La Asamblea General de las Naciones Unidas ha instado a la comunidad internacional a emprender actividades para erradicar el trabajo forzoso e infantil, y declaró 2021 como el año para la Eliminación del Trabajo Infantil: el desafío previsto para 2025 se adelantó en cuatro años y se la ha pedido a la Organización Internacional del Trabajo que asuma el liderazgo de la implementación.
Recordaremos que esta resolución subrayaba el compromiso de los estados miembros de «Adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, de aquí a 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas.»
La Asamblea General reconoció la importancia de los convenio sobre la Edad mínima (1999, número 138) y sobre las peores formas de trabajo infantil (1999, número 182) -cuya ratificación por los 187 estados miembros de la OIT es ya casi universal- así como la de la Convención sobre los Derechos del Niño.
Reconoció también la importancia de «revitalizar las alianzas mundiales para asegurar la aplicación de la Agenda 2o030 para el Desarrollo Sostenible, incluida la consecución de los objetivos y las metas relativas a la erradicación del trabajo infantil».
Es cierto que en los últimos años se ha logrado una evolución sustancial, en buena medida debido a la intensidad de las campañas de promoción y a la movilización nacional respaldada por medidas legislativas y prácticas. Solo entre 2000 y 2016, la reducción mundial del trabajo infantil en el mundo fue del 38 por ciento.
«En los dos últimos decenios, la lucha contra el trabajo infantil ha cobrado un impulso extraordinario», dijo Beate Andrees, Jefa del Servicio de Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo.
«Sin embargo, a nivel mundial sigue habiendo 152 millones de niños inmersos en el trabajo infantil. Es evidente que tenemos que intensificar más las actuaciones, y la decisión de la Asamblea General de declarar 2021 el Año Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil será de gran utilidad para centrar la atención en los millones de niñas y varones que aún trabajan en el campo, las minas y las fábricas», añadió.
Mientras tanto Argentina asumió el liderazgo de la promoción de este compromiso internacional, como seguimiento de la IV Conferencia Mundial sobre la Erradicación Sostenida del Trbajo Infantil, celebrada en Buenos Aires en noviembre de 2017.
La resolución recibió el apoyo de 78 países. «Esperamos que este sea un paso más en la intensificación de los esfuerzos y el avance, día a día, hacia un mundo en el que ningún niño sea sometido al trabajo infantil o a la explotación y un mundo en el que el trabajo decente para todos sea una realidad», dijo Martín García Moritán, delegado de Argentina ante las Naciones Unidas.
La agenda, un capricho de corte maquiavelista
Las sanas prescripciones de la moralidad por los cálculos del interés y la descarada persecución del triunfo constituyen lo que se acostumbra a llamar maquiavelismo. Es tristemente indiscutible que el maquiavelismo no tiene fecha, no pertenece a ningún país porque este es tan antiguo como extenso tan universal como lo es la propia perversidad humana.
Pero, por triste ironía del destino, fue la Argentina de Mauricio Macri con sus actuales políticas económicas fondomonetaristas, que generan más precariedad, más pobreza, más injusticas asuma el liderazgo de la promoción de este compromiso internacional. Pero más allá de las agendas no deberíamos olvidar que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) incluyen un compromiso mundial de poner fin al trabajo infantil.
En concreto, la Meta 8.7 de los ODS exhorta a la comunidad mundial, entre otras cosas, a adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, de aquí a 2025, (ahora 2021) poner fin al trabajo infantil en todas sus formas.
Las estimaciones de 2016 cuentan una historia con relatos disimiles sobre los avances reales y el trabajo por concluir. Por un lado, dan cuenta de la notable reducción del trabajo infantil durante el período de 16 años que se inició cuando la OIT comenzó a supervisarlo en 2000.
Por el otro, las estimaciones señalan también la retracción considerable del ritmo de esta reducción en los últimos cuatro años, precisamente en un momento en que se necesita un ímpetu vertiginoso para cumplir la ambiciosa meta de haber erradicado el trabajo infantil en 2025 (ahora 2021).
En el período 2012-2016, el número de niños en situación de trabajo infantil se redujo en 16 millones, apenas un tercio de la reducción en 47 millones alcanzada en el período anterior (2008-2012). En términos relativos, la proporción de niños en situación de trabajo infantil se redujo solo un punto porcentual entre 2012 y 2016, mientras que en el cuatrienio anterior disminuyó tres. La disminución del trabajo peligroso mostró un resultado similar.
Una simple proyección de avances futuros basada en el desempeño de 2012 a 2016 -si todo siguiera igual- indica que en 2025, 121 millones de niños estarían aún atrapados en una situación de trabajo infantil, y 52 millones de ellos, en trabajos peligrosos. Un cálculo similar indica que, aunque hubiésemos mantenido el ritmo del período 2008-2012, que fue el más ágil registrado hasta la fecha, tampoco hubiese sido suficiente.
Cifras mundiales
-152 millones de niños de entre 5 y 17 años de edad se encuentran en situación de trabajo infantil; casi la mitad de ellos, esto es, 73 millones, realizan trabajos peligrosos.
-El trabajo infantil peligroso es más prevalente entre los niños de entre 15 y 17 años. Sin embargo, la cuarta parte de todos los niños que realizan un trabajo peligroso (19 millones) son menores de 12 años.
-Casi la mitad (el 48 por ciento) de las víctimas de trabajo infantil tienen entre 5 y 11 años; el 28 por ciento, entre 12 y 14 años; y el 24 por ciento, entre 15 y 17 años de edad.
-El trabajo infantil se concentra sobre todo en la agricultura (el 71 por ciento), que abarca la pesca, la silvicultura, la cría de ganado y la acuicultura -el 17 por ciento, en los servicios; y el 12 por ciento en el sector industrial, incluida la minería.
Características del trabajo infantil: la historia de dos relatos
El sector agrícola concentra, y de lejos, la mayor proporción de trabajo infantil. La agricultura absorbe el 71 por ciento del total de niños en situación de trabajo infantil, es decir, más de 108 millones de niños en términos absolutos. El trabajo infantil se concentra principalmente en el cuidado de ganado y la agricultura comercial y de subsistencia, y suele ser peligroso por su propia naturaleza y por las circunstancias en las que se realiza.
El número de niños en situación de trabajo infantil en los sectores de servicios e industria es de 26 y 18 millones, respectivamente, pero es probable que estos sectores adquieran mayor importancia en algunas regiones, en razón de fuerzas tales como el cambio climático, que obliga a las familias a dejar las fincas y trasladarse a las ciudades.
Según las estimaciones mundiales de 2016 sobre la esclavitud moderna, alrededor de 4,3 millones de niños menores de 18 años son víctimas del trabajo forzoso, lo que equivale a un 18 por ciento del total de 24,8 millones de víctimas del trabajo forzoso en todo el mundo.
Esta estimación incluye a un millón de niños en situación de trabajo forzoso víctimas de explotación sexual forzosa, tres millones en situación de trabajo forzoso para otras formas de explotación laboral, y 300.000 niños en trabajo forzoso impuesto por las autoridades del Estado.
Muchas veces al definir el trabajo infantil se muestra una posición ambigua y contradictoria. Por más que las razones para combatir el trabajo infantil sea una obviedad, esta vara varía según sean los intereses. Aquí se admite la gravedad del problema, pero establece cuasi subrepticiamente que exigir la desaparición del «trabajo infantil» es inconveniente para las familias que sobreviven de los ingresos que obtienen de él.
De esta forma se afirma ambiguamente que el trabajo no es perjudicial para el niño y que, al contrario, estimula su independencia, confianza en sí mismo y lo dota de habilidades que le serán útiles en trabajos futuros. Los niños se sienten, así, satisfechos de sentirse útiles y de contribuir con el gasto familiar, dejando de ser una carga económica.
Pero las actuales formas extremas de trabajo infantil, en la que los niños sufren tanto el efecto de las condiciones del trabajo peligroso como el trauma de la coacción, la amenaza de una pena y la falta de libertad, requiere la adopción de medidas urgentes por parte de los gobiernos y la comunidad internacional.
El Estado y la sociedad deberían entonces alentar la protección de estos niños y el mejoramiento de sus condiciones de trabajo. El resultado es que estamos todavía muy lejos de alcanzar el mundo que deseamos: 152 millones de niños aún son víctimas del trabajo infantil, y casi la mitad de ellos, se encuentran en sus peores formas de explotación. Visto lo visto ¿sera 2021 una expectativa real?
Eduardo Camin, Analista uruguayo acreditado en la ONU-Ginebram asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)