Ciudad de la Habana, 16 de octubre de 2009. Señor Álvaro Arzú Irigoyen. Alcalde de Ciudad Guatemala. Estimado señor Alcalde: Aún guardo gratos recuerdos de cuando tuve la oportunidad de saludarlo en el Hotel Nacional de la Habana, en octubre de 1999, llegado a Cuba desde mi entrañable Guatemala, con el innegable mérito de haber […]
Ciudad de la Habana, 16 de octubre de 2009.
Señor Álvaro Arzú Irigoyen.
Alcalde de Ciudad Guatemala.
Estimado señor Alcalde:
Aún guardo gratos recuerdos de cuando tuve la oportunidad de saludarlo en el Hotel Nacional de la Habana, en octubre de 1999, llegado a Cuba desde mi entrañable Guatemala, con el innegable mérito de haber sido el presidente que dio al traste a la ignominiosa decisión de gobiernos anteriores, de mantener alejados infructuosamente a los pueblos cubano y guatemalteco por 37 largos años. Su digna decisión de restablecer relaciones diplomáticas entre Guatemala y Cuba el 27 de enero de 1998, siempre será recordada como un acto de valentía y apego a la justicia.
Recuerdo también sus declaraciones a Prensa Latina, el 2 de marzo de 2007, en las que reconoció el carácter solidario de la ayuda médica cubana a Guatemala, cuando expresó con agradecimiento: «Nosotros tuvimos alrededor de 770 médicos cubanos que fueron primordiales, sobre todo para encarar el gran drama vivido durante el huracán Mitch».
No tuvo entonces reparo alguno en destacar que gracias a los médicos cubanos se logró entonces reducir la mortalidad infantil de 37 a 28 por cada mil niños nacidos vivos.
Traía también usted el mérito de haber contribuido a la firma de los Acuerdos de Paz, con los que se puso fin, al menos formalmente, a casi 30 años de terror institucional que enlutaron a nuestra patria con más de doscientos mil muertos. Es cierto que estos acuerdos no lograron en realidad solucionar los males estructurales que hacen de nuestro pueblo uno de los más pobres del continente, ni abrió un espacio de justicia verdadera para los desposeídos que no obtuvieron beneficio alguno después de su firma. Pero, al menos, fue un intento por mejorar la situación nacional.
A fuer de ser justo, no se le pudo pedir más a alguien cuyas posiciones políticas responden a su extracción clasista, y que siempre fue centro de presiones de grupos de poder en Guatemala y de Estados Unidos durante su mandato entre 1996 y el 2000.
Casi diez años después tuve la oportunidad de saludarlo en la Habana en febrero de 2008, en ocasión de su visita para conmemorar el décimo aniversario de la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Guatemala.
Sin ánimo de herirlo ni de hacer prevalecer mis posiciones ideológicas, diferentes a las suyas por supuesto, me veo sin embargo en el deber de exponerle mi preocupación como ciudadano guatemalteco sobre algunas posiciones asumidas por usted que me hacen cuestionar aquella imagen formada en mí durante los encuentros a los que he hecho referencia anteriormente.
No puedo cuestionarle el apoyo ofrecido por usted a al salvadoreño Norman Quijano, en su campaña contra la candidata del FMLN, pues usted obró en correspondencia con sus concepciones ideológicas. Pero sí me siento obligado a exponerle mi total oposición a su alineamiento con el régimen de facto de Roberto Micheletti en Honduras, cuando el propio gobierno guatemalteco ha declarado públicamente su condena al golpe militar empresarial contra el presidente Manuel Zelaya.
En septiembre pasado usted declaró que: «Ningún país tiene derecho a sentar en el banquillo de acusados a los hondureños, porque tienen derecho a manejarse de acuerdo con su sistema legal». Tanto la opinión pública mundial como organismos de carácter internacional como la ONU, la OEA, UNASUR, la Unión Europea y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), han denunciado no solo la inconstitucionalidad de las acciones golpistas contra el gobierno constitucional de Zelaya, sino también la brutal represión desatada por los usurpadores contra el pueblo hondureño.
La invitación recibida por usted por parte del Tribunal Supremo Electoral de Honduras para participar como observador en las elecciones de noviembre, que han sido declaradas inconstitucionales por la opinión pública internacional, le comprometerían y lo alinearían junto a los represores y genocidas que hoy masacran a su pueblo. Usted, probo hombre de bien, se apresuró a aceptarlas no como Alcalde sino como ex presidente, en lo que considero un acto impensado que afectará notablemente su imagen política ante su pueblo, aunque no frente a la minoría de hacendados y ultraderechistas guatemaltecos.
Es preocupante que su posición con respecto a Honduras contradiga a las asumidas por el gobierno de Guatemala en los principales foros internacionales. Recientemente el presidente Álvaro Colom declaró durante su visita a Chile que Guatemala apoya la gestión mediadora de la OEA, aceptada incluso por la administración de Obama, a favor de que se restablezca en ese país orden constitucional y democrático violentado por el golpismo.
En nombre de la admiración que he sentido por usted y el grato recuerdo que guardo de sus visitas, le pido que se aleje de las posiciones solidarias con los golpistas hondureños, tanto en sus declaraciones ante el Congreso de Guatemala como ante medios de prensa. Si quiere, por tanto, ser admirado como servidor de la justicia e incondicional aliado de las buenas obras, recapacite usted en el momento justo que debe hacerlo.
Agradeciendo su atención,
Le saluda,
Percy Francisco Alvarado Godoy
Escritor guatemalteco radicado en Cuba.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.