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Y ahora aparecen los talibanes estadounidenses

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Un intricado espectáculo de sombras chinescas rodea a Faisal Shahzad, el atacante (fracasado) del todoterreno humeante de Times Square. Antes, en 2010, la Agencia Central de Inteligencia advirtió que al-Qaida podría intentar un ataque dentro de EE.UU. «en los próximos seis meses.» Así fue -funcionó como un reloj- con la ventaja agregada de que los presuntos perpetradores son aún más convenientes que al-Qaida.

El Fiscal General [Ministro de Justicia] de EE.UU. Eric Holder se muestra seguro: «Los talibanes paquistaníes estuvieron detrás del ataque. Sabemos que ayudaron a facilitarlo. Sabemos que probablemente ayudaron a financiarlo y que él [Shahzad] trabajaba en su dirección.» El asesor del presidente Barack Obama para seguridad interior y contraterrorismo, John Brennan, dijo básicamente lo mismo.

El 3 de mayo, fiscales federales de EE.UU. acusaron a Faisal Shahzad, de 30 años, de cinco cargos criminales, incluyendo la realización de un acto de terrorismo y el intento de uso de un arma de destrucción masiva. La demanda interpuesta en un tribunal de Manhattan dice que Shahzad admitió que recibió entrenamiento en la producción de bombas en Waziristán, Pakistán, antes de intentar el 1 de mayo la explosión de un coche repleto de explosivos en Times Square. El coche tenía bidones de gasolina, balones de propano, fuegos artificiales y detonadores.

A pesar de ello, no se ha presentado evidencia concluyente. La noción de que los ultra-localizados, de orientación pastún, Tehrik-e Taliban Pakistan (Talibanes pakistaníes, TTP) puedan realizar un atentado con coche bomba al estilo de al-Qaida en Nueva York es tan capciosa como Goldman Sachs haciendo malabarismo con instrumentos financieros extravagantes. El ejército paquistaní, para comenzar, no la acepta. Según su máximo portavoz, el general Athar Abbas: «No pienso que tengan la capacidad de llegar al nivel siguiente.»

El ministro del interior paquistaní Rehman Malik dijo que era «prematuro» asociar Nueva York con Waziristán -y agregó que sólo los servicios de inteligencia paquistaníes investigarán el asunto (no se incluirá a estadounidenses). Sin embargo, los medios británicos han informado que equipos de investigación de EE.UU. están a la obra en Pakistán, incluida Rawalpindi donde están basados el ejército y las agencias de inteligencia.

El propio TTP, a través de un portavoz, Azam Tariq, descartó todo el asunto, aunque había reivindicado inicialmente la responsabilidad. Informan que Tariq dijo: «Es un acto noble y oramos para que todos los jóvenes musulmanes sigan a Faisal Shahzad. Pero él no forma parte de nuestra red.» En su lugar, el TTP dice que lo que ve es «una conspiración tramada por EE.UU. y sus aliados para atrapar a jóvenes musulmanes y pukhtun [pastunes] en actividades terroristas.»

Podría ser un bluf, pero tiene un cierto sentido. La «bomba» de Shahzad falló miserablemente. El TTP entrena realmente a yihadistas en la producción de bombas en sólo unos pocos días; los propios instructores fueron entrenados por yihadistas de al-Qaida. Si Shahzad fue entrenado realmente en un campo en Waziristán -información filtrada trata de lograr que la opinión pública crea que lo hizo- podría haberse esperado que su bomba por lo menos funcionara.

De todas maneras, un continuo goteo incesante de filtraciones ha creado una narrativa que vincula a Shahzad con TTP, lo reúne con sus dirigentes, lo entrena en Waziristán -e incluso dice que fue adiestrado por el imam nacido en EE.UU., Anwar al-Awlaki, quien ahora se oculta en Yemen y, convenientemente, acababa de convertirse en un objetivo para ser asesinado del gobierno de Obama. ¿Evidencia? Nada concreto.

Los periódicos del grupo McClatchy, en uno de sus artículos, mencionaron a «seis funcionarios estadounidenses» que subrayan que «no se ha encontrado evidencia verosímil» de que Shahzad «haya recibido algún entrenamiento terrorista serio de los talibanes paquistaníes u otro grupo islámico radical.» En cuando al padre de Shahzad, el vice-mariscal del aire Baharul Haq (se trata de una familia de la elite pastún), fue vinculado en EE.UU. con un alto líder talibán -pero nadie hizo esa asociación en el propio Pakistán; sólo fue interrogado por la policía paquistaní.

Perfil de un talibán estadounidense

Nadie sabe realmente si Shahzad realmente vio a civiles pastunes en Waziristán muertos por drones [aviones no tripulados de EE.UU.] -al parecer el motivo definitivo para su acto yihadista. Pero si lo presenció en persona o si leyó u oyó hablar de los hechos, no tiene importancia. Lo que debe haber sentido fue seguramente que el nacionalismo pastún y el Islam estaban bajo ataque. Con su casa embargada en EE.UU., un juicio de su banco en su contra y, según se dice, su matrimonio arruinado, cuesta pensar que haya necesitado otro impulso para «romper el espejo» y cruzar al otro lado.

Antes en este año, argumenté (Yemen, el nuevo Waziristán) que habíamos entrado a la era del nómada yihadista virtual -personajes que en otro tiempo podrían haber figurado en una novela de Fyodor Dostoyevsky o Albert Camus.

Shahzad corresponde al perfil: joven, globalizado y adicto a la fantasía -la ummah (comunidad musulmana) virtual. Al parecer dio el salto conceptual de idealizar a la ummah en Internet a sentir realmente la necesidad irresistible de actuar en el terreno. Como virtualmente todo neo-yihadista -de Dhiren Barot (quien planificó el atentado con bombas en el New York Stock Exchange) al tímido atacante de ropa interior Umar Farouk Abdulmutallab- rompió la comunicación con su familia. Como paquistaní-estadounidense ya era un ejercicio viviente en desterritorialización.

Y todo esto sería muy individualista -no se precisaría la organización por una red terrorista. Agréguese -si algunas de esas filtraciones son tomadas en serio- que Shahzad parece tener los síntomas de una personalidad altamente narcisista (al parecer está «cantando como un pájaro»). Como el experto Oliver Roy lo señala, hablando sobre neo-yihadistas influenciados por al-Qaida, Shahzad, a su modo, también se ha convertido en un vengador solitario, una especie de sediciente héroe «quien puede redimir una vida con la que no está contento logrando la fama mientras escapa de un mundo en el cual no encuentra su lugar.»

Después del (fracasado) atentado de Times Square, nada de esto fue considerado. Ni siquiera importó que el jefe del Comando Central de EE.UU., general David Petraeus

-siempre posicionándose para 2012- aceptó que Shahzad había actuado como un «lobo solitario.» La histeria domina -desde el senador Joe Lieberman que quiere despojar a todos los sospechosos de «terrorismo» de la ciudadanía estadounidense (cualquiera puede convertirse ahora en sospechoso) a los eruditos que exigen el envío de esos sospechosos directamente a comisiones orquestadas por el Pentágono.

La opinión pública de EE.UU. se niega en gran parte a reconocer los hechos en el terreno por su cuenta y riesgo. Dentro de EE.UU., ahora incluso el disenso pacífico puede ser criminalizado como amenaza «terrorista». Ciudadanos estadounidenses como el imam

al-Awlaki pueden ser asesinados «en secreto» en el extranjero -mientras si ocurriera en EE.UU. sería un crimen sancionado con la pena de muerte; la nueva política puede constituir un primer paso para que se asesine también a ciudadanos de EE.UU. dentro del país.

El gobierno de Obama, la maquinaria de inteligencia de EE.UU. y la opinión pública estadounidense también se niegan a reconocer hechos a su cuenta y riesgo cometidos en tierras lejanas. La guerra de drones sobre Pakistán -clandestina, mercenaria y una mezcla de las dos cosas- es considerada no sólo por los pastunes sino por la mayoría de la opinión pública paquistaní como lo que es: una guerra conducida por EE.UU. -un asesinato masivo sistemático de gente «desconocida», «invisible». El gobierno de Obama ni siquiera reconoce si está reevaluando esa estrategia.

Es porque no lo está haciendo. La oportunidad del atentado fracasado de Times Square no podría haber sido más conveniente -precisamente cuando el gobierno de Obama aumenta la guerra de drones en Pakistán, al permitir «en secreto» que la Agencia Central de Inteligencia atacara la semana pasada incluso a grupos mayores de combatientes pastunes «desconocidos», invisibles, de bajo nivel (con el daño colateral correspondiente; más de 400 civiles muertos sólo en 2009). Incluso si el jefe del ejército paquistaní, general

Ashfaq Parvez Kiani, un favorito del Pentágono, no abre la boca, esto será visto por gran parte de la opinión pública paquistaní como lo que es: una nueva declaración de guerra.

La edad del nómade yihadista virtual es una prueba. Olvidad a los Osama; ha llegado la hora de los Shahzad. Las ilegales, encubiertas, guerras de los drones van a criar -con o sin sesgo- una cadena absurda y letal de contragolpes. ¡Cuidado, aparecen los talibanes estadounidenses!

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Pepe Escobar autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su nuevo libro, que acaba de aparecer es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009).

Para contactos escriba a: [email protected].

(Copyright 2010 Asia Times Online (Holdings) Ltd.

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/LE12Df01.html