Las tierras tienen sangre en el bajo Aguan. Quien venda, transferirá plasma y deseo de futuro, de manos arañando en los últimos jadeos de vida la tierra que le negó el capital. La plusvalía de la tierra es el martirio. Los intereses no son más que el ADN que se regó para decirnos que la […]
Las tierras tienen sangre en el bajo Aguan. Quien venda, transferirá plasma y deseo de futuro, de manos arañando en los últimos jadeos de vida la tierra que le negó el capital. La plusvalía de la tierra es el martirio. Los intereses no son más que el ADN que se regó para decirnos que la tierra es madre y de ella venimos, por ella luchamos y hacia ella vamos. El culpable ha desangrado ha Honduras desde siempre. Se ha metido en las propias arterias de la economía cuando este pobre paisito pensaba en un futuro, y los préstamos millonarios regados se quedaron en el bolsillo de estos dueños de lo ajeno, y después de la hazaña de la trampa, entraron a los selectos grupos de la provinciana sociedad anónima de Honduras.
La vida de la gente no importa allí. Allí están unos guardias de seguridad privados que ganan el sueldo mínimo y matan por órdenes superiores. Allí está la muerte cuidando su palma africana y resolviendo con balas el destino de unos hombres. El pobre que quiere tierra es subversivo. El rico que tiene tierra de más es un empresario. La tierra ya no es un bien agrario es un bien de capital y los fusiles son los que persuaden la equivocación de estos pobres campesinos que se quedaron varados en la edad media.
En el siglo XXI la dominación en las ciudades y en las fábricas es muchas veces sutil y lleva el perfume de la postmodernidad. En Honduras a poco tiempo de un golpe de Estado la dominación es esclavitud y las lecciones se obtienen a punta de muerte. ¿Cuándo pararán los ríos de sangre? ¿Hasta cuando se soportará la muerte de tanta gente inocente que lo único que quiere es un pedazo de tierra, esa que está en las manos de quienes pueden comprar más alambre y más armas?
Tumbador, Rigores tienen marcada una cruz. Cuando en Honduras se honra la maldad de la corrupción y el quiebre de la institucionalidad, los mustios campesinos son los maestros de la conmiseración. Encontraron a la virgen de Suyapa, capitana de las fuerzas armadas que hoy celebra la oligarquía como fiesta nacional. Son los personajes del folklore en las celebraciones de los ricos y cargan el peso de nuestra seguridad alimentaria aun sin préstamos bancarios. Pero cuando se creen iguales son subversivos y cuando quieren un pedazo de tierra tienen alianza con Chávez y Ortega.
Da pena ver a los presentadores de noticias de la derecha decir que ellos están armados hasta los dientes, como si las mazorcas de maíz fueran bombas o los machetes fusiles y los raidos sombreros cascos blindados.
Da pena el hartazgo y la suntuosidad sobre la tragedia de nuestros hermanos, sobre el llanto de las madres solas y de los hijos huérfanos.
Da pena llamarle desarrollo al asesinato y atraso a la lucha y sobre todo que las exportaciones sean celebradas sobre el cadáver de gente humilde.
Da pena la indiferencia oficial y la risa cómplice.
Da pena ver como los inocentes corderitos buscan la vida en la milpa y en los frijoles y hallan la muerte que solo cabe en un puñado de tierra.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.