«Como no había líderes con quien negociar o dialogar, al contrario de lo que sucede, entre otros, con los sindicatos, con los camioneros, con los partidos políticos, con los movimientos ecuménicos, con los estudiantes, radicales y peligrosos, y con una parte de la sociedad civil, tuvimos que hacer este despliegue de fuerza». En momentos posteriores […]
«Como no había líderes con quien negociar o dialogar, al contrario de lo que sucede, entre otros, con los sindicatos, con los camioneros, con los partidos políticos, con los movimientos ecuménicos, con los estudiantes, radicales y peligrosos, y con una parte de la sociedad civil, tuvimos que hacer este despliegue de fuerza». En momentos posteriores a las acciones violentas de la Policía de Puerto Rico en las inmediaciones del Capitolio el pasado miércoles 30 de junio de 2010, el superintendente de la policía de PR José Figueroa Sancha justificaba las acciones del organismo que él dirige con un argumento parecido a la oración anterior. Ese argumento, que posteriormente fue asumido y repetido hasta la saciedad por el Gobernador Luis Fortuño y por los distintos miembros del PNP, que tildaron esta operación de heroica, circuló a través de los distintos medios de comunicación del país durante varias horas. Finalmente, y como suele suceder con este tipo de argumentos débiles, desapareció de la esfera pública sin una mayor discusión.
Sólo el artículo de Benjamín Torres Gotay, titulado «El lenguaje secreto de las calles» publicado por el Nuevo Día, atendió a esas declaraciones [1]. En este artículo, el autor expone brillantemente que este movimiento estudiantil no tiene uno o dos líderes, y no porque no estén organizados sino porque la fórmula de organización por la que han apostado es horizontal y no vertical. Lo que ya de partida representa una ruptura con las prácticas tradicionales de la política puertorriqueña: en lugar de un líder pastoril, proponen docenas de líderes.
Comentaba el autor que esa forma de organización, propia de la democracia participativa, hizo que la lucha de los estudiantes en la Huelga de la Universidad de Puerto Rico fuera exitosa, y que, en cierta medida, haya percolado en las distintas esferas de la sociedad civil puertorriqueña. A grandes rasgos, comenta Torres Gotay, que ese modelo de organización ha sido exitoso porque es imposible atacar a uno o a dos líderes y con ello desestabilizar el movimiento, sino que hay muchos líderes y siempre mantienen un discurso o argumentos similares. Esta fórmula ha imposibilitado que las ofensivas del gobierno colonial, y de sus agencias de seguridad, hayan tenido éxito a la hora de desmovilizar esas manifestaciones. Hasta este punto estamos de acuerdo con lo que plantea el autor, empero nos parece que hay un elemento de su artículo que puede ser formulado en otros términos. Torres Gotay sugiere que el gobierno se empecina en no escuchar lo que la sociedad plantea y los cambios que ésta quiere. En ese sentido, entendemos que el gobierno realmente sí escucha, lo que sucede es que no entiende y no lo hace porque no quiere, lo hace porque ellos viven en otro Puerto Rico.
Por otra parte, Giovanni Roberto, en el artículo titulado «Los estudiantes como fuerza» publicado en Claridad [2], expone algunos de los elementos que conforman las movilizaciones estudiantiles y lo que significó la huelga de la UPR para el país. En su artículo podemos leer y constatar que se está dando un quiebre o una ruptura constituyente en el marco axiológico, epistemológico y estratégico de las izquierdas puertorriqueñas. En ese sentido, nos parece ilustrativa la reflexión que realiza el autor en torno a los hechos de la «Asamblea del Pueblo» convocada por el Colegio de Abogados de PR el 1 de julio de 2010, a raíz de los actos de la policía de Puerto Rico. Al describir lo que allí aconteció, argumenta el autor que ellos como movimiento y como propulsores de un nuevo ideal de hacer las luchas socio-políticas, no podían aceptar que se impusieran unos acuerdos y/o líneas de acción. Acuerdos y líneas de acción que habían sido decididas por 20 personas en una reunión previa, y que no representaban el genuino interés del pueblo.
Así, Roberto constata que el movimiento estudiantil y, con ello, las ideas, estrategias y propuestas que están introduciendo, representan un quiebre con la izquierda pastoril puertorriqueña. Es decir, con la izquierda tradicional que se empecina en asumir los discursos y las estrategias demo-liberales que tan desgastadas se encuentran hoy día. Sin embargo, y como el mismo autor constata, esa izquierda pastoril no ha asumido la trasformación y/o el quiebre que se está dando en el país, de manera que continúan con sus luchas privadas, cerradas y exclusivas que, al contrario de aglutinar, desmovilizan. Por ello, nos atrevemos a decir que la izquierda pastoril y/o la izquierda privada puertorriqueña sí que escucha lo que la sociedad pide, lo que pasa es que tampoco entiende porque también viven en otro Puerto Rico.
Ahora, ¿a qué nos referimos cuando planteamos que el gobierno colonial de Puerto Rico, la izquierda pastoril, los estudiantes y parte de la sociedad civil viven en Puerto Ricos distintos?
Como plantea Carlos Rivera Lugo en el artículo titulado «Proclama por un nuevo Puerto Rico», publicado en Claridad [3], estamos viviendo en un nuevo país, donde los nuevo y lo viejo no se están comprendiendo. Donde lo viejo es representado por formas elitistas de hacer política y, lo nuevo es representado por un quiebre con esas posturas y una invitación a reinventarnos. Así, lo que pretendemos mostrar, a través de la discusión con estos artículos, es que en Puerto Rico hay muchos Puerto Ricos y que, entre ellos, no se comunican o que no existen diálogos posibles. La única condición viable para ese diálogo aparentaría ser la imposición o un esfuerzo de traducción, que se subvierta en la inmersión de un Puerto Rico dentro de los términos del otro Puerto Rico. Por lo tanto, no es traducción, sino imposición y deslegitimación de las pluralidades.
La discusión de un Puerto Rico multi-niveles, ya fue introducida por José Luís González hace ya muchos años, empero, en estas líneas no nos referimos a un país de cuatro pisos, sino que más bien nos referimos a múltiples países dentro de un mismo país. Es decir, en Puerto Rico, al igual que en otras sociedades en conflicto, podemos encontrar múltiples sistemas de valores, múltiples formas de conocimiento, de socializar, de luchar y, con ello, múltiples aspiraciones sociales, de verdad, de justicia y de país que son inconmensurables entre sí. Este elemento de inconmensurabilidad ha quedado patentado a partir de la Huelga en la UPR y en las acciones violentas por parte de la policía de PR.
En términos generales, nos atrevemos a identificar algunos ejemplos de Puerto Ricos dentro de Puerto Rico. Éstos no deben ser entendidos de forma jerárquica, ni mucho menos como sistemas aislados entre sí, sino que existe un tránsito entre Puerto Ricos y, en ocasiones puntuales, logran entenderse. En primer lugar, identificamos el Puerto Rico de las élites económicas, coloniales y las iglesias en su versión conservadora. Este Puerto Rico es el que sustenta los valores, discursos y verdades hegemónicas, el que impone el criterio de lo que es Puerto Rico y de las formas en las que se debe representar y se debe ser un «buen puertorriqueño». Entendemos que este Puerto Rico es el que sustenta la estructura colonial y todas las narrativas que rigen el horizonte del país.
En segundo lugar, encontramos el Puerto Rico de las élites políticas, donde encontramos desde los gobernantes hasta los mismos líderes de la izquierda pastoril puertorriqueña. Para éstos, los valores y las formas de actuar son similares, ya que, aunque defienden posturas distintas, lo hacen bajo los mismos argumentos. Ejemplo de esto es su absoluta confianza en la democracia-capitalista-
En tercer lugar, identificamos el Puerto Rico de los policías y de los supuestos criminales, los cuales, al parecer, se entienden bien. Este Puerto Rico representa el segundo nivel de colonización epistemológica y el primer nivel de colonización material. En este nivel encontramos el único Puerto Rico que realmente cree en el sistema jurídico y/o en el sistema de derecho colonizado. Los policías, por su parte, creen en el sistema normativo colonial ya que son los que dicen defenderlo, mientras que los supuestos criminales lo reconocen porque tienen que enfrentarlo. En ese sentido, es sumamente interesante resaltar que estos aparentes extremos se aproximan cada vez más entre sí. Cada vez más, las formas de solucionar y de afrontar la realidad se hace a través de la pura violencia.
En cuarto lugar, identificamos el Puerto Rico de los nuevos quiebres, de los movimientos estudiantiles, de las luchas por el reconocimiento de las diferencias y de las diversidades. Es el Puerto Rico del amplio sector llamado Sociedad Civil, de las nuevas izquierdas, de las luchas por el reconocimiento de las pluralidades respecto a las preferencias sexuales y al género, en cuanto a las diversidades raciales, de formas de estar en el mundo, de conocerlo y de entenderlo. Es el Puerto Rico de los múltiples y diversos quiebres. Así, este Puerto Rico se constituye en el que intenta y/o propone la reconfiguración de los valores, de las propuestas de país y que busca un nuevo horizonte de acción.
Finalmente, tenemos el Puerto Rico de la gente de a pie, que es el único que intenta entenderlos a todos. Sin duda, este Puerto Rico es el más afectado, ya que es el que con mayor frecuencia se ve obligado a transitar entre los distintos Puerto Ricos, entre las distintas formas de estar y de ser puertorriqueño, así como entre las distintas formas de ser colonizado.
Claro está que se pueden añadir y quitar Puerto Ricos, como lo podría ser el Puerto Rico de los inmigrantes y el Puerto Rico de los puertorriqueños que emigraron y de las diásporas. También podríamos hablar de subdivisiones o subescalas, dentro de cada uno de esos Puerto Ricos. En ese sentido, debemos reconocer que ciertos actores suelen transitar entre distintos Puerto Ricos. Así que es importante que reconozcamos que estas divisiones, estos países no son estables y que, en sí mismos, no representan la totalidad de sistemas que confluyen en la cotidianidad. Finalmente, no se debe entender la inconmensurabilidad o la imposibilidad de traducción entre las élites políticas y los otros Puerto Ricos como legitimador de la Violencia de Estado.
De esta forma, lo que queremos mostrar es que en el momento actual, las relaciones de antagonismo y de lucha que se dan, responden a un nivel radicalmente nuevo de experiencias, de aspiraciones y de formas de concebir a Puerto Rico. No se trata de que unos y otros no se escuchen y/o de que no sean lo suficientemente colonizados como para asumir verdades o propuestas ajenas, sino que nos encontramos ante un nuevo quiebre que requiere de otros lenguajes y de otras formas de interlocución. En este sentido, es que debemos apostar por traducir y destruir Puerto Ricos. Sí, en efecto, no suena muy correcto lo de destruir pero justamente es lo que intenta hacer el Puerto Rico de las élites políticas contra el Puerto Rico que proponen los estudiantes y ciertos sectores de la sociedad civil. Como comentábamos al inicio, entre estos Puerto Ricos, la forma de comunicación es la de antagonismo, la oposición y destrucción.
De todos modos, el conflicto no es total, sino que unos Puerto Ricos se comunican e incluso son aliados entre sí. Igual que hay personas que transitan entre los múltiples Puerto Ricos, hay otros que se esfuerzan por la eliminación del Otro. Ante este nuevo quiebre, tal vez de las cenizas y del polvo salga un Puerto Rico plural, democrático y radicalmente nuevo.
José M. Atiles Osoria es estudiante de doctorado en sociología del derecho. El autor agradece al colectivo que propició la discusión y posterior redacción de este artículo.
Notas:
[1] http://www.elnuevodia.com/
[2] http://www.claridadpuertorico.
[3] http://www.claridadpuertorico.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.