Recientemente fue publicado el libro de la ex jefa del Departamento de Estado, Hillary Clinton; los hondureños tenemos el infortunio de recibir la atención en algunos párrafos de esa obra, todos ellos dedicados al Golpe de Estado Militar de junio de 2009, un evento que hoy por hoy muchos hemos olvidado, otros tantos quisiéramos olvidar […]
Recientemente fue publicado el libro de la ex jefa del Departamento de Estado, Hillary Clinton; los hondureños tenemos el infortunio de recibir la atención en algunos párrafos de esa obra, todos ellos dedicados al Golpe de Estado Militar de junio de 2009, un evento que hoy por hoy muchos hemos olvidado, otros tantos quisiéramos olvidar y otros se esfuerzan en borrar las huellas que aun los inculpan de aquel crimen.
Sin lugar a dudas, el tema es uno de los pendientes en la agenda de la comunidad latinoamericana que, forzada por las necesidades coyunturales y aquellas impuestas por el ataque directo del imperio, ha tenido que convivir con dos regímenes hondureños abiertamente contrarios a los intereses colectivos de la región, y enemigos confesos de los procesos revolucionarios que hoy se dan en nuestro continente: el de Porfirio Lobo Sosa y el actual de Juan Hernández. Cinco años, son demasiado para nosotros; para la señora Clinton es apenas una de sus marcas en la historia imperial.
Internamente los propios hondureños hemos puesto en práctica la amnesia como antídoto a las crecientes penurias que permanecen como vestigios de un acto de brutalidad que marco un punto de inflexión en la historia de toda nuestra región. Nuevamente, renunciamos a la historia, y por ello debemos pagar un precio.
Nos acostumbramos a las anécdotas, y damos vueltas alrededor de versiones convenientes a los intereses de cada quien, y dejamos a la posteridad la misión de desentrañar los «misterios» de aquel momento. Poco a poco nos deslindamos de una coyuntura de la que no fuimos protagonistas, y le vamos dando lugar a oscuros nubarrones que le dan la razón a los victimarios.
Cinco años después, la conspiración (ni siquiera entendemos que sin conspiración no hay golpes de Estado), sigue su curso. Los mismos personajes del Golpe permanecen inmutables en sus posiciones, y prosiguen su cacería contra quienes se niegan a ser absorbidos por la ola del olvido que arrastra a muchos dirigentes, que prefieren regresar a la «normalidad» pre golpe, que asumir las consecuencias y las responsabilidades consustanciales a sus posiciones.
Por razones prácticas, la mayoría de la «elite» pensante nos olvida como parte del ALBA, y se ponen bajo llave los recuerdos de cambio que se produjeron en el sector energía, la ayuda para el desarrollo agrícola, la rectificación histórica en la OEA (que la misma Clinton recuerda con disgusto) que corrigió la ofensa vil contra el pueblo cubano. Tantas cosas, que deberían ser parte de nuestro orgullo, mueren por nuestra propia mano.
Si, avanzamos, pero en el camino no pudimos desaprender muchos vicios propios de la naturaleza contingencial de la politica de la derecha, lo que en mucho caso nos ha llevado por un camino de muchas improvisaciones que con mucha facilidad imputamos a la «falta de desarrollo» de las condiciones objetivas y subjetivas, justificando nuestra incapacidad de entender el avance popular.
Hemos alcanzado resultados sorprendentes, especialmente si se consideran nuestras carencias en el campo del análisis, del estudio y de la comprensión de la realidad. Sin embargo, hoy circulan vientos divisionistas que fluyen de todas partes; una cacería de brujas sin precedentes, y lo peor de todo, la disposición plena de algunos por unirse a la fiesta de los buitres golpistas que buscan humillar a muchos compañeros y compañeras por su participación en aquella construccion que hoy luchamos por borrar.
Hace falta mucha madurez, además de razonamiento para entrar en un proceso, cuando no somos capaces de entender lo que es la correlación de fuerzas, o saber construir visiones y estrategias a partir del análisis correcto de las coyunturas. Tampoco es fácil avanzar con estructuras infuncionales, o gente confundida que se asume vanguardia partidaria, produciendo un debilitamiento estructural del Partido y de la lucha politica, electorera o no.
La emulación de la mecánica de los partidos tradicionales que desaparecen una vez pasadas las elecciones para seguir su vida desde el Congreso Nacional y otras instancias del Status Quo, puede resultar suicida para una organización joven que está permanentemente bajo el asedio de las fuerzas enemigas, externas e internas. Sin una dirección solida es impensable avanzar, aun y cuando el apoyo popular es cada vez mas fuerte.
No es aconsejable confundir el crudo pragmatismo con la infalibilidad del método vernáculo, no se trata de limitar el desarrollo teórico, y menos aún de moldearlo a conveniencia en cada paso que damos.
Quizá nuestro mayor problema es que no encontramos frente a nosotros las respuestas que necesitamos, y en lugar de inclinarnos por el atrevimiento de crear, volvemos la cara al pasado, donde encontraremos mucha experiencia, pero también, invariablemente los mismos errores.
Sin duda es necesario hablar mucho sobre el 28 de junio, las condiciones bajo las que se llega a ese momento y el desarrollo histórico de la lucha popular hondureña desde entonces. Una introducción, debe hacerse desde nuestras propias limitaciones, pues no sería admisible hacer un rosario de lamentos sobre la construccion fascista que ha sembrado el imperio en nuestro país, sin antes tratar de hacer una auto critica que para muchos tendrá un sonido terrible.
Ricardo Salgado. Investigador Social y Escritor
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