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Flores para Enrique y lanza para los verdugos

Enrique Flores Lanza, preso politico de la continuidad del sistema golpista en Honduras

Fuentes: Rebelión

El sistema penal ocupa el primer lugar de los controles sociales por excelencia en el mundo de la dominación del hombre por el hombre. Los demás controles sociales o aparatos ideológicos o represores del Estado, como los denominó Althusser, son más sutiles y pasan por el civismo de la educación y por la Parusìa teológica […]

El sistema penal ocupa el primer lugar de los controles sociales por excelencia en el mundo de la dominación del hombre por el hombre. Los demás controles sociales o aparatos ideológicos o represores del Estado, como los denominó Althusser, son más sutiles y pasan por el civismo de la educación y por la Parusìa teológica de las religiones que le ponen un cerrojo a las alas inéditas de nuestras creaciones humanas. Para ningún ser mortal es un secreto que las cárceles y los sanatorios fueron habitados por enemigos del sistema, por objetadores de conciencia que trascencendieron las líneas oficiales de lo permitido, y en un partido de ajedrez político dejaron en entredicho las sogas con que se apreta la verdad, para que no sea tema del público y se mantenga en las cavernas de la secretividad como un oráculo hebreo, interlocutor solamente de los privilegiados.

Las técnicas de persuasión social pasaban por la elucubración temática de apostasías, herejías y prácticas quiromatincas capaces de subvertir las concepciones religiosas y dogmáticas de estados teocráticos cuya verdad estaba cifrada en el buen uso de la gramática y en la construcción de las unidades de sentido que no vulneraren las verdades incontrovertibles de la fe y de la tradición. Poniéndose en duda el origen divino de los Estados los enemigos ya no eran hijos de luzbel o dueños y señores del averno, puesto que las categorías religiosas ya no conferían ninguna relación de dominación y propiedad, era necesario pues pasarle la corona a la razón y subordinar esta a las nuevas relaciones de dominación que se perpetuarían en el tiempo pero que cambiaban de sujetos históricos.

La antigua categoría política de la oligarquía creada en el sigo IV antes de Cristo por Aristóteles volvía al escenario, no bajo una nomenclatura conceptual permitida sino como una realidad que se arropaba bajo el manto de los grupos económicos y políticos dueños del engranaje del estado y sus gobiernos y siervos sumisos de los dictados de las corporaciones transnacionales, cuyo poder está por encima de los antiguos conceptos de soberanía y autodeterminación de los pueblos. Esta oligarquía retomaba las relaciones de dominación y es lógico que los dogmas religiosos que antes sostenían la fe y el control de los incautos, hoy se hubiesen secularizado y se haya reiteradamente recurrido a ellos bajo expresiones tales como: El respeto indefectible por la «Democracia Representativa» por un «gobierno Republicano» y se rechazare en forma visceral las opciones cifradas en la participación directa del pueblo o la aspiración a derechos de justicia y bien común propia de los sistemas socialistas.

Enrique Flores Lanza es una victima de las jugadas políticas del sistema que puede adoptar la forma de una democracia representativa para no salirse del ritmo ni de las legitimaciones ideológicas del concierto mundial que tocan las bandas sonoras del melodrama de la farsa con juicio y sin pausa, y que para mantener el orden de dominación recurre en casos extremos o de presunciones mal calculadas como un troglodita secularizado al salvajismo de los golpes de estados bajos usos y estilos de estupidez romántica y de construcciones teóricas sacadas de las mangas de las camisas.

La criminalizaciòn de la metajuricidad del sistema constituyente es una prueba evidente que incluso hasta la doctrina liberal fundadora de los dogmas del propio sistema son objetados cuando no encajan con sus privilegios escritos en piedras. La trascendencia del sistema legal es lograda gracias al carácter permanente y ubicuo de un poder constituyente que no desaparece y sale en escena cuando el mismo pierde su orden legítimo produciéndose un estado de conciencia constitucional que precede al cambio de las constituciones políticas. Todos estos procesos que nacen de la naturaleza intrínseca de un discurso dominante son denostados y puestos bajo el sello satánico del cambio como si fuese delito en el orden penal o pecado en el orden religioso darle participación al pueblo fuera de las coordenadas defraudatorias del sufragio general que escoge autoridades representativas. El concepto pueblo creador de verdades y de órdenes legítimos, se convierte en una categoría espectral cuando de materializar sus derechos democráticos se trata, y es necesario endilgar a los profetas de los nuevos aires auténticamente democráticos, el adjetivo de corruptos cuando sus acciones no denotan ningún acto de apropiación ilícita.

Los dueños del sistema propagandistas de la lucha anti corrupción han defraudado desde siempre los intereses económicos del Estado al amparo de impunidad de leyes que regalan nuestros recursos, y no son llamados corruptos sino emprendedores. Ellos defienden las acciones de aquellos que despilfarraron las arcas del Estado hace algún tiempo y hoy reciclados bajo la generosidad de un sistema de justicia atado a sus voluntades reclaman éticas y actitudes morales en caras y ojos ajenos. Precisamente hoy la bitácora del día, da cuenta de la extensión de los negocios a empresarios hondureños que se hicieron cargo de una concesión de aeropuertos sin que se haya aclarado judicialmente las irregularidades de una compañía de San Francisco California y sin que el proceso de adjudicación estuviese precedido de la celebración de una contratación pública legal. ¡Esto si es corrupción! y no trasciende los parámetros de la superficial nota informativa, pero quien se atreve a acompañar a un pueblo a un proceso profundo de reformas, es necesario confinarlo a su propia casa, atarlo a su cotidianidad enclaustrada, a un encierro monacal de contemplación porque su acción y su movimiento estorba y puede ser perjudicial y porque el sistema no esta preparado para cambios y es menos perjudicial un alma individual en pena y desesperada que un sistema que ya esta bien anclado con los resortes de la explotación funcionando a todo vapor.

El pueblo ya sufrió en carne propia los golpes, y sus efectos se sienten en una realidad insegura y violenta patrocinada por los mismos que dijeron defender el Estado de derecho. La economía sufre un cáncer de quejidos por el saqueo de los que usurparon el poder unos cuantos meses, las caras de los hondureños son una mueca de Goya contemplado las dimensiones del Abismo, y un hombre y su soledad padece en el teatro absurdo de las mañas simiescas de unas autoridades judiciales que ya «han dibujado al hombre a pulso» para jugar con el espacio de sus incertidumbres personales. Todos dicen que el golpe ya terminó, pero sus certeras heridas ante el espectáculo de esta prosaica vida tienen a una persona sufriendo las consecuencias de sus sueños y de sus esperanzas, como diciéndole a los demás que el que sueña encuentra jaulas y el que espera encuentra rejas. Seguramente Don Fran Kafka desde algún lugar de la vida que se escribe fuera de los renglones de sus fantásticas novelas, vea con asombro que en pleno siglo XXI sus personajes medievales e inquisitivos deambulan impunes por esta ufana postmodernidad constitucional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.