con nefastas consecuencias que, claro está, pagan y pagarán los trabajadores y los pobres del mundo.
Si bien no intentamos aquí realizar una radiografía de las consecuencias de las políticas neoliberales en el mundo, si resumiremos, por su pertinencia al caso, las principales implicaciones que el dogma neoliberal, por el cual Vargas Llosa militó y milita fervientemente, ha tenido en el plano de la educación:
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Reducción del presupuesto públicos destinados a la educación pública.
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Exclusión de amplios sectores de nuestras sociedades -especialmente de los más desfavorecidos- del acceso a la educación pública.
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Afectación de la autonomía de la educación pública, pretendiendo someterla a una supuesta conducción técnica legitimada en el plano de los organismos financieros internacionales.
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Corrosión de la esfera de lo público, a partir de la promoción de diversos tipos y grados de privatizaciones, que incluyeron al sector educativo.
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Afectación directa de la realización de los derechos humanos de miles y miles de habitantes de América Latina que sufrieron -y muchos aún sufren- los impactos de las reformas neoliberales en relación a la privatización de los servicios públicos (lo que implicó la exclusión del acceso a bienes como la energía, el agua o los servicios de comunicación).
Y en la defensa de estas ideas «educativas» Vargas Llosa es por cierto pragmático y sin dobleces: considera que es necesario «privatizar enteramente la educación dejando que funcione dentro del mecanismo de la eficiencia y del mercado», que «la obligatoriedad de la enseñanza que yo defiendo puede mantenerse de una manera infinitamente más eficaz con un sistema totalmente privatizado», y que «El Estado debería entregar cupones a las familias para que elijan libremente los colegios donde enviar a sus hijos» 4 . Podríamos aquí citar a Chile, el país que «la banda de Mont Pèlerin» utilizó como campo de experimentación, como un buen ejemplo para desmentir a Perogrullo, una vez más.
Pero su militancia neoliberal no se ha limitado a la propaganda escrita, por cierto profusa e insistente a través de prólogos, artículos y editoriales en periódicos de todo el mundo. Vargas Llosa es también un hombre de acción, y desde la Fundación Internacional para la Libertad -que ha presidido- ha reunido y articulado a los principales exponentes de la derecha latinoamericana como Álvaro Uribe Vélez, Vicente Fox y Luis Alberto Lacalle, y también de España, en la figura de José María Aznar, procurando su re-organización en clave de contra-ofensiva de cara a recuperar los gobiernos del continente, perdidos luego de procesos de movilización popular de diversas características en diferentes países de América Latina.
A pesar de ser un actor político, candidato a presidente de su país y autodefinido intelectual liberal, Vargas Llosa ataca permanentemente la legitimidad democrática de los países de la región, denostando a presidentes electos constitucionalmente. En la figura del ex presidente de Brasil ha denostado a los mandatarios progresistas del continente: «Lula es un típico mandatario «democrático» latinoamericano. Casi todos ellos están cortados por la misma tijera y casi todos, unos más, otros menos, aunque -cuando no tienen más remedio- practican la democracia en el seno de sus propios países, en el exterior no tienen reparo alguno, como Lula, en cortejar a dictadores y demagogos tipo Chávez o Castro, porque creen, los pobres, que de este modo aquellos manoseos les otorgarán una credencial de «progresistas» que los libre de huelgas, revoluciones, acoso periodístico y de campañas internacionales acusándolos de violar los derechos humanos»5.
Es también conocida la devoción de Vargas Llosa por Margareth Tatcher, por quién dice sentir una «admiración sin reservas, esa reverencia poco menos que filial que no he sentido por ningún otro político vivo, y sí, en cambio, por muchos intelectuales y artistas (como Popper, Faulkner o Borges)» 6 . Menos conocido es su cínico pensamiento sobre la «contribución» de Tatcher al pueblo argentino, que Vargas Llosa fundamenta diciendo: » Por eso no sólo los ingleses, escoceses y galeses deben gratitud a la dama de hierro. Todos los que a lo largo y ancho del mundo se han beneficiado en estos años con la caída de los regímenes totalitarios y autoritarios (los argentinos, por ejemplo, a quienes la señora Thatcher libró sin duda de medio siglo de gorilismo militar, que es lo que hubieran tenido si la dictadura de Galtieri se queda con las Malvinas) o con la liberalización de las economías y la internacionalización de los mercados o con el renacimiento de la filosofía de la libertad, tenemos una deuda de reconocimiento con esta primera ministra…»7. El anticolonialismo de «El sueño del celta» se esfuma por completo en esta cínica justificación de colonialismo británico y de aquella trágica guerra desigual.
A su vez, justificando la invasión norteamericana a Irak ha dicho: «Hace tres meses no lo sé, pero, ahora, con lo que he visto y oído en esta breve estancia, hubiera apoyado la intervención, sin vacilar (…) Ahora por primera vez en su larga historia, (Irak) tiene la posibilidad de romper el círculo vicioso de dictadura tras dictadura en que ha vivido y -como Alemania y Japón al terminar la segunda guerra mundial- inaugurar una nueva etapa, asumiendo la cultura de la libertad, la única que puede inmunizarlo contra la resurrección de ese pasado»8. Las guerras requieren también de artillería propagandística, y en esa trinchera ocupa el escritor comedido lugar. ¿Qué tiene de humanista el Vargas Llosa político?.
Reiteramos: no objetamos aquí la genialidad literaria de Mario Vargas Llosa y su derecho a pensar de cualquier manera. Si sostenemos que el hecho de ser un activo militante en pos de la imposición del modelo neoliberal en el continente, tanto en el plano de su producción propagandística como en el plano de su actividad militante organizada, así como su actividad en el plano de la justificación de la invasión a Irak, son hechos que lo hacen incompatible con el merecimiento de un título honorífico de nuestra Universidad de la República. ¿Le daríamos tal reconocimiento a Milton Friedman o Friederich Hayek o a los demás asistentes al cónclave de Mont Pèlerin? ¿Sería justo reconocer a los destacados intelectuales y economistas que a partir de Mont Pèlerin organizaron la arremetida neoliberal en América Latina, incluido el experimento imperialista en Chile de la mano de Henry Kissinger y la dictadura de Augusto Pinochet? ¿Cómo separar al Vargas Llosa propagandista y activista político de esta tradición histórica cuyas heridas aún están abiertas en nuestro continente? La Universidad de la República no puede entregarle un título honorífico a las novelas, sino al escritor. Él y su militancia neoliberal y anti popular se ubican por fuera del marco de este reconocimiento.
Al ser Vargas Llosa un destacado activista político, se pone de relieve que el propio contexto de su premiación debe interpretarse en clave política. Y no es necesario ser psicoanalista para advertir la relación entre el origen de la propuesta de premiar al escritor y tal connotación política de -y en- la premiación. Llama la atención que sea en la Facultad de Ciencias Económicas donde nace la propuesta, no en la de Humanidades y Ciencias de la Educación: ¿a quién se quiere premiar al novelista o al político? Pareciera que c on el impulso de su estatura literaria presentada como el motivo del honor, se quiere elevar también el ideario político y económico del autor.
¿Cual es el mensaje que la Universidad transmite con esta condecoración? ¿La de un gesto de grandeza que más allá de las miserias del homenajeado le reconoce su costado genial, y en ese acto ayuda a su transformación? ¿O por el contrario este reconocimiento lejos de transformarlo contribuye a legitimar al Vargas Llosa propagandista, a sus ideas y al relativismo ético que las sostiene? ¿En que nos convertimos al honrar a quien no es digno de honor? ¿Contribuyó la premiación de Barack Obama como premio Nobel de la Paz a desterrar del mundo las guerras, los bombardeos y las invasiones? ¿O contribuyó en cambio a legitimar a quien no ha hecho más que continuar las guerras, y junto con ello contribuyó también a naturalizarlas y darles un tinte de causa de paz? ¿Y cómo insidió tal premiación en el estatus de los premios nobel de la paz? ¿Ganaron o perdieron credibilidad? Pensamos que las consecuencias prácticas y los usos políticos que ineludiblemente devienen de reconocimientos de la importancia del que representa el Honoris Causa, también deben estar integradas a la reflexión sobre la pertinencia de su otorgamiento, siendo responsables en cuanto a los mensajes sociales e institucionales que como Universidad de la República queremos transmitir a la sociedad.
Este reconocimiento contribuye a consolidar la racionalidad fragmentaria y el relativismo ético por el cual una persona puede ser reconocida por su mérito académico aún siendo desmerecedora de ello en su práctica político-social. En el fondo, la decisión responde al sentido común instituido que pauta el espacio político posible, lo correcto y lo incorrecto, los márgenes de la pluralidad. Si, pongamos por caso, Vargas reivindicara el nazismo, difícilmente se justificaría darle un título de honor9. En cambio, su intensa actividad a favor del neoliberalismo y su justificación de la invasión a Irak constituyen elementos pertenecientes al campo de lo aceptable por el pensamiento dominante. Se evidencia así la producción ideológica del propio campo de la contienda de ideas incluido el mismo concepto de pluralidad (reducido, en rigor, al pensamiento único liberal). Los guardianes de la pluralidad nos han acusado de carecer de ella por pronunciarnos con convicción en contra de esta resolución. La pluralidad existe cuando sucede, no cuando se la declara. Ojalá el debate de ideas de fondo en este tema continúe basado en la razón crítica y en la exposición franca de los fundamentos, más allá de la resolución del Consejo Directivo Central.
Notas:
1 «ADUR-Extensión» nuclea a los docentes de Extensión Universitaria y pertenece a la Asociación de Docentes de la Universidad de la República (ADUR).
2 Para una detallada descripción del derrotero intelectual de Vargas Llosa desde su defensa de las revoluciones latinoamericanas mediados de siglo (incluida la revolución cubana) hasta su conversión al dogma neoliberal a partir de su estadía en Washington en la década de 1980, recomendamos la lectura de Sans, Isabel (2011) «Intelectuales, cultura, poder y tiempos. Mario Vargas Llosa y su tribu: un discurso ‘liberal’ en contexto», en: AAVV, «Pensamiento crítico y sujetos colectivos en América Latina. Perspectivas interdisciplinarias» (Trilce & Espacio Interdisciplinario UR, 2011) .
3 Mario Vargas Llosa: «Elogio de la ‘Dama de Hierro'», El País de Madrid, 2/XII/1990.
4 Así lo expresó en una conferencia titulada «Los desafíos de fines de siglo. La cultura de la libertad», organizada por la Fundación Alberdi de Mendoza el 22 de diciembre de 1995. (Cobertura de esta conferencia disponible en: http://www.lanacion.com.ar/170869-vargas-llosa-solo-educacion-privada)
5 Vargas Llosa, Mario. Lula y los Castro. El País de Madrid. 7 de marzo de 2010.
6 Mario Vargas Llosa: «Elogio de la ‘Dama de Hierro'», El País de Madrid, 2/XII/1990.
7 Ídem
8 Mario Vargas Llosa: «El Virrey», El País de Madrid, 9/VIII/2003.
9 El ejemplo no es antojadizo, el escritor noruego Knut Hamsun condecorado con el Premio Nobel de Literatura en 1920 fue un reconocido activista de la causa nazi. Hoy en día no hay ni una calle con su nombre en su país.
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