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A dos semanas de las elecciones

El país del hartazgo y la esperanza

Fuentes: Rebelión

Más allá de las contradicciones ficticias que plantean algunos candidatos – asegurando que lo afirmado por las empresas encuestadoras es equivocado cuando no falso, dejando de lado que las coincidencias en los pronósticos cada día son más ajustadas – está la percepción de climas que cualquier uruguayo puede concretar intercambiando opiniones con personas cuyo trabajo […]

Más allá de las contradicciones ficticias que plantean algunos candidatos – asegurando que lo afirmado por las empresas encuestadoras es equivocado cuando no falso, dejando de lado que las coincidencias en los pronósticos cada día son más ajustadas – está la percepción de climas que cualquier uruguayo puede concretar intercambiando opiniones con personas cuyo trabajo las coloca diariamente en contacto con muchas otras.

Feriantes, taxistas, vendedores de comercio, empleados de mostrador, etc., etc. Todos los responsables de esas actividades y, por supuesto, de muchas más, son los que tienen la posibilidad de captar de la manera más concreta esos climas que, más allá de la medición que realizan las empresas encuestadoras, son los que, instalados en la sociedad, determinan los apoyos electorales y sus corrimientos. Diríamos, de acuerdo a nuestra experiencia personal, que hoy el electorado uruguayo se sigue encaminando a votar el doctor Tabaré Vázquez para la presidencia de la República, apoyando a los candidatos de las múltiples listas que presenta el Encuentro Progresista – Frente Amplio – Nueva Mayoría. Y, aventurando otra opinión sobre la percepción de climas, parecería evidente que la decisión mayoritaria de la gente es decidir el voto por la coalición de izquierda alcanzaría (y sobraría) para su consagración en la primera vuelta electoral.

La tendencia se basa en la decisión mayoritaria (y nueva) de no acompañar a los candidatos colorados y blancos, representantes de partidos a los que se responsabiliza de la situación que se vive en el país, de la crisis no resuelta y de la deficiente distribución del ingreso, especialmente cuando se verifican índices de crecimiento positivos, proceso contradictorio que está determinando una acentuación de la exclusión social.

Podemos equivocarnos en nuestras percepciones de los climas electorales pero, más allá del funcionamiento adecuado de la comprobación de esas sensaciones que, obviamente, pueden estar influidas por nuestra ideología, expectativas y deseos, estimamos que el camino que han decidido recorrer los uruguayos, está claramente vinculado al cambio. Protagonizarán dentro de dos semanas un sacudón histórico, sacándose de encima a colorados y blancos, para extender una carta de crédito a la izquierda.

Una decisión, conciente en algunos y emotiva en otros, que en los dos casos es coincidente en la resolución de renovar los tradicionales elencos gobernantes y que puede determinar que el 31 de octubre las cifras finales de apoyo a la izquierda superen ese 55% que algunas empresas encuestadoras ponen como el techo al que llegaría el apoyo electoral a las listas que apoyan al doctor Vázquez.

La percepción de los climas lleva pensar que la correntada será imparable y que, lo que es la más obvia obviedad (que se nos perdone la repetición), que la izquierda ganará en la primera vuelta electoral.

Quizás algunos politólogos estimarán, luego de leernos (siempre hemos aspirado a que nuestra trabajosa prosa no se la lleve el viento de la indiferencia), que es un atrevimiento del comentarista enfrentar a empresas que realizan relevamientos de campo y utilizan metodologías precisas para medir los niveles de opinión pública, con tan solo una percepción de climas, que tiene un resultado final distinto. Quizás más ambicioso, con el que implícitamente se sostiene que la incógnita que siguen manteniendo colorados y blancos es solo un mecanismo falaz, destinado a ambientar la zozobra general y mantener todavía en su gente cierta dosis de ilusión sobre un resultado distinto al que se visualiza. Lo otro sería desmovilizarla.

El voto prestado

Sin embargo también es adecuado tratar de despejar otras incógnitas. ¿Esta correntada hacia el EP-FA-NM- es verdaderamente en apoyo de la izquierda? ¿Es que los uruguayos, conservadores y neoconservadores, por idiosincrasia y bagaje cultural, hemos cambiado para apoyar a un sector político que nunca ha podido acceder al gobierno del país?

Creemos que estas interrogantes exigen un análisis acabado de sociólogos y politólogos, quienes deberían llegar al fondo mismo de las motivaciones que llevan a que la gente intente modificar la tradicional hegemonía de colorados y blancos. Pero, en primera instancia, digamos, que nos parece plausible indicar, que no han habido muchos corrimientos ideológicos, sino que este voto meditado al doctor Vázquez, es producto también del hartazgo provocado por estos gobiernos lamentables que han protagonizado los llamados partidos tradicionales, tomando como modelo e impulsarlos con ideas siempre provenientes de EE.UU., a través de los organismos de crédito, aunque – como el establecido por el Consenso de Washington – se convirtieran en una sarta de planes disparatados, cuya aplicación se hizo siempre a contrapelo de los intereses de las mayorías.

Planes de un modelo que ha determinado la enormidad de que algo menos de la tercera parte de la población del país viva por debajo de la línea de la pobreza y que además, el Uruguay sea un compendio de irregularidades y privilegios, cuando no de acomodos, algunos de ellos desde el punto de de vista ético, insoportables (tomemos por ejemplo final lo ocurrido en el Correo, o lo que sigue pasando con los contratos de obra y servicio)

La gente está cansada de esa politiquería barata, de esas demostraciones constantes del peor clientelismo político, de ese cipayismo crónico y sin medida por el cual se hace en algunas materias lo que se indica desde afuera.

¿Y cual es la decisión mayoritaria? La de buscar algo distinto, un cambio en la integración del gobierno para tratar de salir de una parálisis que amenaza con terminar con el país. Se nos dice que hablar del voto «prestado» es una calificación que conlleva un desmérito a las largas luchas populares. Y nosotros decimos otra cosa, que a la vuelta del camino, los uruguayos hemos madurado y nos hemos vuelto cada vez más democráticos. Ahora decidimos no dejarnos llevar de la nariz por los lemas tradicionales, por la pasada vigencia de personajes presuntamente heroicos del pasado, de luchas pretéritas – que como la de Maracaná – nos siguen emocionando, pero que a la vez, nos mantuvieron aferrados a un pasado histórico que nada tiene que ver con el presente y menos aún con el futuro.

El país de mañana hay que hacerlo desde hoy. Porque los heroicos de Maracaná le hayan cambiado la pisada a la selección brasileña de la época, no quedó establecido que ello siempre iría a ocurrir. En política es lo mismo. El deterioro que ha sufrido el país es producto de desaciertos y de vicios, de todo tipo, del que son responsables colorados y blancos. Saravia y Batlle de poco sirven hoy para analizar lo que hay que hacer en el presente para crecer en el futuro.

Por lo tanto la gente decidió abrir una nueva carta de crédito, «prestando» su voto a una corriente ética que nunca había incursionado en el gobierno, esperando de ella un cambio profundo que remueva del Estado todo lo malo que en él se fue incrustando luego de décadas y décadas de gestiones gubernamentales lamentables. Se trata, obviamente, de desprenderse de rémoras y de utilizar a la democracia electoral en toda su magnitud.

Un voto «prestado» que significa, porqué no decirlo, un avance de la democracia que muestra como la gente piensa en el futuro en el país dejando de lado viejos enganches electorales que, como en las reminiscencias sobre Maracaná, siempre sirvieron para mantener al país en el pasado.

Y como es prestado, mantenerlo, determina cuidados especiales. ¿No es verdad?

(*) Periodista