Los «halcones-gallina» no se duermen. Ari Fleischer, ex vocero de la Casa Blanca, está invirtiendo 15 millones de dólares en la compra de espacios televisivos para proyectar spots de 30 segundos protagonizados por militares y civiles norteamericanos que padecen la guerra de Irak en carne propia, pero insisten en que debe continuar. Se pueden ver […]
Los «halcones-gallina» no se duermen. Ari Fleischer, ex vocero de la Casa Blanca, está invirtiendo 15 millones de dólares en la compra de espacios televisivos para proyectar spots de 30 segundos protagonizados por militares y civiles norteamericanos que padecen la guerra de Irak en carne propia, pero insisten en que debe continuar. Se pueden ver en el sitio //freedomswatch.org/video.aspx. y escuchar al veterano John Kriesel, al que una bomba artesanal de la resistencia le voló las dos piernas en una carretera cuando estaba por finalizar su segunda permanencia en el país árabe: «No es el momento de retirarse -dice-. No es el momento de hacer política». En este caso «hacer política» significaría desconocer la opinión de la mayoría de los estadounidenses. El 60 por ciento estima que el número de bajas norteamericanas es inaceptable y el 42 por ciento -contra el 23- que las tropas deberían retirarse ya o escalonadamente (//home.bussi neswire.com, 21-8-07).
La introducción a estos «comerciales» -así se los define- señala que «ha llegado la hora de que los norteamericanos luchen contra los grupos anti-victoria que están socavando la guerra contra el terror». En efecto, todos los entrevistados repiten, como Bush, que la única solución del conflicto es la victoria. Pero, ¿quiénes serían los que no quieren «ganar»? Tal vez Adrienne King, lingüista que se desempeñó cuatro años en el servicio de inteligencia del ejército, pasó a la reserva y fue luego enviada al país árabe: «El Congreso debe ponerse de pie y sacarnos de Irak -declaró-, quitarles ese peso a nuestros soldados». O tal vez las madres y los familiares de efectivos caídos a los que se condecoró post-mortem con la Gold Star: demandan «traer a casa de Irak a nuestros hijos e hijas e impedir que otras familias experimenten el dolor que sentimos por nuestras pérdidas».
Es que no en todos han calado las mentiras de la Casa Blanca para justificar la guerra: las armas de destrucción masiva que nunca se encontraron, o el presunto vínculo Saddam Hussein/Al Qaida. Diez días después de los atentados, un informe de la CIA -depositado en los escritorios de W. Bush, Dick Cheney, Colin Powell, Condoleezza Rice y otros altos funcionarios del gobierno- indicaba que no había colaboración alguna entre Irak y Al Qaida (MSNBC, 22-11-05). Bush se negó a entregar el informe al Comité de inteligencia del Senado hasta mediados del 2004, cuando la ocupación de Irak y el derrocamiento de Hussein eran hechos cumplidos, pero no cesó de insistir en la existencia de un vínculo inexistente. Ya lo decía Goebbels: «Miente, miente, siempre algo quedará».
Los neoconservadores han lanzado esta nueva campaña mediática un par de semanas antes de que el general David Petraus, comandante en jefe de las tropas ocupantes, y Ryan Crocker, embajador norteamericano en Bagdad, presentaran al Congreso un informe sobre los resultados del reciente envío de 28.000 efectivos más que ha elevado su número a un nivel nunca alcanzado anteriormente. Se descuenta que, con matices, dicho informe celebrará los logros de ese aumento -estrategia elegida por Bush para alcanzar la victoria que anunció hace más de cuatro años-, aunque en una reciente evaluación unánime de los 16 servicios de inteligencia estadounidenses se señala que los progresos son pocos y que no ha disminuido el nivel de violencia imperante en Irak. La Casa Blanca no quiere soluciones políticas. Y luego, los yacimientos de petróleo son merecedores de control militar.
Los altos jefes militares están divididos acerca del curso de la guerra, no pocos desaprueban la estrategia de Bush y no falta el neoconservador que los considera un casi «grupo anti-victoria». El Pentágono no dará una opinión única sobre la estrategia de Bush, hecho inusual -especialmente con el país en guerra- en un ministerio que no acostumbra a airear públicamente sus diferencias internas (McClatchy Newspapers, 30-8-07). Varios comandantes elevarán evaluaciones individuales directamente a Bush al mismo tiempo que el general Petraus y el embajador Crocker presentarán las suyas ante el Congreso: es evidente que estos militares -algunos, como el general de Marines Pater Pace, jefe saliente del Estado Mayor Conjunto, han propuesto reducir el número de efectivos, en vez de aumentarlo- desean dejar en claro que cualquier futura decisión de Bush no es la que ellos tomarían. El mandatario norteamericano enrostra a sus críticos que están socavando la moral de las tropas; sus críticos quieren retirarlas para que no pierdan la vida. La lógica de W. es bien curiosa.