El regreso de Zelaya ha venido acompañado de la «reconciliación» con el régimen de Lobo y la presentación de un frente electoral para disputarle el poder en 2013.
Tegucigalpa, ‘Tegus’ para los hondureños, transmite una normalidad aparente: los vehículos avanzan lentos en los atascos, las multinacionales de la alimentación sirven comida a todo trapo en los casi infinitos centros comerciales y los periódicos no hablan de violaciones de los derechos humanos. Sólo la fuerte presencia militar y las pintadas en las calles dan una pista de que el Gobierno actual es heredero del golpe de Estado que derrocó a Manuel Zelaya en junio de 2009.
«Ni golpe de Estado ni golpe a las mujeres». «Emo vive». «Viva la educación pública». Las paredes reflejan la diversidad que desde el día del golpe se aglutinó en el Frente Nacional de Resistencia Popular. Durante los 167 días siguientes al golpe la presencia en la calle fue permanente. Los principales reclamos eran la vuelta al país del presidente Manuel ‘Mel’ Zelaya y la convocatoria de una Asamblea Constituyente. «En 2010, se consiguieron un millón cuatrocientas mil firmas -en un país de poco más de ocho millones- autoconvocándonos para una Asamblea Nacional Constituyente popular, incluyente y democrática», cuenta Lorena Zelaya, que forma parte de la resistencia y estuvo al inicio en la recogida de estas firmas.
La vuelta de Mel
Pero la vuelta de Mel en mayo de 2011, negociada poco antes por el propio expresidente en el acuerdo de Cartagena de Indias, tuvo una contrapartida polémica dentro del Frente: el reconocimiento de la legitimidad del Gobierno de Porfirio Lobo, desbloqueando el reingreso de Honduras en la Organización de Estados Americanos (OEA). Tras la vuelta de Zelaya, en el Frente de Resistencia se crearon dos espacios: el que apuesta por la vía electoral, y el espacio refundacional, que mantiene la Constituyente como primer objetivo y considera que no se dan las condiciones para presentarse a unos comicios.
Tras varios meses de debates, de imaginar esquemas de organización y tres nombres desechados, el Frente de Resistencia decidió insertarse como una de las corrientes de un nuevo partido, Libertad y Refundación (LIBRE), sin perder su autonomía, y sin que esto suponga el fin de la lucha en las calles. Las otras corrientes del nuevo partido están formadas por los llamados «liberales en resistencia» de Manuel Zelaya y su esposa, Xiomara Castro, la más que probable candidata presidencial para 2013, dadas las limitaciones constitucionales a la reelección de antiguos primeros mandatarios.
Matrimonio de conveniencia
Manuel Zelaya llegó al Gobierno de la mano del conservador Partido Liberal, pero durante sumandato se escoró hacia la izquierda, acercándose a los países del ALBA. Cuando el 28 de julio de 2009 se produjo el golpe, según explica Lorena Zelaya, el cóctel para una resistencia rotunda estaba servido: una mayoría de la población con mucho que perder, un movimiento social cohesionado y un presidente con «gran capacidad de aglutinar a la población».
Hoy ese matrimonio -de conveniencia o no- forma parte de los movimientos y la popular figura de Zelaya se cristaliza en LIBRE. «En Honduras no hay otro camino para la toma del poder si no es la vía electoral. La lucha social ha servido para mantener, pero no para hacer los cambios estructurales que este país necesita. En los ’80 nos propusimos alcanzar el poder por la vía armada y no prosperó, hoy esa vía está descartada», expone Juan Barahona, subcoordinador del Frente. «Y los movimientos sociales se desgastan. La vía electoral mantiene a ese movimiento aglutinado porque hay una esperanza, que es noviembre de 2013», añade.
Para Betty Matamoros, exresponsable de Relaciones Internacionales del Frente de Resistencia, la vuelta de Zelaya, con la apuesta por la vía electoral y el discurso de la reconciliación, ha llevado a la desmovilización en las calles. «Hay organizaciones que todavía estamos en contra del discurso reconciliador, cuando quienes nos dicen que nos sentemos en su mesa nos siguen matando», contrapone Matamoros.
Ante la dicotomía entre la opción armada y la vía electoral, Lorena Zelaya propone la insurrección, «no una insurrección armada, sino que llegue un momento que podamos parar el país». Para Matamoros, presentarse a las elecciones ha sido una decisión muy prematura: «Ahora se está corriendo con los tiempos de ellos. El poder popular no se construye desde los gobiernos, se construye desde las bases». Ambas activistas expresan el miedo a que la reforma constituyente, la reclamada refundación del país, quede cada vez más en un segundo plano.
A su favor, LIBRE contaría con un amplio apoyo popular e internacional, pero según advierte Carlos H. Reyes, histórico líder sindicalista y de la Resistencia, «la oligarquía golpista controla la Corte Suprema de Justicia, la Fiscalía, el Congreso y el Tribunal Electoral».
El control de los golpistas
El motor del golpe sigue intacto y engrasado. De ahí que uno de los miedos más extendidos sea que una demoledora campaña mediática y judicial contra LIBRE, y una ausencia de garantías constitucionales combinadas con una buena dosis de fraude, terminen de lavarle la cara al golpismo. «Si el apoyo del pueblo es absoluto podemos contrarrestar el fraude», afirma Barahona. Para Salvador Zúniga, miembro del Comité Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), de la aventura electoral «no se puede esperar nada positivo sino un poco más de lo mismo». A estas críticas se le añade la preocupación de que, dentro de LIBRE, las corrientes liberales acaben teniendo más peso que los movimientos sociales.
«El bipartidismo se alimenta de la fractura entre lo social y lo político. Que un trabajador vote por su patrón, un campesino por el terrateniente o un mediano comerciante por el banquero es una confusión ideológica fruto de esa separación. Acá lo social y lo político se han juntado. ¿No estaremos fracturando eso por crear este partido?», se pregunta Carlos H. Reyes. Pese a las dudas, Reyes insiste en la necesidad de respetar la decisión de la asamblea y, simultáneamente, mantener fuerte el espacio de lucha social. «La cohesión del movimiento es un triunfo sin precedentes. Por eso hay que cuidarla. La gente está con esperanza».
Si se consiguen vencer todos los obstáculos, el papel de un Frente de Resistencia movilizado será clave, explica Matamoros: «Si tienes capacidad de estar en las calles y decirle a tu Gobierno qué es lo que quieres, estás marcando una diferencia. Los movimientos de Nicaragua y El Salvador han quedado tan desarticulados que no han tenido la capacidad para decirle a sus Gobiernos que no están haciendo lo correcto. Aparte, es necesario que, si está haciendo lo correcto, podamos estar en la calle para poder defenderlo».
LA ‘COLOMBIANIZACIÓN’ DE HONDURAS: VIOLENCIA Y ASESINATOS SELECTIVOS
Desde el golpe, el nivel de violencia se ha incrementado hasta 17 asesinatos diarios. Los vendedores de alambre de espino hacen su agosto y los titulares aterradores se han normalizado. Al crimen ‘común’, se le añaden las desapariciones, torturas y asesinatos políticos. Desde enero de 2010 al menos 18 periodistas han sido asesinados. La persecución que viven los líderes sociales se intensifica.
El caso más conocido es el reciente asesinato de Emo, un reconocido activista, pero son comunes los asesinatos selectivos en el sector del Bajo Aguán, donde ya se han registrado 40 líderes campesinos muertos en este año. Por el despojo de tierras a los campesinos y el vínculo entre crimen organizado, narcotráfico y militarismo, hay quien habla de una ‘colombianización’ de Honduras. «Desde el golpe, en el país se profundizó el neoliberalismo», explica Betty Matamoros exresponsable de Relaciones Internacionales del Frente de Resistencia. Ejemplos de estas reformas son la ley de Ciudades Modelo, que permite la concesión del territorio a capital extranjero, la ley de trabajo temporal, que va a precarizar todavía más el trabajo en las maquilas, y la instalación de tres bases militares de Estados Unidos.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/La-resistencia-elige-la-via.html
Artículo relacionado:
Entrevista a Manuel Zelaya: «Se equivocaron de pueblo, de presidente y de siglo»