Nayar López Castellanos 2011 Colección Pensamiento Socialista El autor realiza un recorrido panorámico por la historia del pensamiento socialista, se detiene en la experiencia soviética, en el auge y la caída del socialismo real, así como profundiza en las rutas reivindicativas en torno a las cuales el socialismo se piensa, se discute y se perfila […]
Nayar López Castellanos 2011 Colección Pensamiento Socialista
El autor realiza un recorrido panorámico por la historia del pensamiento socialista, se detiene en la experiencia soviética, en el auge y la caída del socialismo real, así como profundiza en las rutas reivindicativas en torno a las cuales el socialismo se piensa, se discute y se perfila en América Latina y el Caribe en el siglo XXI.
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Prólogo
por Roberto Regalado
Conocer el mundo para transformarlo es la función esencial del marxismo. Carlos Marx y Federico Engels establecieron los pilares de su teoría de la revolución en la Europa Occidental de mediados del siglo XIX . El Manifiesto del Partido Comunista , elaborado como llamamiento y guía para la participación del proletariado en la Revolución de 1848, y el Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas de 1850, redactado cuando Marx y Engels aún esperaban un nuevo estallido revolucionario, son los textos fundacionales del elemento medular del pensamiento de los clásicos, la filosofía de la praxis.
La filosofía de la praxis parte de un análisis crítico de la sociedad capitalista, estudia las condiciones concretas en que se desarrolla la lucha popular en cada momento y lugar, identifica y caracteriza al sujeto social de la revolución y, mediante la ponderación de esos factores, formula los objetivos, el programa, la estrategia y la táctica de la revolución, y traza las pautas para organizar, educar y movilizar a ese sujeto social. Esto es lo que buscan Marx y Engels con el Manifiesto y el Mensaje . Sin embargo, el fracaso de la Revolución de 1848 permitió que el viejo topo de la historia continuara abriéndose camino dentro de la sociedad capitalista, y que prosiguiera la indetenible modificación de las condiciones y el sujeto social revolucionario. Esta modificación impone la necesidad de adecuar, actualizar y desarrollar, en forma sistemática, la teoría de la revolución.
Nación moderna como producto del mercado capitalista, proletariado como sujeto social, Europa Occidental como escenario, partido de clase, conquista del poder, destrucción del Estado burgués, dictadura del proletariado y abolición de la propiedad privada de los medios de producción, forman el concepto de revolución que Marx y Engels plasman en el Manifiesto y el Mensaje . Dos décadas después, mediante el estudio de la experiencia de la Comuna de París, Marx profundizó su visión sobre la dictadura del proletariado. ¿Es este el concepto, universal y atemporal, de la teoría marxista de la revolución? Nada más lejano de su pensamiento. Eric Hobsbawm nos recuerda que «Marx y Engels rechazaron, en forma persistente, militante y polémica» la «tendencia a diseñar modelos operacionales cerrados, por ejemplo, a prescribir la forma exacta de cambio revolucionario y a declarar que todos los demás eran ilegítimos; o a rechazar el empleo exclusivo de la acción política».[1]
Por teoría marxista de la revolución entendemos el cuerpo de resultados científicos obtenidos mediante la utilización del aparato categorial y conceptual construido por Marx y Engels para: descubrir y analizar las características y contradicciones de la sociedad capitalista; percibir las regularidades sociales que se derivan de ellas; y formular leyes de tendencia que permitan elaborar los objetivos, programas, estrategias y tácticas de la revolución.[2] De los continuadores de su obra, solo Vladimir Ilich Lenin hizo aportes de tal envergadura que lo ubican como el co ‑ constructor del núcleo orgánico de la teoría revolucionaria. Mediante la aplicación del método de Marx, Lenin se percató de que en la Rusia zarista de inicios del siglo XX se había creado una situación revolucionaria, al margen de que las condiciones políticas, económicas y sociales fuesen muy diferentes a aquellas en que Marx y Engels elaboraron el Manifiesto y el Mensaje .
La Revolución de Octubre se erigió, por derecho propio, en el gran paradigma revolucionario del siglo XX. Fue el parte aguas definitivo entre las corrientes del movimiento obrero y socialista que optaron por la reforma de la sociedad capitalista como horizonte histórico y las que lo hicieron por la revolución socialista. Ella ocupa ese lugar cimero por su trascendencia histórica, por la fuerza de su ejemplo, por materializar ideas que hasta entonces eran abstractas y, en especial, porque fue el resultado de una adecuación exitosa del concepto original de revolución de Marx y Engels. En lo adelante, las fuerzas marxistas y leninistas no solo derivarían su estrategia y su táctica de las ideas elaboradas por los clásicos al calor de procesos que no cuajaron, sino también de su encarnación en la Revolución Bolchevique. Pero, esta no se convirtió en un estímulo y una experiencia de la cual otros revolucionarios extraerían lecciones, identificarían los elementos que pudieran adecuarse a sus necesidades y desecharían lo que no les sirviera. Por el contrario, se les impuso la noción de que ya había una teoría revolucionaria universal y la «tarea» era «aplicarla». Por si ello fuera poco, también se les impuso mutar y postergar ad infinitum esa «aplicación «, en función de los vaivenes de la política estalinista.
El eurocomunismo rompe con el paradigma de la Revolución de Octubre en la década de 1960, pero, al hacerlo, rompe también con la revolución social como objetivo histórico. El paradigma fundacional siguió vivo para las corrientes revolucionarias de fundamento marxista, hasta que se derrumbó la URSS y se evidenció que ese derrumbe no iba a desembocar en la recuperación revolucionaria anhelada por la izquierda crítica del «socialismo real». El derrumbe de la URSS provoca el colapso, ya no solo del «paradigma soviético», entendido como aquel proyecto político, económico y social que una parte de los revolucionarios, incluso de los revolucionarios marxistas y leninistas, rechazaban desde mucho antes, sino del propio «paradigma de la Revolución de Octubre», es decir, provoca el colapso dentro del propio movimiento revolucionario de las certezas e ilusiones sobre aquella encarnación incontaminada por desviaciones posteriores del concepto original de revolución de Marx y Engels. ¿Revelaba el derrumbe que ese proceso histórico estuvo desde el inicio condenado al fracaso? Cualquiera que sea la respuesta, se evidenció que la construcción política hecha por Lenin a partir de la teoría de la revolución de fundamento marxista, aquella que sirvió de referente a todas las revoluciones socialistas del siglo XX , ya no podría volverse a «aplicar».
Si nos aferrásemos a aquel presupuesto que no distinguía entre la teoría general y la construcción política singular, llegaríamos a la errónea conclusión de que, después del derrumbe de la URSS, ya no hay, ni puede haber, teoría revolucionaria. Pero esa no es nuestra posición. Asumimos el pensamiento marxista y leninista como filosofía de la praxis. Lenin no recibió, ni podía haber recibido, en herencia de sus predecesores, una fórmula específica para conquistar el poder e iniciar la construcción del socialismo; tampoco dejó, ni podía dejar, una fórmula específica en herencia a sus sucesores. Lo que Lenin sí recibió en herencia fue un aparato categorial y conceptual, que utilizó para elaborar la fórmula específica de la Revolución de Octubre; y lo que dejó en herencia a sus sucesores fue ese mismo aparato categorial y conceptual, adecuado, actualizado y desarrollado por él hasta el momento de su muerte.
Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario. ¿Cuáles son los principales problemas científicos que plantea el derrumbe de la URSS a la teoría revolucionaria? Esta es una cuestión de suma importancia, en primer lugar, porque el plazo histórico para derrotar a la barbarie capitalista se agota con la misma celeridad con que el imperialismo destruye y depreda al planeta y, en segundo lugar, porque ni la barbarie ni el socialismo son iguales a lo que eran. El capitalismo del siglo XX mutó y el paradigma del socialismo del siglo XX se derrumbó. De ahí surge la necesidad de desentrañar cómo se derrota al capitalismo y qué entender por socialismo en el siglo XXI . En rigor, no hay respuestas para esas interrogantes. Lo que sí hay son pistas para encontrarlas, pero para ello es necesario: restablecer la credibilidad de la teoría marxista y leninista, dañada por el derrumbe del paradigma de la Revolución de Octubre; recuperar el lugar que le corresponde en la conciencia del sujeto social revolucionario; completar el exorcismo de las reminiscencias de la etapa en que se le subordinó y vulgarizó en función de legitimar un proyecto político que decía derivarse de ella; y hacerla «parir» construcciones políticas revolucionarias acordes con la actual situación.
A todo ello contribuye, en forma meritoria, el libro Perspectivas del socialismo latinoamericano en el siglo XXI , de Nayar López Castellanos, que la colección Pensamiento Socialista de la editorial Ocean Sur se complace en presentar a sus lectores. En sus tres capítulos, el autor realiza un recorrido panorámico por la historia del pensamiento socialista, en el que justiprecia lo positivo y lo negativo de quienes lucharon por construir el socialismo a lo largo de los siglos XIX y XX; analiza la situación y perspectivas de los movimientos sociales y las fuerzas políticas latinoamericanas que hoy rescatan lo bueno y desechan lo malo de esa tradición; y contribuye a desarrollar la utopía revolucionaria que, según Eduardo Galeano, sirve para caminar .
Este libro sigue la huella de la filosofía de la praxis. Perspectivas del socialismo latinoamericano en el siglo XXI será de gran interés para muchos tipos de lectores. Sin excluir a ninguno, pienso que quienes más provecho obtendrán de él son las jóvenes generaciones, que en sus páginas encontrarán una síntesis del pasado, un esbozo del presente y un atisbo al futuro.
La Habana, julio de 2011
Notas
1. Eric Hobsbawm: How to change the world. Tales of Marx and Marxism, Little, Brown Book Group, London, 2011, pp. 319-320.
2. Véase a Néstor Kohan: Nuestro Marx, Misión Conciencia, Caracas, 2011, pp. 39‑41.
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Introducción
Tras la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989, inicio simbólico de la desaparición del bloque socialista en el Este europeo, incluida la implosión/desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el concepto de socialismo parecía quedar en el olvido.
Así daba inicio el dominio unipolar que Estados Unidos había anhelado durante todo el siglo XX . También sellaba la imposición planetaria de la fase neoliberal del sistema capitalista, sustentada por una férrea oleada neoconservadora en todos los ámbitos de la vida. Incluso, algunos intelectuales al servicio del capital festejaban el fin de las ideologías y hasta de la propia historia. El mundo solo podía ser concebido con el capitalismo y su modelo democrático liberal.
En el medio intelectual, el socialismo, el marxismo, la revolución, la lucha de clases y demás conceptos y categorías relacionadas, fueron sentenciados a desaparecer. Para el pensamiento único era una aberración sostener todo ese bagaje político que por más de un siglo existió no solo en la política sino en la academia y en general en el debate de las ideas.
En cuanto a los partidos y movimientos de izquierda, salvo contadas excepciones, a partir de la década de los noventa en sus plataformas programáticas se desvaneció el socialismo y en su lugar se privilegió la democracia en abstracto, elecciones «libres» y alternancia, en el contexto de una economía de mercado «lo más justa posible». No era para menos, cuatro décadas de guerra fría , el bombardeo mediático-político y la caída del bloque socialista, también contribuyeron de manera profunda en el ciudadano común para rechazar la idea del peligro que esa ideología representaba.
Solo quedaban intelectuales «trasnochados» y «nostálgicos», movimientos, pueblos y gobiernos desobedientes empeñados en reivindicar el socialismo ante la avalancha conservadora que dominaba en el ámbito mundial, entre los que se destaca una pequeña isla que hoy, fortalecida en su singularidad, se rehúsa a abandonar su identidad socialista. Son precisamente Cuba y su Revolución, y el pueblo integrado en ese proceso, los que han mantenido prendida la esperanza del socialismo como única alternativa sistémica al capitalismo en América Latina. El socialismo se encontró de pronto aislado en el acontecer mundial. Y claro, los ideólogos del imperialismo estaban ansiosos porque esta nación caribeña se incorporara al modelo dominante, a lo políticamente correcto , para terminar de una vez por todas con la pesadilla comunista. A partir de 1991 era cuestión de días, semanas, meses, a lo mucho, para que esto ocurriera.
Sin embargo, han pasado 20 años de la desaparición de la URSS y de la inminente caída de la Revolución Cubana, y ésta se mantiene en un mundo que ha cambiado mucho, tanto que hoy la idea del socialismo vuelve a estar vigente en los imaginarios individuales y colectivos. Los otros países que todavía se consideran socialistas, los de la generación del siglo XX , en realidad se han transformado en lo que Raya Dunayevskaya definiría como capitalismo de Estado,[1] funcionando abiertamente bajo las reglas del mercado propias de ese sistema, como es el destacado caso de China.
América Latina y el Caribe son dignos asideros de «viejas utopías». Si existe una región en el mundo en la que más se piensa, discute y practica el socialismo, es precisamente en estas Américas. No solo Cuba, con su ejemplo y constante renovación, sino también procesos nacionales como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador, en los que bajo sus propias tradiciones libertarias, las políticas estatales se orientan a un modelo socialista, aunque la estrategia a seguir no esté del todo clara y los obstáculos internos y externos sean muchos.
Pero también el socialismo cobra vida entre nuevos actores colectivos, de variadas formas y, en ocasiones, sin reivindicarlo como tal. ¡Qué mejores ejemplos que el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil y los mayas zapatistas en México! De igual forma, el debate sobre el socialismo, el marxismo y la necesidad de replantear alternativas estructurales al sistema capitalista, está recuperando su lugar en la intelectualidad de las organizaciones, la academia y la política, aunque hay que reiterar que algunos sectores, fuerzas políticas y pensadores, nunca renunciaron a sus principios, y mucho menos renegaron de su pasado, coadyuvando con importantes aportaciones para que hoy la idea del socialismo recupere sus nobles y prístinos significados.
Bajo este escenario, nuestro objetivo radica en ubicar y analizar los parámetros centrales en torno a los cuales el socialismo se piensa, se discute y se perfila en América Latina y el Caribe en este siglo XXI . Se trata sobre todo de presentar los aspectos medulares sobre el pasado, el presente y, de alguna forma, el futuro del socialismo en la región.
En el primer capítulo se aborda el contexto histórico del socialismo, destacando sobre todo su desarrollo durante el siglo XX , el inicio del pensamiento socialista en América Latina, la experiencia del llamado socialismo realmente existente, analizando tanto su auge como la caída, así como los parámetros y alcances de su análisis y reivindicación en los cuales se desenvuelve actualmente.
Se abordan aspectos generales de la historia del socialismo y su inserción en el pensamiento latinoamericano, pero se realiza un énfasis especial en lo que fue la experiencia soviética partiendo de que finalmente ésta se convirtió en el eje articulador de la mayor parte de las luchas que a nivel mundial existían para alcanzar este orden social, político, económico y cultural. Se destacan los elementos centrales que provocan el derrumbe no solo de la URSS, sino el impacto que esto genera en el ámbito latinoamericano y caribeño.
El segundo capítulo desarrolla las perspectivas que se presentan para el socialismo en América Latina y el Caribe, en la dinámica de un importante replanteamiento, diferenciado, tanto al calor de las transformaciones políticas que viven varios países de la región, como en el ánimo de reconstruir alternativas desde el ámbito político, intelectual y académico.
De esta forma, en este capítulo se analiza el socialismo en el contexto político latinoamericano actual, caracterizado por intensos cambios y luchas tanto a nivel interno como en el plano regional. También se abordan las características generales que debieran existir para iniciar una transformación hacia el socialismo, destacando el apego a las realidades nacionales y el reconocimiento a la pluralidad, dos elementos que sin duda forman parte de las ausencias de la experiencia socialista del siglo XX .
De igual forma, se destaca la importancia de la democracia para plantear la construcción del socialismo, precisamente otra de las grandes deficiencias del siglo pasado. La democracia, en este sentido, resulta parte de las nuevas coordenadas que presenta el socialismo en el pensamiento latinoamericano. Así, el capítulo concluye con diferentes posturas que coinciden en que el socialismo, además de ser alternativa, es hoy una necesidad para la región, en la medida en que no solo la imposición del neoliberalismo profundizó la injusticia social en nuestras naciones, sino que el mismo sistema capitalista está terminando con el planeta y la especie humana, a partir de sus implicaciones en el ámbito político, económico, social, cultural y ecológico.
En el tercer y último capítulo se desarrollan elementos generales en torno a un sistema socialista en la realidad latinoamericana y caribeña, esto es, las que se podrían considerar como coordenadas fundamentales para lograr una transformación estructural que dé lugar al nuevo tipo de socialismo que se discute en la actualidad. Así, se plantea el capítulo bajo cuatro aspectos centrales: sociedad, política, economía y mundo, con sus características puntuales, algunas de las cuales existen en el presente, como en el caso de Cuba, y otras en proceso de desarrollo, como en Venezuela, Bolivia y en menor grado Ecuador, aunado a las experiencias de algunos movimientos sociales que plasman sus proyectos de forma autónoma.
Con este apartado, se plantean ideas concretas para construir un socialismo acorde a las realidades nacionales de la región, rescatando tanto experiencias pasadas y presentes, como un conjunto de aportaciones generadas en nuestra época por intelectuales, académicos y políticos que coinciden en la necesidad de edificar esta alternativa ante los aciagos tiempos en que vivimos.
Ante este panorama, Perspectivas del socialismo latinoamericano en el siglo XXI , se plantea realizar una contribución al debate de las ideas en este presente tan complejo por el que atraviesa nuestra región, y nuestro mundo. El socialismo, tal y como se entiende a través de las siguientes páginas, debe ser discutido, permanentemente discutido, de forma plural y abierta, buscando encontrar su mejor funcionalidad partiendo de la premisa de que representa una alternativa sólida e integral a la barbarie que domina la realidad.
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Nota
1. Véase a Raya Dunayevskaya: Philosophy and Revolution: from Hegel to Sartre and from Marx to Mao, Columbia University Press, New York, 1989. Véase también a Eugene Gogol: Raya Dunayevskaya, filósofa del humanismo-marxista, Juan Pablos, México D.F., 2006.