Pareció un rayo en el cielo azul aquel espectáculo sensacional en que se transformó lo que debería haber sido un show mediático más del Consenso de Washington, una nueva cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en una de las ciudades símbolo de la posmodernidad: Seattle. La reunión no se pudo realizar, y se […]
Pareció un rayo en el cielo azul aquel espectáculo sensacional en que se transformó lo que debería haber sido un show mediático más del Consenso de Washington, una nueva cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en una de las ciudades símbolo de la posmodernidad: Seattle.
La reunión no se pudo realizar, y se vio a los ministros correr por las calles para ver si conseguían regresar a sus hoteles -entre ellos Pedro Malán (ministro de Economía de Brasil), figurita en ese tipo de actos. En cuanto a la gente, convocada por Internet, no se sabía de dónde salía, pero ocupaba plazas, calles, hoteles, salas de junta, estaciones del metro, protagonizando la primera gran manifestación global contra el pensamiento único y el Consenso de Washington.
No era un rayo en el cielo azul para quienes habían constatado que entremezclados con la aparente pax neoliberal existían malestares que la globalización iba produciendo. Es cierto que los gobiernos que mejor la representaron y practicaron se relegían -Fernando Henrique Cardoso, Alberto Fujimori, Carlos Menem- después de que lo hicieran Reagan y Thatcher, seguidos por Clinton y Blair. Pero al mismo tiempo se estaban agotando. Las crisis financieras -típicas del neoliberalismo- se extendían por América Latina, el sudeste asiático, Rusia.
Hugo Chávez había sido elegido un año antes. La economía brasileña enfrentaba otra crisis, lo que llevó al gobierno de Cardoso a elevar la tasa de interés al 48 por ciento y empujar al país hacia una prolongada recesión. Existían señales claras de que la economía argentina se estaba aproximando a la explosión de una bomba de relojería instalada por Menem con la paridad artificial entre el peso y el dólar. México se venía recuperando con dificultades de la crisis de 1994.
Desde que los zapatistas habían lanzado su grito contra la globalización neoliberal, en 1994, las acciones populares se fueron sucediendo, entre ellas las extraordinarias marchas de los Trabajadores sin Tierra en Brasil, mientras las luchas de los movimientos indígenas en Perú, Bolivia y Ecuador se extendían, anunciando nuevos ciclos de movilización como resistencia popular al neoliberalismo.
Ignacio Ramonet había publicado su famoso editorial en Le Monde Diplomatique de Francia, convocando a la lucha contra el pensamiento único. ATTAC (1) surgía como un nuevo tipo de movimiento, de lucha por la fiscalización del capital financiero para promover políticas para la ciudadanía, con el lema Lo esencial no tiene precio
.
Se inició, con Seattle, un nuevo ciclo de movilizaciones populares que, al enlazarse con el surgimiento del Foro Social Mundial, extendió sus acciones contra la OMC por Europa, Asia, América Latina, desembocando -en otra vertiente- en las mayores y ya conocidas manifestaciones contra la guerrra en Iraq, en 2003.
Desde entonces, la lucha por la superación del neoliberalismo ganó nuevas formas, más avanzadas, pasando de la protesta y la resistencia a la derrota de los regímenes neoliberales y al inicio del ciclo actual -latinoamericano- de construcción de gobiernos posneoliberales. A su victoria contribuyeron decisivamente las luchas de Seattle y aquellas que en el continente frenaron los procesos de privatización, como los movimientos indígenas y de ciudadanos en Bolivia y Ecuador.
Podemos decir que este renovado escenario es heredero de las luchas de resistencia de la década de 1990 y, en particular, de las espectaculares manifestaciones de Seattle, que marcaron el fin de la luna de miel neoliberal y el comienzo de la construcción de otro mundo posible
, el del posneoliberalismo latinoamericano.
Nota:
(1) Asociación por la Tasación de las Transacciones y por la Ayuda a los Ciudadanos (ATTAC), fundada en Francia en 1998; exige la aplicación de un canon a las transacciones financieras internacionales para acotar la volatilidad de los mercados de capitales. El editorial de Ignacio Ramonet demandaba la aplicación de la tasa Tobin y la creación de un grupo en pro de la aplicación de la referida contribución (N. del T.).
Emir Sader. Secretario ejecutivo de Clacso.
Traducción: Ruben Montedónico.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2009/11/14/index.php?section=opinion&article=022a1mun