Recomiendo:
0

Las Naciones Unidas en Haití: ¿Misión de paz u ocupación militar?

Fuentes: Rebelión

El Secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, se declaró el primero de agosto, a favor de la prorroga para 12 meses suplementares de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH). Luiz Carlos da Costa, el representante especial adjunto para la Misión, sostuvo que esta necesitará por lo meno 4 […]

El Secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, se declaró el primero de agosto, a favor de la prorroga para 12 meses suplementares de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH). Luiz Carlos da Costa, el representante especial adjunto para la Misión, sostuvo que esta necesitará por lo meno 4 años más para lograr sus objetivos. El Consejo de la ONU votó a favor de la prorroga de la MINUSTAH: 12 meses más de presencia en territorio haitiano. La comunidad internacional ha confirmado su apoyo a dicha misión por la cual el presidente haitiano René Preval había abogado en la sexagésima segunda Asamblea general de la ONU.

A mas de 3 años del despliegue en el país de la fuerza multinacional, la prorroga de una Misión que cuesta más de 500 millones de dólares por año se puede justificar solo con el alcance de resultados remarcables para Haití. Según la resolución 1529 (2004) del Consejo de Seguridad de la ONU la misión tiene como finalidad: «garantizar la paz y conseguir la estabilización del país».

¿Se lograron estos objetivos?

Para dar una respuesta a esta pregunta es necesario diferenciar la capital de las provincias. Puerto Príncipe, antes y después de la intervención de los militares de la ONU, ha sido el lugar donde se concentraba la mayoría de las bandas armadas, además de una pequeña región del norte (Gonaïve). De hecho las provincias nunca registraron altos niveles de violencia. En vez, la capital ha sido escenario de la lucha violenta entre las bandas en contra y a favor del ex presidente Jean-Bertrand Aristide. Con la perdida del apoyo de parte de los que lo habían votado, en febrero de 2004, el entonces presidente izquierdista fue derrocado por un golpe de estado, efectuado por rebeldes haitianos apoyados por la oposición burguesa y los paramilitares del periodo de la dictadura de Raoul Cedras (1991-94) y de los Duvalier (1957-86). Joanny de Matteis, vicecónsul honorario de Italia en Haití, afirma que en su oficina en Puerto Príncipe en Av. Haile Selassie 28, antes que Aristide formalmente renunciara, se reunieron, André Apaid, líder de la oposición haitiana, y Colin L. Powell, entonces secretario de estado de Estados Unidos.

Según la encuesta llevada a cabo en Puerto Príncipe en junio de 2007, el 95% de los entrevistados afirmaron que el nivel de seguridad mejoró a partir de febrero del mismo año, cuando la MINUSTAH llevaba ya dos años en el país. La pregunta que se hacían los mismos haitianos era entonces porque, con semejante presencia militar, los efectos reales en la estabilización se vieron tan tarde, o sea después de 2 años de la intervención.

Hoy en día los niños no se encuentran encerrados en sus casas, han vuelto a salir por las calles de los barrios populares, el miedo a los secuestros generalizados que existía hasta el mes de mayo ya no es el mismo. Los jóvenes han vuelto a salir por la noche hasta la madrugada, cuando hace unos meses atrás las 8 de la noche correspondían a un toque de queda virtual. Los números de secuestros disminuyeron considerablemente en el transcurso de este año, de 42 casos en enero hasta 6 en junio. La vida de los haitianos parece haber vuelto a la normalidad comparada con la situación de diciembre de 2006, mes en que la capital fue azotada por los secuestros operados por los gangs sin ninguna reivindicación política; los mismos llegaron a secuestrar un autobús escolar entero, lo que determinó la decisión de la autoridad de cerrar anticipadamente los colegios.

Según datos del Hospital de la Universidad de Puerto Príncipe, entre enero y noviembre de 2006 hubo 721 asesinatos en la capital, a diferencia de enero a agosto de 2007 hubo menos de la mitad del numero de homicidios del año anterior. Esos datos se explican considerando que hasta diciembre de 2006 el actual gobierno de René Préval, en vez de atacar militarmente las pandillas, intentó negociar con ellas para que entreguen las armas. El canje propuesto por la autoridad, preveía que con la cesión del arma su posesor se hubiera sometido a un proceso judicial y luego se le prometía la integración en la sociedad. En vez, las bandas armadas, a cambio de la entrega de las armas, pedían la inmunidad, dinero y visas para salir al extranjero. El gobierno se negó rotundamente a pactar bajo esas condiciones y autorizó la intervención militar de la MINUSTAH en los barrios mas calientes de la capital.

Actualmente la MINUSTAH ha arrestado la mayoría de los jefes de los gangs, no cabe duda que esto ha seguramente ayudado a estabilizar el país; pero el 80% de los haitianos entrevistados se pregunta ¿los resultados conseguidos por las acciones militares serán duraderos?

En la mayoría de los casos los presuntos bandidos fueron arrestados sin armas, las cuales se quedaron en posesión de los restantes miembros de los grupos armados y sin el cuerpo del delito la justicia haitiana no condenará a muchos imputados. En la capital se considera que hay en circulación alrededor de 250.000 armas en posesión de varias bandas de facciones distintas. Armados están: el movimiento Lavalas que lucha para la vuelta al poder del ex presidente Aristide, gangs que se financian a través de secuestros, extorsiones, trafico de drogas y asesinatos, y no pertenecen a ningún partido político, y la mayoría de la clase burguesa que vive atrincherada en las alturas de la capital y que fue promotora del golpe de Estado de 2004.

En junio, Alix Fils Aimé, el presidente de la Comisión nacional para el Desarmo, Desmantelamiento y Reintegración (CNDDR), anunció, por fracaso de la estrategia utilizada, un cambio del programa de la ONU dirigido a la reinserción en la sociedad de miembros de gangs que habían depuestos las armas (el DDR).

El plan no tenía en cuenta la realidad haitiana y se fundamentaba en las experiencias de Sierra León y Liberia, dos conflictos armados en donde los grupos rebeldes implicados habían pactado la paz y convenido de abandonar las armas. El DDR prácticamente se basaba en dos acciones: el «desarmo voluntario» de los que poseían armas y el «desarmo forzado» de las personas encontradas en los check point con armas no registradas. En los dos casos con el abandono de las armas, el programa facilitaba un curso de formación profesional o un micro crédito a los ex banditos para su reinserción en la sociedad.

De hecho hubo varios casos en que participantes del programa DDR fueron arrestados cometiendo delito; estos sujetos poseían y utilizaban armas mientras tanto gozaban de los privilegios por supuestamente haber entregado las mismas armas.

Entonces, la MINUSTAH, reconociendo la ineficacia del DDR activo durante casi un año, le cambió el nombre y lo convirtió en Reducción de la Violencia Comunitaria (RCV). Este nuevo plan, hoy en día vigente, focaliza su acción en la prevención y sensibilización comunitaria de la violencia.

En conclusión, teniendo en cuenta el estado de miseria en que vive el 75% de la población y la alta tasa de desempleo, la detención de los líderes de las pandillas no impide su rearmo y reconstitución. Ya se ha registrado que algunos grupos de bandidos han intentado removilizarse en los barrios más pobres de la capital.

Analizando las zonas más calientes de Puerto Príncipe, se puede ver que la MINUSTAH desde el 2005 está presente en Cité Soleil, zona de la capital denominada «de no derecho» donde, antes de su intervención, sea la Policía Nacional, sea el Alcalde municipal no tenían acceso. A principios de los años ’90, Cité Soleil era la sede principal del movimiento Lavalas que, después del golpe de estado, pedía la vuelta de Aristide; a partir de 2003, debido al incumplimiento de sus promesas electorales, el movimiento político se descompuso y muchos de los integrantes del movimiento armado se convirtieron en gangsters.

Hoy en día el alcalde, Wilson Louis, ha vuelto a trabajar en la sede municipal en el centro del barrio, los niños han vuelto a la escuela, los habitantes que habían huido han vuelto a sus casas, los barcos han vuelto a salir del puerto a pescar. No se puede negar entonces que la presencia de los militares de la ONU ha contribuido de una manera a la pacificación de la Cité.

Pero ¿a qué precio? Según datos de Médicos Sin Fronteras, que opera en el hospital Saint Catherine ubicado en el centro del barrio, solo en julio 2005 hubo 60 muertos por los enfrentamientos entre MINUSTAH y los grupos rebeldes. Entre diciembre 2005 y enero 2006 hubo 106 heridos por balas, de los cuales el 60% fueron civiles. Cuando los militares de la ONU empezaron las últimas operaciones (diciembre 2006-marzo 2007) con el fin de ocupar determinadas bases de las gangs, solo en diciembre, hubo 47 heridos por balas, de los cuales el 10% fueron civiles. Las últimas acciones fueron entonces dirigidas a objetivos estratégicos, superficies previamente delimitadas y por eso causaron menores «daños colaterales», o sea victimas en la población civil.

Además de la ya nombrada zona de no derecho, la MINUSTAH consiguió establecer una base militar permanente dentro de Martissant, otro barrio de la capital considerado en riesgo de convertirse en una nueva Cité Soleil. En este barrio ubicado en un cerro en el sur de Puerto Príncipe, la fuerza de la ONU dirige el patrullaje conjuntamente con la Policía Nacional Haitiana (PNH), lo que ha determinado una disminución de la violencia en la zona, según el comando MINUSTAH. La misma fuente refiere que la población ha colaborado con los soldados otorgándoles información valiosa sobre los miembros de los 5 gangs, que nunca fueron vinculadas con partidos políticos.

En Martissant, según datos de la MINUSTAH, por enfrentamientos entre pandillas en junio hubo solo 2 muertos y 4 heridos, un saldo diez veces menor respeto al mes de enero que marcó la entrada de los militares en el barrio y la ocupación de una escuela como base principal para el Comando. Estos datos no han sido confirmados por Khalil Sayyad, coordinador del hospital de Médicos Sin Fronteras al límite de la zona, que afirma que la estructura atendió, solo en mayo, a 450 heridos por balas y armas blancas y, en junio, a 150 casos.

Según la encuesta, el 70% de la población haitiana entrevistada, aunque reconoce la gran contribución de la MINUSTAH para mejorar la seguridad del país, considera la Misión de la ONU como una ocupación extranjera del propio territorio, tantas veces ocupado en 200 años de independencia. En las provincias, donde nunca se han registrado altos números de violencia, la población, con una expresión muy representativa de la consideración que da a la MINUSTAH, denomina los militares TURISTAH.

Cabe destacar que, el 90% de los entrevistados considera la policía haitiana como un organismo muy ineficiente y corrupto. Haciendo hincapié en esta constatación, uno de los justificantes de la prorroga de la Misión consiste en la necesidad de formación de la fuerza de orden local. La portavoz de la MINUSTAH, Sophie Boutaud de la Combe, calculando que 7.000 policías ya fueron formados por la misión y que para garantizar la seguridad del país se necesitarían 7.000 más, afirma «la MINUSTAH tendría entonces que quedarse 4 años más en Haití». Pero ¿la colaboración actual entre PNH y MINUSTAH representa una forma de aprendizaje para la policía haitiana o fomenta su dependencia hacia los soldados de la ONU?

René Preval y Hédi Annabi, jefe de la MINUSTAH desde septiembre, coinciden en que la prorroga de la Misión se necesita principalmente además para otra sección de actividad: la justicia. En este ámbito, el plan de acción de la ONU consiste en: una profesionalización de los actores de la justicia, un apoyo en la preparación de los textos legislativos de reforma de los códigos, la creación de un sistema de asistencia judiciaria accesible a todo el mundo, y una formación en la administración penitenciaria.

«La justicia penal y el sistema penitenciario haitiano todavía presentan graves carencias. Se han hechos muchos progresos, pero falta todavía», sostiene Thierry Fagart, jefe de la sección para los derechos humanos de la MINUSTAH. «La reforma de la policía va mucho más rápida de la reforma del sistema judicial -afirma Fagart – el riesgo es construir un estado policial y no un estado de derecho». Sus preocupaciones son seguramente validas, aunque cabe destacar que él sea el responsable de la tutela de los derechos humanos de los haitianos y no existe un monitoreo de estos derechos preparado por la sección.

No se puede no reconocer el papel jugado por la Misión de la ONU en la pacificación de Haití. No olvidemos que el país se encontraba en el 2004 en una situación de anarquía generalizada y de lucha abierta entre bandas rivales, lo que determinó muchísimas victimas en la población civil y la devastación de la economía nacional.

De otra forma, la Misión tiene un costo altísimo respecto a los beneficios reales para la población. Hay que considerar que el precio anual de la Misión corresponde a un poco menos de la cantidad de dinero que Haití destina al gasto publico total o también a cinco veces el presupuesto de la policía nacional.

La inseguridad no se combate en un país sólo custodiando y acuadrillando cada una de las ciudades y calles de su territorio, sino respetando y protegiendo el derecho de sus habitantes a una vida digna. Para lograr una estabilización a largo plazo, Haití no necesita ni tanques, ni helicópteros militares, ni metralletas pero acciones sociales y económicas planeadas y ejecutadas por el Estado haitiano: formación de profesores, programas de alfabetización, construcción de infraestructuras, creación de puestos de trabajos, fomento del turismo, formación de la policía, reestructuración del sistema penitenciario, adopción de leyes orgánicas para el funcionamiento de las administraciones locales, una nueva política energética.

Ronald Lamy, habitante desempleado de Cité Soleil, 28 años, afirma » Nosotros pobres no apoyamos a los bandidos, ahora con la presencia de la MINUSTAH hay menos violencia, pero tenemos más hambre respeto a cuando gobernaba Aristide«.