Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti
La crisis que ha estallado estos días en Grecia es ésta. La crisis del neoliberismo, en salsa conservadora y socialista. Un modelo que ha significado una cosa solamente: que el Estado no existe. Una idea platónica, una ilusión. Lo que hay en verdad es una burocracia totalmente sumisa ante los intereses privados, que van desde los de los poderosos señores de los canales de televisión a los grandes constructores pasando por el policía algo nervioso que dispara cuando le parece.
Esta es la Grecia que tratan de exorcizar los jóvenes encapuchados mediante su revuelta. Un país dominado por la ilegalidad, la prepotencia, los abusos del famoso «mercado». Los poderes públicos, los elegidos democráticamente, están en otros lugares: en los yates, en las televisiones, en Kolonaki, el barrio chic de Atenas devastado ayer. Al ladito al ladito de los grandes pordioseros privados. Quede claro: nos referimos a la derecha en el gobierno. Aunque los socialistas tampoco fueron mejores, y la gente lo sabe.
Esta privatización de todo y de todos ha tenido consecuencias devastadoras en el orden público. Era previsible. Ahora ya no hay policía griego que no esté al servicio de algún interés privado legal (un partido o un político) o ilegal. Los salarios y los ascensos en la carrera siguen la suerte de sus grupos de referencia privados y no la jerarquía interna. El año pasado la policía intentó hacer una redada en un campo de hachís en Creta. Les respondieron con ráfagas de metralleta: un muerto y seis heridos graves. No volvieron a intentarlo. Quien no se suma a algún grupo de estos, actúa más por ignorancia que por honestidad. ¿Los poderes criminales? ¿Los grupos mafiosos? Campan a sus anchas. Grecia hasta hace 20 años era uno de los países más seguros de Europa. Ahora las capas más populares en la enorme área suburbana de Atenas ya no saben de quién han de defenderse: ¿de los propietarios, de los policías o de los criminales? ¿Y la ley? El año pasado encarcelaron a tres jueces corruptos, pero no se hizo limpieza. Esta descabellada (no) política del orden (no) público es lo que transformó el barrio Exarjia, rincón pintoresco de artistas y bohemios hasta hace veinte años, en un bastión de rebeldes, siempre en el umbral entre el espontaneísmo de las barricadas y la delincuencia común. Al no poder contener a algunos cientos de «insurreccionalistas», los policías siempre se han vengado de modo exagerado, en favor de los intereses privados, de mala manera.
Un desastre. Los rebeldes han crecido y su influencia se ha extendido. En estas jornadas a sangre y fuego de Atenas han demostrado que tienen en la mano el movimiento de protesta. Un liderazgo ciego, sin salidas ni perspectivas. Se trata en cualquier caso de la cosecha de una lejana siembra llamada bipartidismo perfecto. Si no hay alternativa creíble, no queda más que el fuego.
Fuente: http://www.ilmanifesto.it/Quotidiano-archivio/10-Dicembre-2008/art1.html