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Arde Damasco, arde París

Fuentes: biTs Rojiverdes

El corazón de Europa ha sido atacado. Si había alguna gran capital europea, con permiso de Berlín o Roma, que aún no había sufrido un ataque yihadista de envergadura e indiscriminado, esa había sido París. La ciudad francesa tenía muchas posibilidades de ser el próximo gran objetivo terrorista. El hecho de contar con una gran […]

El corazón de Europa ha sido atacado. Si había alguna gran capital europea, con permiso de Berlín o Roma, que aún no había sufrido un ataque yihadista de envergadura e indiscriminado, esa había sido París. La ciudad francesa tenía muchas posibilidades de ser el próximo gran objetivo terrorista. El hecho de contar con una gran población musulmana con graves problemas de integración y el haber estado exportando multitud de terroristas que han participado en las guerras recientes de Oriente Medio del lado de al Qaeda o del Estado islámico y que ahora se convierten en peligrosos «retornados», han convertido a la República gala en uno de sus máximos objetivos terroristas.

Sin embargo, aunque pudiera parecer un contrasentido, Francia no ha estado del lado antiterrorista en guerras como la de Irak, Libia, Siria. Todo lo contrario. En estos países el terrorismo era prácticamente inexistente hasta la llegada de la OTAN. Sólo cuando Estados Unidos y Francia, a la cabeza de un grupo de países occidentales y de sus aliados en la región, desestabilizaron estos gobiernos, primero al Qaeda y luego el Estado islámico, irrumpieron en escena. Pero, curiosamente, jamás lo hicieron en el bando de los gobiernos agredidos, sino del lado de la OTAN, una coincidencia repetida centenares de veces y jamás explicada convincentemente.

La cantinela de que, «en el principio eran aliados pero luego se volvieron en nuestra contra», la hemos oído decenas y decenas de veces desde la creación de al Qaeda en Afganistán, y se ha aplicado, en infinidad de ocasiones, tanto a grupos terroristas como a individuos concretos. La mayoría de los líderes terroristas de la actualidad ha pasado, bien por una fase de entrenamiento occidental o por los servicios de seguridad e inteligencia de países aliados, bien por el penal de Guantánamo. El caso más conocido lo tenemos en Abdelhakim Belhadj, líder de al Qaeda en Libia que fue coronado como gobernador militar de Trípoli cuando la OTAN le allanó el camino desde el aire para la destrucción de Libia. Belhadj fue el principal creador e impulsor del Ejército Sirio Libre, curiosamente enmarcado dentro del difuso grupo de «rebeldes moderados» por Occidente. El pasado año fue recibido con honores por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, aunque hoy se le relaciona con el Emirato Islámico en el Magreb, del que podría ser su líder, según la inteligencia de algunos países o como recoge también Interpol. Semblanzas biográficas de este tipo, donde se producen trasvases desde las filas terroristas hasta los servicios de inteligencia occidentales o viceversa, podrían escribirse decenas o centenares de ellas, desde la del mismísimo Bin Laden a la de Mohamed Atta.

Tras los primeros instantes de shock y dolor, todo el mundo se está preguntando quién ha sido y por qué. Por la red circulan ya decenas de teorías y decenas de posibilidades desde las más plausibles a las más peregrinas. Desde el autoatentado para facilitar la intervención en la guerra de Siria, hasta los atentados dirigidos por algún servicio secreto de Oriente Medio para implicar a Francia en la guerra, pasando, cómo no, por los atentados de odio religioso o de lucha de civilizaciones. Pero una cosa es segura, lo que nadie parece dudar es que los atentados de París están relacionados directamente con la intervención en la guerra de Siria. Ésa es la tesis oficial y la que se han dedicado a expandir viralmente todos los medios de comunicación.

El providencial hallazgo de un pasaporte junto a uno de los terroristas inmolados, justo lo que sucedió en las inmediaciones del World Trade Center de New York tras los atentados del 11 de septiembre, será un aldabonazo al cambio de la política migratoria europea, mucho más reacia en estos momentos a la admisión de refugiados procedentes de conflictos bélicos internacionales. Y es que a nadie pasa desapercibido que el que uno de los terroristas, supuestamente, haya entrado como refugiado por las islas del sur de Grecia, constituirá un antes y un después en el trato dispensado hacia el conflicto migratorio.

Personalmente me parece extraño que el Estado Islámico se haya cebado contra Francia por su participación en la coalición internacional contra el terrorismo que opera en Siria. Todo mundo sabe que a pesar de llevar más de un año supuestamente atacando al autodenominado Estado Islámico, el daño que la coalición inflingido a sus milicianos es absolutamente ridículo sobre todo en comparación con lo que Rusia ha logrado en poco más de un mes. Como desveló el New York Times, la coalición liderada por Estados Unidos tenía órdenes de no hacer demasiado daño a la infraestructura del Estado Islámico, de no atacar sus principales vías de aprovisionamiento, ni sus centros de mando.

Su estrategia iba dirigida principalmente a utilizar al terrorismo para derrocar al gobierno de Bashar al Assad, de ahí la política de ataques con guante de seda practicada en un periodo en el que el terrorismo no dejó de hacerse cada vez más fuerte y conquistar más y más territorios. En cualquier caso, lo que sí ha sido denunciado, tanto por Siria otros países, es que la coalición anti EIIL estuvo dedicada principalmente a destruir la infraestructura siria que servirá de soporte a su recuperación económica y social una vez acabada la guerra y no a atacar directamente a los yihadistas. Desde este punto de vista sorprende la saña demostrada contra Francia en los ataques de París, pues si bien no se trata de aliados manifiestos, tampoco son enemigos reales. Además, el propio Hollande admitió recientemente que estaba entregando armas letales a los grupos terroristas que operan en Siria, que están totalmente interconectados entre sí; lo normal entre ellos es el trasvase de milicianos y armas de un grupo a otro, cuando no la venta del equipo proporcionado por occidente a compradores de las facciones más radicales e integristas.

Sea como fuere, ahora que Rusia ha mostrado el camino hacia la derrota de Daesh, a todos les han entrado las prisas o los miedos y no quieren perder ninguna tajada del pastel. No pueden dejar que Rusia se quede con el mérito de haber destruido al Estado Islámico y, a su vez, que conserve o aumente su influencia en la Siria post conflicto. Por eso Obama ha mandado tropas sobre el terreno, a pesar de que dijo que nunca lo haría, o Francia ha enfilado hacia las costas sirias un portaaviones para sumarse al despliegue bélico de la coalición. Por eso también se han inventado también los «rebeldes sirios moderados» -que ya no existían si es que alguna vez los hubo- y por eso han comprado a varias milicias kurdas con dinero, armas y promesas de un territorio independiente, para así disponer de algunas tropas leales sobre el terreno.

La única manera de acabar con atentados como el de París o como los que podrían sufrir otras capitales europeas en el futuro, es acabar de una vez por todas con la guerra en Siria. Y no hay otra manera de acabar con la guerra que apoyar a los ejércitos que actualmente combaten al terrorismo, como el Ejército Árabe Sirio, la resistencia libanesa, las milicias kurdas, las Fuerzas de Defensa Nacional y la Guardia Revolucionaria Iraní, apoyados por la aviación rusa. Es esta coalición la que ha conseguido, en muy poco tiempo, desplazar al Estado Islámico y a al Qaeda de muchos de los territorios que tenían en su poder y que está en camino de lograr una victoria total y absoluta sobre el terrorismo.

Cuando se termine con el terrorismo, callarán las balas y será el turno de la política, será el turno de la democracia. Y deben ser los sirios y sólo los sirios los que puedan decidir libremente quien lidere su futuro. Ni los terroristas, ni quienes les apoyan tienen ninguna legitimidad para poner o quitar presidentes tal y como han intentado hacer desde el inicio de la guerra, tanto Estados Unidos como la OTAN, al Qaeda y el Estado Islámico.

La lección que se puede extraer de los dramáticos atentados de París es que los destinos de Europa y Oriente Medio están más entrelazados de lo que parece: si no hay paz en Damasco, tampoco habrá paz en París ni en ninguna otra capital europea. Se acabó el tiempo de los napoleones, se acabó el tiempo del neocolonialismo, Occidente debe quitar sus zarpas de Oriente Medio y permitir que sean sus propios pueblos los que se autodeterminen y sean dueños de un futuro en paz.

Blog del autor: http://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=12733

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.