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Orhan Pamuk es -junto con Vargas Llosa- el Nobel de Literatura cuyo nombre está más ligado a la política: es odiado en su país por hablar del genocidio armenio y ha sido amenazado más de una vez. Sin embargo, sigue viviendo en la misma casa en la que creció y escribiendo libros en los que funciona como un puente extraordinario entre la literatura oriental y la occidental. De paso por Buenos Aires para presentar El novelista ingenuo y el sentimental (Mondadori), habló con Radar de la situación en su país, de la diferencia entre el pensamiento político y el literario, de su admiración por Borges, de sus obsesiones literarias y, sobre todo, de la pasión que atraviesa secretamente sus libros: la pintura.
Un mundo subterráneo de seres marginales, pero contado sin patetismo, puebla los cuentos de El asesino de chanchos, segundo libro de narrativa del cordobés Luciano Lamberti.