Luis Abinader, presidente dominicano, y Ariel Henry, primer ministro haitiano, actúan como gobernadores de dos colonias vecinas en la misión de resguardar los intereses de las corporaciones multinacionales y en la tarea de obedecer a los estrategas imperialistas.
Así, aplican políticas de exterminio para eliminar potenciales amenazas a la gobernabilidad.
El abuso contra embarazadas y parturientas en República Dominicana y los intercambios de disparos de las fuerzas represivas con reales o supuestas bandas en Haití, forman parte de ese ejercicio.
Las obras de infraestructura que se construyen en la frontera dominicana (presas y carreteras, sobre todo) y el levantamiento de la verja perimetral con el concurso de una empresa israelí, responden a un proyecto económico y político dirigido por el imperialismo.
Para ocultar ese proyecto, Abinader busca atraer a los sectores fascistoides que se autodenominan nacionalistas y que en las últimas semanas han retomado la manipulada denuncia del proyecto de fusionar los dos Estados de la Isla de Santo Domingo.
Es la vieja leyenda que entreguistas y saqueadores repiten cuando intentan negar que la amenaza contra la soberanía son los intereses imperialistas, no la gente pobre que busca trabajo o requiere una atención médica cuyo costo no es comparable con el monto del pago que se le niega cuando se le sobreexplota.
Si en el año 2016 fue estimado en veinte mil millones de dólares el valor de los recursos mineros que guarda en sus entrañas el subsuelo fronterizo en la parte haitiana, hay que pensar que, con el avance de la tecnología y la valorización de ciertos minerales, el monto podría ser mayor hoy.
Este detalle lo dejan de lado quienes afirman que el poder estadounidense nada material encuentra en Haití. Igualmente, la existencia de mano de obra barata y sin tradición de agruparse en sindicatos y gremios.
Además, la ubicación de la isla en relación con Cuba y con la parte norte de América del Sur (nada menos que Venezuela y Colombia).
Los analistas políticos actúan movidos por el compromiso prosistema. No desconocen estos datos, pero pretenden que las mayorías los desconozcan.
POLITIQUEROS Y ENTREGUISTAS
El embajador Daniel Supplice (en el pasado estuvo acreditado en Santo Domingo) y la consejera Stamie Joseph estuvieron en Santo Domingo del 8 al 13 de noviembre en representación de Ariel Henry, y se reunieron con Abinader, con el canciller Roberto Álvarez, con el ministro de Interior y Policía Jesús Vásquez Martínez, con el presidente del Senado Eduardo Estrella, el nuncio Ghaleb Moussa Abdallah Bader, y con el encargado de negocios de la embajada yanqui (embajador de hecho) Robert Thomas.
En las crónicas, el nombre de Robert Thomas es el último en la lista. ¿Acaso por casualidad?
¿Qué es esto si no una gestión de coordinación de la dependencia y un acuerdo sobre las nuevas formas de atender a los requerimientos de las grandes potencias, encabezadas todavía por Estados Unidos?
Cuando los nacionalistas hablan de fusión, se sintonizan con el verdadero proyecto imperialista, que es saquear y someter a los dos Estados y mantener de rodillas a los dos gobiernos.
Los bandoleros que han tomado protagonismo político en Haití han sido formados por las grandes potencias. ¿No fueron entrenados en Estados Unidos y en Gran Bretaña los colombianos a quienes se les atribuye la ejecución de Jovenel Moïse?
Las bandas han crecido en un Haití ocupado en el que las fuerzas represivas asesinan a jóvenes pobres (delincuentes y no delincuentes, hay que anotarlo) con el pretexto de la pacificación.
Abinader pide invadir Haití y Joe Biden dice que Estados Unidos no lo hará.
El libreto es de mal gusto y de argumento manoseado. La creatividad no es virtud que acompaña a los sustentadores de un sistema agonizante.
Abinader dice que República Dominicana no puede resolver los problemas de Haití, como si a las grandes potencias les interesara solucionar esos problemas.
Y en el feo montaje entra Ariel Henry.
Después de los diálogos y la visita de Supplice, siguen las repatriaciones y los abusos contra haitianos en República Dominicana y las ejecuciones extrajudiciales en Haití.
El imperialismo es indolente e inhumano y lo son también sus lacayos. ¿Qué se puede esperar de Abinader, neoliberal de formación y millonario acostumbrado a aprovechar la corrupción local y global? ¿Qué se puede esperar de Ariel Henry, acostumbrado a lucrar sin guardar siquiera la forma? La brutalidad y el saqueo son acciones delictivas. Quienes las ejercen y las ordenan son, por definición, criminales.
Las ejecuciones extrajudiciales han sido frecuentes en ambos lados de la isla, igual que la práctica de cargar a los pobres el peso de la crisis.
Los estrategas de las grandes potencias no defienden a los pobres de ninguna procedencia. Abinader lo sabe y se beneficia de ello.
UN ORDEN INJUSTO
Cuando la Organización de las Naciones Unidas pide el cese de las detenciones de haitianas embarazadas en hospitales y calles y en los pasos fronterizos, intenta hacerse presentable ante el mundo, pero se muestra incapaz de reclamar que a ningún ser humano le sea colocado el sello de ilegal.
Los fascistoides criollos presentan el abuso como ejercicio de soberanía. Compañeros son del presidente y su camarilla en la lista de los politiqueros inhumanos, indolentes, abusadores y podridos.
Abinader los convoca ahora para que colaboren en el cumplimiento de su compromiso como lacayo.
Y cuenta con ellos para articular un potencial proyecto de reelección y para convertirse en líder efectivo de la derecha. Con esto, aseguraría su inserción entre los servidores del poder estadounidense, que en la actual coyuntura busca reforzar a ese sector.
Ambos servicios los necesita, para no aumentar el riesgo de ser sometido a la Justicia por prácticas económicas y manejos financieros no lícitos a los cuales ha recurrido para multiplicar su cuantiosa fortuna personal (superior a los cuatro mil millones de pesos).
Sabe que ese riesgo no se elimina con la entrega al Comando Sur del Puerto de Manzanillo.
Sin remontarse al surgimiento de la colonia francesa de Saint Domingue, hay que decir que los intereses políticos y económicos Canadá, Estados Unidos y las grandes potencias europeas han confluido desde hace muchas décadas en Haití, donde el sometimiento se impone sin disimulo.
En esta etapa, como en momentos anteriores, unificar a los dos Estados no figura entre los proyectos de las grandes potencias.
Esas potencias buscan, por el contrario, aprovechar las condiciones existentes en cada país para dar continuidad al saqueo y al sometimiento.
Abinader, Henry, y los demás sustentadores de la sociedad de clases sirven a este objetivo.
El verdadero parto de la isla será la conciencia de los hombres y mujeres que asuman la tarea de romper las cadenas.
Los pueblos solo serán libres y soberanos enfrentando a dominadores y entreguistas… Y, más temprano que tarde, lo harán.
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