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América Latina a la hora de Siria

Fuentes: Rebelión

A estas alturas de la historia mundial para nadie es un secreto que lo que figura en la esencia de la estrategia bélica de Estados Unidos -que, incluso se puede advertir desde el siglo XIX- es la balcanización del territorio sirio, la construcción de un gobierno conservador pro-occidental como los que erigió durante las décadas […]

A estas alturas de la historia mundial para nadie es un secreto que lo que figura en la esencia de la estrategia bélica de Estados Unidos -que, incluso se puede advertir desde el siglo XIX- es la balcanización del territorio sirio, la construcción de un gobierno conservador pro-occidental como los que erigió durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado a través de golpes militares; anti-islámico y pro-norteamericano en la región, así como, además, apropiarse de sus recursos para entregarlos a las trasnacionales a través del control del Mar Mediterráneo que es una salida estratégica del petróleo por el mar con rumbo a Europa y a Estados Unidos.

El 7 de abril dos buques de guerra estadounidenses en el Mediterráneo oriental lanzaron 59 misiles tipo crucero Tomahawk a una base aérea del gobierno sirio derrochando 832 mil dólares por unidad o 49 millones de dólares en esa irracional operación. Este ataque ordenado por Trump tenía como objetivos los señalados, más uno adicional: desviar la atención de la opinión pública centrada en los intensos conflictos internos de Estados Unidos desde que el magnate asumió la Presidencia Imperial para ponerla al servicio de su clase dominante y de las grandes empresas transnacionales, así como para satisfacer los intereses económicos y geo-estratégicos del complejo industrial-nuclear-militar norteamericano.

En el contexto del ataque norteamericano a Siria, además, un día después, el 8 de abril, envalentonado Trump ordenó dirigir el portaaviones US Carl Vinson a aguas de la península coreana con el supuesto objetivo de disuadir a Corea del Norte de lanzar mísiles al mar de Japón y obligarlo a cesar su programa nuclear. Ambas acciones unilaterales – contra Corea del Norte y Siria- del imperialismo norteamericano se dieron al margen del Consejo de Seguridad de la ONU y, por supuesto, del mismo Congreso estadounidense que, al parecer ha quedado convertido en una pieza de museo de la familia del magnate norteamericano.

Estos juegos guerreristas -que potencialmente pueden amenazar la existencia misma de la humanidad- constituyen un negocio de familia: ¿cómo un individuo que perdió las elecciones por el voto popular, pero que lo ganó en el elitista Colegio Electoral, cual emperador absoluto ataca a cualquier país o comunidad del mundo al capricho de sus intereses y de sus «intuiciones» racistas, xenófobas y fascistas, bajo premisas enteramente falsas, pero justificadoras de sus acciones, de la supuesta lucha contra el terrorismo -alentado y subsidiado- por el propio imperio del norte en nombre y en defensa del llamado e inexistente «mundo libre y civilizado»?

La misma estrategia se extiende a otros países como Afganistán, Yemen y, ahora, en América Latina, en particular, contra Venezuela como demuestran los últimos acontecimientos ocurridos en ese país donde nuevamente el gobierno bolivariano volvió a desactivar, el 8 de abril, un intento de golpe de Estado coordinado desde Washington y el Comando Sur con elementos contrainsurgentes y de la derecha venezolana acantonados en la denominada Mesa de Unidad Democrática (MUD) y en la Asamblea Nacional donde la oposición de derecha ostenta la mayoría. Un ejemplo reciente es la denuncia del mandatario bolivariano que solicitó investigar al alcalde del municipio El Hatillo del Estado Miranda, sr. David Smonlansky, por la falsa acusación que éste hizo respecto al supuesto uso de armas químicas por parte del gobierno bolivariano contra los manifestantes de la oposición, según lo reveló Telesur, coincidiendo, de este modo, con la estrategia de Estados Unidos y del Comando Sur de utilizar estos falsos argumentos para incitar a una intervención armada en ese país.

Por su parte el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, reveló a los medios de comunicación los objetivos que su gobierno persigue en Siria:

  • «Luchar contra el Estado Islámico» (EI).

  • «Estabilizar Siria».

  • «Impulsar un proceso político útil», o sea lisa y llanamente cambiar el gobierno, objetivo frontalmente antagónico con los propósitos del legítimo gobierno sirio y de Rusia que lo apoya, junto con Irán, de mantener intacta la integridad política, poblacional y territorial de la nación árabe.

Obviamente que tenemos que revelar lo que significan esos objetivos, sobre todo, desde una perspectiva estratégica de intento de ataque y de desencadenamiento de la guerra como un medio no sólo para intentar recuperar la parte de la hegemonía perdida del imperialismo norteamericano en el concierto internacional, sino, también, para aumentar la acumulación de capital y la tasa de ganancia en beneficio de la burguesía norteamericana y del capital financiero internacional.

Es hipócrita afirmar por parte de Estados Unidos que el escenario de la lucha manifiesta es «contra» el Estado Islámico cuando ha quedado claro y demostrado como la luz del día que es justamente este país, a raíz de su intervención en Irak, lo que orilló la creación del Estado Islámico (EI) como producto de las distintas escisiones operadas en el entorno del grupo terrorista de Al Qaeda encabezado por Bin Laden.

El ataque desde el mediterráneo de Estados Unidos contra Siria, por más que se quiera justificar que se realizó debido al uso de armas químicas por parte del ejército sirio -se habla del gas sarín que es un neurotóxico que ataca el sistema nervioso central- se debe interpretar como un intento desesperado del grupo de élite que asesora al sr. Trump por recuperar un papel protagónico en el sistema internacional de naciones y de afirmar, al mismo tiempo, su tradicional «unilateralismo» que «muestre» al mundo, como en el pasado, el slogan del «excepcionalismo norteamericano» en el que muchos intelectuales, conservadores y liberales, y aún algunos marxistas, inspiraron sus tesis e ideologías para sustentar el «carácter indestructible» (There is no alternative -TINA- dixit Margaret Thatcher) del capitalismo y el imperialismo comandados por Estados Unidos, particularmente durante el período posterior a la segunda guerra mundial. En esta misma línea trazada por el

Unos días antes del ataque a Siria ocurrieron sendas manifestaciones violentas, tanto en Venezuela como en Ecuador (aquí en el contexto de la coyuntura electoral en la que el candidato de la derecha perdió la segunda vuelta presidencial en favor del candidato oficial de Alianza País, Lenín Moreno, que ahora se convirtió en presidente electo de ese país). El objetivo, en el primer caso, es la destitución del presidente constitucional, la celebración de elecciones anticipadas, la renuncia de los ministros de justicia, la liberación de supuestos «presos políticos» que, en realidad son políticos presos que han cometido crímenes del orden común, incluyendo traición a la patria, como es el caso del condenado a purgar 19 años de prisión, Leopoldo López, líder de la ultraderechista organización Voluntad Popular. En el caso de Ecuador, el candidato de derecha opositor desconoció los comicios electorales por supuestamente «fraudulentos», según él, y ha demandado el recuento total de votos sin presentar ninguna prueba fehaciente del supuesto «fraude electoral».

Es evidente que en ambos casos, en los que están inmiscuidos presidentes de derecha como el argentino Macri, el golpista brasileño Temer, el mexicano Peña Nieto que incluso tuvo el atrevimiento de recibir a la señora Tintori esposa de Leopoldo López dándole trato de «jefe de Estado, como en su momento también lo hizo con Donald Trump cuando éste era apenas candidato del partido republicano; entes siniestros como el ex-presidente español José María Aznar y otros involucrados en actividades golpistas y desestabilizadoras. El activismo de los primeros -junto con los presidentes de Paraguay y de Uruguay- los ha llevado a promover sin empacho la expulsión de Venezuela del Mercosur y del ministerio de colonias que es la OEA encabezada por el ultraderechista sr. Almagro ahora fiel representante de la derecha continental.

Todos estos hechos marcan una reedición de los mejores momentos del macartismo anticomunista y de la guerra fría entre las principales potencias del orbe que hoy, alrededor de la cuestión de Siria, pudieran desencadenar una conflagración nuclear. El momento sólo es comparable con la Crisis de los misiles en Cuba que fue un conflicto entre Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba en octubre de 1962 y que estuvo a punto de desencadenar la tercera guerra mundial. Sólo un acuerdo de última hora entre Nikita Jrushchov y Kennedy lo impidió.

Si la estrategia del magnate norteamericano fracasa en sus objetivos externos, como apunta el hecho de que, como resultado del ataque a Siria, ésta inmediatamente reconstruyó la base militar destruida por los mísiles crucero Tomahawk y, junto con Rusia, anunció un incremento sustancial de las defensas estratégicas del país, al lado de que el objetivo de Trump, esperanzado en dividir al pueblo sirio como era su estrategia, fue un rotundo fracaso al aumentar, por el contrario, significativamente la moral del ejército árabe y la dignidad y unidad nacional del pueblo en torno a Siria como una única nación no divisible. Además dicho ataque causó un comunicado conjunto de Siria, Irán y Rusia respecto al hecho de que en el caso de que Estados Unidos volviera a atacar a Siria al cruzar la línea roja, se reservaban el derecho de repelerlo con medios militares, cuestión que, evidentemente, alarmó al conjunto de la humanidad al verse en las postrimerías de un virtual escenario de guerra nuclear. Por su parte China desmintió la versión del gobierno norteamericano que aseguró que ese país «entendía» las acciones bélicas de Estados Unidos. Por el contrario, el portavoz de la Cancillería, Hua Chunying, manifestó la postura oficial de su gobierno:

«China siempre se opuso y continúa oponiéndose al uso de la fuerza militar en las relaciones internacionales, aboga por el respeto a la soberanía e integridad territorial de otros Estados, consideramos que la solución política es la única vía de solucionar la crisis siria.»

En cuanto a sus objetivos internos del magnate republicano, lo mismo ocurre con el incremento de los movimientos sociales que están en contra de la guerra y contra el ataque militar de su gobierno, así como en contra de sus políticas anti-inmigrantes, xenófobas y racistas en que ha sustentado sus acciones tanto durante su campaña presidencial que como presidente, destacando la amenaza de retirar los fondos públicos a las ciudades santuario y construir los oleoductos en las tierra sagradas de los grupos de las tribus Sioux de Standing Rock en Dakota del Sur, Estados Unidos.

La incontrastable hegemonía-supremacía que en el sistema internacional mantuvo este último país después de la segunda guerra mundial, contrasta hoy con su actual activismo imperialista burdo que se despliega en un marco caracterizado por la pérdida relativa de dicha hegemonía, junto al ascenso de nuevas potencias nucleares del porte de Rusia, China, Irán y Corea del Norte, entre otras, que le ponen de algún modo coto a sus intentos expansionistas, belicistas y de dominación. Tal vez estemos presenciando un momento histórico transicional del traspaso de Estados Unidos a un status de segunda potencia pero que, sin embargo, hay que aclarar, no disminuye ni un ápice su carácter imperialista, como no ocurrió tampoco con las antiguas potencias como Gran Bretaña, Alemania, Francia o Italia.

Es en este contexto político e histórico que se desarrolla el actual proceso latinoamericano que hasta hace algunas semanas los medios de comunicación dominantes y sus intelectuales orgánicos festinaban alegremente como el «fin del ciclo de los gobiernos progresistas» luego del triunfo de la derecha en la Asamblea Nacional de Venezuela, del estrecho triunfo en Argentina del neoliberal-conservador Mauricio Macri y del golpe de Estado perpetrado por el tucanato (PSDB) y el pemedebismo (PSDB) al que pertenece el actual presidente golpista Michel Temer también investigado en la Operación Lava Jato en Brasil.

Consideramos que el reciente triunfo de Lenin Moreno y de la Revolución Ciudadana en Ecuador por conducto de Alianza País significa el re-despliegue de los gobiernos progresistas de América Latina que frena, al mismo tiempo y de algún modo, la tendencia a su declive frente al auge que habían tenido los gobiernos y las fuerzas de la derecha militante articulada con la estrategia norteamericana en la región.

Si quieren no solamente subsistir esos gobiernos y fuerzas progresistas en América Latina, sino, además, desarrollarse cuantitativa y cualitativamente y afirmarse como pueblos-nación soberanos en las inmediaciones de las contradicciones interimperialistas y de la crisis del capitalismo global, deberán profundizar una estrategia anticapitalista y antiimperialista de desarrollo económico, social y político-cultural capaz de resolver las necesidades de las grandes masas populares y de los trabajadores utilizando y potenciando con ese fin sus recursos naturales y el conjunto de sus fuerzas sociales y productivas para construir un nuevo modo de producción, de vida y de trabajo en el contorno de una nueva formación económico-social y cultural. Sólo de esta forma se podrán vencer a las fuerzas de la derecha cada vez más rabiosa y desesperada para lo que no duda en utilizar la violencia y, en caso extremo, en auspiciar la intervención extranjera con el fin de restituir y/o preservar el (des) orden burgués fondomonetarista en el conjunto de la región.

Adrián Sotelo Valencia, Sociólogo e investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la FCPyS de la UNAM.

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