En la gira del LibreBus hemos tenido conexión a internet a veces sí y a veces no, pero Tegucigalpa es el único lugar donde necesité navegación privada para abrir mi gmail, y encontré mi cuenta de facebook bloqueada por «conductas sospechosas». Entrando a la ciudad Karla nos enseñó el lugar donde hace poco murió una […]
En la gira del LibreBus hemos tenido conexión a internet a veces sí y a veces no, pero Tegucigalpa es el único lugar donde necesité navegación privada para abrir mi gmail, y encontré mi cuenta de facebook bloqueada por «conductas sospechosas». Entrando a la ciudad Karla nos enseñó el lugar donde hace poco murió una maestra, atropellada porque el conductor del auto no la vio en el suelo entre los gases de las bombas lacrimógenas; nos enseñó también el parqueo del centro comercial donde la semana pasada le tiraron bombas a una periodista que estaba en medio de una entrevista. Todavía tengo en la retina la valla de «Honduras is open for business», campaña gubernamental que promociona el país como una gran maquila.
Es común que los militares te detengan en un retén en carretera, cada cierto tiempo algunxs activistas tienen que «perderse» por unas semanas para no desaparecer en realidad, y lxs estudiantes de la UNAH han expulsado del campus al ejército ya cinco veces. La represión se ensaña sobre todo con las mujeres, y dicen que aquí las medidas cautelares no sirven de nada: el acoso a activistas, los asesinatos, violaciones y procesos legales son cosa de todos los días. Después de oír varias veces el nombre de Miguel Facussé preguntamos quién era, y la respuesta fue muy sencilla: es el dueño de Honduras, de los aeropuertos y plantaciones de palma africana, de la comida (más de 350 productos), es el que tiene guardias que acosan a la gente que denuncia cuánta tierra tiene y cómo ha levantado sus negocios privados aprovechando los recursos públicos.
Dicen que salir a la calle después del golpe de Estado fue la vía para demostrar cuánta gente estaba en contra de lo que había sucedido. En ese momento había mucha represión abierta, luego se mantuvo pero más subterránea, al menos se podía caminar. Ahora se recrudeció, con la huelga magisterial lxs maestrxs no marchaban dos o tres cuadras cuando ya les estaban lanzando gases lacrimóngenos con concentraciones de químicos hasta 20 veces más altas de lo usual, y la huelga de hambre la levantó el ejército a la fuerza en la madrugada.
Yo empecé a pensar que mi post sobre el LibreBus en Honduras tenía que referirse a la polarización, en una sociedad en la que hoy no hay puntos medios: o sos golpista o sos de la resistencia. Aunque ya la discusión no es el golpe en sí, sino los caminos posibles para salir de la fractura, hay familias y comunidades divididas y la desconfianza se respira en el aire.
Después pensé que también podía escribir de la represión, de lo que significa vivir con miedo por tu integridad y la de tu gente, tener amigxs desaparecidxs, en prisión o muertxs… Después de sólo unas horas en Tegucigalpa estaba pensando en cómo fortalecer las medidas de seguridad en mi computadora, y sobre todo en cómo sería vivir así todos los días. También en que los medios cubrieron el golpe de Estado hace casi dos años, pero ahora Honduras desapareció del mapa informativo, y casi todo el mundo en otros países ignora que este todavía sigue en crisis.
¿Muy duro hablar de estas cosas? Es que hay que decirlas, no podía pasar por Honduras sin decirlas.
Pero ahora me doy cuenta de que lo que en realidad me traje conmigo es el respeto por la gente poderosa y valiente que está pensando su país desde otro lugar, que no acepta soluciones fáciles, que no se acomoda. Roxana, Elba y Nelson, que hacen radio en Zacate Grande hablando como el pueblo habla, con un periodismo que educa y concientiza a punta de puro compromiso y creatividad, que tienen diez años menos que yo y dicen con una paz impresionante que prefieren ir a la cárcel a dejar que cierren la radio, aunque talvez un día les toque perder la vida por eso. Sandra Maribel, que nos hizo un mapeo clarísimo de la situación de los medios, que dice que el ejercicio de la libertad de opinión y de expresión es inseparable de la posibilidad de vivir en paz, y que esa es una reflexión que el pueblo hondureño tiene que profundizar. Daisy y Reina, feministas en resistencia, reivindicando con alegría el lugar de las mujeres en una transformación social que tiene que ir más allá de izquierdas y derechas para tocar las relaciones de poder que abarcan desde los espacios públicos hasta los más cotidianos. Sue Helen y Alejandro, haciendo un trabajo de hormiga para promover el software libre, y que los usos de la tecnología se vuelvan estratégicos y seguros. Y por supuesto Zulma y Guido, una bruja de la cocina y el hombre que la hace feliz, que compartieron con nosotrxs su hogar, su música, su risa y la comida más creativa y sabrosa de toda la gira.
Y encontré a Karla Lara. Karla es punto y aparte. Karla franca, tierna, crítica, aguda y certera, feminista de las mías, artista con todas las letras. Voz de pájaro, de historia, de alas y raíces. Karla me hizo llorar con sus canciones y con poemas de mujeres, y me devolvió la esperanza con sus sueños para la Honduras que tiene que llegar a ser. Sus palabras y su música fueron un regalo de confianza y una apuesta por la vida. Yo tenía que decirle gracias aquí.
La lucha se hace desde donde estés, desde donde te toque, no hay espacio para el miedo ni la tristeza. Tenemos que crear lugares de libertad en todos los resquicios.
Patria chiquita mía, mi mamacita chula
Vas a ver que linda vas a ser cuando seas libre
Bien peinadita, vestidito nuevo, cachetes chapuditos
Vas a ser bien hermosa, vas a ser grandota
Patria chiquita mía.
(De «Patria chiquita mía», de Cutumay Camones.
Gracias a Benjamín que nos la trajo a la memoria en la noche hondureña)
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