Chile septiembre de 1973. Pese a que los militares gobernaban Brasil ya desde 1964 y que vendrían otras dictaduras representativas del periodo como las de Argentina (1976-1983) y Uruguay (1973-1985), la ruptura del orden constitucional en Chile tiene esa característica de ser el símbolo de una época. Chile no llegó a Pinochet por casualidad, como […]
Chile septiembre de 1973. Pese a que los militares gobernaban Brasil ya desde 1964 y que vendrían otras dictaduras representativas del periodo como las de Argentina (1976-1983) y Uruguay (1973-1985), la ruptura del orden constitucional en Chile tiene esa característica de ser el símbolo de una época.
Chile no llegó a Pinochet por casualidad, como tampoco llegó Guatemala a Lucas García en 1978 o El Salvador a los gobiernos militares del PCN en la década de 1960 y 1970. Los militares adquirieron especial importancia en nuestro continente por el pánico de que las élites locales y el gobierno de los Estados Unidos experimentaron dado el auge de las iniciativas de izquierda a nivel mundial. Partiendo de esto se generó una estrategia de «contención» del comunismo desarrollada durante los años 60 y 70 que tuvo dos formas de operación, la primera más abierta y promocionada: el programa Alianza para el Progreso, que se encargó de proveer bienes y recursos técnicos en aras de apuntalar una política social para expandir el aparato del estado (precario en la mayoría de países). La otra estrategia era bastante menos publicitada y al mismo tiempo más violenta: se trató de fortalecer el aparato represivo y el sector de inteligencia para detectar «elementos subversivos» en un abanico de actores sociales que iba desde políticos socialdemócratas, pasaba por periodistas, profesores y estudiantes universitarios, cristianos comprometidos, sectores populares organizados, para arribar finalmente, a los militantes de partidos de las distintas ramas de la izquierda. Con el tiempo se descartaría la primera estrategia y se asumiría radicalmente la segunda. El golpe de 1973 en Chile representa justamente ese quiebre: ante la legitimidad del gobierno de Allende y el avance de las propuestas de izquierda que planteaba la Unidad Popular, la derecha conservadora junto con el apoyo de los Estados Unidos promueven un golpe de Estado con rostro militar que tiene su fundamento en el «rescate de la civilización occidental» (léase la democracia formal, el capitalismo y el conservadurismo religioso) y para desarrollar esta «gesta» intenta la eliminación física de todo representante de ideas progresistas.
La estrategia de eliminación física de toda oposición incluyó echar mano de las más diversas prácticas de control de la población, desde la guerra psicológica contra los opositores (amedrentamientos, fotografías de bibliotecas, llamadas y cartas amenazantes) hasta la violencia física (torturas, vejaciones, masacres, arrestos arbitrarios, secuestros). Sus iniciativas se aplicaron no solo a lo interno de los países sino también en coordinaciones regionales como la que se denominó Plan Cóndor en América del Sur.
Pinochet es símbolo de este momento en que la tiranía reclamó su lugar en bien del orden, de la democracia de la derecha y la dinámica de capital; asimismo son símbolos los miles de detenidos-desaparecidos (que en países como Guatemala ascienden a 200 000 personas). ¿Qué hay de la memoria de estas víctimas? ¿cuáles victimarios han dado cuentas a la justicia por sus acciones y cuáles no? ¿qué países siguen protegiendo la memoria de los victimarios en vez de la memoria de las víctimas? Los avances son disímiles en el continente pero dos hechos surgidos este año llama a reflexión a los centroamericanos: hace unos meses Jorge Videla murió solo en la celda donde había sido condenado por los crímenes de la dictadura militar argentina, en contraste, Efraín Ríos Montt, en una evidente torcedura de brazo del poder judicial guatemalteco, logró evadir una sentencia en firme que lo condenaba por genocida y salió campante de la cárcel.
Pensar en Chile hoy: su restitución parcial de la memoria, la dificultad para llevar a los victimarios a juicio, la negativa a abandonar la política económica neoliberal que implantó Pinochet. Pensar en eso es pensar en América Latina, es pensar en todos/as.
Fuente: http://www.contrapunto.com.sv/